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Rodrigo de Figueroa

Biografía

Figueroa, Rodrigo de. Zamora, c. 1471 – Sevilla, c. 1525. Juez de residencia y gobernador de la isla Española.

Natural de Zamora, tenía orígenes nobles, pero su familia había venido a menos económicamente. Aun así, consiguió estudiar Leyes en la ciudad de Salamanca.

Ello le sirvió para labrarse un porvenir y mejorar la precaria situación financiera de su familia.

Poco se sabe de su actividad como jurista hasta 1518 en que se halla como juez del almojarifazgo de la ciudad de Sevilla. Se trataba de un cargo muy bien remunerado y, por tanto, codiciado. Pero lo desempeñó poco tiempo, pues el 9 de diciembre de ese mismo año fue nombrado juez de residencia de la isla La Española.

A la ciudad del Ozama llegó el 10 de agosto de 1519, en la nao San Juan, de la que era maestre Martín de Aguirre. Desde el primer momento se encontró con el dilema de, bien favorecer a los encomenderos, transgrediendo las instrucciones que llevaba, o bien aliviar a los indios, enfrentándose con aquéllos.

Optó por la opción más cómoda, manteniendo irregularmente la encomienda. Por tanto, durante este período de gobierno se mantuvo el régimen de repartimientos y encomiendas de los indios, incurriendo incluso en una serie de abusos que parecían habían sido erradicados por los jerónimos entre 1517 y 1519. De hecho, en este último año, le encomendó a Pero Vázquez el cacique Cafarraya, que se lo había quitado a la virreina María de Toledo, muy a pesar de que este nuevo encomendero era justicia mayor y tenía prohibido, al menos teóricamente, poseer encomienda. Además, mientras estuvo al frente de La Española encomendó los indios que fueron vacando a sus amigos, parientes y deudos.

En la Vega, los indios de un colono, llamado Ávila, se los entregó a un tal Aguilar, que era vecino y amigo personal del zamorano. Igualmente, a un tal Ragojo, criado suyo, le dio los indios de Juan Barriga, mientras que a Alonso Bernal, hermano de un deudo suyo, le otorgó los indios del factor Alonso Gutiérrez.

En cuanto al proyecto de pueblos libres que habían creado los jerónimos, se lo encontró en tal estado, después de la epidemia de viruelas, que prácticamente estaba al borde de su desaparición. Aun así, el zamorano llegó a crear tres nuevos asentamientos, a saber: Villaviciosa, San Juan de Ortega y Cayacoa. Los tres resultaron muy precarios y efímeros, tanto que en realidad se trató no ya de un trasvase masivo de indios a pueblos, sino de un nuevo experimento para conocer su “capacidad para vivir en libertad”. A dichos poblados envió a los indios que vacaron de las encomiendas de los absentistas. Dos de ellos quedaron en poco tiempo arruinados, sobreviviendo tan sólo el más pequeño de ellos, situado en la “ribera de Yguamo”. En 1528 vivían en dicho pueblo ciento cincuenta indios “entre chicos y grandes”, pero, con la excusa de que estaban ociosos, se otorgó licencia a Antonio de Villasante para que los pudiese emplear en sus explotaciones de plantas medicinales, pagándoles, eso sí, el salario que considerase conveniente. El descenso de los habitantes de este pueblo debió de ser dramático, pues, en 1530, tan sólo quedaban dieciocho hombres y quince mujeres.

Las causas del fracaso fueron múltiples: la mala gestión de algunos mayordomos, los robos de los españoles que tenían haciendas en el entorno, la desgana de los indios que se negaban a trabajar para pagar el salario del mayordomo que los explotaba y del clérigo que les administraba los sacramentos, etcétera.

En cuanto a la economía de la isla, se decía que a la llegada de Figueroa estaba casi arruinada, “que no parece sino que ha habido sacomano en todo”. Y con la excusa de que hacía falta urgentemente mano de obra autorizó armadas de rescate a las llamadas “islas inútiles” para capturar esclavos indios. Durante el tiempo que estuvo al frente de la isla reactivó estas armadas esclavistas, de las que él fue el máximo empresario. En poco tiempo se enriqueció enormemente.

Al final se ganó la enemistad de casi todos, en gran parte debido a su ambición, pues acaparó la riqueza para sí y no permitió que otros se lucraran. También debió de influir el empeño de algunos oficiales reales y de los oidores, cansados de su ineficaz labor de gobierno.

A principios de agosto llegó a la isla una disposición regia por la que se le relevaba del cargo en favor del almirante Diego Colón. Tras su cese, como era usual, se le sometió al correspondiente juicio de residencia. En él, el licenciado Lebrón, con poderes para ello, lo condenó por sus numerosas corrupciones.

El zamorano apeló al Consejo de Indias, pero este organismo supremo ratificó la sentencia.

Casi arruinado y sin honor, regresó a Sevilla, donde vivió prácticamente de la caridad de algunos amigos.

La situación se prolongó poco tiempo, porque a los pocos meses le sorprendió la muerte; tenía cincuenta y cuatro años.

 

Bibl.: B. de Las Casas, Historia de las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1951; J. M. Incháustegui Cabral, Reales Cédulas y correspondencia de gobernadores de Santo Domingo. De la regencia del Cardenal Cisneros en adelante (1516- 1541), Madrid, col. Histórico-Documental Trujilloniana, 1958; L. Hanke, La lucha española por la justicia en la conquista de América, Madrid, Aguilar, 1967; L. Marrero, Cuba: economía y sociedad, t. II, Madrid, Editorial Playor, 1974; M. Giménez Fernández, Bartolomé de Las Casas, I, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984; F. Moya Pons, Después de Colón. Trabajo, sociedad y política en la economía del oro, Madrid, Alianza América, 1987; G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, Atlas, 1992; E. Mira Caballos, El Indio antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542), Sevilla, Muñoz Moya Editor, 1997; H. Thomas, Quién es quién de los conquistadores, Madrid, Salvat, 2001; J. M. González Ochoa, Quién es quién en la América del Descubrimiento, Madrid, Acento, 2003.

 

Esteban Mira Caballos

 

 

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