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Manuel de Cañas Trujillo

Biografía

Cañas Trujillo, Manuel de. El Puerto de Santa Ma­ría (Cádiz), 16.I.1777 – Madrid, 20.XII.1850. Ma­rino, ministro de Marina, consejero real y senador.

Nació en el seno de una familia noble y acomodada. Quedó huérfano cuando sólo tenía dos años de edad, al morir sus padres y una hermana en el hundimiento del puente sobre el río Guadalete, ocurrido el día de su inauguración (14 de febrero de 1779), en el que perecieron 413 personas. Su padre se encontraba en aquel lugar en el ejercicio de sus funciones municipa­les como regidor. Cañas fue recogido por su abuelo materno, y más adelante pasó a Madrid, a la custodia de su tía Isabel Sánchez, que procuró darle una esme­rada educación.

Como sentía una particular inclinación por la mar, con dispensa de edad ingresó en la Armada y sentó plaza de guardia marina en Cádiz a los catorce años (1791). Tras realizar sus estudios con aprovecha­miento, y recibir por su conducta el nombramiento de brigadier de la compañía de guardia marinas, hizo su primer viaje en el navío Concepción (1793), insig­nia de la escuadra de Juan de Lángara, que durante la guerra contra Francia, operó en el Mediterráneo en unión de la escuadra inglesa mandada por Hood. Par­ticipó en la toma y defensa de Tolón, en la que Cañas desembarcó con la tropa de marina mandada por el capitán de navío Antonio Estrada, apoderándose de la ciudadela de la Malga. Ascendió a alférez de fragata (octubre de 1793), y continuó prestando servicios en tierra. Pasó a formar parte de las fuerzas que mandaba Federico Gravina, jefe superior de los ejércitos coali­gados, con el que participó en todas las salidas y en los duros combates que tuvieron lugar en Faraon, Artiga, Malburque y otros lugares, en los que mostró una in­trepidez y valentía que le granjearon el aprecio de sus superiores. Más adelante estuvo destinado como ayu­dante del mayor general de la escuadra Ignacio María de Álava, cuando éste dirigió el reembarco de las fuer­zas tras la retirada de Tolón. Finalizado el reembarco, pasó a la fragata Florentina, con la que patrulló por el cabo Sepet e islas Hyères, y con la que regresó a Car­tagena (1794).

Destinado a bordo del navío Asís, tomó parte en el combate que este barco sostuvo con cuatro fraga­tas inglesas cerca de Cádiz (enero de 1797). Con el mismo barco participó en el auxilio del navío Santí­sima Trinidad, que se dirigía a puerto tras haber su­frido graves averías en el combate de San Vicente (fe­brero de 1797) y haber sostenido otro combate en cabo Cantín, logrando escoltarlo a Cádiz. Más ade­lante, al mando de una cañonera se integró en las fuerzas de defensa de Cádiz contra el bloqueo estable­cido por los ingleses, y participó en las acciones de re­chazo de las lanchas cañoneras inglesas mandadas por el propio Nelson (3 y 5 de julio de 1797).

A bordo del navío Soberano, de la escuadra de Ma­zarredo, salió de Cádiz en persecución de la escuadra inglesa que había bloqueado el puerto (1798), regre­sando a Cádiz a los pocos días. Participó en otra sa­lida de Mazarredo hacia el Mediterráneo (1799) y se dirigió a Cartagena, donde se incorporó a la escuadra del almirante francés Bruix. Con dicha escuadra re­gresó a Cádiz y partió hacia Brest, pero cuando estaba a la vista del cabo San Vicente, el Soberano tuvo que regresar a Cádiz por averías.

Embarcó en el bergantín Ligero, con el que zarpó de Cádiz rumbo a Montevideo, y en las inmediaciones de Santa Cruz de Tenerife combatió contra una ba­landra inglesa de dieciséis cañones, superior en porte y fuerza. El bergantín tenía estropeada la mayor parte de la pólvora y sólo podía utilizar la que tenía de re­puesto fuera de pañoles. En estas circunstancias luchó por espacio de cuatro horas contra la balandra, que fue rechazada en dos abordajes.

