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Juan Bautista Topete y Carballo

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Biografía

Topete y Carballo, Juan Bautista. San Andrés de Tuxtla, Veracruz (México), 24.V.1821 – Madrid, 29.X.1885. Marino y ministro (de Marina, Ultramar y Guerra).

Hijo y nieto de jefes de escuadra, Juan Bautista nació en el seno de una familia de brillantes marinos, originarios de Morón de la Frontera (Sevilla). Sus padres fueron Juan Bautista Topete y Viaña (1784- 1847) y Clara Carballo Romay, perteneciente ésta a la alta sociedad de Tlacotalpan, provincia de Veracruz. Su hermano mayor, Ramón (1819-1907), fue vicealmirante y bisabuelo por rama materna de José Ortega Spottorno. También su hermano menor, Ángel (1829-1886), alcanzó el almirantazgo. Juan Bautista Topete se casó con Joaquina Arrieta Genaten. Y sería tío del futuro almirante Pascual Cervera y Topete (joven teniente de navío en los años del Sexenio).

Juan Bautista Topete ingresó en la Armada a los quince años, en agosto de 1836, y ascendió al grado de alférez de navío en 1839. En los primeros tiempos de su carrera, efectuó gran número de viajes, adquiriendo una sólida instrucción y conocimientos prácticos. En 1841 obtuvo la Cruz del Mérito por salvar la vida de un tripulante caído al agua. En 1845 era ascendido a teniente de navío.

Aquel año su padre, Topete Viaña, salió elegido diputado a Cortes del Partido Moderado por el distrito de Morón; y al año siguiente fue designado ministro de Marina, Comercio y Gobernación de Ultramar (del 12 de febrero al 16 de marzo de 1846), en un efímero gabinete moderado presidido por el marqués de Miraflores. Mientras aquel mismo año, 1846, Topete Carballo pasó a América, al ser destinado a Cuba, donde permaneció tres años, al mando de la goleta Cristina. Posteriormente mandó la corbeta Mazarredo, con la que fue a la península italiana en la expedición organizada por Narváez contra la República Romana de 1849 y para devolver el poder temporal al papa Pío IX; en este caso, Topete embarcó como oficial de órdenes de la División Naval de Cataluña, Valencia e islas Baleares, por lo que tuvo a su cargo el complicado engranaje de la coordinación y bajo su mando estuvieron las fuerzas de desembarco que tomaron la ciudad de Terracina. Después mandó el bergantín Galiano en sus viajes a Cuba, así como el vapor Bazán. Precisamente por los servicios prestados teniendo a su mando el Bazán, fue nombrado en 1854 secretario interino de la Comandancia General de Guardacostas. Ascendido a capitán de fragata, en 1857 fue encargado de la división de buques pequeños destinados a perseguir el tráfico de negros bozales. Al año siguiente, en 1858, estuvo en México, con importantes comisiones, donde fue objeto de grandes agasajos. De regreso, le fue concedida la Cruz de Comendador de la Orden de Carlos III.

En agosto de 1859 pasó destinado a la Península a las órdenes del general nombrado para el mando de las fuerzas navales de África, con el cargo de mayor general (jefe de Estado Mayor) de dichas fuerzas. Así participó de forma decisiva en la expedición naval organizada por la Unión Liberal a las costas africanas (1860-1861). Por su destacada actuación mereció las Cruces de San Fernando y San Hermenegildo, una Medalla de Oro con que le distinguió el cuerpo de ingenieros de minas y el nombramiento de coronel de Infantería. En aquella guerra de África, sus relaciones con el presidente del Consejo Leopoldo O’Donnell fueron excelentes. De hecho, acabada la guerra y en premio, fue nombrado comandante del arsenal de La Carraca (Cádiz).

Poco después entró en la política, afiliándose al partido de la Unión Liberal, cuyo jefe era O’Donnell, con el que mantuvo buenas relaciones. Cádiz le dio sus votos para representarle como diputado en las Cortes de 1862, mientras mandaba el navío Rey Don Francisco de Asís, destinado a la instrucción de los alumnos de la Escuela Naval y de la marinería; con ello pudo desarrollar su menos conocida inquietud por la enseñanza naval militar.

