Cervera Topete, Pascual. Medina Sidonia (Cádiz), 18.II.1839 – Puerto Real (Cádiz), 3.IV.1909. Almirante de la Armada.
Nacido en Medina Sidonia, su padre, Juan Bautista Cervera Ferreras, maestrante de Ronda, había luchado en su juventud en la guerra de la independencia española, y su madre, Leonor Topete Peñalver, estaba directamente entroncada con la saga de los Topete, marinos nacidos en Villamartín.
Cursó sus estudios en el Colegio Naval Militar de San Fernando, donde fue nombrado brigadier por sus condiciones de mando y formalidad que acreditó desde muy joven, y recibió la Carta-Orden de guardia marina en 1855 embarcado en el vapor Velasco.
De la desorganización de la Marina en aquella época es referente el hecho de que tuvo quince trasbordos en los cuatro años de guardia marina. A bordo del navío Isabel II llegó al apostadero de La Habana, donde le atacó el vómito negro, pero gracias a los cuidados que le prodigaron en la quinta García de La Habana, pudo llegar al lazareto de Vigo en 1859. Activada su curación en plena guerra de África, embarcó en la fragata Princesa de Asturias de la escuadra del general Bustillo; de allí pasó al Vasco Núñez de Balboa y por último a la fragata Perla que mandaba su tío Ramón Topete donde lo examinaron para alférez de navío con gracia de seis meses de adelanto, atendiendo a las excelentes notas e informes de sus comandantes.
El 30 de enero de 1860 comienza su vida de oficial con una excelente reputación adquirida en el trabajo de los barcos. Pide pasar a la escuadra de Filipinas y lo embarcan en la goleta Valiente, donde tras un viaje borrascoso por el Cabo de Buena Esperanza participa en la campaña militar de Mindanao, que habría de valerle el ascenso extraordinario a Casto Méndez Núñez, y en compañía del que, de almirante, sería su infortunado compañero, Patricio Montojo.
Mandó el cañonero Taal en la división naval del sur de Mindanao; ejecutó meritorios trabajos hidrográficos desde el Reina de Castilla en el Archipiélago joloano y obtuvo el mando del cañonero Prueba. De regreso a la península fue destinado al navío Francisco de Asís y vapor Isabel II. No participó en la revolución de septiembre de 1868 a pesar de que su tío el brigadier Juan Bautista Topete, al que quería entrañablemente lo nombró mayor general del departamento de Cádiz, siendo el más joven de España en su cargo, a instancias del capitán de navío Mac-Crohon que tenía del joven marino el mejor concepto.
Al ascender a teniente de navío de primera, lo destinan a la escuadra de las Antillas y embarca para La Habana en febrero de 1869. Mandaba las fuerzas navales de aquel apostadero el contralmirante José Malcampo que lo conocía de Filipinas, confiriéndole el mando de la goleta Guadiana y sucesivamente el cañonero Centinela, fragata Lealtad, cañonero Pelícano.
En todos estos buques suple con su celo las penurias situacionales con mantenidas escaramuzas contra las guerrillas cubanas.
Vuelto a España ocupa el destino de ayudante mayor del Arsenal de la Carraca para tomar poco tiempo después el mando de la corbeta Villa de Bilbao, escuela de guardia marinas. En abril de 1873 asciende a capitán de fragata y lo destinan a Filipinas, pero graves acontecimientos le impiden desembarcar. Don Amadeo de Saboya ha abdicado del trono de España falto de su principal mediador, el general Prim, y amargado por la indiferencia de los españoles. Se ha proclamado la República sostenida por taifas de los más diversos idealismos. El 5 de julio era angustiosa la situación en el departamento de Cádiz, muy minado por la fiebre cantonalista, por lo que el 20 se repliega a la Carraca la fuerza leal de Infantería de Marina, arrastrando a un acobardado capitán general. Al enterarse Cervera de estos sucesos, pide el traslado al arsenal de la Carraca, donde lo invisten de ayudante mayor, y en unión del jefe de Infantería de Marina, Olegario Castellani, sube a los buques a punto de sublevarse; arenga a sus dotaciones, restablece la disciplina y es, en suma, el alma de aquella memorable defensa.
Terminados estos hechos, el Gobierno central le encarga otra peligrosa misión cual es la de forzar el puerto de Cartagena, burlando la escuadra cantonal para entregar al almirante de la escuadra inglesa allí surta, los diplomáticos designados para tratar del rescate de las fragatas mantenidas por los cantonales.
Cervera se incautó de una pequeña goleta, la Prosperidad, que hizo pasar por buque francés, realizó su misión y volvió sin novedad, habiéndose encontrado durante gran parte de la noche fondeado entre buques cantonales de gran porte y castillos guarnecidos por fuerzas sublevadas.
Por estos hechos fue recompensado con la Cruz de la Marina de la Diadema Real y el título de Benemérito de la Patria concedido por las Cortes republicanas por Decreto de 11 de agosto de 1873.
