Figuerola, Eximén Pérez de. Valencia, c. 1470 – Palma de Mallorca (Islas Baleares), 22.I.1538. Jurista y político.
Hijo de Joan Figuerola y de Isabel Almenara, estudió en Pisa en el Studio Fiorentino, donde se doctoró en ambos Derechos en 1494. En 1499, de regreso en Valencia, el gobernador Lluís de Cabanilles le comisionó para resolver un pleito por tierras entre dos nobles. De su labor destaca el mapa que levantó de la partida en disputa, en la comarca de la Vall d’Albaida, una de las representaciones gráficas más tempranas del territorio valenciano. En ese mismo año fue nombrado asesor del justicia civil. Por entonces también empezó a participar como juez en el Tribunal Real de la capital. No se vinculó, sin embargo, a la Administración Real de manera definitiva hasta 1509, año en que ocupó una plaza vacante en la Real Audiencia, organizada institucionalmente pocos años antes (1506-1507). En esa promoción pudieron influir los servicios prestados por su padre, racional de la ciudad de Valencia, que facilitó la concesión de créditos a favor de la Corona. En 1514 fue ascendido a regente de la Cancillería en el Consejo de Aragón. Desde ese puesto vivió los decisivos sucesos acaecidos entre la muerte del rey Fernando y la llegada de Carlos I, en los cuales se mantuvo del lado del cardenal Cisneros, en la pauta que marcó su amigo, el capitán de la guardia real Jeroni de Cabanilles, hermano del gobernador de Valencia. El advenimiento de Gattinara a la Cancillería carolina (1518) fue para él de suma importancia.
Trabó pronto amistad con el piamontés, por cuyo influjo recibió importantes comisiones en 1519: la resolución de delicados pleitos de límites en Valencia, reemplazar provisionalmente al polémico gobernador de Orihuela y, finalmente, convencer a los estamentos valencianos de la imposibilidad que tenía Carlos I de acudir a la ciudad de Valencia para jurar los fueros.
Desplazado a la ciudad del Turia, colaboró estrechamente con los oficiales residentes en el reino y con los sucesivos enviados del rey Carlos, como Jean Carondelet o Adriano de Utrecht, que debían calmar a los brazos del reino por el desaire del Emperador electo.
Estas negociaciones fracasaron, lo que contribuyó al desarrollo de la incipiente revuelta de las Germanías.
De regreso en la Corte, en los primeros meses de 1520 participó en la preparación del gobierno virreinal para el reino de Valencia y fue enviado como consejero próximo del virrey, Diego Hurtado de Mendoza, conde de Mélito. Durante este virreinato (1520-1522) tuvo lugar la Guerra de las Germanías, y en ella Figuerola acompañó incansable al virrey Mendoza.
Con él y con el resto de la Audiencia abandonó la ciudad forzado por los tumultos populares. Después de un año refugiado con el gobierno virreinal en Denia, a comienzos del verano de 1521 comenzaron las operaciones militares. Figuerola siguió al Ejército y en esta coyuntura, a edad ya madura, debió de adquirir su primera experiencia de guerra, actividad por la que demostró luego notable afición. Acabada la contienda, Figuerola volvió a la Corte de Carlos V y se reintegró en el Consejo de Aragón. Pero el canciller Gattinara tenía otros planes para él. En 1523, la vicecancillería, presidencia efectiva del Consejo de Aragón, fue dividida entre tres personas, una por cada reino peninsular de la Corona de Aragón. Figuerola fue nombrado el 1 de septiembre vicecanciller para Valencia. Al margen de los motivos generales de esta reorganización institucional, el nombramiento se relaciona con la represión judicial de la Germanía, considerada crimen de rebelión y lesa majestad. Toda la autoridad en este campo quedó bajo el nuevo vicecanciller, que fue el responsable de las sentencias firmadas por la nueva virreina, Germana de Foix. Figuerola se convirtió, pues, en la pieza clave de la dura represión emprendida entre finales de 1523 y la primavera de 1524, que no sólo llevó al patíbulo a no pocos de los dirigentes de la Germanía, sino que también impuso por todo el reino (a muchos particulares y, sobre todo, a gremios, pueblos y ciudades) unas onerosas multas (composiciones) como medio de saldar la deuda de los rebeldes con la Corona. Su poder e influencia eran, por tanto, formidables. A ello se añadía su creciente intervención en la política territorial, ocupándose de problemas tan delicados como la conversión de los musulmanes, el control de éstos y la defensa de la costa frente a los ataques turcos y berberiscos.
