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Juan Nicasio Gallego Hernández

Biografía

Gallego Hernández, Juan Nicasio. Zamora, 14.XII.1777 – Madrid, 9.I.1853. Sacerdote, poeta, diputado liberal en las Cortes de Cádiz, académico de la Real Academia Española y de la de Bellas Artes de San Fernando.

Fue el mayor de los doce hijos de Felipe Gallego y María Francisca Hernández. Su padre era el administrador del condado de Alba de Aliste, perteneciente a los duques de Frías, razón por la que Juan Nicasio entabló desde niño una amistad que duraría toda la vida con Bernardino Fernández de Velasco, entonces conde de Haro y posteriormente XIV duque de Frías, escritor y poeta como él.

En 1790 comenzó los estudios de Filosofía y Derecho Civil y Canónico en Salamanca, donde trató a Meléndez Valdés. Continuó sus estudios en la Universidad de Santa Catalina, del Burgo de Osma, poco antes de que a ella llegara el obispo Antonio Tavira (1796) trayendo nuevos aires reformistas, que llevaría poco después a la Universidad de Salamanca. Gallego obtuvo la graduación en Cánones por esta Universidad en 1797, y un año después está fechada la más antigua composición suya que se conoce, la Epístola a Montano, la única que no tiene carácter amoroso de las de esta primera época.

Recibió el grado de doctor en Salamanca en 1800 y se trasladó a Zamora, donde continuó tratando a Meléndez Valdés, entonces desterrado en esta ciudad.

En ella fue ordenado sacerdote Juan Nicasio Gallego en septiembre de 1804. Se trasladó a Madrid, y en mayo de 1805 obtuvo por oposición una capellanía de honor en el Palacio Real de Madrid y fue nombrado por el Rey director eclesiástico de sus caballeros pajes.

En Madrid asistió a la tertulia de Manuel José Quintana, de tendencia liberal, donde se relacionó con los literatos que residían en la Corte, colaboró en el Memorial Literario, en Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, y en estos años madrileños escribió sus primeras composiciones extensas, la epístola Al Excmo. Sr. Conde de Haro, animándole al ejercicio y buen uso de la poesía, la oda A la gloriosa defensa de Buenos Aires por los españoles en 5 de julio de 1807 y la oda A la influencia del entusiasmo público en las Artes.

De la tertulia de Quintana partió la idea de que Gallego tradujera el Oscar de Arnault, lo que hizo con gran acierto, coronado después por la interpretación de Isidoro Máiquez.

La Guerra de la Independencia (1808-1814) y los sucesos derivados de ella marcaron profundamente la trayectoria vital de Juan Nicasio Gallego. A la jornada de su comienzo dedicó la famosa elegía El día Dos de Mayo, que alcanzó varias ediciones durante la guerra y fue publicada reiteradamente en la prensa, a lo largo de todo el siglo xix, en el aniversario de aquella fecha.

La ocupación de Madrid por las tropas francesas le obligó, en diciembre de 1808, a abandonar la capital rumbo a Sevilla, siguiendo al Gobierno de la Nación.

Una vez allí, la Junta Suprema Central le nombró miembro de la comisión que había de estudiar la convocatoria de Cortes. Varias de sus composiciones de esta época tienen carácter patriótico, como el soneto A Zaragoza rendida por el hambre y la peste, más bien que por el valor francés y la Canción patriótica dirigida a los soldados españoles con ocasión de la batalla de Eslinga, ganada a Napoleón por los austríacos.

