Borja y Navarro, Juan de. El Mayor. Valencia, ¿1446? – Roma (Italia), 1.VIII.1503. Canónigo, deán, diplomático pontificio, protonotario apostólico, arzobispo de Monreale y Ferrara, cardenal.
No siempre ha estado clara la filiación de este cardenal, objeto de frecuentes confusiones entre los historiadores, con su pariente homónimo Juan de Borja-Llançol. Hoy se puede afirmar con seguridad que fue hijo “predilecto” (así le designa su padre en varios documentos) del caballero Galcerán de Borja y de Montcada (primo del cardenal Rodrigo de Borja, después papa Alejandro VI, gobernador de las fortalezas de Espoleto y Civitavecchia en tiempos de Calixto III) y de su esposa Tecla Navarro d’Alpicat.
Nació en Valencia, y, aunque no se conoce la fecha exacta, teniendo en cuenta que sus padres contrajeron matrimonio a mediados de 1440 y que Juan fue el segundo hijo, se puede situar su nacimiento en un arco de tiempo que va de 1442 a 1456, año en que su padre marchó a Roma, tal vez en 1446, como dicen algunos autores sin indicar la base documental de esta afirmación. Se le suele llamar el Mayor, para distinguirlo de su sobrino segundo, Juan de Borja-Llançol y de Montcada, que también fue cardenal.
Era todavía muy joven cuando recibió la parroquia de Onteniente y, en mayo de 1461, una canonjía en la catedral de Valencia, donde su absentismo no le impidió ascender a las dignidades capitulares, pues detentó la prepositura o pavordía “de Albal o del mes de julio”, y en marzo de 1477 fue elegido deán del cabildo. En 1467 obtuvo también la vicaría perpetua de la parroquia de San Juan del Mercado de Valencia.
Pronto marchó a Italia, enviado por sus padres con la intención de que su tío segundo, el poderoso cardenal vicecanciller Rodrigo de Borja, impulsara su carrera eclesiástica en la curia romana. En 1467 se le encuentra en Roma —si bien pudo llegar algún que otro año antes—, pues el 16 de abril de dicho año firmaba allí un documento de procuración a favor de su padre, para que le representase y administrase sus bienes en Valencia.
Una vez estuvo Juan en Roma, su tío se preocupó de la educación de tan prometedor sobrino, y lo envió a estudiar Derecho en alguna prestigiosa universidad italiana, tal vez Bolonia o Pisa, pues en un documento de 1471 se le llama ya “doctor en decretos”.
Provisto de este título, accedió a diversos empleos en la cancillería papal, gracias a la influencia de su tío, que controlaba este organismo en razón de su cargo de vicecanciller: fue abreviador, corrector, escribano, notario, solicitador y, finalmente, protonotario apostólico, coincidiendo en sus labores curiales con otros miembros de la “familia” del cardenal Borja que también llegarían a ser cardenales, como el catalán Jerónimo Pau o los valencianos Jaime Casanova y Juan Llopis.
Pero su tío Rodrigo, que sentía una especial predilección por él, lo destinaba a obtener prebendas mejores y más altas. Y tanto empeño puso en ello que obtuvo del papa Sixto IV que le concediera, a pesar de no tener la edad canónica, el arzobispado de Monreale, en Sicilia (13 de septiembre de 1483), vacante por la muerte de su paisano el cardenal Ausiàs Despuig.
Se sabe que un año después Fernando II de Aragón le confiscó las rentas de esa sede, hasta que Rodrigo de Borja renunció al arzobispado de Sevilla que le había dado Inocencio VIII contra la voluntad de los reyes españoles. Según Cardella, este mismo Papa le nombró gobernador de Roma.
Fue el único cardenal creado por Alejandro VI en su primera promoción cardenalicia, llevada a cabo el 31 de agosto de 1492, veinte días después de su elección; lo cual no se debe confundir con una simple manifestación de nepotismo, sino más bien considerar una muestra de la estima que le profesaba y de la confianza que en él depositaba como uno de sus mejores y más fieles servidores, tal como se aprecia en el hecho de que residiera en el mismo palacio pontificio, en unas estancias situadas encima de los aposentos del Papa. Recibió el título presbiteral de Santa Susana y el 8 de febrero de 1493, se le nombró administrador del obispado moravo de Olmütz, prebenda a la que renunció el 30 de enero de 1497.
