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Giovanna de Austria

Biografía

Austria, Giovanna de. Nápoles (Italia), 11.IX.1573 – Nápoles (Italia), II.1630. Noble.

Giovanna de Austria fue la segunda hija natural del condotiero, hijo ilegítimo de Carlos V, don Juan de Austria. La pequeña nació de la relación del príncipe con la aristócrata sorrentina Diana Falangola. Se conocieron en Nápoles, en ocasión de las fiestas que la ciudad ofrecía al condotiero, que había obtenido para la monarquía la victoria en Lepanto al regreso de las guerras del Mediterráneo. Tuvieron una relación que, lejos del ámbito privado, llegó a involucrar a muchos hombres del rey, incluso a Antonio Perrenot Granvela, quien se encargó de resolver una cuestión que provocaba malestar a Felipe II. De hecho, la gravidez de Falangola se convirtió en un escándalo y para acallarlo se decidió apartarla de su familia, entregándola a las monjas napolitanas de Santa Patrizia. El cardenal Granvela, entonces virrey de Nápoles, se mostró a favor de esta elección. Pero tal decisión pronto llamaría la atención del arzobispo Carafa, que la consideró como una gran intromisión en cuestiones eclesiásticas. Sobre todo, porque su actividad clerical se concentraba en la reforma de los monasterios femeninos y en la aplicación de los dictados tridentinos, que eran hostiles a las autoridades civiles del reino. Entre los dos se abrió, por tanto, una brecha cuyo eco llegó a la curia romana, a la que puso fin el favor acordado con el virrey a condición de que los sólidos preceptos de Carafa no se aplicaran antes de las nuevas disposiciones. Desde entonces, el virrey no dejó de interceder en defensa de la causa de la pequeña, junto a Margarita de Parma, duquesa de Parma y de Placencia, y hermana de don Juan, a la que ya anteriormente, el príncipe le había recomendado los frutos de sus naturales desórdenes. Así pues, Giovanna, a los pocos días de nacer fue acompañada a la corte de Aquila de Madama de Parma, donde creció junto a su tía y a sus primos Odoardo, futuro cardenal, y Margarita, hijos de Alejandro Farnese y María de Portugal.

Don Juan no conoció a su hija hasta 1575, camino de Aquila mientras iba en peregrinación a Loreto, aunque fueron numerosos los intentos de Margarita para que mostrase atención hacia la hija. Él le envió cartas en que declaraba que sentía extraña a él la condición de padre. Este comportamiento cambió cuando –cómplice de la exacerbación de la problemática de los Países Bajos– creció su afecto hacia la pequeña, cuyo destino dejó en manos ajenas, como sucedió con su otra hija María Ana –abadesa de Las Huelgas de Burgos y protagonista de los amoríos del Pastelero de Madrigal, fruto de la relación avenida con María de Mendoza en 1568–, a la reina de España por medio del secretario Escobedo.

Tras la muerte de don Juan en 1578 y el regreso de Margarita de Parma a Flandes, Felipe II ordenó el ingreso de Giovanna en el monasterio napolitano de Santa Clara, lugar elegido para el ejercicio del monacato de las representantes de la primera aristocracia del reino. Así pues, el 20 de enero de 1580 la pequeña llegó allí acompañada por el virrey Juan de Zúñiga y su consorte, la princesa de Pietraperzia, Dorotea Barresi. Se trataba de una elección temporánea, al menos en los planes de Margarita y del virrey, que consideraba arriesgada la decisión de mantener a la joven en el reino, donde habría podido convertirse en peón de la nobleza lugareña, y esperaba poder llegar a crear un vínculo sólido con la Corte y con el soberano.

Repetidas veces Zúñiga se dirigió al rey con la intención de que llamase a Giovanna a Madrid. Sin embargo, el soberano rechazó las peticiones de Margarita y de Granvela al no considerar conveniente que el fruto de una relación clandestina residiera en la Corte. Sin embargo, Margarita, muy unida afectivamente a su sobrina, se ocupó de su educación a distancia eligiendo para ella una formación adecuada a su rango de princesa de la casa de los Austrias, que prestaba mucha atención a las necesidades del gobierno y especialmente a la escritura. El médico aristotélico Girolamo Provenzale las atrajo hacia sí ejerciendo de preceptor con el desacuerdo general de los altos cargos del monasterio, que consideraban esos preceptos inadecuados y peligrosos para la elección monástica futura de la joven.