Ante la invasión de Andalucía por los franceses, acompañó al Gobierno a la Isla de León, donde se abrieron las Cortes Extraordinarias el 24 de septiembre de 1810. Cinco meses después se instalaron definitivamente en Cádiz. Gallego, a sus treinta y tres años, fue elegido diputado suplente por la provincia de Zamora y, casi al mismo tiempo, se le nombró, en reconocimiento a sus méritos, chantre de la isla de Santo Domingo, que era entonces Iglesia Primada de las Indias, aunque nunca llegó a tomar posesión de esta dignidad. En Cádiz se movió en los círculos liberales y asistió a las tertulias de Quintana y de Margarita López de Morla. Su papel en las Cortes de Cádiz fue muy activo, concretamente en la defensa del debatidísimo artículo 3.º, sobre la Soberanía Nacional, de la que fue verdadero defensor, o la Libertad de Imprenta, planteada sólo tres días después de la apertura de las Cortes, y decretada por éstas el 10 de noviembre de 1810, propiciando la proliferación de numerosos periódicos y publicaciones de distinto signo por parte de las dos facciones enfrentadas: los llamados serviles, contrarios a la proyectada Constitución y a las reformas, y los liberales, partidarios de la elaboración de una Constitución, que finalmente se promulgaría el 19 de marzo de 1812.

Aunque su intervención en las Cortes de Cádiz y en la Constitución de 1812 le marcó para siempre, la actuación de Gallego en la política activa terminó cuando las Cortes Extraordinarias cerraron sus sesiones en septiembre de 1813. El artículo 5.º del Decreto de Convocatoria de las Cortes Ordinarias, que las sustituyeron, decía: “Los diputados de las actuales Cortes Generales y Extraordinarias no pueden ser reelegidos para las próximas ordinarias”, motivo por el que Juan Nicasio Gallego ya no formó parte de ellas, aunque nada menos que setenta y siete diputados de las Cortes Extraordinarias pasaron a formar parte también de las Ordinarias.

La amenaza de fiebre amarilla en Cádiz obligó al Gobierno a trasladarse a Madrid, y hacia allí también se dirigió Gallego, que en enero de 1814 fue nombrado académico honorario de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando.

Con el final de la Guerra de la Independencia comenzó un largo período de desventuras para Juan Nicasio Gallego.

Por el Decreto del 4 de mayo de 1814, conocido como Manifiesto de los persas, Fernando VII, recién llegado de su confinamiento en Francia, derogaba la Constitución de 1812 y declaraba inválidos todos los actos de las Cortes reunidas en su ausencia. La noche del 11 de mayo se desató en Madrid la persecución de los liberales que habían tomado parte en ellas.

Los que no lograron huir fueron detenidos y encarcelados.

Gallego fue arrestado finalmente en Murcia y trasladado a Madrid, donde se le formó una causa, con Argüelles, Calatrava, Torrero y otros, que concluyó en diciembre de 1815 con su destierro y confinamiento en la cartuja de Jerez. Desde ahí sería trasladado al monasterio de la Luz, cerca de Moguer, y más tarde al de Loreto, en las proximidades de Sevilla, donde le sorprendió, en 1820, el alzamiento de Riego en Cabezas de San Juan. Fernando VII se vio forzado a jurar la Constitución de 1812, y dio comienzo el Trienio Liberal o Constitucional. Gallego regresó a Madrid, donde se le restituyó en su cargo de director eclesiástico de los caballeros pajes del Rey, se le nombró auditor honorario del Tribunal de la Rota y se le otorgó el cargo de arcediano mayor de la catedral de Valencia. En esta ciudad residió hasta 1823, en que, de nuevo suspendido de sus cargos, se vio obligado a huir a Barcelona. Durante tres años sobrevivió gracias a sus tareas como traductor de obras, muchas de ellas teatrales, narrativas, y también de educación, que firmó con diversos anagramas de su propio nombre: José Ulanga y Algocín, Gelasio Galán y Junco, José Ciganal y Angulo, etc. De esta época data su notable traducción de Los novios, de Manzoni.

La revolución en Barcelona, a finales de 1827, le obligó a huir a Montpellier, donde se reunió con sus amigos los duques de Frías. Allí se ocupó de que recibieran una digna sepultura los restos de Meléndez Valdés, a quien trató y admiró como poeta, a pesar de sus diferentes opciones políticas. Este rasgo muestra la lealtad y la tolerancia que fueron características de Juan Nicasio Gallego.

A finales de 1828 se encontraba de nuevo en Valencia.

