Cruz y Moya, José María de la. San Fernando (Cádiz), 1802 – 12.III.1853. Jefe de Escuadra.
Su padre, Pedro de la Cruz, era calculador del Real Observatorio de Marina de San Fernando y proporcionó a su hijo la mejor educación posible en aquella localidad gaditana, teniendo en cuenta las circunstancias de época y lugar.
En efecto, a comienzos del siglo XIX tuvo lugar una gran crisis en España con los siguientes acontecimientos: la invasión francesa por las fuerzas de Napoleón, el levantamiento que dio origen a la Guerra de la Independencia, el advenimiento del Nuevo Régimen en España con las Cortes de Cádiz y una gran depresión económica como consecuencia de la guerra y de la pérdida de las colonias.
Por el tratado de Fontainebleau (1807) Francia y España acordaron realizar la invasión y posterior reparto de Portugal. El resultado no fue el esperado por España, ya que, después de la ocupación de Portugal, las tropas francesas se quedaron permanentemente en muchas plazas españolas, alegando necesidades logísticas.
La posterior derrota francesa en la Guerra de la Independencia hizo posible el regreso en 1814 de Fernando VII de su cautiverio en Valençay (Francia), lo que tuvo como consecuencia la abolición de la Constitución de 1812, la finalización de la revolución liberal y la vuelta al régimen absolutista y al viejo orden estamental.
José María de la Cruz y Moya, el 15 de mayo de 1811, obtuvo gracia de menor e ingresó como cadete en el Regimiento de Caballería de Calatrava. Por Real Orden (RO) de 10 de marzo de 1818, el Rey le concedió, previo examen y después de haber cumplido todos los requisitos de ordenanza, la agregación al Cuerpo de Ingenieros de Marina, y fue destinado al Arsenal de la Carraca en San Fernando (Cádiz). Ascendió a alférez de fragata del cuerpo de Ingenieros en julio del mismo año y a alférez de navío del mismo cuerpo en noviembre de 1819.
En diciembre del mismo año fue destinado a la escuadra de Francisco Maurell; embarcó en el navío San Julián y transbordó en enero de 1820 a la fragata Ligera, con la que salió de Cádiz en noviembre del mismo año en compañía de las también fragatas Viva y Aretusa y de los bergantines Hiena y Hércules, formando una división al mando del capitán de fragata Ángel Laborde, rumbo a Puerto Cabello en lo que hoy se denomina Venezuela. Cruz y Moya tomó parte en algunos cruceros y comisiones en aguas del continente americano hasta que, en el transcurso de uno de ellos, se descubrió una gran vía de agua en su buque, originada por el mal estado de sus fondos.
Por este motivo, en diciembre de 1822, se vio en la necesidad de, a costa de esfuerzos ímprobos por parte de su dotación, dirigirse a tierra y varar en una de las ensenadas situadas a la entrada del puerto de Santiago de Cuba. En mayo de 1823 embarcó en la corbeta Diamante, que salió para Cádiz y tuvo que fondear en Gibraltar por encontrarse la escuadra francesa sobre aquel puerto.
Y es que las potencias europeas, defensoras de la plena soberanía real, habían acordado la formación de un ejército en Francia conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis que, al mando del duque de Angulema, interviniese en España y restaurase el Viejo Orden. Esta intervención francesa de 1823 consiguió la abolición del sistema constitucional y el restablecimiento de la plenitud de los derechos del Monarca, trayendo consigo un nuevo período absolutista.
