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Leonor María de Guzmán

Biografía

Guzmán, Leonor María de. Condesa de Monterrey (VI). Roma (Italia), ¿1590? – Madrid, 4.XII.1654. Noble y mecenas.

Fue hija de Enrique de Guzmán y María Pimentel, segundos condes de Olivares. Debió de nacer en el año 1590 en Roma, donde su padre era embajador de Felipe II ante la Santa Sede (1582-1591). En 1591 Olivares fue nombrado virrey de Sicilia (1591-1595) y partió junto a su familia hacia Palermo donde permanecerán hasta 1595, año en el que el Rey Prudente le nombró virrey de Nápoles (1595-1599). Ese año la familia se trasladó a la ciudad partenopea donde permanecerá hasta 1599 regresando entonces a España e instalándose en Madrid. Por tanto, buena parte de la infancia de Leonor María transcurrió en Italia donde su padre ejerció algunos de los cargos más importantes que un noble podía desempeñar al servicio de la Monarquía de España.

Tuvo como hermanos varones a Pedro Martín, que fue el único de los hijos del matrimonio que nació en España y quien murió siendo niño al caer por unas escaleras en las casas de los condes de Monterrey en Salamanca, a Jerónimo, quien falleció en 1604 en Oropesa a la edad de 21 años, y a Gaspar de Guzmán, quien con el tiempo se convirtió en conde-duque de Olivares y en privado de Felipe IV. Además, tuvo cuatro hermanas: Francisca —que casó con el marqués del Carpio—, Inés de Guzmán —esposa del marqués de Alcañices—, Mayor —que murió siendo niña en Roma— y Ninfa —quien nació en Palermo en 1594 y murió poco después y tras morir su madre de sobreparto—.

En 1608 Leonor María casó con su primo hermano, Manuel de Fonseca y Zúñiga, VI conde de Monterrey (1589-1653). El enlace fue consecuencia de una estrategia matrimonial promovida por su padre y por Baltasar de Zúñiga —tío de los contrayentes—, quienes pretendían un mayor acercamiento entre las casas de Olivares y Monterrey. Esa estrategia había comenzado el año anterior con la boda de su hermano, Gaspar de Guzmán, con Inés de Zúñiga, hermana del VI conde de Monterrey. Sin duda, el hecho de ser primo hermano y cuñado por partida doble del todopoderoso valido de Felipe IV condicionó la fulgurante carrera política del marido de Leonor María, iniciada a partir de la subida al trono del cuarto Felipe y que le llevará a ser embajador de obediencia ante Gregorio XV (1622), presidente del Consejo de Italia (1622-1653), consejero de Estado y Guerra, embajador en Roma (1629-1631) y virrey de Nápoles (1631-1637).

En 1628 los Monterrey partieron hacia Roma donde el conde fue nombrado embajador ante la Santa Sede. Allí Leonor María dio muestras de su mecenazgo literario favoreciendo al religioso de la orden de san Jerónimo don Juan de S. Esteban y Falces, quien le dedicó su libro publicado en Roma en 1630 y titulado Reliqvias de las consolaciones de Iesv Christo N.S. En la dedicatoria el literato afirma que había recibido de la Leonor María “tantas mercedes y favores, en tiempo de tantos torvellinos de tribulaciones” y que su obra había sido publicada gracias “a la protección” de su “grandeça y piedad”. Este libro no fue el único de temática religiosa que se le dedicó, pues con el tiempo el jesuita Juan Eusebio Nieremberg, quien llegó a ser su confesor, hizo lo propio en 1649 con su obra De la hermosura de Dios y su amabilidad por las infinitas perfecciones del ser divino.

En mayo de 1631 los Monterrey se instalaron en Nápoles donde el conde había sido nombrado virrey. Según indican varias fuentes de la época Leonor María tuvo un papel importante en el gobierno del Reame. Además, participó activamente en la vida religiosa de la ciudad, especialmente en los ambientes de religiosidad femenina, tal y como relató el capitán Alonso de Contreras en su Discurso de mi vida quien destacó la fundación por parte de la condesa del monasterio dominico de la Maddalena con la finalidad de ayudar a las mujeres españolas arrepentidas de su vida anterior como prostitutas que iniciaban un nuevo camino de salvación.