La muerte de la reina María Josefa Amalia de Sajonia, en 1829, le brindó la oportunidad de intentar recuperar el favor del Rey, escribiendo dos octavas que se colocan en los funerales de la Reina celebrados en esta ciudad. Poco después escribió el soneto Parabién al rey Fernando por su enlace con la princesa de Nápoles María Cristina y, ante la buena acogida de estas demostraciones, al año siguiente compuso el soneto titulado Plegaria a Nuestra Señora cuando estaba de parto S. M. la Reina Doña María Cristina de Borbón, y la Oda al fausto nacimiento de la Serenísima Señora Infanta Doña María Isabel Luisa, que ayudarán a suavizar sus relaciones con la Corona, hasta el extremo de poder trasladarse a la Corte, donde residió en casa de su gran amigo el duque de Frías. A la esposa de éste, María Piedad Roca de Togores, recién fallecida, le dedicó la famosa elegía A la muerte de la duquesa de Frías.

En agosto de 1830, ingresó en la Real Academia Española como miembro honorario, y el Gobierno le concedió una canongía en la catedral de Sevilla, adonde se trasladó. No obstante, cuando murió Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, Gallego se encontraba en Madrid. Había llegado en mayo para asistir a la ceremonia de la jura de Isabel II, y la epidemia de cólera declarada en Andalucía le había impedido regresar a Sevilla. Ya no lo hará, y en adelante no se moverá de la capital más que ocasionalmente.

La reina regente doña María Cristina necesitaba a los liberales para asegurar el trono de su hija, la futura Isabel II, amenazado por los partidarios del infante don Carlos, que no aceptaban la abolición de la Ley Sálica. Juan Nicasio Gallego gozó de nuevo del reconocimiento público, se le restableció en los cargos de que había sido desposeído y recibió a partir de entonces nuevos nombramientos y encargos de confianza de la Reina.

En noviembre de 1833 se le nombró, al mismo tiempo que a Alberto Lista y otros, académico numerario de la Real Academia Española, y el gobierno le encomendó formar parte de las comisiones de Libertad de Imprenta y de Planes de Estudio y se le nombró censor regio, junto con Manuel José Quintana, entre otros. Al año siguiente fue nombrado auditor supernumerario del Tribunal de la Rota y se le concedió la Cruz de Comendador de la Orden de Isabel la Católica, que son los pasos previos para que, en 1844, se le otorgase la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y se le nombrase auditor numerario del mencionado Tribunal.

Gallego se movió en los círculos académicos e intelectuales del Madrid de la época, era miembro del Ateneo y del recién nacido Liceo Artístico y Literario, donde trabó amistad con la generación más joven, la romántica, cuyos ideales no siempre compartió, debido a su sólida formación clasicista, aunque fue amigo de muchos escritores y artistas románticos, y acogió e impulsó a Gertrudis Gómez de Avellaneda, prologando sus Poesías (1841) y alentando su carrera literaria. Colaboró en la revista de la generación romántica El Artista, y en la Revista de Madrid.

En 1839 fue elegido secretario perpetuo de la Real Academia Española, sustituyendo a Martínez de la Rosa, que a su vez pasó a ocupar la dirección, por el fallecimiento del marqués de Santa Cruz, y en 1843 Juan Nicasio Gallego fue nombrado consiliario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Dos años después trasladó su domicilio a la sede de la Real Academia Española, entonces en la calle de Valverde, donde falleció en la madrugada del 9 de enero de 1853, tras un año de achaques y dolencias, a consecuencia de una caída en la plaza de Oriente.

Desde 1845 era además senador del reino, por designación real, y en 1851 había sido nombrado presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Juan Nicasio Gallego está considerado como uno de los tres poetas clave en el paso del siglo xviii al xix, junto a Manuel José Quintana y a Alberto Lista. Su corpus poético está formado por elegías, odas, epístolas y sonetos, modélicos en su factura, además de otras composiciones, muchas de ellas de circunstancias.