Una vez firmada la paz con los franceses, Cruz y Moya se dirigió al puerto de Cádiz, donde entró en octubre. En enero de 1824 desembarcó de la citada corbeta y pasó destinado al Arsenal de la Carraca hasta junio, en que fue destinado al Departamento Marítimo de Cartagena, pasando a desempeñar los cometidos propios del Cuerpo de Ingenieros al que pertenecía. Por R.O. de 29 de enero de 1826 se le concedió el ingreso en el Cuerpo General de la Armada con el grado de alférez de navío, conservando la antigüedad que tenía en el de Ingenieros. En febrero de 1826 salió a la mar a bordo de la goleta Mahonesa con destino a Cataluña y, en mayo, en Barcelona, transbordó al bergantín goleta Catalana, con la que realizó varios cruceros por aquellas costas, Valencia e Islas Baleares, ocupado en la represión del contrabando, con notable éxito, como lo demuestra el número de contrabandistas capturados; también escoltó varios convoyes en tránsito a Ceuta y Cádiz, donde entró finalmente en junio de 1828. Seis meses después desembarcó y pasó destinado como ayudante del Arsenal de la Carraca.
El 9 de marzo de 1829 ascendió a teniente de navío y en julio salió en el bergantín Manzanares con destino a Ferrol, donde fue ayudante del Arsenal hasta septiembre en que pasó a serlo de la Mayoría General.
En octubre embarcó en el bergantín Guadalete, con el que hizo un viaje a Cádiz donde permaneció hasta enero de 1830, cuando zarpó con destino a Ferrol y siguió después para las costas de Cantabria, hasta varar su buque en el puerto de Santoña. Una vez reflotado el buque, volvió a Ferrol y, a continuación, salió para Cádiz y Cartagena, desde donde hizo numerosos cruceros y comisiones por el Mediterráneo en la división del capitán de navío José Morales de los Ríos.
También, operando desde Mahón, participó en la expedición francesa que conquistó Argel y su comarca.
En diciembre de 1831 entró en Cádiz, donde desembarcó por haber cumplido el tiempo de embarque, y pasó destinado nuevamente como ayudante del Arsenal de La Carraca. Por Orden del director general de la Armada de 22 de noviembre de 1832 fue destinado al Apostadero de La Habana, adonde llegó en marzo de 1833. A continuación embarcó en la fragata Restauración, y efectuó varios cruceros por la costa norte de la isla de Cuba y una campaña de instrucción bajo el mando del brigadier Juan Bautista Topete.
En enero de 1836 tomó el mando del pailebote Teresita, con el que realizó varios cruceros y comisiones por las costas de Cuba y mar de las Antillas para mostrar el pabellón y proteger las líneas marítimas de comunicaciones, defendiendo a los mercantes españoles ante posibles abusos de los buques ingleses. En noviembre de 1837 fue relevado en el puerto de Santiago de Cuba, y regresó a La Habana para responder a las interpelaciones que sobre la detención de una goleta mercante le hizo el Tribunal Mixto de la isla.
En diciembre tomó, interinamente, el mando de la goleta Reina María Cristina, con la que se trasladó a La Habana. El 3 de enero de 1838, por desarme de dicho buque, cesó en el mando interino del mismo.
Una vez evacuadas las diligencias con la Comisión Mixta, volvió a encargársele el mando del pailebote Teresita. En marzo, después de restablecerse de una enfermedad a bordo de la goleta Clarita, donde embarcó de depósito, volvió a tomar el mando del citado pailebote, con el cual prosiguió la realización de cruceros y comisiones por las costas de la isla de Cuba y mar de las Antillas y tuvo destacadas actuaciones, como la protección de un mercante español ante un buque británico que pretendía reconocerlo. En diciembre de 1839 fue relevado, en Santiago de Cuba, por haber cumplido el tiempo de mando.
En abril de 1840, en virtud de la circular del Gobierno que permitía el regreso a la Península de aquéllos que llevasen más de tres años en el Apostadero de La Habana, embarcó en la fragata mercante Nueva San Fernando con destino a Cádiz. Por Orden de 8 de mayo de 1841 se le nombró primer ayudante de la Mayoría General del Departamento de Cádiz, aunque se le eximía de ocupar dicho cargo debido a su delicado estado de salud. Por Real Cédula de 13 de julio de 1841 se le concedió la Cruz de la Orden de San Hermenegildo.