Juan de Borja fue uno de los principales consejeros y diplomáticos del segundo papa Borja y un partidario de la política hispano-napolitana, a la que trató de inclinar al Pontífice. Tal vez por ello, en abril de 1493 los futuros Reyes Católicos lo incluyeron entre los encargados de prestar obediencia al Pontífice en su nombre, si bien no llegó a desempeñar este cometido.
De igual modo, esto explicaría que un enemigo de los Borja, como era el cardenal Juliano della Rovere, respaldara vivamente su creación cardenalicia, sin duda porque tenía la seguridad de que el nuevo cardenal contribuiría a orientar la política papal hacia una alianza con Nápoles, solicitada por los reyes españoles, alejándola de la tendencia a aliarse con Milán que patrocinaba el cardenal Ascanio Sforza, gran elector de Alejandro, y que prevaleció al inicio del pontificado. De hecho, cuando en ese mismo año se entablaron en Roma negociaciones entre los representantes del rey de Nápoles, los embajadores de los Reyes Católicos y el Papa, para restablecer las relaciones entre éste y Ferrante, Juan de Borja fue el encargado, junto con un decidido partidario de la política hispano-napolitana, el datario Juan López, de representar al Pontífice en las tratativas, y firmó las capitulaciones del 11 de agosto, en las que se reforzaba la alianza napolitana mediante el matrimonio de Jofré de Borja, hijo del papa, con la nieta de Ferrante, Sancha de Aragón.
Por esta razón, a la muerte de Ferrante, a pesar de la encarnizada oposición que mostraron algunos cardenales en el turbulento consistorio celebrado el 18 de abril de 1494, el cardenal de Monreale fue designado por el Papa su legado a latere para coronar al sucesor, Alfonso II de Nápoles. Llegado a la capital del reino partenopeo en compañía de un fastuoso cortejo, el día 7 de mayo bendijo el matrimonio de Jofré de Borja con la princesa Sancha de Aragón, hija natural del nuevo Monarca, Alfonso, y al día siguiente coronó solemnemente a éste en la catedral napolitana.
Johannes Burckard, que le acompañó como maestro de ceremonias, nos ha dejado en su Liber notarum una viva descripción de estas ceremonias. Asimismo, en julio del mismo año, Juan de Borja participó en las entrevistas de Tívoli y de Vicóvaro, donde el Pontífice y el Monarca napolitano acordaron las medidas militares conjuntas que debían tomar para defenderse de la amenaza de invasión francesa. Quizá como premio a todos estos servicios diplomáticos, el 29 de octubre de 1494 recibió en encomienda el rico arzobispado de Ferrara, aunque no pudo tomar posesión del mismo hasta junio de 1497.
La alianza pontificio-napolitana no logró frenar a Carlos VIII de Francia, y cuando éste fue a Italia para conquistar el reino de Nápoles con un formidable ejército, Alejandro VI, que no podía oponerle resistencia ni quería recibirlo, envió a su encuentro al cardenal Juan de Borja, quien se entrevistó con el Soberano en el castillo de Bracciano, en diciembre de 1494, llegando a un acuerdo para que respetase la persona del Papa y los territorios pontificios. En este contexto, resulta revelador que, cuando en marzo de 1495 el Papa hizo amagos de reconciliación con el cardenal Ascanio Sforza y le mandó acudir a Roma, éste exigiese retener como rehén en Nepi a su colega de Monreale, en parte para evitar que pudiera obstaculizar la concordia. En mayo de ese mismo año nuestro Juan de Borja formó parte del grupo de cardenales que acompañó al Papa en sus apresurados traslados a Orvieto y Perusa, para evitar de nuevo un encuentro con el Soberano francés, que se retiraba de Nápoles.
Volvieron a Roma el 27 de julio.
Se aprecia cierto distanciamiento entre Juan de Borja y su tío el Papa a partir de la segunda mitad de 1497 (el embajador veneciano decía con cierta exageración que el cardenal era “contumace con il papa e non li parla”), tal vez motivado por el hecho de que, habiendo participado el cardenal en la famosa cena en casa de Vanozza de’ Catanei, después de la cual desapareció el segundo duque de Gandía y fue encontrado asesinado unos días más tarde, el Papa le reprochaba no haber sabido cuidar de su hijo. Pero, sin duda, tuvo mayor peso en este alejamiento el hecho de que fue desplazado por la influencia creciente de su primo César Borja sobre Alejandro VI, que inducía al Pontífice a seguir una política filofrancesa.
