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Bernardo de Bolea

Biografía

Bolea, Bernardo de. Bernardo Abarca de Bolea. ?, f. s. xv-p. m. s. xvi – Madrid, 1585. Vicecanciller del Consejo de Aragón.

Hijo de Íñigo de Bolea y de Bernardina Velázquez de Olmedo, Bernardo de Bolea desarrolló una extensa carrera judicial en Italia, donde estudió Derecho en el Colegio de San Clemente de Bolonia. Entre 1539 y 1540 fue auditor de las provincias napolitanas de Capitanata y Molise (1539-1540) en 1541 fue nombrado juez criminal de la Vicaría, seis años más tarde se le encomendó realizar una visita al ducado de Milán y en 1548 ocupó plaza de regente en el Consejo Colateral de Nápoles. Debió de ser muy valorado por su eficacia, pues el virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, le definió como “doctor caballero de los buenos de Aragón y muy letrado” y le encomendó dos misiones de importancia: junto a otros juristas fue enviado a solventar los problemas planteados en el señorío de Piombino y pasó al ducado de Milán a investigar las acusaciones de corrupción contra el gobernador imperial Ferrante Gonzaga. Además de por su prestigio como jurista, Bolea destacó por su formación humanista y sus inquietudes intelectuales, que le llevaron a trabar amistad con el cronista de Aragón Jerónimo de Zurita y a mantener una dilatada correspondencia latina con el erudito Antonio Agustín, amigo y compañero de estudios boloñeses. También es posible que, a través del círculo de humanistas aragoneses, accediese a la protección del secretario real Gonzalo Pérez, que mantenía asidua correspondencia con cronistas como Páez de Castro y el citado Zurita.

Tras dieciocho años de servicio en tierras napolitanas, en 1551 fue llamado a la Corte como regente del Consejo de Aragón y en noviembre de 1562 se le designó vicecanciller de dicho organismo, cargo que ocupó hasta su muerte. En sus veintitrés años en el Consejo colaboró con el cardenal Espinosa y Mateo Vázquez en su reforma y homologación con el resto de sínodos de la Monarquía, si bien los achaques de la vejez le relegaron a un segundo plano en sus últimos años de vida y quedó eclipsado por el conde de Chinchón y el mismo Vázquez. Según Pere Molas Ribalta, fue “durante el reinado de Felipe el Prudente, su hombre de confianza para el reino de Aragón”, opinión que se asemeja a la expresada por Bartolomé de Argensola, a cuyo juicio “era prudentísimo y de exemplares virtudes, gran ministro y de singular destreza en dar satisfación al servicio del Rey con integridad del derecho de los súbditos”. De todos modos, aunque Argensola le elogia en varias ocasiones, Gregorio Colás Latorre advierte que el cronista, al analizar la intervención de Bolea en la reforma de los fueros de Teruel y Albarracín entre 1564 y 1565, “parece jugar con el lector. Si aquí transmite un juicio laudatorio del Vicecanciller, unas páginas más adelante se desdice, cuando describe su actuación”.

De hecho, Argensola concluye que Bolea abandonó Teruel airado por la actitud de sus habitantes, que topaba con su defensa de los intereses de la Monarquía, por lo que “si tuvo berdadero disgusto, atribuirse pudo al celo que le obligó a poner reformación en los abusos y establecer el servicio de Dios según lo piden los cuidados reales cuio executor fue declaradamente”. En este sentido, hay que decir que la intervención del vicecanciller pretendía facilitar la solución del pleito que desde comienzos del siglo xvi enfrentaba a la Monarquía con sus súbditos de Teruel y Albarracín por cuestiones jurisdiccionales. Sin embargo, lejos de conseguir tal objetivo, el litigio se enconó en los años siguientes, pues turolenses y albarracinenses persistieron en ampararse en los fueros de Aragón en los casos no contemplados en sus fueros privativos y en recurrir al justicia de Aragón cuando los ministros reales actuaban desaforadamente. Esta circunstancia fue entendida por Felipe II como un desafío a su autoridad, por lo que a comienzos de la década de 1570 decretó la ocupación militar de la región, misión que cumplió Francisco de Aragón, tercer duque de Segorbe.