España estaba pasando por un período de profunda inestabilidad política, cuyos hechos más significativos fueron la renuncia de María Cristina a la regencia por causa de sus controversias con Espartero (1840), la insurrección popular de Barcelona (1842) y el pronunciamiento contra el nuevo regente Espartero (1843) que trajo consigo la llegada de Narváez al poder, casi coincidiendo con la mayoría de edad de Isabel II (1843). Entonces comenzó un período de relativa estabilidad política, no en vano al comprendido entre 1843 y 1954 se denomina Período Moderado.
La Marina comenzó a resurgir merced al incremento de sus presupuestos, lo que se tradujo en un aumento del número de unidades de combate, aunque la falta de programas navales y de planes estratégicos impidió la creación de una Marina eficaz.
En agosto de 1842 Cruz y Moya fue nombrado segundo comandante de la fragata María Cristina, en período de armamento en el Arsenal de Ferrol, por lo que se trasladó a esta ciudad a bordo del bergantín Manzanares. No embarcó en la mencionada fragata hasta noviembre. Una vez alistada, salió para Cádiz, desde donde efectuó varias salidas a la mar, tanto hacia levante como hacia poniente.
A finales de junio de 1843 cesó en la María Cristina por haberle sido concedido el mando del bergantín Patriota, basado en el Apostadero de La Habana, adonde se trasladó a bordo de vapor Regente. El 20 del mismo mes, después de hacer escala en Santiago de Cuba, llegó a La Habana, donde tomó el mando del citado bergantín, con el que realizó varias comisiones por la costa norte de la isla de Cuba y también a Veracruz (México), donde estuvo estacionado en dos ocasiones.
Por Real Orden de 4 de septiembre de 1843 ascendió a capitán de fragata con antigüedad de 27 de abril de 1840 y por Real Orden de 9 de noviembre de 1843, se le concedió el empleo de capitán de navío, sin sueldo ni antigüedad hasta que le correspondiese entrar en número.
Por Real Orden de 23 de agosto de 1844 se le nombró comandante de la fragata Isabel II, de la que asumió el mando en diciembre del mismo año. En julio de 1845 zarpó para la Península y entró en la ría de Vigo en agosto. Después de hacer la cuarentena en el lazareto de San Simón, se dirigió a Ferrol y Cádiz, donde la fragata realizó obras. Por Real Orden de 20 de septiembre se le concedió la antigüedad en el empleo de capitán de navío.
En mayo de 1846 salió de Cádiz para Vigo con la fragata de su mando, en comisión reservada. Allí se le asignó el mando de una división naval formada por ocho unidades, entre las que destacaban la fragata Isabel II, las corbetas Villa de Bilbao y Colón, la goleta Bidasoa y los vapores Blasco de Garay y Vulcano, con la misión de adiestrar a sus dotaciones y vigilar el litoral, realizando navegaciones por las costas de Galicia y Portugal. El 4 de octubre fondeó en Ferrol, de donde salió el día 31 con destino a Vigo, puerto principal de estacionamiento de su división. Por Real Orden de 7 de noviembre, fue promovido a brigadier de la Armada en clase de supernumerario, con antigüedad de 10 de octubre de 1846.
En abril de 1847 entró en Lisboa en visita de cortesía con la división bajo su mando. Recibió la felicitación del Gobierno por la pericia demostrada con los buques de su división durante las comisiones realizadas en las costas de Galicia, y la aprobación su manejo en las operaciones de pacificación de Portugal con motivo de la rebelión del conde de Antás, que pretendía derrocar a la reina María II de Portugal.
