Guzmán, Enrique de. Conde de Niebla (II); señor de Sanlúcar (V). Sevilla, IX.1375 – Gibraltar (Cádiz), 1436. Noble.
Hijo de Juan Alonso de Guzmán, I conde de Niebla, y de Juana de Castilla, sobrina de Enrique II. Al morir su padre en 1396, heredó el condado de Niebla y el señorío sobre Sanlúcar, Trebujena, La Algaba, Bollullos, Chiclana, Conil y Vejer. Sin embargo, su padre separó a Ayamonte, Lepe y La Redondela del mayorazgo establecido en 1371 para crear un señorío propio a su hijo segundo, Alonso. Esta segregación se hizo con el consentimiento de Enrique, aunque éste lo hiciera forzado por las circunstancias y sólo por obediencia al deseo paterno. La tendencia de Alonso a reafirmar su autonomía, que Enrique interpretaba como simple ingratitud, acabó deteriorando las relaciones entre ellos. Según Barrantes, el II conde de Niebla nunca quiso reclamar lo que pensaba que le pertenecía por no faltar a la palabra dada a su padre, pero los problemas con su hermano, sobre todo a partir de 1418, preludiaron el conflicto entre las dos líneas de la casa que se produjo tras su fallecimiento.
Otra importante cuestión que se suscitaba a la muerte del I conde de Niebla era la agria disputa por el dominio de Sevilla. Desde 1392 se produjeron choques entre los Guzmán y los Ponce de León, primeros en la larga rivalidad entre estas casas, pero la situación empeoró en 1398, con luchas callejeras y continuas violencias en medio de una profunda degradación de la vida política y de la moral pública.
Sólo la intervención personal de Enrique III, ya en 1402, puso coto al desgobierno. Ordenó la suspensión del Cabildo municipal durante siete años, nombró un corregidor y llegó a detener al conde de Niebla y al señor de Marchena para luego obligarles a salir de la ciudad. La muerte del Rey en diciembre de 1406 provocó la anulación de estas medidas al año siguiente, pero el inmediato comienzo de la guerra contra Granada permitió un momentáneo olvido de las rencillas internas.
En 1407 Enrique de Guzmán formó parte, sin llegar a distinguirse, de la hueste que tomó Zahara y fracasó ante Setenil. Su participación en el asedio de Antequera, en 1410, fue más relevante. El 11 de julio acaudilló una importante incursión sobre territorio enemigo que llegó hasta una legua de Málaga, y luego permaneció todo el verano colaborando en el cerco.
Tomada la ciudad el 17 de septiembre, el infante don Fernando le ordenó la captura de las fortalezas cercanas de Aznalmara y Xébar, con objeto de asegurar el dominio de la plaza. En octubre asumió la defensa del sector fronterizo de Jerez, desde donde debía hostigar a los moros de la zona de Gibraltar.
A partir de 1414 surgieron en Sevilla nuevos episodios banderizos que enfrentaron a Pedro de Stúñiga, señor de Gibraleón, con Alonso Pérez de Guzmán, hermano de Enrique, quien, consciente del peligro que suponía el creciente poder de los Stúñiga, apoyó al señor de Ayamonte y Lepe. La tensión llegó a su punto culminante en 1416, con incidentes continuos y movilización general de partidarios, pero desde 1418 se produjo el cambio de actitud del conde de Niebla con su hermano y los bandos sevillanos se perdieron en las sinuosidades de la política general del reino.
El fallecimiento de doña Catalina, madre y tutora de Juan II, en junio de 1418 dio paso al predominio de los infantes de Aragón, Enrique y Juan, pronto enfrentados entre sí. Enrique de Guzmán se inclinó por el primero, aunque por poco tiempo y evitando compromisos excesivos. En adelante se abstendría de una participación activa en la política general del reino y concentraría toda su energía en el ámbito regional y local, en el que el predominio sobre Sevilla era el asunto primero. A lo largo de los años veinte se reprodujeron los problemas con los Ponce de León, aunque en tono menor, y hubo de hacer frente a las reclamaciones de la propia ciudad sobre el Campo de Andévalo, el cual formaba parte del condado de Niebla.
Unos años antes, en 1418, el conde de Niebla había adquirido los derechos señoriales sobre Canarias que pertenecían a Juan de Bethencourt. Por entonces estaban conquistadas Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro.
Esta compra debe relacionarse con el creciente interés que despertaba en Sevilla la explotación de los recursos atlánticos y con las facilidades que para ello podía esperar quien, como el conde, dominaba un amplio sector de la costa andaluza. Sin embargo, en 1420 el sevillano Alfonso de las Casas consiguió de Juan II los derechos de conquista de las islas no ocupadas, lo que reducía las posibilidades condales a las menos atractivas del archipiélago. El pleito subsiguiente se saldó en 1430 con un acuerdo por el que Enrique de Guzmán recibió 5.000 doblas de oro a cambio de la renuncia completa a las islas. Esta solución no liquidó el interés de la casa de Niebla por los asuntos atlánticos.