En 1526, con motivo de la revuelta musulmana de la sierra de Espadán, no sólo participó en las gestiones políticas y financieras que condujeron a la organización del Ejército real, sino que también acudió al campo de batalla al frente de cinco compañías de infantería que él mismo reclutó. Su autoridad en la Audiencia, mientras tanto, se hizo incontestable. El asesinato de uno de los oidores más antiguos, Jeroni Dassió (1525), y la decrepitud de otro (Joan Pardo) dejaban todos los pleitos en sus manos y en las del último oidor (Joan Marc de Bas), pero se imponía una reforma del tribunal y una renovación de su plantilla.
Ambas tareas quedaron plasmadas en la pragmática del 9 de octubre de 1527, en cuya elaboración se adivina la mano de Figuerola. En 1528 se reintegró fugazmente al Consejo de Aragón con ocasión de la visita del Rey a Valencia y la celebración de Cortes.
Su papel en éstas fue destacado, pero, debido a que había vuelto a desempeñar el cargo de vicecanciller único, perdió su rango para volver al de regente de la cancillería. Con este cargo siguió en Valencia entre 1529 y 1534, aconsejando de cerca al virrey, duque de Calabria, y entendiendo en los problemas fundamentales del país, entre ellos las violencias nobiliarias.
Éstas, sin embargo, estaban tan arraigadas que ni él mismo dejó de participar en ellas. En 1531 fue encarcelado, acusado de la muerte de un caballero que, supuestamente, había abusado de una de sus hijas.
Pero no mucho después fue liberado y reintegrado a la Audiencia.
En 1534, su carrera dio un giro inesperado: el Emperador le nombró virrey de Mallorca. Su experiencia judicial y militar pesó en la designación. Aun así, y pese a la poca relevancia del cargo, resulta insólita la elección de un jurista. Se ocupó de la represión de la delincuencia y del bandolerismo, pero su principal preocupación en el reino insular fue la organización de la defensa. Su gestión tuvo lugar en un período clave en el Mediterráneo occidental, presidido por la lucha de Carlos V contra el turco Jairedín Barbarroja y Francisco I de Francia. El saqueo de Mahón por el primero, en 1535, y los ataques de las galeras del segundo contra Ibiza, al año siguiente, constituyen los episodios más destacados de esa pugna en las Baleares.
El virrey Figuerola se afanó por poner al día las defensas isleñas, implicándose en diversas obras de fortificación, en la organización de escuadras, la reorganización de las milicias y la distribución de las tropas de infantería. La necesidad de hacer frente a la financiación de este aparato militar y a las incomodidades que causaba, especialmente la tropa profesional de infantería, acarrearon numerosas tensiones con las instituciones mallorquinas, en particular con el Gran i General Consell.
Murió Figuerola en el palacio de la Almudaina, cuando aún no se había cumplido el primer año de su segundo trienio. En su última voluntad pidió que sus restos reposaran en la capilla de sus antepasados en la valenciana iglesia de San Martín. De ser imposible el traslado, solicitaba ser enterrado en el convento de Santo Domingo, en Palma. Figuerola se casó dos veces.
En primeras nupcias con Damiata Cabrera, hija de Pedro Cabrera, señor de Rótova, con la que tuvo una hija, Isabel. Enviudó en 1501, y años después se casó con Elionor Àngela Cruïlles, que le dio tres hijos: Pedro, Rafael y Rafaela. Tuvo, además, un hijo extramatrimonial llamado Gabriel. Haber alcanzado la condición de alter ego de Carlos V supuso el definitivo encumbramiento personal de Figuerola y franqueó a sus herederos el acceso a la nobleza, acceso que se vio facilitado por la posesión de Rótova, señorío de la familia de su primera esposa, que Figuerola adquirió por compra y que pasó a los descendientes de su segundo matrimonio.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes militares, Montesa, exp. 363; Santiago, exp. 308.
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Juan Francisco Pardo Molero