Especial mención merece la entrada en el puerto de Setúbal, realizada el 14 de junio en unión de las escuadras aliadas de Inglaterra y Francia, con la que se consiguió que dicha plaza fuese evacuada por los rebeldes y ocupada por las tropas fieles a la Reina. Además, mientras la agrupación española patrullaba el litoral comprendido entre Setúbal y la desembocadura del río Miño, la flota aliada bloqueó Oporto, ciudad que fue tomada el 18 de julio por el general español Gutiérrez de la Concha sin encontrar resistencia. La Reina de Portugal le concedió a Cruz y Moya la Encomienda de la Orden Militar de la Torre y Espada por los servicios prestados en Portugal, y el Gobierno español, la Cruz y Placa de 3.ª clase de la Orden Militar de San Fernando. Por Real Orden de 14 de junio entró en su número en el empleo de brigadier. En septiembre retornó a Cádiz con la fragata Isabel II y quedó disuelta la división naval, después de haber recibido el aprecio de S. M. por sus brillantes y meritorios servicios al frente de las referidas fuerzas navales.
Al mes siguiente cesó en el mando de la fragata y se le nombró comandante general del Arsenal de la Carraca (Cádiz) y jefe de constructores navales. En diciembre de 1848 fue nombrado jefe interino de la Escuela Especial de Ingenieros de Marina, creada por Real Decreto (Real Orden) de 9 de junio de ese año.
Durante su largo mandato introdujo importantes mejoras en los talleres del arsenal, en sus obras hidráulicas y en el complejo ramo de los pertrechos; también promovió la utilización de la clavazón estañada en las obras muertas de los buques; además, durante este período se construyeron, el navío Reina Doña Isabel II, de ochenta y seis cañones, que aparejó aprovechando las maderas sobrantes de la construcción de nuevos buques y piezas recuperadas del desguace de otros; el vapor Pizarro, de trescientos cincuenta caballos; los bergantines Valdés y Galiano, los pailebotes Cruz y Gaditano y las urcas Santa María y Marigalante.
Entre los numerosos reconocimientos del Gobierno por sus extraordinarios servicios, en octubre de 1848 fue condecorado con la Real Orden de Carlos III y, en noviembre de 1850, ascendió a jefe de escuadra y obtuvo la Gran Cruz de Isabel la Católica. Además, fue condecorado por el emperador de Francia con la Encomienda de la Orden Real de la Legión de Honor por los servicios que prestó a unos buques franceses que fueron reparados en el arsenal de su mando.
Continuó desempeñando la Comandancia General del Arsenal y el cargo de ingeniero general de Marina hasta diciembre de 1852, en que cesó por haber sido designado por el Rey para visitar los arsenales militares de Francia e Inglaterra con objeto de estudiar los adelantos surgidos en la construcción naval y, muy particularmente, la aplicación de la hélice a la propulsión de los buques de guerra. Para el desempeño de esta comisión con el debido decoro, el Rey le concedió el doble del sueldo correspondiente a su empleo y, además, la gratificación de 9.000 reales mensuales como jefe de escuadra con mando.
Sin embargo, no pudo iniciar la referida comisión pues, el 12 de marzo de 1853, cuando se hallaba en disposición de iniciar el viaje, falleció en San Fernando, su lugar de nacimiento, a causa de una afección cardiaca. Tenía cincuenta y un años y una brillante hoja de servicios de más de treinta y dos años de dedicación a la patria.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico de la Armada don Álvaro de Bazán (Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. n.º 620/299, Exp. personal de D. José M.ª de la Cruz y Moya.
J. Lasso de la Vega, La Marina real de España a fines del siglo XVIII y principios del XIX, Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1856-1863, 2 vols.; F. de P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, Madrid, Imprenta J. López, 1873; J. L. Comellas, Historia de España Contemporánea, Madrid, Ediciones Rialp, 1988; P. Castillo Manrubia, La Marina de Guerra Española en el primer tercio del siglo XIX, Madrid, Editorial Naval, 1992; F. Fernando de Bordejé, Crónica de la Marina Española en el siglo XIX, 1800-1868, Madrid, Editorial Naval, 1999.
José Manuel Palencia Luaces