Pero Giovanna no deseaba ingresar como monja viviendo, a su pesar, en el monasterio dieciocho años, un dilatado lapso que le sirvió de trampolín para el desempeño de cargos en el poder. Copiosa fue, en efecto, su actividad en la búsqueda de favores, apoyada por una abundante correspondencia dirigida a Felipe II y a los miembros de la familia real, en particular a las infantas, Catalina Micaela e Isabel Clara Eugenia. Fue entonces cuando en ocasión del matrimonio de esta última, en edad tardía, le pidió al rey con fervor que la dejara salir de Santa Clara para dirigirse a Madrid o a Flandes con Isabel Clara. Una opción apoyada a su vez por el archiduque Alberto de Austria, portavoz en Madrid.

Era evidente, por tanto, el rechazo de la vida monástica por parte de la joven, que anhelaba vehementemente disfrutar de su autodeterminación, lo que la movió a reclamar la opción del matrimonio. Se insertó en este escenario el proyecto nupcial con el bisnieto del papa Sixto V, Michele Peretti. Ello supuso la posibilidad para Felipe II de fortalecer el vínculo entre la Santa Sede y la monarquía en una fase política de acercamiento entre Roma y Venecia, y la nueva amenaza francesa. Por el contrario, establecer un vínculo con Peretti significaba volver a barajar las cartas tejiendo nuevas alianzas diplomáticas. La negociación tuvo lugar entre la corte pontificia, Nápoles y Madrid de la mano del conde Olivares y del duque de Miranda, virrey de Nápoles desde 1586 a 1595. Un asunto muy delicado desde que Francisco I Médici se opuso al matrimonio, preocupado por el resultado de la negociación. Mientras tanto, sin embargo, el interés de Sixto V se dirigía a su vez a Margherita Covazzi de la Somaglia, candidata bien aceptada en Francia. El curso de la negociación duró meses y no se concluyó hasta la muerte del pontífice en 1590. El conde de Miranda en relación con el fracaso del enlace matrimonial consideró la negativa como un inconveniente dada la proveniencia de la señora y, dirigiéndose al rey, afirmó como: “parece fuerte caso que tenga V.M. necesidad para atraer a su servicio al Cardenal Montalto de dar una sobrina suya a su hermano […], que en vida de Sixto su tío se pudiera esto disimular mejor”. Estaba claro que desde Madrid se observaba al cardenal Montalto y se tuviera la certeza de que su influencia se habría prolongado más allá del papado de su tío.

Otro proyecto fue emprendido a partir de 1598 y se dirigió asimismo a la consolidación de las relaciones entre la corte madrileña y la romana. Tras las tensiones entre el gobierno de Sixto V, se fortaleció la red diplomática, que pretendía reforzar el frente hispánico en la curia pontificia. Se insertó en este escenario el nombramiento del cardenal de Octavio Parravicini que, en 1598, a la muerte de la duquesa Urbino Lucrecia d’Este, propuso Giovanna de Austria a Bernardo Olgiati como consorte del duque Francisco María II de la Rovere. La correspondencia entre el conde de Olivares y el duque de Sessa restituye sus fases, otra compleja negociación que fracasó ante la falta de un acuerdo sobre la asignación de la dote.

Después de estos eventos, Giovanna volvió a solicitar su visita a la infanta Isabel Clara. Era evidente que con la sucesión en el trono de Felipe III su estado anterior retrocedería. Hasta 1603 no concluiría la negociación del matrimonio con Francesco Branciforte, miembro de la aristocracia titulada del reino de Sicilia y personalidad conocida en Madrid, donde vivió con su abuela en la Corte, la aristócrata Dorotea Barresi y su marido Juan de Zúñiga, mayordomo mayor y ayo del príncipe Felipe. Son interesantes las negociaciones que se llevaron a cabo en esta unión, que apoyó el padre de Francesco, Fabrizio Branciforte, en virtud de su amistad con el duque de Feria, virrey de Sicilia y miembro del círculo del duque de Lerma. Llevar a Sicilia a la hija de don Juan, además del patrimonio aportado a la dote de la princesa, con una nobleza del reino sometido a un endeudamiento general, representaba un dato inmaterial de gran importancia, ya que se unía a la memoria de Lepanto y de su príncipe condotiero, y evocaba con fuerza el papel que tuvo Sicilia en la gran victoria de la monarquía contra el turco.