En 1864 volvió al mar, siendo destinado a Montevideo al mando de la fragata de hélice Blanca. En el Pacífico tomó el vapor Jalea, del que se había apoderado la República del Ecuador, y se lo devolvió a Inglaterra, mereciendo ser premiado por ésta y por España. En la guerra entre España y las repúblicas de Chile y Perú (la Guerra del Pacífico), en la que luchó junto al brigadier Casto Méndez Núñez, tomó parte principal en el bombardeo de Valparaíso, así como en el combate de El Callao al mando de la Blanca, buque de madera con el que atacó las torres blindadas de la plaza (el 31 de marzo y el 2 de mayo de 1866), siendo gravemente herido en el último, pero recompensado con la Gran Cruz de Isabel la Católica por los méritos contraídos en la acción de Abtao, la Cruz del Mérito Naval por el combate de El Callao y el ascenso a brigadier (almirante) por méritos de guerra.

De regreso a Madrid, no fue tan bien acogido como esperaba, pues el gobierno moderado de Narváez miraba con prevención a sus oponentes políticos, incluidos los unionistas. Entonces fue nombrado capitán del puerto de Cádiz, en donde permaneció hasta el estallido de la Revolución de 1868. Desde este puesto, tomó parte muy activa en los trabajos preparatorios para la sublevación de la Marina, de acuerdo con Prim y Serrano Domínguez, convirtiéndose en uno de los más eficaces promotores de la Gloriosa. Según parece, exigió que el movimiento revolucionario se iniciara sólo cuando la Reina hubiera dejado Madrid por las costas cantábricas, a fin de que pudiera cruzar la frontera sin peligro. Era hombre de indudable arraigo en la Armada, como lo prueba la lograda y eficaz coordinación de aquel golpe, para el que consiguió convencer a la Marina. Con el pronunciamiento de 1868, Topete arriesgó su carrera. Sin embargo, sin la Marina, ese golpe habría carecido de la extensión a todo el Ejército, como así fue. Es más, hasta entonces la Marina se había mantenido al margen de los pronunciamientos del Ejército; en cambio, esta vez había ayudado no ya a una modificación gubernamental, sino al derrocamiento de un régimen y sus instituciones. En todo caso, Topete, más que un revolucionario, era un monárquico, que quería sustituir una Monarquía impopular por otra que gozara del apoyo de la nación.

Juan Bautista Topete tomó la entera responsabilidad del levantamiento y firmó la primera proclama revolucionaria a bordo de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz el 17 de septiembre de 1868, anunciando la rebelión de la Marina. De inmediato, envió el vapor Buenaventura para traer a la Península a los generales unionistas que estaban deportados en Canarias. Antes de que éstos llegaran a Cádiz, acudió Prim, y la escuadra sublevada intimó la rendición de la plaza, llevando como jefe superior a Topete. Secundados los marinos por la guarnición y el pueblo, el gobernador militar entregó la ciudad y se unió a los revolucionarios. A la llegada desde Canarias de Serrano y los demás generales deportados, siguió la publicación por éstos de un manifiesto más enérgico que el firmado por Topete. A éste se le obsequió con la presidencia de la Junta Provisional de Gobierno creada en Cádiz.

Con el triunfo de la Revolución, Topete ganó mucha fama y fue recibido en Madrid con entusiasmo popular. A pesar de ello, rehusó el ascenso a contralmirante que le fue ofrecido. A las pocas semanas de la Gloriosa, en una carta a su amigo Casto Méndez Núñez, en la que calificaba el movimiento de “revolución moral”, así daba Topete su testimonio: “La marina, al iniciar la revolución, ha prestado, a mi juicio, un eminente servicio al país [...] La Historia de ningún país registra una revolución tan radical, hecha con tan admirable orden y generosidad. [...] No ha habido ensañamiento, la bandera de la libertad ha estado íntimamente enlazada con la del perdón. Ha sido verdaderamente admirable la conducta de nuestro noble y generoso pueblo. [...] Para la destrucción, el país estaba preparado; para construir, hay que enseñarle, guiarlo”. (Cervera, 1979: 104-105).

