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Ausiàs Despuig

Biografía

Despuig, Ausiàs. Játiva (Valencia), 1423 – Roma (Italia), 3.IX.1483. Gobernador, canónigo, canciller, arzobispo y cardenal.

Ausiàs Despuig (Ausiàs de Podio) nació en Játiva, en 1423, en el seno de una prestigiosa familia, muchos de cuyos miembros, a lo largo del siglo xv, estuvieron al servicio de la Corona u ocuparon altos cargos del gobierno municipal. Su padre, Bernat Despuig, fue baile de Játiva de 1452 a 1462, y su tío, fray Luis Despuig, destacado diplomático de los monarcas aragoneses, llegó a ser maestre de la Orden de Montesa en 1453 y virrey de Valencia (1472-1478).

No se sabe nada de su infancia y juventud, tan sólo que, destinado a la carrera eclesiástica, consiguió sus primeras prebendas en la tierra natal, concretamente en la colegiata setabense, donde tuvo el beneficio de san Jaime, y en la catedral de Valencia, en la que poseía el beneficio de san Antonio. Era doctor en ambos Derechos y en Teología, disciplinas que debió cursar en el Estudi General de Lérida, pues el 13 de abril de 1457 Alfonso el Magnánimo ordenó que se le nombrara canciller de esta Universidad, concediéndole un plazo de tres años para lograr una canonjía en la catedral ilerdense (tal como prescribían los estatutos para poder ocupar dicho cargo). Aunque el Rey pidió al papa Calixto III que le concediera la canonjía y rogó a los canónigos de Lérida que no pusieran impedimento, al parecer sus ruegos no tuvieron éxito y Ausiàs no llegó a ocupar la cancillería del Estudi. Hacia 1450 se trasladó a Italia, en pos de su tío Luis, entonces claver de Montesa y consejero del Magnánimo.

En 1451 se encontraba en la Universidad de Bolonia, donde completó su formación jurídica. Gracias a la influencia de su tío obtuvo una canonjía en la catedral de Gerona, que pronto abandonó para obtener otra en Barcelona que iba unida a la dignidad de chantre. También poseyó canonjías en Urgel y en Huesca, que resignó a cambio de una pensión.

La elevación al sumo pontificado de su paisano el cardenal Alfonso de Borja le atrajo a Roma, pues se le presentaba una buena oportunidad de hacer carrera en la curia. Por recomendación del Magnánimo, Calixto III le recibió como subdiácono papal en junio de 1456. Un año después renunció al beneficio que poseía en la catedral de Valencia para recibir la rectoría de la villa de San Mateo (en la diócesis de Tortosa), y también fue párroco de San Martín de Valencia. El deterioro de las relaciones del papa Borja con el Magnánimo debió de perjudicarle, pues a mediados de 1457 desaparece su rastro en la documentación pontificia, lo cual hace suponer que abandonó la curia y marchó a Nápoles.

Su suerte cambió con el nuevo papa, Pío II, quien el 18 de septiembre de 1458 le nombró arzobispo de Monreale (Sicilia), sede que retuvo hasta su muerte; y, como esta prebenda era poco rentable, en agosto del año siguiente le hizo referendario pontificio. A finales de 1458 entró a formar parte del Consejo del rey Juan II de Aragón, interviniendo en la concordia que se firmó en Barcelona entre éste y su hijo el príncipe Carlos de Viana (26 de enero de 1460); un año después formaba parte del cortejo que acompañó a la reina Juana Enríquez y a su hijo el príncipe Fernando (el futuro Rey Católico, entonces un niño de nueve años) de Calatayud a Barcelona, pues, al morir su hermanastro Carlos de Viana, Fernando debía asumir la lugartenencia general del principado de Cataluña y residir allí, según lo estipulado en las capitulaciones de Vilafranca. Por disposición de Juan II, Ausiàs debía ocuparse de aconsejar al príncipe en su difícil cargo, pero apenas pudo ejercer su cometido, pues, al surgir algunas tensiones con la Reina, los catalanes le exigieron que expulsara del Consejo a las personas excluidas en las capitulaciones citadas, entre las que se encontraba Ausiàs. Al estallar la guerra civil, tomó claro partido a favor de Juan II, a quien acompañó a la entrevista con Luis XI de Francia, que tuvo lugar en Sauveterre (Bearn) el 3 de mayo de 1462.

