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Miguel de Pasamonte

Biografía

Pasamonte, Miguel de. ¿Ibdes (Zaragoza)?, ú. t. s. XV – Santo Domingo (República Dominicana), 21.II.1525. Tesorero general de las Indias.

Hombre de confianza del Rey, fue uno de los oficiales más influyentes durante esta primera etapa en Indias y actuó siempre de contrapeso al poder colombino.

Pasamonte era aragonés, nacido en Ibdes, cerca de Calatayud, patria de los Conchillos, y casi con toda seguridad, converso. La fecha de su nacimiento debe situarse en torno a los años 70 del siglo XV. Comenzó como correo al servicio del secretario de los Reyes, Miguel Pérez de Almazán, con quien aprendió trabajos de oficina y a progresar.

Las Casas califica a este aragonés, antiguo criado del Rey Católico y hombre de confianza de Lope Conchillos, de persona “veneranda, de grande cordura, prudencia, experiencia y autoridad señaladamente honesto, y de quien se tuvo opinión haber sido casto toda su vida”. Para Fernández de Oviedo, el tesorero “siempre tuvo mano en la hacienda real y en las cosas de la gobernación, porque en todo se le daba parte e lugar por mandado del Rey Católico, con quien tuvo tanto crédito que bastó a ser causa de parte de los trabajos del segundo almirante don Diego Colón”.

Cuando en 1509 el Rey escribía a Diego Colón, le pedía que lo ayudase y favoreciese en todo, tomándole “con vos para en todas las cosas, porque yo lo tengo por muy buena persona y de buena conciencia, y por muy cierto y leal servidor”. La confianza que siempre depositó el Rey en el tesorero fue total durante todos esos años.

Entre 1507 y 1508, la producción minera de la isla Española empezaba a rentar mucho, y la Corona necesitaba angustiosamente de esos recursos para financiar sus proyectos expansionistas. El desfalco de Santa Clara, descubierto por esas fechas, terminó por decidir al Rey sobre la necesidad de un relevo urgente en las Indias. Miguel de Pasamonte será elegido tesorero general de las Indias gracias al apoyo decidido de Lope Conchillos, encargado de la secretaría general de las Indias y hombre de la máxima confianza de Don Fernando. En las altas instancias de gobierno, Pasamonte fue siempre considerado “hechura” de Conchillos.

Al comenzar la primavera de 1508, el Rey tenía ya decidida la renovación de los cargos de la Real Hacienda en Indias, pues en abril algunas Reales Cédulas aludían ya a Pasamonte como tesorero general de las Indias. La Real Provisión de nombramiento, firmada por la reina Juana, la concesión de la alcaldía de la fortaleza de la Concepción y, por último, la instrucción para desempeñar el cargo, tienen fecha de 8 de junio de 1508. De salario llevaba 200.000 maravedís, además de 100.000 de ayuda de costa y otros 50.000 por la tenencia de la fortaleza de la Concepción, ya destruida. Fue agraciado con más indios de los que le correspondían, controlaba las concesiones mineras y administraba las granjas reales.

Arribó a Santo Domingo (isla Española) en noviembre de 1508. Pocos meses después compró una casa, situada en la esquina noroeste de la calle Pellerano Alfau, que fue derribada en 1961, la acondicionó para vivienda propia y seguridad para la Tesorería. Desde ella controló todos los asuntos importantes sucedidos tanto en la isla Española como en el entorno descubridor del Caribe, desde 1508 hasta 1525 en que murió.

Nada se le escapaba y de todo informaba a la Corte.

Entre 1509 y 1511 se fue reafirmando que la elección de Pasamonte como tesorero general tenía dos objetivos: en primer lugar, buscar la máxima rentabilidad en el “negocio indiano”, principalmente en la producción y en el laboreo de las minas, con el fin de que “se sacase dellas todo el más oro que se pudiese sacar”. Para ello, se le dio poder casi absoluto en la Hacienda Real, colaborando con él todos los oficiales económicos de la isla. En segundo lugar, al tesorero Miguel de Pasamonte, hombre de confianza de Conchillos, del obispo Fonseca y del Rey Católico, tampoco le faltó poder y apoyo en asuntos de la gobernación, convirtiéndose así en el más eficaz contrapeso de la corona frente al nuevo gobernador y segundo almirante Diego Colón. Así fueron surgiendo en la isla dos bandos bien definidos: el partido colombino, formado por todos los seguidores y partidarios de Diego Colón, y, frente a este, el encabezado por el tesorero Miguel de Pasamonte, al que seguían muchos y alardeaban de ello pregonando que ellos formaban el partido del Rey.