En este nuevo período, Topete añadió a su faceta de marino, la nueva de político. Al constituirse el gobierno provisional, Topete fue designado para encargarse de la cartera de Marina, que sólo aceptó cuando Casto Méndez Núñez —héroe de la batalla de El Callao de 1866, a quien él propuso con insistencia— se negó a desempeñarla. Así pues, Topete fue ministro de Marina del 8 de octubre de 1868 al 22 de febrero de 1869, en el gobierno provisional de Serrano. Y luego, del 25 de febrero al 18 de junio de 1869, durante la presidencia del poder ejecutivo de Serrano y durante la regencia del mismo, del 18 de junio al 6 de noviembre de 1869. Y finalmente del 9 de enero al 20 de marzo de 1870. Desde este cargo, con una imaginación creativa probada, intentó la reconstrucción de la Marina y el mantenimiento de la vinculación de la Armada al nuevo régimen. Así su gestión se centró en dos decretos: el primero de supresión de los centros administrativos que estaban en vigor desde 1857 y constituían el todo orgánico del Ministerio de Marina; y, segundo, de creación de una Junta Provisional de Gobierno de la Armada, que habría de funcionar hasta la constitución de un nuevo Almirantazgo (que fue instituido en febrero de 1869); de presidente de ambos organismos actuó Topete, dotándolos de eficacia y eficiencia. Para ello redactó un proyecto de Ley Naval para ser presentado a las Cortes Constituyentes, que sólo quedaría en esbozo; el reglamento del Almirantazgo, que quedó promulgado el 18 de junio de 1869; y, además, estableció el Tribunal Supremo de la Armada. Topete tomó el modelo de Gran Bretaña, de manera que el Almirantazgo se arrogara el cometido técnico respecto a la legislación, mando y administración de la Marina, al margen de los cambios políticos y los diversos sistemas de gobierno. Asimismo, Topete dejó su huella en una serie de reformas, entre las que sobresalen el establecimiento de una Escuela Naval Flotante, con su reglamento y planes de estudio; la aprobación de otra reglamentación para los ingenieros de la Armada, así como para el Cuerpo de Sanidad y Eclesiástico; el desarrollo de la Infantería de Marina, que entendía llamada a operar en el futuro con el Ejército y a la que dio nuevas Ordenanzas; e igualmente la aprobación del Reglamento para la organización de la Artillería de la Armada, pues consideraba que no podía ser un Cuerpo de Estado Mayor. De su labor al frente del Ministerio, cabe mencionar, asimismo, sus esfuerzos para sofocar la insurrección de Cuba, pidiendo y obteniendo de las Cortes levas suplementarias con las que completar las dotaciones.

Madrid y Vic le eligieron diputado para las Constituyentes de 1869, Cortes en las que ya menguó su popularidad al declararse montpensierista, cumpliendo los compromisos contraídos, como hombre de la Unión Liberal. Entonces, Topete afirmó ser partidario de la candidatura al Trono español de Antonio de Orleans y Luisa Fernanda de Borbón. Eso hubiera significado una restauración borbónica disimulada, que Prim no estaba dispuesto a admitir; pero, sobre todo, esta opción no era aceptada por el Segundo Imperio francés, pues Luis Napoleón Bonaparte rechazaba de plano la posibilidad de tener a un Orleans reinando al otro lado de los Pirineos. Coherente con su discrepancia con Prim en esta materia, Topete se mantuvo al margen de la búsqueda de rey. Y en la sesión parlamentaria del 16 de noviembre de 1870, en la que se votó a los candidatos al Trono de España y salió elegido el duque de Aosta, Topete dio su voto a Montpensier. Por otro lado, cabe señalar que en esos años, Juan Bautista Topete fue el propietario del diario El País, que se publicó en Madrid en 1870-1871.

Además de ministro de Marina, Topete también lo fue de Ultramar, interino del 21 de mayo al 13 de julio de 1869. De igual modo, durante la Regencia de Serrano, Topete fue interinamente presidente del Consejo y ministro de Guerra en ausencia de su titular (Prim) del 26 de agosto al 21 de septiembre de 1869. Y luego, cuando el fatal atentado contra el general catalán, el propio Prim le pidió que asumiera la Presidencia del Consejo y los Ministerios de Guerra y Estado, cosa que Topete aceptó del 27 de diciembre de 1870 al 4 de enero de 1871, es decir, hasta la llegada del nuevo rey Amadeo. Accediendo a la invitación que le formulara un Prim moribundo, Topete presidió igualmente la comisión que fue a Cartagena a recibir al nuevo Rey de España, al que le manifestó: “El Regente del Reino me encargó una misión tan honrosa como inmerecida, esto es, salir al encuentro del monarca elegido por las Cortes constituyentes soberanas de la nación. Acepté respondiendo de la vida del rey con mi propia vida” (Cervera, 1995: 176). Sin embargo, él, que no había votado la candidatura del príncipe Amadeo de Saboya, prefirió no participar en el primer gabinete de esa Monarquía, gobierno de conciliación presidido por Serrano. No obstante, en 1871 ascendió a contra-almirante.