Cuando el príncipe Fernando se convirtió en rey corregente de Sicilia, premió su fidelidad nombrándole el 4 de marzo de 1470 canciller de ese reino, cargo que desempeñó durante ocho años. En 1471, Juan II de Aragón le encomendó una importante misión, que da a entender la confianza que en él tenía, pues lo envió a Roma como embajador para obtener del papa Pablo II la aprobación del matrimonio de su hijo Fernando con Isabel de Castilla. Aunque no lo consiguió, por los temores del Papa a la reacción de otras potencias, trabajó por hacer ver al Pontífice la conveniencia de esta unión y logró que no la condenara.

Permaneció en la curia como orador del Monarca aragonés, en cuyo nombre firmó la liga general de los estados italianos contra el turco que patrocinaba el Pontífice (22 de diciembre de 1471).

Debido tanto a su pericia jurídica como a su bondad y rectitud, alabadas por sus contemporáneos, así como al apoyo que debió de prestarle en su elección, gozó del favor del papa Sixto IV, quien le nombró gobernador de la Ciudad Eterna y, el 7 de mayo de 1473, cardenal presbítero del título de San Vidal, en atención a los ruegos del rey de Aragón, avalados por el cardenal Rodrigo de Borja desde su legación en los reinos de España. El 8 de septiembre le hizo prior del convento agustino de Santa Cristina de Somport, en la diócesis de Huesca. En 1475 recibió, junto con el cardenal Borja, a la delegación enviada por Fernando e Isabel para prestar obediencia al Papa, y ambos velaron con interés por el éxito de la misma, ayudando a vencer las reservas del Pontífice, quien se resistía a recibirla por no dar a entender con ello que aprobaba la legitimidad de los Reyes.

El 15 de diciembre, Sixto le entregó la archidiócesis de Zaragoza, mas no pudo obtenerla por la oposición de Juan II, que la quería para su nieto Alfonso de Aragón, un niño de apenas seis años, bastardo de Fernando. Para lograr que renunciara se le buscaron otros beneficios y Ferrante de Nápoles accedió a que el Papa le concediera la administración de la diócesis de Capaccio y la encomienda del monasterio de San Pedro de Éboli, en su reino, hasta que se resolviera la controversia de Zaragoza. La solución llegó en 1478: Ausiàs renunció a este arzobispado (forzado por su tío Luis, a quien Fernando amenazaba con quitarle el maestrazgo de Montesa para entregarlo a su hijo Alfonso), y recibió a cambio la administración perpetua de la diócesis y el monasterio citados, que pudo retener junto con su sede de Monreale.

En diciembre de 1477 fue promovido al título cardenalicio episcopal de Santa Sabina, basílica que restauró y amplió, aumentando el número de sus beneficiados.

Durante estas obras se descubrió una gran cantidad de antiguas monedas de oro y plata, y el cardenal ordenó comprar con su importe alimentos para repartirlos entre los pobres. El 7 de mayo de 1479 fue nombrado legado apostólico ante el emperador Federico III y los reyes de Hungría, Bohemia y Polonia, con la misión de lograr su colaboración en la cruzada contra el turco. En nombre del Papa presidió la Dieta de Frankfurt, mas no logró su objetivo. El 1 de diciembre estaba de vuelta en Roma y en enero de 1482 fue elegido por unanimidad camarlengo del Sacro Colegio para ese año, pero la peste le obligó a abandonar Roma, encomendando sus funciones a otros cardenales.

Como cardenal continuó desempeñando en la Corte pontificia su papel de agente del rey aragonés, ahora Fernando II, quien recurría a su mediación para obtener del Pontífice gracias beneficiales, y al que Ausiàs mantenía puntualmente informado de la evolución de la política italiana. Murió en Roma, el 3 de septiembre de 1483, y fue sepultado en su basílica titular de Santa Sabina, en un hermoso sepulcro, obra del taller del prestigioso escultor lombardo Andrea Bregno, en cuyo epitafio se alababa la integridad de su vida, su conocimiento de las ciencias sagradas y sus muchas virtudes.

 

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Miguel Navarro Sorní

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