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Juan Margarit y Pau

Biografía

Margarit y Pau, Juan de. Gerona, 1422 – Roma (Italia), 21.XI.1484. Obispo de Gerona, cardenal de Santa Balbina in Sílice y embajador de Juan II de Aragón y de los Reyes Católicos en Roma.

Juan de Margarit, ejemplo y modelo de diplomacia y humanismo, era el cuarto hijo del matrimonio formado por Juan de Margarit y la hija de Francisco de Pau, pertenecientes ambos a aquella floración de nobles que, de origen mediano, fue adquiriendo cada vez más prestigio y reconocimiento en el seno de la sociedad catalana del Medievo gracias a la fuerte personalidad y perspectiva de algunos de sus miembros más importantes.

Destinado junto con su hermano menor, Francisco de Margarit y Pau, a la carrera sacerdotal, con tan sólo ocho años era ya canónigo de la catedral de Gerona, cargo que se vio acrecentado en un período de tiempo relativamente corto con otras distinciones y dignidades eclesiásticas. De hecho, antes de haber cumplido los veinticinco años había sido nombrado canónigo de la catedral de Elna, muy vinculada a la diócesis de Gerona, y de la catedral de Vic, concesión esta última que le había hecho el papa Eugenio IV en reconocimiento de sus estudios superiores, en los que había demostrado una agudeza y un ingenio no poco sobresalientes.

Estas canonjías encontraron su continuidad en 1462 al ser nombrado obispo de Gerona, cargo que mantuvo hasta su muerte, y aunque sus otras actividades no siempre le permitieron estrechar sus vínculos con la sede gerundense, ésta estuvo siempre en el centro de la mayor parte de sus políticas de acción e intervención cultural y religiosa. En los últimos años de su vida, según afirmaba Emilio Grahit i Papell a finales del siglo xix, “por sus últimas empresas diplomáticas, y ostentando multitud de servicios importantísimos prestados a la causa del catolicismo y de la nacionalidad española, fue respetado y muy querido en aquella capital entonces de Europa, donde se reunían los hombres célebres del mundo todo, y así fue abierta fácilmente la puerta del Colegio de Cardenales.

En la séptima promoción hecha por el papa Sixto IV, a los 15 días de Noviembre de 1483 fue el obispo de Gerona nombrado cardenal presbítero, con el título de Santa Sabina in Sílice”.

Su formación académica se había iniciado, casi con toda seguridad, en el mismo escenario familiar, hasta que como resultado de su propio talante personal y la influencia de sus parientes más cercanos, especialmente su tío materno, Bernardo de Pau, obispo antes que él de la catedral de Gerona, decidió culminar ésta con los estudios universitarios de Teología y Derecho, alcanzando el título de doctor en Derecho Canónico y Civil en 1443 por la Universidad de Bolonia, una de las más prestigiosas de la época, junto con la de Lérida, para aquellos miembros del clero que no limitaron su promoción a las funciones propias de su calidad de eclesiásticos. Al fin de esta primera experiencia italiana regresaría a Gerona para tomar posesión de los cargos y prebendas que había obtenido durante su ausencia, hasta que fue llamado a la Corte papal en tiempos de Nicolás V que solicitaba su presencia en buena parte de los asuntos y proyectos puestos en marcha durante el pontificado nicolino. La huella de esta permanencia en la Corte de uno de los Papas más humanistas del Renacimiento, estará presente el resto de los años de su vida, apareciendo de forma especialmente clara en los textos y escritos que hacen de él uno de los historiadores y teóricos de la política más importantes de su época.

Al final de un nuevo y breve intervalo de tiempo en que regresó a su tierra natal, se inició, a mediados de la década de 1470, su tercera y última etapa italiana, en la que se descubre al Margarit diplomático, primero en tiempos de Juan II de Aragón, para quien tramitó algunos asuntos y gestiones con el rey de Nápoles y la Corte pontificia, y después, a partir de 1479, como embajador de los Reyes Católicos en el marco de aquella política de alianzas que condujo a asegurar la hegemonía de los reinos hispánicos en los escenarios principales del occidente europeo y, sobre todo, en el seno de los esfuerzos por frenar el avance de los turcos en el Mediterráneo. Allí permaneció el resto de su vida, encargándose del concierto y arreglo de ciertos asuntos diplomáticos que hicieron de la suya una embajada de carácter casi permanente. Al final de ella, y por el alto prestigio y reconocimiento alcanzado, obtuvo el capelo cardenalicio como recompensa a los servicios prestados en el Vaticano incorporándose al Colegio de Cardenales de Roma hasta su muerte el día 21 de noviembre de 1484. Enterrado, inicialmente, en la iglesia de Santa Maria del Popolo, su cuerpo fue trasladado posteriormente, a lo largo del siglo xvi, a la iglesia napolitana del Santo Espíritu por uno de los miembros de una de las ramas colaterales de la familia Margarit de gran preeminencia en la vida política, social y cultural de Nápoles en la Edad Moderna.

Juan de Margarit representa, aunque muy tempranamente, uno de los modelos más acabados del hombre del Renacimiento. Encontramos en él, en primer lugar, la imagen de un prelado, de un hombre de Iglesia que precisamente por su condición de eclesiástico recibió una formación superior, gracias a la cual, así como a unas no menos decisivas influencias familiares e intereses personales, encarna el perfil de uno de aquellos prelados cultos, eruditos e intelectuales.

