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Juan de Borja-Llançol de Romaní y Montcada

Biografía

Borja-Llançol de Romaní y Montcada, Juan de. El Menor. Valencia, c. 1472-1474 – Fossombrone, Urbino (Italia), 17.XII.1500. Eclesiástico, arzobispo, legado y cardenal.

Juan de Borja nació en Valencia en los primeros años de la séptima década del siglo xv. Miquel Batllori sugiere que fue en 1474, pero si se acepta el testimonio del embajador veneciano Girolamo Donato, que en 1499 afirmaba que “il cardinal Borgia [...] ha anni 27”, se debe situar su nacimiento en 1472. Fue el segundo hijo varón de un sobrino materno del cardenal Rodrigo de Borja (Alejandro VI), el caballero Jofré de Borja y Llançol de Romaní, señor de las baronías de Castellnou, Anna y Villalonga, en el reino de Valencia, y de su esposa Juana de Montcada y de Vilarragut. Gracias a su influyente familia, parece que a los diez años era canónigo, chantre y deán de la catedral de Valencia. Muy joven marchó a Roma, donde entró a formar parte de la corte de su pariente el poderoso cardenal vicecanciller, quien le dio la misma educación que a su hijo César Borja, de edad similar, y envió a ambos jóvenes a estudiar Derecho en la Universidad de Pisa durante los cursos 1491-1492.

La amistad entre Juan y César fue tan profunda, que éste llamaba “hermano” a su primo.

A poco de llegar al papado, Alejandro VI le hizo protonotario apostólico, mas no lo destinaba a la burocracia curial, sino a tareas de hondo calado político, por lo que en octubre de 1493 le encomendó el gobierno de la importante fortaleza de Espoleto con la dignidad de legado a latere, en sustitución del también valenciano Juan de Vera. El 18 de octubre de 1493 Juan de Borja se encontraba ya en Espoleto, desde donde escribía un memorial al Papa sobre el estado de la fortaleza y las cosas que eran necesarias para la buena administración de su oficio. Cuatro meses después, como era simple clérigo, el Pontífice le ordenó volver a Roma para que recibiera, junto con su primo César Borja, las cuatro órdenes menores y las mayores de subdiácono y diácono, lo cual tuvo lugar el 26 de marzo de 1494 en la capilla del palacio apostólico, bajo la atenta supervisión del maestro de ceremonias Johannes Burchard. De inmediato volvió a su legación en Espoleto, adonde le llegó la noticia de que el 19 de septiembre había sido nombrado obispo de Melfi, en Campania. Tras esforzarse cuanto pudo por salvaguardar incólume el territorio de Espoleto durante el paso de las tropas de Carlos VIII de Francia, en 1496 volvió a Roma para marchar a Nápoles como legado papal, encargado de sostener la lucha de las fuerzas napolitanas y de Fernando II de Aragón contra las tropas francesas, todavía presentes en el reino de Nápoles, bajo el mando del capitán Gonzalo Fernández de Córdoba.

Aún se encontraba allí cuando, debido en parte a las presiones de su padre, el 19 de febrero de 1496 Alejandro VI le concedió la púrpura, en su sexta promoción cardenalicia, y le encomendó poco después el arzobispado de Capua (que cedió a su paisano el datario Juan Llopis, en octubre de 1498), con licencia para conservar el obispado de Melfi. El último día de dicho mes se encontraba en Roma, donde el miércoles 9 de marzo recibió en el consistorio el título diaconal de Santa María in via Lata. Tras estas formalidades tornó a su legación napolitana, pues debía reforzar allí la liga antifrancesa puesta en peligro por la deserción de Milán. El 18 de diciembre de 1496 regresó definitivamente de Nápoles y, a inicios de mayo de 1497, acompañó al Papa y a César en su rápida visita de inspección a la fortaleza de Ostia, arrebatada a los franceses con el auxilio de las tropas de los Reyes Católicos, y preparó un detallado informe sobre el estado de la misma.

El 22 de ese mismo mes de mayo, Alejandro VI le nombró su legado en Perusa, con la delicada misión de mantener bajo control la anárquica región de Umbría, legación que desempeñó hasta finales de año y volvió a serle encomendada de junio a diciembre del año siguiente, 1498. Después volvió a Roma, donde ya se encontraba en enero de 1499, con residencia en el palacio Vaticano. Allí mantenía una discreta familia, formada en su mayor parte de españoles, “muy bien tractados de él”, a juicio de su sirviente el castellano Fernández de Oviedo, quien destaca la confianza que en el cardenal ponían no sólo el Papa, sino también los Reyes Católicos, cuyas cosas “poníanlas sobre su cabeza”. Era un cardenal bastante acaudalado, pues se calculaba que sus rentas anuales ascendían a 10.000 ducados de oro. De acuerdo con los deseos del Pontífice, en septiembre de 1497 dio a su hermana Jerónima en matrimonio al joven condotiero Fabio Orsini, que en aquel momento militaba a sueldo papal en la escolta de su hija Lucrecia.