Aunque alejada de los gustos actuales, a su poesía no se le puede negar la perfección dentro de los cánones clasicistas. No obstante, su formación clásica no pudo impedir que en algunas de sus composiciones se colaran los aires románticos que se respiraban en la España de su tiempo. Aunque bromeó sobre los excesos del movimiento romántico, apreció el genio como fuerza generadora de la verdadera poesía y del arte genuino.

Gallego figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua Española. Nunca dio gran importancia a sus composiciones, que no publicó reunidas durante su vida, haciéndolo después de su muerte la Real Academia Española.

No obstante, fruto de la admiración que despertaba su obra, existió una edición en Filadelfia, en 1829, no autorizada por el poeta, que se reeditó con adiciones en México en 1852. Entre sus contemporáneos, Antonio Alcalá Galiano ponderó su “vena poética, no fecunda, aunque de exquisitos productos”.

 

Obras de ~: Obras poéticas de don Juan Nicasio Gallego, Secretario Perpetuo de la Real Academia Española, publicadas por la misma Academia, Madrid, 1854; “Poesías”, en L. A. de Cueto, Marqués de Valmar, Poetas líricos del siglo xviii, Madrid, M. Rivadereyra, 1871, págs. 399-426 (Biblioteca de Autores Españoles, n.º 67); Sus mejores versos, ed. de A. Larrubiera, Madrid, 1929; Obras Completas, I. Obra poética, ed. crítica de A. M.ª Freire López, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1994.

 

Bibl.: F. V. M., “Galería de Ingenios Contemporáneos: Don Juan Nicasio Gallego”, en El Artista, I (1835), págs. 192-196; E. de Ochoa, “Don Juan Nicasio Gallego”, en Apuntes para una biblioteca de escritores contemporáneos en prosa y verso, t. I, París, Baudry, 1840; V. de la Vega, “Don Juan Nicasio Gallego”, en Museo de las Familias, X (1843) (reprod. en 1875 por el marqués de Valmar en el tomo LXVII de la Biblioteca de Autores Españoles, págs. 393-395); E. de Ochoa, Biografía del Excmo. Sr. D. Juan Nicasio Gallego, en Galería de Españoles Célebres Contemporáneos, t. VIII, Madrid, 1845; A. Arnao, Elogio de don Juan Nicasio Gallego, Madrid, Imprenta y Fundación de Manuel Tello, 1876; E. González Negro, Estudio biográfico de don Juan Nicasio Gallego, Zamora, Est. Tipográfico de San José, 1902; J. M.ª de Cossío, “El realismo de don Juan Nicasio Gallego”, en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo (BBMP), V (1923), págs. 345-347 (reimpr. con alguna modificación de estilo, bajo el título “Un afluente del Romanticismo: Gallego” en Poesía Española. Notas de asedio, Madrid, Espasa Calpe, 1936, págs. 127-130); M. Núñez de Arenas, “Los procedimientos de combate de don Juan Nicasio Gallego”, en BBMP, IX (1927), págs. 25-31; I. Montiel, “Juan Nicasio Gallego, traductor de Ossian”, en Revista de Literatura, XXXV (1969), págs. 57-77; A. M.ª Freire López, “Don Juan Nicasio Gallego y Larra: a propósito de El dogma de los hombres libres”, en J. Romera, A. M.ª Freire y A. Lorente (eds.), Ex-Libris. Homenaje a José Fradejas Lebrero, t. II, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1993, págs. 607- 617; J. V. Frías Balsa, “Juan Nicasio Gallego, notable poeta zamorano, doctor en Cánones por la Universidad de Osma”, en Celtiberia, XLVII, 91 (1997), págs. 115-132; A. M.ª Freire López, “Juan Nicasio Gallego, traductor”, en F. Lafarga (ed.), La traducción en España (1750-1830). Lengua, Literatura, Cultura, Lérida, Universidad, 1999, págs. 521-528; A. M.ª Freire López, “El anti-romanticismo de Juan Nicasio Gallego”, en Romanticismo 7. La poesía romántica (Actas del VII Congreso del Centro Internacional de Estudios sobre el Romanticismo Hispánico, Bologna, Il Capitello del Sole, 2000, págs. 81-88.

 

Ana María Freire López

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