En los asuntos de Cuba, se mostró pesimista respecto a la posibilidad de su mantenimiento por España. En julio de 1871 afirmó: “Yo no seré reformista respecto a Cuba, porque es la única manera de conservar algún tiempo más aquella honrosa provincia”.

Y en noviembre de ese mismo año, anunció en las Cortes que algún ministro de la Revolución de Septiembre había propuesto la venta de Cuba, cosa que levantó la indignación de la Cámara, obligó a Ruiz Zorrilla a protestar a favor de la integridad nacional y a Figueras a solicitar que se abriese una indagación para averiguar el nombre del ministro que había formulado tal proposición.

A lo largo de la Monarquía saboyana, Topete gozó de la confianza y estimación de Amadeo, participando en diversos gabinetes. Su gestión estuvo encaminada a cuidar de que las reformas que había previsto para la Marina se llevaran a cabo, y en Ultramar a que prevalecieran sus convicciones anti-abolicionistas. Topete se opuso políticamente a las tendencias de los radicales de Ruiz Zorrilla, a los que combatió en los periódicos El Debate y El Gobierno. A la vez que no ocultó sus simpatías por las personalidades más conservadoras del partido constitucional. Así sería designado ministro de Ultramar del 21 de diciembre de 1871 al 20 de febrero de 1872, en el 4.º gobierno del rey Amadeo, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, en momentos en que la posición de las colonias era incómoda. E igualmente ministro de Marina del 26 de mayo al 13 de junio de 1872, durante el 6.º gobierno de la Monarquía saboyana, presidido por Serrano, a quien sustituyó interinamente (del 26 de mayo al 4 de junio), mientras llegaba del frente del Norte, en donde dirigía la lucha contra los carlistas. Las circunstancias del momento harían fracasar sus reformas en la Marina; de hecho, el nuevo Almirantazgo tendría una vida efímera, pues al caer Topete en 1873, su obra se disolvió. Su lealtad y adhesión al rey Amadeo se mantuvieron hasta el final, cuando —abandonados por todos— Topete dio escolta personal a los Monarcas a la hora de su salida de Madrid hasta la estación de tren que les conduciría a Portugal.

Durante la Primera República, Topete conspiró abiertamente para derribarla, siendo protagonista de la conjura del 23 de abril en Madrid, por lo que sufrió prisión militar. En efecto, fue encarcelado por breves días en la cárcel militar de San Francisco de dicha capital. Inmediatamente después se exilió a Francia por algún tiempo y luego permaneció alejado de toda actividad política hasta la disolución de las Cortes federales.

Con todo, durante las sublevaciones cantonales de Cádiz y Cartagena, al sumarse buena parte de la Marina a la insurrección, Juan Bautista Topete, acompañado por su hermano mayor Ramón y por el general Malcampo, fue a visitar al ministro de Marina del gabinete Pi, Federico Anrrich, para solicitar barcos a fin de ir a Cartagena a apoderarse de las fragatas sublevadas. El ministro republicano recibió mal el ofrecimiento y hubo discusiones violentas, sin conseguirse nada. Después, cuando el siguiente ministro de Marina Jacobo Oreyro firmó el decreto —refrendado por el presidente de la República Nicolás Salmerón— por el que se declararon piratas a esas fragatas sublevadas y, en menos de cuarenta y ocho horas, la fragata prusiana Friedrick Karl apresó al vapor Vigilante, los hermanos Topete volvieron a insistir, y tras otro violento altercado con el ministro, tampoco consiguieron nada. Tuvieron que conformarse con ser meros espectadores indignados.