A los pocos meses de llegar a Santo Domingo, Pasamonte tuvo el primer conflicto con el contador Cristóbal de Cuéllar, una persona muy celosa de su cargo y que se enfrentó también al Comendador. En varias Reales Cédulas se ordenaba a que todos los gastos que hubiera que hacer en la Española pasaran del contador al tesorero. En todo lo relativo a minas, indios y producción aurífera, todo quedaba en manos exclusivamente de Pasamonte. Poco después, Cuéllar pasará a Cuba y en su lugar llegará a Santo Domingo Gil González Dávila.

El poblamiento de la isla de San Juan fue disputada tanto por el segundo almirante Diego Colón como por el Rey. Ninguno de los dos quería ceder. El Rey se adelantó, a través de Ovando, enviando a Juan Ponce de León en calidad de teniente suyo. Miguel de Pasamonte, junto con el comendador serán los apoyos más firmes de Ponce de León y gracias a ellos el 14 de agosto Ponce fue nombrado gobernador interino de la isla de San Juan “por nos y en nuestro nombre” mientras el Rey proveyera otra cosa. El 15 de agosto de 1509, don Fernando contestaba a Pasamonte: “A lo que decís que algunos nos demandan acá merced de algunas desas islas, y que no conviene que se haga, yo os tengo en mucho servicio porque en aquello mostráis bien las sanas entrañas que tenéis a las cosas de nuestro servicio”. Después de la sentencia de Sevilla en los Pleitos Colombinos (1511), en que la isla pasó a ser gobernada por Diego Colón, Ponce de León fue especialmente encomendado a Miguel de Pasamonte ante la exploración de la “isla de Bimini”.

Remite el Rey la capitulación a los oficiales de La Española y, de manera especial, les encomienda aconsejarse en todo del tesorero Miguel de Pasamonte.

Tampoco Miguel de Pasamonte estuvo al margen de la gobernación del Darién. Las expediciones de Nicuesa y Ojeda para poblar Veragua y Urabá fueron encomendadas al tesorero con el fin de vigilarlas y apoyarlas. Su fracaso evitó pasar adelante. Esta herencia fue recogida por Vasco Núñez de Balboa, quien, entre 1510 y 1511, pedirá ayuda a Diego Colón y a Miguel de Pasamonte. El tesorero será la pieza clave y el que más y mejor informe al Rey para conseguir con su influencia y poder en la Corte que fuera nombrado por el Rey como “nuestro gobernador e capitán de la dicha provincia del Darién”.

La actuación de Juan de Esquivel en la isla de Jamaica también estuvo a la sombra de Diego Colón y del tesorero Miguel de Pasamonte. A principios de 1512, las opiniones del Rey eran totalmente favorables a Esquivel, pero sólo unos meses después le acusaba de “negligencia” tanto en la conversión de los indios como en la pacificación de la isla y en su rentabilidad.

En este cambio influyó un informe muy negativo de Pasamonte, como lo reconoce el mismo Rey. Incluso, en el verano de 1513, de nuevo éste cambiaba con respecto a Esquivel volviéndole a tratar de buen servidor.

Pasamonte estaba en todo este proceso.

En la Navidad de 1511, tras la protesta contra las encomiendas lanzadas desde el púlpito por fray Antonio Montesino, con todo el nerviosismo y el revuelo organizado, “las cartas de más eficacia que a Castilla y al Rey llegaron fueron las del tesorero Miguel de Pasamonte por tener con el rey grande autoridad”.

Conocido el incidente en la Corte, la respuesta del Católico (20 de marzo de 1512) no dejaba duda del protagonismo asignado a Miguel de Pasamonte, pues se le ordenaba que se juntara inmediatamente con el gobernador y ambos, conjuntamente, zanjasen tan desagradable asunto, bien desistiendo voluntariamente los dominicos de volver a hablar sobre el asunto, o bien enviándolos a Castilla en el primer navío para dar cuenta a su superior.

En lo que se refiere a la utilización y aprovechamiento del trabajo indígena, Pasamonte tuvo igualmente mucho protagonismo. En 1513, al mismo tiempo que los nuevos repartidores de indios de la isla Española, el licenciado Ibarra y Rodrigo de Alburquerque, recibían la Instrucción (4 de octubre de 1513) para hacer el Repartimiento, Don Fernando firmaba una Real Cédula dirigida a los repartidores para que siguieran “el parecer del tesorero Miguel de Pasamonte en lo del Repartimiento de los indios”. A los pocos meses, el 27 de octubre de 1514, recién comenzado el Repartimiento, el licenciado Ibarra murió.

Acto seguido, se reunieron los oficiales reales y eligieron a Miguel de Pasamonte como sustituto de Ibarra. Lo que no había alcanzado Diego Colón, ni ninguno de sus partidarios, lo disfrutaba el tesorero, quien a partir de esos momentos podría dar y premiar con indios a los que se declarasen sus partidarios.

Y, en efecto, fue acusado de bastante parcialidad a la hora de beneficiar a los suyos. Personalmente se asignó, en calidad de oficial de la isla y tal y como mandaban las instrucciones, una encomienda de doscientos indios de trabajo, además de veinticuatro viejos y veintiséis niños, en la villa de la Concepción.