Formaba parte del círculo más estrecho de colaboradores de Alejandro VI, hasta el punto que Burckard lo consideraba consejero y confidente del Papa y uno de los principales ejecutores de su política. De hecho, cuando César Borja depuso la dignidad cardenalicia y fue reducido al estado laical, Juan de Borja pasó a ser el primer exponente de la familia dentro del colegio cardenalicio. Entonces recibió en administración el rico arzobispado de Valencia (6 de diciembre de 1499) del que siempre estuvo ausente —nombramiento al que accedieron los Reyes Católicos para congraciarse con el Papa y aprovechar en su favor la influencia del prelado sobre aquél—, y después otros pingües beneficios que César dejaba vacantes, como las abadías milanesas de San Víctor y San Miramondo, la lombarda de San Simpliciano y la valenciana de Valldigna. Pero sobre todo se convirtió en el principal agente de la compleja política alejandrina en Romaña. En efecto, en agosto de 1499 el Papa le encomendaba la difícil misión de ir como legado a la Serenísima República de Venecia y a otras potencias, con el oculto fin de lograr que no pusieran impedimento a los planes de conquista que proyectaba llevar a cabo en aquella región de los Estados Pontificios por medio de su hijo César, con la ayuda militar del rey de Francia. El 26 de dicho mes dejó Roma con una fastuosa comitiva formada por numerosos servidores, clérigos y prelados; pasó por Siena y Ferrara, donde conscientemente despertó el temor y el recelo del duque Hércules, al revelarle en tono de fingida confidencia que su primo César Borja ansiaba en secreto el dominio de aquel ducado. De esa manera, obligó al duque a solicitar el apoyo del rey de Francia, Luis XII, obligándole hábilmente a seguir los dictados del francés y no obstaculizar las empresas de César en Romaña.

El 23 de septiembre llegó a Venecia, donde empleó la misma táctica, pues, tras exhortar a sus gobernantes a emplearse a fondo en la lucha contra Milán, les pidió que diesen favor e incluso sueldo a César Borja en la campaña que, con el favor del rey de Francia, iba a emprender con el fin de recuperar para la Iglesia algunas tierras de Romaña en poder de los Sforza, en concreto Imola, Forlí y Pesaro, así como las de otros señores infieles a la Santa Sede, como los de Faenza y Rímini, sobre los que Venecia extendía su protectorado, pues de lo contrario éste se dirigiría contra su aliado el duque de Ferrara. En principio el dux y los miembros del consejo veneciano le negaron su apoyo, pero, alarmados, se dirigieron al rey de Francia, el cual les aseguró que no permitiría que el capitán general de la Iglesia atacara Ferrara, pero sí Romaña, a lo que la República no tuvo más remedio que consentir como mal menor. De ese modo, el astuto cardenal Borja logró que Ferrara y Venecia no pusieran trabas a los planes bélicos que Alejandro VI y César Borja habían trazado sobre Romaña con el apoyo de Francia, absteniéndose de dar ayuda a los señores de esa zona.

De Venecia, el purpurado marchó a Milán, donde en compañía de César Borja y de los cardenales De Amboisse y Della Rovere participó en la solemne entrada del rey Luis XII de Francia en la ciudad conquistada al duque Ludovico el Moro. Tras de lo cual, con el respaldo del francés, se dispuso a acompañar a César en la conquista de Romaña, en calidad de legado papal en el territorio de Bolonia, con lo que dejaba entrever que, más tarde o más temprano, las campañas de sometimiento afectarían también a esta ciudad, corazón de Romaña. Pero antes se dirigió a Mantua, donde logró del marqués Francesco Gonzaga socorros de municiones y pólvora para el ejército del Valentino, después de lo cual fue siguiendo las campañas de su primo de victoria en victoria. Así, el 13 de diciembre recibía en Ímola el juramento de fidelidad de sus habitantes al Papa; de allí se dirigió a Cesena para negociar la rendición de la ciudad a César, mientras que el día 24 su procurador Fernando de Almeida, obispo de Ceuta, estaba en Forlí, para asumir, en nombre del legado, el gobierno de la ciudad, conquistada por César a Caterina Sforza.