Ascendió a alférez de navío en 1802. Embarcó en el bergantín Penélope (1804), que con otros barcos salió de Cádiz rumbo a Venezuela para restablecer la Marina Real, que estaba en manos de la Compañía de Caracas. Más tarde obtuvo el mando del bergan­tín Sultán con el que llevó a cabo importantes co­misiones, entre ellas la propagación de la vacuna por las Antillas Menores y costas de Tierra Firme, y tam­bién se hizo cargo de la estación naval de Maracaibo. Ante los primeros intentos de independencia de Venezuela, Cañas reaccionó, y al mando de la escuadrilla real desbarató los planes independentistas. Por esta acción fue ascendido a teniente de fragata (1804).

Trasladado a Puerto Cabello, tomó el mando del ber­gantín Penélope y más tarde de la goleta Carmen, con la que patrulló las costas. Cuando se produjo el levan­tamiento de Caracas y otras provincias, Cañas huyó de Venezuela dejando atrás familia y bienes, y se fue a Curazao desde donde prestó importantes servicios. Sus méritos y lealtad en esta ocasión fueron reconoci­dos por Real Orden de 19 de octubre de 1810.

Mandó la goleta Veloz, y más tarde el bergantín Caimán. Desempeñó diversas misiones, entre ellas la conducción de tropas a Maracaibo. Agregado al ejér­cito, continuó su lucha contra los movimientos de emancipación, y fue nombrado teniente y segundo jefe de las divisiones volantes, creadas para luchar contra los insurgentes en diversas provincias. Formó en Carache una división de caballería e infantería, con la que batió a los independentistas en diferen­tes encuentros. Pasó a Barquisimeto, donde se reunió con las fuerzas del coronel Orbeto, y continuó hacia Araure para reunirse con el grueso del ejército man­dado por el brigadier Cevallos, con el que continuó los combates, acompañándole por los ríos Ajurre y Orinoco. Por los méritos contraídos en estas campa­ñas de revueltas y combates, ascendió a teniente de navío (1811) y tomó el mando político y militar de la villa de San Carlos.

Más adelante volvió a tomar parte en enfrentamien­tos con los rebeldes, a veces por intransitables parajes, en acciones como las de San Antonio de Tachira, San José de Cucuta, Grita, Betijoque, Carache (1813), Araure, Orcones y muchas otras, en las que demos­tró gran valor e intrepidez, hasta que pasó a las órde­nes del capitán general de Venezuela (noviembre de 1814), que le encomendó la misión de preparar varios barcos para transportar tropas a isla Margarita y blo­quear sus costas (noviembre de 1815). Efectuó nume­rosos viajes en situaciones penosas, y mantuvo diver­sos enfrentamientos con los insurgentes. Al aumentar el número de barcos de los independentistas, que hacían muy difícil o impedían la comunicación entre la citada isla y tierra firme, Cañas organizó en el puerto de Cumaná una escuadrilla (1816), con la que logró llevar víveres, pertrechos y otros socorros a las tropas leales, y en varias ocasiones logró abastecer a la isla Margarita cuando se encontraba en situación apu­rada. Por estos servicios ascendió a capitán de fragata (octubre de 1816).

A continuación fue comisionado a La Habana para adquirir recursos (1816), y de allí fue destacado a Es­tados Unidos para comprar buques, víveres y per­trechos de guerra para las fuerzas armadas españolas de tierra firme. Cumplió su cometido con el envío a Puerto Cabello de fusiles, pólvora, víveres y tela para vestuario, y regresó a La Habana para tomar el mando de la corbeta Ninfa, con la que viajó a Puerto Rico lle­vando a bordo al capitán general de Santo Domingo. A continuación se dirigió a Puerto Cabello, desde donde realizó diversos cruceros. Al mismo tiempo, continuó con el mando de la escuadrilla real, y cooperó en el ataque de Cumaná (mayo de 1818). Pero tanta actividad y tan largos y penosos servicios que­braron su salud, por lo que tuvo que dejar el mando de la Ninfa y de la escuadrilla real, y se retiró a La Ha­bana para su restablecimiento.