Cuando el 3 de enero de 1874, Serrano se hizo cargo del poder ejecutivo, además de presidente del Consejo, en la fase denominada de República pretoriana (entre el golpe de Pavía y el pronunciamiento de Martínez Campos), Topete fue rescatado para la política y designado nuevamente ministro de Marina, cargo que desempeñó del 3 de enero al 13 de mayo de 1874, en la que sería su última etapa ministerial. Simultáneamente, marchó al norte de la Península con el mando de los batallones de Marina, ganando a la bayoneta las alturas de San Pedro de Abanto y Somorrostro. En una de las acciones en que tomó parte, según parece, las balas menudeaban a su alrededor y una le cortó la correa que sostenía la vaina de su espada. Por su comportamiento le fue concedida la Gran Cruz y la placa de San Hermenegildo. A su regreso a Madrid, Topete quedó fuera del gobierno que se organizó en septiembre de 1874, bajo la presidencia de Sagasta. Posteriormente, censuró de manera enérgica la sublevación militar de Sagunto, al considerarla “una rebelión que en último resultado no podía favorecer, si se propagase, más que al carlismo y a la demagogia, deshonrándonos además a los ojos del mundo civilizado” (Cervera, 1995: 218). Al ver triunfante la restauración borbónica, resolvió desligarse de toda actividad política, automarginándose de la vida pública y volver a la vida privada, pidiendo la exención del servicio, cosa que no le fue concedida, aunque se le dejó sin destino.

Restaurado Alfonso XII, Topete llegó a reconocerle, prestando su acatamiento al joven Rey, de quien recibió un título de senador vitalicio. Por Real Orden del 30 de septiembre de 1878, el vicealmirante Juan Bautista Antequera le nombró presidente del consejo y administración del fondo de premios para el servicio de Marina. Por antigüedad, se le promovió al empleo de vicealmirante en septiembre de 1880. Y el ministro de Marina Rafael Rodríguez Arias, el 29 de noviembre de 1883, lo designó vocal de la Junta de Reorganización de la Armada, en donde permaneció hasta su fallecimiento en 1885, año de la muerte también de Alfonso XII y del general Serrano Domínguez. En diciembre de 1886, el capitán general del departamento de Cádiz, Eduardo Montojo, dispuso que los restos del vicealmirante Topete Carballo fuesen depositados en el Panteón de Marinos Ilustres, orden que hasta hoy no se ha llevado a efecto.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, Expedientes personales, HIS-0463-08; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 42 n.º 11, 60 n.º 8, 61 n.º 10, 63 n.º 2 y 67 n.º 6; Archivo General de la Administración, ES.28005, 1.1.2.1.1.1.234.321.1, topográfico, 12, 52, CA, 19139.

Los diputados pintados por sus hechos, Madrid, R. Labajos y Cía., 1869-1870; P. del Mar, Algo sobre el Excmo. Sr. Dn. Juan Bautista Topete y compañeros reformadores de la Marina a fin de 1868, [s. l., 1869?]; J. Castro et al. (eds.), Los ministros en España desde 1800 a 1869, Madrid, Administración, Calle de Oriente, 1869-1870; F. de P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron desde 1700 a 1868, Madrid, Imprenta á cargo de J. López, 1873-1874; Gotell y Vilarrosa, Historia de la Revolución de Septiembre, Barcelona, Riera, 1875; A. Pirala, Historia de la guerra civil y revolución de Septiembre, Madrid, 1876; A. Bermejo, La estafeta de Palacio, Madrid, 1877; F. Calcagno, Diccionario biográfico cubano, Nueva York-La Habana, N. Ponce de León, 1878-1886; A. M. Segovia, Figuras y figurones, Madrid, Jaramillo, 1881-1882; P. Novo y Colson, La campaña del Pacífico, Madrid, Imprenta F. Montoya, 1888; M. Osorio y Bernard, Periodistas españoles del siglo XIX, Madrid, Imprenta y Litografía de J. Palacios, 1903-1904; A. Masriera, Barcelona isabelina y Barcelona revolucionaria, Barcelona, Editorial Políglota, 1926-1928; M. de Lema, De la Revolución a la Restauración, Madrid, Editorial Voluntad, 1927; M. Mestre Ghigliazza, Efemérides biográficas, México, D.F., Antigua Librería Robredo, J. Porrúa e Hijos, 1945; E. Esperabé de Arteaga, Diccionario Enciclopédico Ilustrado y Crítico de los Hombres de España, Madrid, Artes Gráficas Ibarra, 1956; J. Cervera Pery, Marina y política en la España del siglo XIX, Madrid, Editorial San Martín, 1979; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de historia de España, t. III, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pág. 783; A. Gil Novales (dir.), Diccionario biográfico del Trienio Liberal, Madrid, Ediciones El Museo Universal, 1991, pág. 644; J. Cervera Pery, Juan Bautista Topete: un almirante para una revolución, Madrid, Ministerio Defensa, 1995; J. R. Urquijo Goitia, Gobiernos y ministros españoles (1808-2000), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2001.

 

Isabel María Pascual Sastre

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