De camino hacia Roma, para participar en las ceremonias de inauguración del año jubilar de 1500, interrumpió su marcha con la intención de volver a felicitar a su primo César por la toma de Forlí, pero murió en Fossombrone, cerca de Urbino, en la noche del 17 de enero de 1500, debido a “un catarro que le sobrevino” (carta de César Borja al duque de Ferrara), con fuerte “calentura, por causa de las grandes nieves y fríos que en el camino hovo” (carta del cardenal Juan Llopis a los Reyes Católicos). Su temprana muerte hizo correr la voz de que había sido envenenado por orden del mismo César, quien, según el cronista veneciano Sanudo, recelaba que su primo “quería hacerse señor de algún lugar”, pero tal insinuación es absurda y carece de fundamento. Su cadáver fue trasladado a Roma el 27 de enero de 1500 y sepultado en la iglesia de Santa María del Popolo, sin que se le celebraran exequias, ni se le construyera monumento funerario alguno. Su hermano Pedro Luis, que le sucedió en la mayor parte de sus beneficios eclesiásticos, se encargó de saldar las grandes deudas que dejó, que ascendían a diecisiete mil ducados.

Según relata un testigo contemporáneo, la noticia de su muerte llegó a Valencia el lunes 3 de febrero, y su obispo auxiliar, el agustino Jaime Pérez de Valencia, en compañía de los oficiales del arzobispado valentino, la transmitieron a su madre. Entonces se celebró un novenario de funerales en la catedral, desde ese día hasta el 11, ante un túmulo que se construyó “como si el cuerpo estuviese presente, tal y como suele hacerse con los reyes [...], en memoria, obsequio, honor y pompa del difunto” (Archivo de Protocolos del Real Colegio del Corpus Christi, notario Antoni Pérez, sign. 23327).

 

Bibl.: Burckardt, Liber notarum ab anno 1483 usque ad annum 1506, ed. E. Celani, vols. I y II, Città di Castello, Editrice S. Lapi, 1907-1942; L. Cardella, Memorie storiche de’ cardinali della Santa Romana Chiesa, III, Roma, Stamperia Pagliarini, 1793, págs. 273-274; L. Pastor, Historia de los Papas desde fines de la Edad Media, V y VI, Barcelona, Gustavo Gili, 1911; C. Eubel (ed.), Hierarchia Catholica Medii Aevi sive Summorum Pontificum, S. R. E. Cardinalium, Ecclesiarum Antistitum series, II, Monasterii, Libraria Regensbergiana, 1914, 23, 54- 55, 118, 189, 261; P. Paschini, “Borgia (Giovanni junior)”, en VV. AA., Dictionaire d’Histoire et Geographie Ecclésiastique, IX, Paris, Letouzey et Ané, 1937, cols. 1230-1231; G. Pepe, La politica dei Borgia, Napoli, R. Ricciardi, 1946; E. Olmos Canalda, Los prelados valentinos, Valencia, Semana Gráfica S.A., 1949, págs. 137-138; G. Sacerdote, Cesare Borgia, la sua vita, la sua famiglia, i suoi tempi, Milano, Rizzoli, 1950; G. de Caro, “Borgia, Giovanni”, en A. M. Ghisalberti (dir.), Dizionario biografico degli italiani, vol. XII, Roma, Istituto della Enciclopedia italiana, 1970, págs. 715-717; Q. Aldea, “Borja Lanzol de Romaní, Juan de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 279; S. Schüller-Piroli, Los papas Borgia Calixto III y Alejandro VI, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1991; M. Batllori, La família Borja. Obra completa, vol. IV, Valencia, Tres i Quatre, 1994 (Biblioteca d’Estudis i Investigacions, 21), [trad. esp., La familia de los Borjas, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999 (Clave Historial, 18)]; M. Batllori (ed.), De València a Roma. Cartes triades dels Borja, Barcelona, Quaderns Crema, 1998; W. H. Woodward, Cèsar Borja, Valencia, edicions 3 i 4, 2005; V. Pons Alós, Cardenales y Prelados de Xàtiva en la época de los Borja, Xàtiva, Iglesia Colegial Basílica de Santa María, 2005, págs. 84-86; Á. Fernández de Córdova Miralles, Alejandro VI y los Reyes Católicos. Relaciones político-eclesiásticas (1492-1503), Roma, Edizioni Università della Santa Croce, 2005.

 

Miguel Navarro Sorní

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