Desde esas mismas fechas Castilla volvía a prepararse para la guerra contra Granada. A las inevitables escaramuzas iniciales sucedió, en el verano de 1431, una gran campaña que culminó en la victoriosa batalla de La Higueruela, a la vista de Granada, el 1 de julio. En la vanguardia castellana formó aquel día el conde de Niebla, quien participó en lo más intenso del combate. Sus servicios en esos días fueron premiados en 1432 con el señorío de Garrovillas de Alconétar, sobre el Tajo, más el castillo de Rochafrida.
Sin embargo, la guerra que comenzaba con tan buenos resultados para Enrique de Guzmán acabaría siéndole funesta. Al tener noticia en 1436 de que los moros habían descuidado la guarda de Gibraltar, decidió intentar su conquista. Para ello preparó una flota y se embarcó en Sevilla con muchos de sus hombres, mientras que enviaba por tierra a su hijo Juan con mayor ejército. La idea era efectuar un doble asedio, terrestre y marítimo, que permitiera asaltar la ciudad por ambos extremos. El desembarco desde las galeras, mandado por el conde en persona, no se preparó bien y la resistencia de los moros obligó a una vuelta apresurada a las barcas cuando la marea, muy crecida, lo estorbaba. Aunque el conde se puso a salvo, su intento de rescatar a algunos caballeros de su casa se saldó con el anegamiento de su barca y su muerte en medio del desastre general. El cadáver quedó en poder de los moros, quienes lo metieron en una caja y lo tuvieron colgado de la torre de La Calahorra hasta la conquista de 1462. Su hijo Juan labró entonces una capilla en esa misma torre y allí se le depositó.
Enrique de Guzmán casó en dos ocasiones: la primera, en 1402, con Teresa de Figueroa, hija de Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de Santiago, y de María de Orozco, de la que tuvo a Juan, que le sucedió, y a María. Casó luego con Violante de Aragón, hija del rey Martín de Sicilia, príncipe de Aragón, pero este matrimonio fracasó y el conde, teniéndolo por nulo, capituló un tercero en 1428 con Isabel de Mosquera, de quien tuvo otros dos hijos. También tuvo, al menos, otros dos hijos bastardos.
El cronista de la casa de Niebla, Pedro Barrantes Maldonado, dejó el siguiente retrato moral de Enrique de Guzmán: “[...] era manífico en sus cosas, cortés, graçioso con todos, grand gastador, honrrador de los buenos, e hazía liberalmente por los que a él se encomendavan. Era muy buen ginete e muy dado a aquel exerçiçio, costoso en los arreos e atavíos de lo que en aquel tiempo se usava; su casa muy poblda de muchos cavalleros muy prençipales, y llevavan dél acostamiento muchos señores de vasallos del Andaluzía [...]; porque como el conde de Niebla era deçendido de real sangre, preçiavase de sí e de su casa, e de tener grandes cavalleros, a quien dava grandes partidos.
Fue muy montero y caçador, deseoso toda su vida de guerrear a los moros [...]”.
Bibl.: D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla metrópoli de la Andalucía, Madrid, Imprenta Real, 1795 (ed. facs. con índices de J. Sánchez Herrero et al., vols. I y II, Sevilla, Guadalquivir, 1988); P. Barrantes Maldonado, Ilustraciones de la Casa de Niebla, Madrid, 1857 (Cádiz-Sanlúcar de Barrameda, Universidad- Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, 1998); P. de Medina, Crónica de los Duques de Medina Sidonia, Madrid, 1861; F. Pérez de Guzmán, Crónica de Juan II, Madrid, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles, LXVIII); M. A. Ladero Quesada, Andalucía en el siglo xv. Estudios de historia política, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973; A. García de Santa María, Crónica de Juan II de Castilla, ed. de J. de M. Carriazo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1982; R. Sánchez Saus, “Los señores de Ayamonte y Lepe: Guzmanes y Stúñigas en el siglo xv (1396-1454)”, en Huelva en su historia, 2 (1988), págs. 161-174; Linajes sevillanos medievales, Sevilla, Guadalquivir, 1991, 2 vols.; P. López de Ayala, Corónica de Enrique III, ed. de C. L. Wilkins y H. M. Wilkins, Madison, 1992; J. L. Carriazo Rubio, La Casa de Arcos entre Sevilla y la frontera de Granada (1374- 1474), pról. de M. González Jiménez, Sevilla, Universidad, Fundación Focus-Abengoa, 2003.
Rafael Sánchez Saus