Gómez Ocaña, José. Málaga, 28.X.1860 – Madrid, 26.VII.1919. Fisiólogo experimental.
Nacido en el seno de una familia de clase media, su padre fue capitán de carabineros y posteriormente comisario de ferrocarriles en diversas poblaciones de Andalucía, puesto del que se retiró pronto para regresar a Aguilar de la Frontera (Córdoba), su pueblo natal. Allí estudió José Gómez Ocaña la escuela primaria, para trasladarse a Málaga a estudiar el bachillerato en el instituto. A los dieciséis años, marchó a Granada con su familia para realizar en la Universidad los estudios de Medicina. En la Facultad de Medicina de Granada contó con el magisterio de un importante plantel de maestros, como Eduardo García Carrera, Aureliano Maestre de San Juan, López Mateo, Juan Creus, López Argüeta, Eduardo García Duarte, Amado Salazar, Benito Hernando y Castillo Lechaga. Aunque apenas recibió una formación sistemática y experimental en Fisiología, dado que la cátedra estaba vacante durante sus estudios, fue alumno interno por oposición supernumerario y numerario pensionado. El mismo año en que alcanzó la licenciatura, en 1882, obtuvo el Premio Extraordinario y el claustro de la Facultad le propuso para la Cruz de Isabel la Católica, que le fue concedida el 23 de enero de 1883.
Una vez graduado, comenzó su vida profesional como médico rural en el pueblo de su padre, Aguilar de la Frontera, aunque su vocación universitaria pronto le llevó a abandonar la práctica médica e inclinarse más hacia una carrera académica y con una clara vocación de investigador experimental. En aquellos primeros años de vida profesional, ya mostró una clara afición por la literatura clásica, que conservaría hasta los últimos años de su vida, en que publicaría numerosos estudios sobre la obra cervantina. En 1885 se trasladó a Madrid para ocupar una plaza de ayudante de clínica y al mismo tiempo iniciar la preparación de las oposiciones que se habían convocado para cubrir la cátedra de Fisiología de la Universidad de Cádiz. En mayo de 1886 ganó el concurso y se incorporó a la docencia universitaria de la Fisiología, y permaneció ocho años en el Claustro de profesores de la Universidad gaditana. Ya en esa primera etapa de acceso a la docencia universitaria, Gómez Ocaña inició una línea de investigador de laboratorio y docente de la Fisiología, en claro contraste con la atonía experimental y el talante libresco de la Fisiología académica española. Montó su pequeño laboratorio, a pesar del aislamiento científico y de la escasez de recursos. Fue durante su estancia en Cádiz cuando publicó las primeras monografías sobre fisiología de la circulación y sobre el funcionamiento del cerebro e inició también sus primeras experiencias sobre la fisiología del tiroides. También publicó varios artículos en revistas de Medicina de prestigio como La Crónica Médica, de Valencia, o la Revista de Medicina y Cirugía Práctica, de Madrid. También publicó una serie de artículos de síntesis en la Gaceta Médica de Cádiz (1883-1884).
En 1894 obtuvo, tras un concurso de méritos, la cátedra de Fisiología de la Universidad de Madrid, de la que fue titular hasta su muerte en 1919. Allí pudo continuar con mejores medios su labor académica y contribuir, de modo determinante, a la consolidación de la Fisiología experimental en España. En la capital del reino alcanzó también una notable presencia pública e incluso en algunas etapas de su vida se asomó al mundo de la política, siempre desde una posición liberal y progresista. Tras su llegada a Madrid, se consolidaron en España dos grupos de investigación con vocación de internacionalidad en el dominio de la Fisiología experimental: uno en Madrid y otro en Barcelona. En ambas ciudades nacieron y se fueron configurando sendas escuelas que alcanzarían un nivel científico más que aceptable durante las primeras décadas del siglo xix. Sus cabezas visibles fueron primero José Gómez Ocaña, en Madrid, y Ramón Turró, en Barcelona. Más tarde les sucederían Juan Negrín y August Pi i Sunyer.