Gregorio Colás Latorre y José Antonio Salas Auséns han escrito que Bolea “en todas las ocasiones estuvo al lado de Felipe I [sic] poniendo por encima de cualquier otra consideración su fidelidad al soberano”. De hecho, ello hizo que ocupase un lugar principal en la Corte y que su parecer fuese muy tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre los problemas que afectaban a la Corona de Aragón. Así se puso de manifiesto en las sucesivas ocasiones en que se valoró la posibilidad de deportar a los moriscos en la década de 1570, proyecto que quedó bloqueado, según Rafael Benítez Sánchez-Blanco, por “la prudencia y habilidad del Vicecanciller del Consejo de Aragón”, que siempre propuso actuar con precaución, sin dar pábulo a las alarmantes noticias sobre alzamientos y conspiraciones entre nuevos convertidos y turcos. En lugar de adoptar medidas drásticas, Bolea proponía, entre otras cosas, que el Rey visitase los reinos aragoneses, por entender que “con esto descarga V. M. su consciencia y cumple con sus fueros y da grandisimo contentamiento y satisfaccion a los pueblos y los terna obedientisimos para quanto se offreçiere del servicio de V. M. y del beneficio dellos”.

Bernardo de Bolea firmó capitulaciones matrimoniales en 1551 con Jerónima de Castro y Pinós, hija de Pedro de Castro, señor de Siétamo, y de este enlace nacieron dos hijos, Martín y Luis. El primero heredó el patrimonio familiar y fue protagonista de las primeras fases de la rebelión aragonesa de 1591, en la que se implicó tanto por su pensamiento fuerista como por la amistad que le unía con Antonio Pérez, relación que continuaba la que habían mantenido sus padres. Por su parte, Luis de Bolea siguió la carrera judicial tras estudiar en la Universidad de Salamanca, donde fue rector cuatro veces. Tras ejercer como oidor de la Chancillería de Valladolid y ser miembro del Consejo de Indias, la Corte le designó vicecanciller del Consejo de Aragón, cargo que no pudo ocupar por su fallecimiento.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Casa Ducal de Híjar-Aranda, sala I, leg. 83/5; Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, 1762, fols. 14 y 26-26v.

V. Blasco de Lanuza, Ultimo tomo de historias eclesiasticas y seculares de Aragon, desde el año 1556 hasta el de 1618, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1619, págs. 399 y 575; J. Reglá, “La cuestión morisca y la coyuntura internacional en tiempos de Felipe II”, en Estudios sobre los moriscos, Valencia, Universidad, 1971, págs. 137-157; G. Colás Latorre y J. A. Salas Auséns, Aragón en el siglo xvi. Alteraciones sociales y conflictos políticos, Zaragoza, Universidad, Departamento de Historia Moderna, 1982, pág. 517; P. Molas Ribalta, “Aragón en la monarquía hispánica”, en Cuadernos de Estudios Borjanos, vols. xxv y xxvi (1991), págs. 32-33; J. Arrieta Alberdi, El Consejo Supremo de la Corona de Aragón (1494- 1707), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1994, pág. 608; B. Leonardo de Argensola, Alteraciones populares de Zaragoza. Año 1591, ed., est. y notas de G. Colás Latorre, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1995, págs. 109- 112 y 212; J. Gascón Pérez, “Defensa de los fueros y fidelidad a la Monarquía en la rebelión aragonesa de 1591”, en P. Fernández Albaladejo (coord.), Monarquía, Imperio y pueblos en la España Moderna. Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna. Alicante, 27-30 de Mayo de 1996, t. I, Alicante, Caja de Ahorros del Mediterráneo y Universidad de Alicante, 1997, págs. 470-473; R. Benítez Sánchez-Blanco, “Don Bernardo de Bolea y los proyectos de deportación de los moriscos valencianos, 1570- 1575”, en J. Martínez Millán (dir.), Felipe II (1527-1598). Europa y la Monarquía Católica, vol. III, Madrid, Parteluz, 1998, págs. 89-110; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía hispana, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998, págs. 332-333; J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Carlos V y Felipe II, 2000, págs. 66-67; R. Benítez Sánchez-Blanco, Heroicas decisiones.

La Monarquía Católica y los moriscos valencianos, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2001, págs. 264-309.

 

Jesús Gascón Pérez