Volvió a la actividad, y se le confirió el mando de la corbeta María Isabel (1821), con la que efectuó di­versas misiones por las costas norte y sur de Cuba. Es­coltó un convoy a Veracruz —que estaba ocupada por los insurgentes—, en el que transportó tropas para el castillo de San Juan de Ulúa. Regresó a La Habana y se hizo cargo de otro convoy de más de cincuenta bar­cos con destino a varios puertos de Europa, entre ellos Cádiz. Finalizada la comisión llevó caudales a Barce­lona y artillería a Cartagena, y a continuación partió para Puerto Rico con importantes documentos. Rea­lizó algunos cruceros por aguas del Caribe y regresó a La Habana (1823), donde recibió el cese en el mando de su buque y la orden de regresar a España.

Inició su regreso (1823) vía Estados Unidos de Nor­teamérica, Irlanda, Inglaterra y Gibraltar. Cuando se dirigía de Gibraltar a Cádiz, fue detenido y hecho pri­sionero por la escuadra francesa del almirante fran­cés Duperré que bloqueaba la plaza. Al terminar la guerra fue puesto en libertad y se presentó en Cádiz. Ascendió a capitán de navío (1825) y tomó el mando del navío Guerrero (1826), con el que regresó a Cuba para incorporarse a las fuerzas navales del general Án­gel Laborde, amenazadas por insurgentes de tierra firme. Laborde salió de Santiago de Cuba con todas sus fuerzas, incluido el Guerrero al mando de Cañas, rumbo a Jamaica y de allí a otros puertos, entre ellos Cartagena de Indias, donde estaban concentrados los insurgentes, que al ver la fortaleza de la Marina Real desistieron de sus intentos, y Laborde regresó a La Habana con todas sus fuerzas.

De nuevo, Cañas salió a la mar con el Guerrero rumbo a La Guayra (agosto de 1826), integrado en la escuadra de Laborde con otras cinco fragatas y una goleta. Pero la escuadra sufrió un enorme temporal en aguas de Charleston (septiembre de 1826) que averió a todos los barcos, sobre todo al Guerrero que perdió la arboladura y rompió el timón. Cañas arribó a La Habana tras una penosa navegación de más de setenta días, y procedió a la reparación del barco. Una vez re­parado el Guerrero y los demás barcos, Cañas efectuó dos nuevas comisiones, ambas con salidas desde La Habana. La primera fue una larga campaña con la es­cuadra a lo largo de las costas, con entradas en Puerto Rico y Curazao. La segunda consistió en patrullar en­tre los cabos Corrientes y San Antonio, a la espera de un convoy de tropas procedente de la Península, al que dio protección, regresando a continuación a La Habana.

Al cesar en el mando del navío Guerrero (1829), se trasladó a Cádiz a bordo de la fragata Casilda y ascen­dió a brigadier (1830). Fue nombrado comandante del arsenal de La Carraca (1833), donde en tres años realizó una excelente labor, elogiada por sus superio­res que elevaron muy favorables informes, como hizo Cayetano Valdés, comandante del departamento de Cádiz.

En aquella época España pasaba por una época di­fícil (1833-1840), inmersa en la Primera Guerra Car­lista, unida a una gran inestabilidad política y ministe­rial, con drásticos cambios de rumbo, en los que cabe destacar los siguientes hitos: muerte de Fernando VII y comienzo de la guerra (1833); promulgación del Estatuto Real por la regente María Cristina (1834); revueltas e insurrecciones (verano 1836); Constitu­ción progresista (1837); Convenio de Bergara y el fin de la guerra (1839); y llegada de Espartero al poder (1840). Fue al comienzo de esta época cuando Cañas estuvo destinado en el arsenal de La Carraca, y al ce­sar en dicho mando fue nombrado comandante gene­ral del departamento marítimo de Cartagena (enero de 1836), donde se encontraba durante los aconte­cimientos políticos del verano de dicho año, por los que presentó la dimisión y regresó a Cádiz. Pero el Gobierno —y especialmente el ministro de Marina Ramón Gil de la Cuadra—, reconociendo la lealtad y honradez de Cañas, al poco tiempo lo nombró co­mandante general de las fuerzas navales del Cantá­brico.