Sin embargo, a pesar de ello Juan de Borja no quedó al margen de la política papal, como afirman algunos autores basándose en el hecho de que ya no volvió a ocuparse de los asuntos diplomáticos napolitanos (no intervino en la coronación de Federico II de Nápoles ni en la concertación del matrimonio de Lucrecia con Alfonso de Bisceglie, aunque estuvo presente en las bodas), pues pasó a ocuparse de otros cometidos que le encargó el Pontífice. Así, en diciembre de 1498, con motivo de los disturbios causados por los enfrentamientos entre las principales familias de la oligarquía ciudadana de Viterbo (un centro vital para la seguridad de los Estados Pontificios, en cuanto capital de la provincia del Patrimonio), Alejandro VI lo envió a esa ciudad como legado, con el encargo de pacificar las facciones ciudadanas, lo que obtuvo con métodos discutibles. Pero, además de esta misión de paz, el cardenal tenía también la de comenzar a ejecutar en la zona el programa papal de organizar contingentes armados regulares, con base territorial, dependientes del Pontífice, para reforzar su poder frente a la nobleza local. Por ello, nada más llegar a Viterbo, el cardenal Borja nombró gobernador de la plaza a un hombre de su confianza, el arzobispo de Cosenza, Ludovico Agnelli, ex protonotario y clérigo de la Cámara apostólica, que había tenido oportunidad de mostrar su energía y dotes de gobierno como vicario general de la Marca. A su mando dejó un discreto contingente de soldados que se amplió posteriormente, pues, de acuerdo con los deseos del Papa, había que llevar a cabo este programa de control militar sin estrépito. Estando en Viterbo se entrevistó con los embajadores de los Reyes Católicos, y trató de mediar, inútilmente, en la grave crisis diplomática que había surgido con el Papa a raíz de la secularización de César Borja. Entre tanto, Alejandro VI continuó distinguiéndole con honores eclesiásticos, y el 24 de abril de 1503 le nombraba patriarca de Constantinopla, en sustitución del difunto cardenal del Santo Ángel, Giovanni Michiel.
Quizá sea un signo de su distanciamiento del Pontífice el hecho de que en 1497 abandonase sus estancias en el Vaticano y adquiriese de por vida (es decir, alquilase) como residencia el palacio de los Orsini en Campo de’ Fiori, por el precio de tres mil ducados; pero también es cierto que con este traslado ayudaba a disminuir el poder de los Orsini en esa zona de Roma, cada vez más frecuentada por sus paisanos.
Murió en Roma el 1 de agosto de 1503, víctima de la epidemia de malaria que segó diecisiete días después la vida de Alejandro VI. El Papa se quedó con sus bienes en metálico, que ascendían a la considerable cantidad de diez mil ducados —según sus adversarios fruto de las prácticas usurarias a las que era dado—, lo cual hizo correr por Roma el rumor infundado de que había sido envenenado por orden del propio Papa o de su hijo César. Recibió sepultura en la capilla de Santa María de las Fiebres, anexa a la basílica vaticana, cerca de la tumba de Calixto III.
Existe constancia de que, desde Roma el cardenal auxiliaba económicamente a su familia valenciana, pues en 1486 su hermano Ot reconocía haber recibido ciertas cantidades a cuenta de los 10.000 sueldos de moneda valenciana que el cardenal le entregaba para casar a su hija con el caballero Juan Vives de Cañamás.
Es más que probable que fuera hijo suyo un joven llamado Galcerán de Borja, al que su administrador, Pere Sard, le pasaba la respetable pensión anual de 100 libras valencianas, amén de otras muchas dádivas.
Tras la muerte del cardenal el muchacho volvió a Valencia, donde reclamó ante un notario su derecho a la herencia de éste, al tiempo que reconocía como tíos suyos a Galcerán e Isabel de Borja y Navarro. El 30 de septiembre del mismo año el joven renunciaba a sus derechos en favor de sus tíos, a cambio de una compensación económica. Galcerán casó en 1518 con su prima segunda Catalina Jáfer, hija de Pedro Jáfer de Lloris y de Isabel de Borja, hermana del cardenal y madre del futuro cardenal Francisco de Lloris.
Algunos historiadores del Arte le atribuyen la comitencia del precioso misal miniado de la Biblioteca Vaticana, Barb. Lat. 614.
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Miguel Navarro Sorní