Sus primeros trabajos de investigación estuvieron consagrados al estudio experimental del sistema nervioso, una de las líneas que seguiría a lo largo de toda su labor científica. El mismo año de su traslado a Madrid, publicó varios trabajos sobre los centros visuales del cerebro y sobre los ganglios automotores cardíacos y en 1895 aparecieron dos monografías suyas dedicadas al estudio del tiroides y a las localizaciones de funciones cerebrales en perros. Ese mismo año publicó artículos en varias revistas madrileñas sobre el gobierno nervioso de la nutrición, los centros ópticos del cerebro y las secreciones internas. Vemos, pues, que los dos sistemas de regulación funcional, el sistema nervioso y el sistema endocrino despertaron en Gómez Ocaña un interés fundamental. No andaba desencaminado, puesto que la fisiología nerviosa y endocrina eran los dos principales territorios de investigación en la transición de los siglos xix al xx. A su monografía sobre el tiroides sucedió en 1896 su gran obra de síntesis, la Fisiología humana teórica y experimental, que gozó de una amplia difusión y alcanzó cinco ediciones a lo largo de las dos décadas siguientes. Durante los últimos años del siglo xix, Gómez Ocaña publicó un buen número de trabajos de índole experimental acerca de las localizaciones cerebrales, la fisiología de la visión, las cápsulas suprarrenales y el tiroides, en diversas revistas médicas y en los anales y boletines de algunas de las instituciones científicas de las que era miembro: la Real Academia de Medicina, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la Asociación Española para el Progreso de la Ciencia y la Sociedad Española de Biología. En todas ellas mantuvo una actividad muy viva y colaboró en sus órganos de dirección.
José Gómez Ocaña fue el primer académico e investigador español que participó activamente en la organización de reuniones científicas de carácter internacional. Sus antecesores y contemporáneos apenas habían desarrollado una investigación fisiológica original y compatibilizaban la enseñanza de la fisiología con la práctica clínica, absolutamente al margen de la investigación internacional. Gómez Ocaña modificó sustancialmente este estereotipo. La mera revisión de los congresos internacionales de Fisiología celebrados en varios lugares de Europa a lo largo del siglo xix demuestra la ausencia de fisiólogos españoles. A partir de finales de siglo, José Gómez Ocaña comenzó a asistir a estas reuniones científicas, que se celebraban con carácter trienal, como único y primer representante español. Pronto entabló relación con los más destacados científicos europeos y formó parte del comité organizador de los congresos internacionales de Fisiología celebrados en Heidelberg (1907), Viena (1910) y Groningen (1913). Sus frecuentes viajes al extranjero le permitieron entablar amistad con figuras tan relevantes de la Fisiología y de la ciencia europeas como el ruso Ivan Petrovich Pavlov, con quien llegó a unirle una buena amistad, o el francés Charles Richet, de cuyo diccionario de Fisiología fue colaborador.
Uno de los aspectos más destacables del perfil académico de Gómez Ocaña es la modernización que aportó a la docencia, al otorgar una importancia fundamental a las prácticas de laboratorio y también su labor de promoción de la investigación en las instituciones madrileñas. En esa línea, se puede afirmar que inició una nueva etapa, en la que aglutinó a un buen número de adeptos a la Fisiología experimental, que tuvo continuidad gracias al fomento de la investigación fisiológica realizado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas a través de sus diversos laboratorios y, en particular, el de Fisiología general, promovido por Cajal y dirigido por Juan Negrín desde su fundación en 1916. Todo ello hace de Gómez Ocaña una de las piezas clave para la comprensión del giro iniciado por la Fisiología experimental en España y su definitiva institucionalización. Su constante referencia y apoyo en experiencias propias convertían sus trabajos y monografías en algo más que meros resúmenes didácticos, para alcanzar plena originalidad y en muchas ocasiones el tono característico de las revisiones experimentales. Por otra parte, sus Nuevas investigaciones sobre el tiroides (1895) constituyen uno de los más tempranos acercamientos sistemáticos que ofrece la literatura europea en torno al estudio funcional de las glándulas de secreción interna.
Entre sus trabajos originales deben destacarse los estudios sobre la localización de los centros ópticos en la corteza cerebral y los consagrados al estudio funcional del sistema nervioso autónomo, en particular de los nervios vagos. Sus trabajos sobre las consecuencias fisiológicas de las secciones practicadas sobre los nervios vagos en animales de experimentación despertaron el interés de numerosos fisiólogos, entre ellos del propio Pavlov, y aportaron nuevos datos a las posteriores indagaciones sobre su función en los mecanismos de regulación funcional del sistema nervioso vegetativo.
Sus últimas investigaciones estuvieron dedicadas a analizar la función fisiológica de los iones de calcio, sodio, magnesio y potasio en el metabolismo celular. Los resultados que obtuvo merecieron el reconocimiento internacional, al ser presentados en diversas conferencias y congresos científicos. Tal vez por eso, su colega y amigo Charles Richet le encargó la redacción del artículo correspondiente al magnesio de su famoso Dictionnaire de Physiologie (1895-1923).