En enero de 1515, después de realizar el Repartimiento general, Rodrigo de Alburquerque y Miguel de Pasamonte elaboraron unas “Ordenanzas” dirigidas a los visitadores de indios para actuar después del Repartimiento. En esta misma línea, don Fernando le demostró su favor enviándole una Real Provisión para que en adelante proveyera los indios que vacaren después del Repartimiento. Esto ponía en manos del tesorero un arma poderosa para ganarse partidarios y dominar la isla. Hasta entonces dicha prerrogativa se había reservado siempre al gobernador. Por ello, Diego Colón se sintió relegado y protestó con todas sus fuerzas, aunque no le sirvió de nada.

El Repartimiento generó mucho malestar, diversos enfrentamientos y pleitos. Algunos partidarios del almirante denunciaron lo sucedido, alentaron probanzas y protestaron ante la justicia. Muchos vecinos, asentados en la isla y hasta casados con mujeres indígenas fueron castigados, por lo que “todo el mundo llama a Dios e pide justicia”; otro testimonio dirá que “braman todos cuantos hay en la isla”. Las protestas llegaron a la Corte, pero los que favorecían al tesorero consiguieron confirmar el Repartimiento dándolo por bueno con el fin de acallar las protestas.

Incluso, el Católico firmó varias Reales Cédulas (27 de noviembre de 1515 y 22 de diciembre de 1515) apoyando a Pasamonte y ordenando reducir a dura prisión no sólo a los partidarios del almirante que protestaron más de la cuenta, sino al maestre del barco que los trajo.

Otro de los encargos hechos al tesorero, de común acuerdo con el nuevo gobernador Diego Colón, fue averiguar lo antes posible el “secreto” de Cuba, es decir, si tenía minas de oro y cuál era su riqueza. El segundo almirante Diego Colón, antes de encargar a Diego Velázquez de Cuéllar la conquista y el poblamiento de Cuba, intentó que esa empresa la llevara a cabo su tío Bartolomé Colón con el fin de extender el virreinato colombino. Esta decisión del segundo almirante no fue comunicada al Rey por el gobernador, sino por Pasamonte, con toda probabilidad en su carta de 21 de agosto de 1509. En consecuencia, la respuesta del Rey no se hizo esperar: ordenar a Bartolomé Colón regresar con toda rapidez a la Corte sin poner impedimento alguno, cualquier iniciativa debía ser compartida entre el segundo almirante y el tesorero.

El proceso seguido en Cuba con Diego Velázquez fue un exponente claro del poder del tesorero. Velázquez, después de 1511, fue pasando de las buenas relaciones con el virrey y gobernador Diego Colón, cuyo teniente era, a situarse con el grupo de los contrarios, que encabezaba el tesorero general de La Española.

Con Pasamonte pronto lo apoyaron los jueces de apelación y toda la camarilla de cortesanos que apoyaban a éste, con lo que el de Cuéllar empezó a independizarse del virrey. Fruto de este cambio con respecto a Diego Colón fue el nombramiento del Rey a Diego Velázquez de Cuéllar como repartidor general de los indios de Cuba prescindiendo del almirante, lo mismo que había sucedido en la isla La Española. En todo este proceso, Pasamonte siempre manejó los hilos.

Intervino en casi todo, pero fue remiso en extremo a la hora de informar detalladamente sobre las cuentas que le afectaban como tesorero, a pesar de que el Rey Católico se las pidiera con insistencia. Nunca cumplió esta orden, registrándose a su muerte un desfalco que heredó su sobrino.

En las armadas que se organizaron desde La Española hacia las islas Lucayas no estuvo al margen. La captura de indios de servicio era un buen negocio tanto para particulares como para el Rey. Igualmente, intervino en el tráfico habido con la costa de las perlas.

Para la construcción de la fortaleza de las perlas, “el intervino y controló los gastos”.

Poseyó uno de los mejores ingenios de azúcar de La Española, situado en la “ribera del río Nizao, ocho leguas de desta ciudad de Santo Domingo”, cuenta Fernández de Oviedo. Tras su muerte, pasó a sus herederos.

Miguel de Pasamonte falleció el 21 de febrero de 1525 en Santo Domingo. Tras su muerte se descubrió un enorme desfalco en la Tesorería Real, que en parte continuó su sobrino y sucesor en el cargo Esteban de Pasamonte. A pesar de que el Rey insistentemente le pidió cuentas mientras ejerció su cargo, nunca las dio y sólo cuando se produjo el relevo salió a la luz el desastre.

Los que habían venido denunciando esta situación, como Gaspar de Astudillo y otros colombinistas importantes, vecinos de la isla, y a los que no se hizo mucho caso, ganaron predicamento sobre todo ante el Consejo de Indias.

 

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Luis Arranz Márquez

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