Estando en Nápoles, los Monterrey decidieron fundar en Salamanca un convento de monjas Agustinas Recoletas y una iglesia dedicados a la Concepción Inmaculada de María, conjunto edilicio bien estudiado por Ángela Madruga Real. La traza de esta imponente iglesia fue encargada a Cosimo Fanzago y la misma fue decorada con obras de algunos de los pintores más relevantes del momento como Giovanni Lanfranco, Massimo Stanzione o José de Ribera. Para la iglesia el escultor Giuliano Finelli realizó los soberbios retratos de doña Leonor y su marido, colocados en la actualidad en los laterales del altar mayor. De la traza del convento se ocupó Juan Gómez de Mora.

Del mecenazgo literario de la condesa en Nápoles son buena muestra algunos libros a ella dedicados como la traducción de la obra de Virgilio Malvezzi titulada Retrato del privado Christiano Politico Deducido de las acciones del Conde Duque realizada por Francisco de Balboa y Paz, publicada en Nápoles en 1635o la obra de Pedro Martínez de Herrera Príncipe advertido y declaración de las epigramas de Nápoles la víspera de san Iuan. Por otra parte, don Martín Miguel Navarro, secretario de cifra del virrey y también bibliotecario de los condes en Nápoles, le dedicó una composición poética titulada “A los años de doña Leonor de Guzmán condesa de Monterei i virreina de Nápoles”.

En agosto de 1637 la condesa sufrió un ictus que afectó a la parte derecha de su cara, especialmente al ojo y a esa zona de la boca, si bien, pronto tendrá una notable mejoría. En noviembre de aquel año, una vez finalizado el virreinato del conde, ambos iniciaron su viaje de vuelta a Madrid tras una estancia de diez años en Italia. Leonor María y su marido llegaron a la Villa y Corte a finales de agosto del año siguiente tras pasar un tiempo en Roma, Florencia y Génova en el que el conde debió atender diferentes asuntos de gobierno.

A su vuelta realizaron importantes obras de mejora en la casa-jardín del Prado Viejo de San Jerónimo que habían adquirido en 1626 y colocaron en ella buena parte de su importante colección artística traída de Italia en su mayor parte. Esta intervención en la propiedad consistió, fundamentalmente, en la reordenación y mejora del jardín y de la gruta, en obras de ampliación de la vivienda principal y en la construcción de una galería ex novo que fue encargada a Juan Gómez de Mora. Afortunadamente, nos ha quedado abundante documentación sobre el conjunto edilicio e, incluso, una descripción en verso realizada por el criado del conde, Juan Silvestre Gómez.

En cuanto al aspecto físico de la condesa nos han quedado algunos testimonios relevantes. Sabemos por una carta que dirigió a la abadesa del convento salmantino fundado por los condes que el pintor Diego Velázquez la retrató. Se conserva un retrato suyo de gran calidad —tal vez una copia de aquel original— en una colección particular del que deriva el que aparece en libro publicado en Nápoles en 1631 por G. Bernardino Giuliani titulado Descrittione dell’Apparato fatto nella festa di S. Giovani dal fedelissimo popolo napolitano. Además, en la iglesia del convento de Salamanca se conserva el magnífico retrato idealizado realizado en mármol por Giuliano Finelli en el que la condesa aparece arrodillada y con un rosario en las manos.

Finalmente, Leonor María falleció en Madrid el 4 de diciembre de 1654 y sus restos mortales reposan, junto a los de su marido, en el interior del convento de monjas Agustinas Recoletas de Salamanca.

 

Bibl.: A. Madruga Real, Arquitectura barroca salmantina. Las Agustinas de Monterrey, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1983; J. H. Elliott, El conde duque de Olivares. El político en una época de decadencia, Barcelona, Crítica, 1990; Á. Rivas Albaladejo, Entre Madrid, Roma y Nápoles. El VI conde de Monterrey y el gobierno de la Monarquía Hispánica (1621-1653), tesis doctoral, Barcelona, Universitat de Barcelona, 2015; Á. Rivas Albaladejo, “Leonor María de Guzmán (1590-1654), VI condesa de Monterrey, de Embaxatriz en Roma a virreina de Nápoles”, en D. Carrió-Invernizzi (dir.), Embajadores culturales. Transferencias y lealtades de la diplomacia española de la Edad Moderna, Madrid, UNED, 2016, págs. 288-319; J. Ponce Cárdenas y Á. Rivas Albaladejo, El jardín del conde de Monterrey. Arte, naturaleza y panegírico, Salamanca, Delirio, 2018; Á. Rivas Albaladejo, “Arte y Poesía en el Madrid de Felipe IV: Juan Silvestre Gómez y la descripción de la galería del VI conde de Monterrey”, en Creneida. Anuario de Literaturas Hispánicas, 9 (2021), págs. 115-164.

 

Ángel Rivas Albaladejo

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