La mayoría de sus trabajos otorgaba una gran importancia a los procedimientos técnicos encaminados a facilitar la observación directa de los fenómenos y a facilitar el registro gráfico de las funciones. Ese esquema lo aplicó al estudio de las contracciones cardíacas y también a las convulsiones musculares, y esa orientación le llevó a interesarse por la incorporación de nuevas técnicas de investigación y aparatos dedicados al registro funcional. Fue la necesidad de conseguir aplicaciones concretas la que le llevó a diseñar un nuevo modelo de cardiógrafo y otro de miógrafo, que utilizó con éxito en sus experimentos con animales. Menos frecuente fue su aproximación a las técnicas de análisis químico, aunque a medida que creció su interés por la endocrinología y por el estudio del metabolismo de los iones tuvo que recurrir también a la química fisiológica.
La última etapa de su vida desveló nuevas facetas de una biografía que anteriormente había estado volcada al trabajo experimental de laboratorio. En 1914 fue elegido senador en representación de la Universidad de Madrid, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1919. Sin embargo, en muy contadas ocasiones tuvo una participación activa de primera fila en los asuntos políticos. De mentalidad progresista, José Gómez Ocaña militó entre las filas liberales, primero en la fracción encabezada por García Prieto y más tarde en la del conde de Romanones. El interés que desde su juventud había conservado por la historia, el arte y la literatura le hicieron acercarse a numerosos temas relacionados con la cultura, que fueron objeto de sus discursos académicos y de pequeñas publicaciones ocasionales, e incluso llegó a publicar diversos trabajos sobre la obra literaria de Miguel de Cervantes, alguno de ellos traducido al francés.
La principal síntesis de su obra y de su pensamiento fisiológico, es decir, de su ubicación histórica como científico, se encuentra en su gran tratado sobre la Fisiología humana teórica y experimental, que se editó sucesivamente en 1896, 1900, 1904, 1905 y en 1915. Fue el libro de texto español de Fisiología más difundido y representa una síntesis bien actualizada del pensamiento fisiológico de su tiempo.
Obras de ~: La muerte como consecuencia de la sección de los pneumogástricos del cuello, Madrid, s. f.; “Una pequeña contribución para la fisiología de los ganglios automotores cardiacos”, en Crónica Médica, 16 (1893), págs. 737‑739; Fisiología de la circulación en el organismo humano, con aplicaciones a la patología y a la terapéutica, Madrid, 1893; “Demostración experimental de los centros visuales del cerebro”, en Anales de la Real Academia de Medicina, 14 (1894), págs. 365‑378; “La fisiología moderna ante la doctrina individualista del doctor Letamendi”, en Revista de Medicina de Sevilla, 23 (1894), págs. 376-379; Tratado de fisiología de la circulación, Cádiz, 1894; Fisiología del cerebro, Madrid, Imprenta de los Huérfanos, 1894; “Gobierno nervioso de la nutrición”, en Revista de Medicina y Cirugía Práctica, 35 (1895), pág. 129; “Secreciones internas. Lecciones de fisiología explicadas en la Facultad de Medicina de Madrid”, en El Siglo Médico, 42 (1895), págs. 84‑86 y 99‑101; Nuevas investigaciones sobre el tiroides y la medicación tiroidea, Madrid, 1895; “Comunicación con motivo de algunos experimentos sobre los centros visuales del cerebro en los perros”, en Anales de la Real Academia de Medicina, 15 (1895), págs. 343-352; Algunos experimentos sobre los centros nerviosos normales del cerebro de los perros [Madrid], 1895; Fisiología humana teórica y experimental, Madrid, Imprenta y Litografía Asilo de Huérfanos, 1896 [reeds. en 1900, 1904, 1905 y 1915]; Función dinamógena de las cápsulas suprarrenales, Madrid, 1897; Funciones del fósforo en la nutrición del hombre, Madrid, Imprenta de hijos de F. García, 1897; Bosquejo de una nueva teoría de la visión [Madrid], 1898; “Discurso sobre las localizaciones ópticas cerebrales”, en Anales de la Real Academia de Medicina, 18 (1898), págs. 234-239; Nuevas y viejas hipótesis sobre el aparato tiroideo, Madrid, Idamor Moreno, 1899; Historia clínica de Cervantes, Madrid, 1899; La vida en España. Discurso de recepción en la Real Academia de Medicina, Granada, Imprenta Escuelas del Ave-María, 1900; Vida de Cervantes, Madrid, 1912; El autor del Quijote. Antecedentes de un genio, Madrid, 1914; La invención del Quijote, Madrid, 1916; Notas autobiográficas, Madrid, 1917; El sexo, el hominismo y la natalidad, Madrid, 1919.
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Josep Lluís Barona Vilar