Pero, además de clérigo, fue un hombre político, que dedicó buena parte de su vida a tareas y servicios afines con la Monarquía a través de una alta representación en los principales asuntos de Estado, contribuyendo así a la configuración de los rasgos que permiten la reconstrucción de la personalidad de este humanista, político y prelado que dejó en sus escritos las aspiraciones y convencimientos de una época que él representó a la perfección.

Precisamente sus escritos traducen una determinada conciencia política que deja caer a cada paso con una claridad y efectividad que todavía no ha sido suficientemente valorada. En ellos se aúnan las tradiciones familiares, el cultivo de las letras en su infancia y primera juventud y una interesante experiencia italiana que se inició con su traslado a la Universidad de Bolonia y que culmina con su pleno reconocimiento en el seno de la Corte pontificia de Nicolás V y Sixto IV. Sobrevuela constantemente en ellos una firme defensa de la política real, tan cercana a sus causas, como afirmó F. Elías de Tejada, que “hace que la magna preocupación, casi diría obsesión, de Margarit sea encontrar un eje político firme que no muevan los vendavales de la epidemia de la época. Tendencia común a todos los escritores políticos del Renacimiento, que sienten la inestabilidad de aquella hora de crisis para los valores antiguos y buscan casi a tientas un asidero inconmovible que frene el caos social de las dañosas situaciones cotidianas”.

El convencimiento de esa poderosa conciencia, en la que también tienen cabida la salvaguardia de los intereses religiosos frente a cualquier intento de usurpación, le lleva a escribir a finales de 1463 una de sus primeras obras, el Templum Domini, una especie de memorial dirigido al rey Juan II de Aragón como respuesta a un intento de apropiación y secuestro de algunas propiedades de la Iglesia de manos de los funcionarios reales. Mucho más interesante, sin embargo, son sus escritos posteriores en los que se mide con suma claridad el alcance de su pensamiento político y moral con respecto al nuevo orden de cosas que se anuncia en el seno de la Monarquía hispánica en los albores del mundo moderno. Sedes Regum, Corona Regum y Epistola seu libellus de educatione Ferdinandi Aragoniae princeps son los nombres que se barajan para lo que podría considerarse como un manual del perfecto príncipe destinado a dirigir los destinos de una nación. Todo parece indicar que esos tres títulos formaban parte de una única obra, dividida en varias secciones, dirigida a Fernando el Católico y destinada a ser la guía política y moral de su reinado.

Su gran contribución, no obstante, a la literatura histórica del Renacimiento hispánico fue el Paralipomenon Hispaniae Libri decem, en la que se resumen con toda claridad los fundamentos del ideario político de Juan de Margarit, quien, después de una toda una vida dedicada al servicio de la Monarquía, expresa el alcance del proyecto político, histórico y también cultural que se esperaba del matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Adelantándose de este modo a los grandes hitos de aquel reinado, como la conquista del reino de Granada, la expulsión de los judíos o el descubrimiento de América, expresa en ella, con una extraordinaria erudición y calidad literaria nada común en su tiempo, el deseo, posteriormente hecho realidad, de una presencia hegemónica que es lo que traducen las últimas palabras del prólogo de la obra dedicado a los Reyes Católicos: “El meu designi sorgeix del pur amor a la meva pàtria, a la qual voldria donar una esplendor merescuda; i em plau que aquest assaig arribi justament al temps en què l’Espanya d’Hèrcules i d’Hanníbal, de Trajà, d’Adrià i de Teodosi, sembla que resucita i surt a una nova i inmensa llum, Sereníssims Prínceps, sota el sol radiant de la vostra activitat i enginy”.

 

Obras de ~: De origine regum Hispanie et Gotorum; Templum Domini, 1463; Paralipomenon Hispaniae Libri Decem, Granada, 1545.

 

Bibl.: E. Grahit i Papell, “Catalanes ilustres: el Cardenal Margarit”, en Revista de Gerona, VII (1883), págs. 313-319; VIII (1884), págs. 21-29, 84-94, 100-110, 173-182, 212-220, 240-248, 260-271, 303-313 y 330-338; IX (1885), págs. 8-19, 40-52, 108-118, 136-145, 165-174, 237-245 y 272-282; A. de la Torre y del Cerro, “Juan de Margarit, embajador de los Reyes Católicos en Italia”, en Conferencias de la Escuela Diplomática, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1948; F. E. de Tejada, “Un precursor de Maquiavelo. El realismo renacentista del Cardenal Gerundense”, en Las Ciencias, XIII (1948), págs. 143-156; S. Sobresqués y Vidal, “Documentos relativos a la familia Margarit”, en Anales del Instituto de Estudios Gerundenses (AIEG), XII (1958), págs. 245-299; E. Mirambell Belloc, “Un memorial del Cardenal Margarit”, en AIEG, 23 (1974-1975), págs. 75-95; R. B. Tate, Joan Margarit I Pau, Cardenal i Bisbe de Girona, Barcelona, Curial, 1976; R. M. Martín, “L’antipendium du Cardinal Margarit”, en Centre International d’Estudes des Textiles Anciens, 68 (1990), págs. 101-106; J. M. Martín García, Arte y diplomacia en el reinado de los Reyes Católicos, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002.

 

Juan Manuel Martín García

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