Cañas tomó posesión de su mando el 29 de no­viembre de 1836, en un momento difícil y apurado del sitio de Bilbao. Con las fuerzas sutiles se dedicó a bombardear las baterías enemigas. Cooperó en la construcción de cuatro puentes sobre el Nervión para facilitar el paso de las tropas de Espartero. Mandó el desembarco realizado entre el puente de Luchana y el monte Cabras (24 de diciembre), y las posteriores operaciones por la ría para facilitar el paso del ejército, que consiguió salvar Bilbao, cogiendo al enemigo su parque, almacenes, más de veinticinco piezas de arti­llería, y gran cantidad de material y pertrechos. Por sus actuaciones en el Cantábrico, Cañas fue ascen­dido a jefe de escuadra y nombrado benemérito de la Patria. Continuó con las operaciones por el norte. Ba­tió Lezo y Rentería, cooperó en el traslado del ejército desde Bilbao a San Sebastián, mandó diversas opera­ciones realizadas por mar (verano de 1837), apoyó las operaciones del ejército, forzó la barra del Bidasoa y contribuyó a la toma de Fuenterrabía, Irún y Oyar­zun. Dirigió los desembarcos de Ondárroa, Motrico y Deva (2 de octubre), y la ocupación de Guetaria (21 de octubre).

Por Real Decreto de 16 de diciembre de 1837 fue nombrado ministro de Marina, Comercio y Gober­nación de Ultramar. Se trasladó a Madrid y tomó po­sesión de su cargo, al que unió de forma interina el de ministro de la Guerra (Real Decreto de 18 de marzo de 1838) en ausencia del general Manuel de Latre que estaba herido. Pero la inestabilidad ministerial continuaba, prueba de ello fue que en el período an­tes citado (1833-1840) hubo treinta y cuatro minis­tros que ocuparon la cartera de Marina. De estos mi­nistros, sólo cinco se mantuvieron más tiempo en el puesto (entre 7 y 11 meses), y uno de ellos fue Cañas, que presentó la dimisión (admitida por Real Decreto de 6 de septiembre de 1838).

Al día siguiente (7 de septiembre de 1838) fue nombrado comandante general del apostadero na­val de La Habana. Salió para Cuba en noviembre, y ocupó su nuevo destino desde enero de 1839 a enero de 1842. A su regreso a la Península (junio de 1845), fue nombrado comandante general del departamento de Cádiz en ausencia por enfermedad de su titular, y también fue nombrado presidente de la Junta de revi­sión de los reglamentos de armamentos y pertrechos de buques. Por Real Decreto de 27 de septiembre de 1845 fue nombrado consejero real, puesto que ocupó a finales de noviembre de dicho año. Ascendió a te­niente general en octubre de 1846. Por Real Decreto de 17 de octubre de 1849 fue nombrado senador. En el ejercicio de sus funciones, falleció en Madrid en 1850, con casi setenta y cuatro años de edad y tras cincuenta y nueve años de vida activa.

Cañas fue valiente, enérgico y activo, a la vez que leal y honrado. En la Armada gozó de muy buena re­putación. Por sus acciones se ganó el cariño y el respeto de todos. A lo largo de su dilatada vida militar y marinera se hizo acreedor a diversas condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la Medalla de Irún de 1837, y otras condecoraciones y distinciones recibidas por acciones de guerra.

 

Bibl.: Catálogo descriptivo de los objetos que contiene el Museo Naval, Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1871, págs. 171-172; F. de P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, t. I, Madrid, Imprenta de J. López, 1873, págs. 279-288; N. Gómez y J. L. Balcázar, Calendario efemérico de Ejército y Ar­mada, t. I, Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1931, págs. 303-304; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1979, pág. 666; J. M.ª Martínez-Hidalgo y Terán (dir.), Enciclopedia Ge­neral del Mar, vol. II, Barcelona, Ediciones Garriga, 1982, págs. 661-662; F. González de Canales y López-Obrero, Catálogo de Pinturas del Museo Naval, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa-Armada Española, 2000, pág. 233.

 

Marcelino González Fernández­

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