La pareja se estableció lejos de Palermo, en Militello, una localidad conocida por el recuerdo de la familia de Branciforte. En este lugar ambos se esforzaron por llevar a cabo un proyecto de reforma urbana, promocionando la participación de numerosas órdenes e inaugurando un esplendoroso periodo artístico y cultural, según pone de manifiesto el proyecto de llevar a un pequeño centro feudal de la Sicilia agrícola una biblioteca que albergaba alrededor de 10.174 textos. Esta fue una referencia importante considerando que Francesco Branciforte había vivido en Madrid en el momento en que tomaba forma el proyecto de la biblioteca de El Escorial. Los dos emprendieron iniciativas culturales importantes atrayendo a su corte personalidades de relieve como es el caso de Pietro Carrera, el conocido autor del tratado del ajedrez que tanta difusión tuvo en toda Europa. La obra de Carrera vio la luz en la imprenta que instalaron los príncipes en su corte. Los intereses de la pareja giraron en torno a temas muy variados, desde el teatro español hasta la música, la composición de piezas teatrales, incluyendo intereses científicos del gusto de Branciforte, aficionado a la observación astronómica y a la construcción de objetos de medida de los astros en su destilaría, un verdadero laboratorio científico. La vida del castillo suscitó admiración por parte de las más importantes academias de la época, como la de los Agghiacciati, patrocinada por Branciforte. Militello, por tanto, gracias a los príncipes entró a formar parte del círculo cultural europeo.

Este periodo fue breve y terminó en 1622 cuando Branciforte murió camino de Messina mientras se apresuraba a acoger con su séquito al virrey Manuel Filiberto de Saboya. Desde aquel momento las hostilidades hacia los miembros de la familia del marido marcaron la vida de Giovanna y de Margarita, única hija de la pareja, ya que las otras dos, Flavia y Caterina, murieron en la niñez. Fue Giovanna –ya viuda–, con la ayuda de su hermanastra María Ana, cercana al rey en Madrid, quien decidió el matrimonio entre Margarita y Federico Colonna, miembro de esa importante familia romana, príncipe de Paliano, y futuro virrey de Valencia. Ambos se casaron el 13 de octubre de 1624 en Monreal. Pero la llegada de Colonna a la isla no tuvo una acogida favorable por parte de la aristocracia del reino, que temía con su llegada una alteración de los equilibrios políticos internos. La hostilidad con los Branciforte, que pedían la sucesión en los estados del difunto Francesco, marqués de Militello, y el clima hostil dominante ante la llegada de Colonna, indujeron a un alejamiento progresivo de la relación de Giovanna y Margarita con la isla a favor de una participación asidua en el ámbito napolitano, donde Giovanna mandó la construcción de la iglesia de Santa María de la Victoria en Chiaia, un proyecto destinado a conmemorar al padre, don Juan, y a sacralizar su pertenencia a la casa de Austria. La princesa murió en la capital partenopea en 1630.

 

Bibl.: A. Bianchi, Relatione della pomposa intrata della Serenifs. Sig. D. Giovanna d’Austria nella città di Palermo, Palermo, Tipografia di Giovanni Antonio de Franceschi, 1603; V. Natale, Sulla storia de’ letterati ed altri uomini insigni di Militello nella Valle di Noto, Napoli, Tipografia di Francesco Del Vecchio, 1837; B. Capasso, Il Tasso e la sua famiglia a Sorrento ricerche e narrazioni storiche, Napoli, stamperia fratelli De Luca, 1866; C. Piot, Correspondence du Cardinal de Granvelle (1565-1583), vol. VII, Bruxelles, Académie Royale des sciences - Imprimeur del lettres et des beaux-arts de Belgique, 1893; G. Maiorana, Le cronache inedite di Filippo Caruso, Catania, Officina Tipografica V. Giannotta, 1916; A. Valente, “Donna Giovanna d’Austria”, en Studi di storia napoletana in onore di Michelangelo Schipa, Napoli, I.T.E.A., 1926, págs. 459-471; L. Scalisi, “L’eredità dei Branciforti. Conflitti politici e strategie di successione in una casata aristocratica siciliana agli inizi del Seicento”, en Clio, 33, 3 (1997), págs. 371-400; I. Mauro, “Una pedina sorrentina alla corte dei viceré: Diana Falangola, ‘dama delle più nobili e distinte di Napoli e delle più belle d’Italia’”, en La terra delle sirene, 26 (2017), págs. 9-26; I. Mauro y V. Manfré, En tierra ajena, lexos de mi rey, Giovanna d’Austria, entre la corte de Felipe III y la de los virreyes de Nápoles y Sicilia, in Apariencia y Razón en el Reinado de Felipe III. Las artes y la arquitectura al servicio de un nuevo gusto, B. García García y A. Rodríguez Rebollo (eds.), Madrid, Doce Calles, 2019, págs. 275-314; S. D’Agata, La figlia della Vittoria. Vita, corte e relazioni di Giovanna d’Austria, Roma, Salerno Editrice, 2022.

 

Silvia D’Agata