Volvió al apostadero de Filipinas en febrero de 1874 y el almirante Juan Bautista Antequera, que se hallaba en Zamboanga operando contra los moros joloanos, le designó para el mando de la corbeta Santa Lucía, donde ejecutó una campaña de plena eficacia en las islas de Mindanao y Joló, combatiendo la piratería con la destacada acción naval de Patean junto a los cañoneros Bulusuan y Samar. Cuando finalizó el bloqueo de Joló, pasó a mandar la división de cañoneros organizada al sur de Mindanao contra el famoso Datto Utto. Actuó en una misión hidrográfica a bordo de la corbeta Wad Ras y a bordo nuevamente de la Santa Lucía terminó la campaña de Joló junto al almirante Malcampo, capitán general de las islas.
En abril de 1876 fue nombrado primer gobernador político militar del archipiélago con el grado de coronel de Infantería de Marina por la labor de Joló.
Agotado por tan intenso trabajo y amenazada temporalmente su fuerte naturaleza, regresó a España en enero de 1877.
Una serie de destinos de muy distinto corte que los desempeñados hasta ahora y de los que no puede decirse saliera de ellos muy satisfecho, le acompañan en su carrera; fue inspector de la construcción del acorazado Pelayo y su primer comandante, pero cuando observó que por desidia burocrática no se le montaba la prevista artillería al buque, pidió el retiro causando tal conmoción en la Armada y en el país, que hasta la Reina Regente le rogó por medio de su ayudante, el contralmirante Catalá, que retirase la petición, a lo que Cervera conmovido por sentimientos de lealtad accedió.
La alta estima manifestada por doña Cristina fructificó en su destino como ayudante en el Cuarto Militar del Rey hasta su ascenso a capitán de navío de primera en noviembre de 1891 y tras la quiebra de los astilleros del Nervión en los que se estaban construyendo los tres cruceros tipo Oquendo del plan naval de Rodríguez de Arias, lo pusieron al frente de la dirección técnico-administrativa de los mismos tras su incautación por el Estado. Ingrata tarea en la que tuvo que afrontar momentos muy difíciles.
Ministro de Marina en un Gabinete Sagasta en 1892, por su honradez y rectitud hubiera podido ser un buen gestor del Ramo, si no hubiese tropezado con las maquinaciones e intrigas políticas que por su carácter y manera de ser desconocía en absoluto, y dimitió del cargo cuando vio que el presidente Sagasta no cumplía su promesa de mantener el presupuesto de Marina. Pasó a conocer la profundidad del poderío de la industria norteamericana y el crecimiento de su flota.
Tras un breve paso por el arsenal de la Carraca, ya en el empleo de contralmirante, en febrero de 1896 es nombrado almirante jefe de la Escuadra de Operaciones al frente de la cual se encontrará el 3 de julio de 1898 en el combate de Santiago de Cuba, inmolado por las órdenes de un Gobierno que no quiso o no supo ver las consecuencias de una política equívoca y desafortunada de la que repetidamente había advertido el almirante. Los hechos han sido ya suficientemente conocidos, y valorados en la interesantísima Colección de Documentos publicada por Cervera un año después del desastre, expuestos con toda rigurosidad y crudeza.
Vicealmirante (hoy equivalente a almirante) por antigüedad en 1903 fue nombrado jefe del flamante Estado Mayor de la Armada por el ministro Sánchez de Toca y aunque su permanencia fue efímera resultó provechosa en el estudio de planes y proyectos. Suprimido el cargo por un nuevo Gobierno de diferente matiz político, Cervera fue nombrado consejero del Supremo de Guerra y Marina, de donde pasó a la Capitanía General de El Ferrol en abril de 1905, prestando excelentes servicios hasta dos años más tarde.
Todavía le quedará un nuevo cambio de destino en la capital del reino en la presidencia de la Junta para la adjudicación de los buques del proyecto de creación de una nueva escuadra en 1908. El sufrido almirante apenas pudo desempeñar el cargo, pues resentida gravemente su salud pidió el pase a la reserva.
Falleció en Puerto Real el 3 de abril de 1909, a los setenta años de edad y más de cincuenta de meritísimos servicios.
Su cadáver fue enterrado en el cementerio de aquella villa, pero en la sesión del Senado celebrada el 30 de abril de ese mismo año, Segismundo Moret pidió que los restos del almirante reposaran en el Panteón de Marinos Ilustres, idea acogida con todo entusiasmo por el ministro de Marina Víctor María Concas, tan unido a la persona del almirante Cervera, y refrendada por Real Decreto de 9 de noviembre de 1909.
Cumplido el plazo exigido por la ley, se hizo la traslación solemne el 16 de junio de 1916, acudiendo al acto personalidades, compañeros, amigos y subordinados que le rindieron su último homenaje.
Fuentes y bibl.: Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Exp. personal Pascual Cervera Topete.
C. Ibáñez de Ibero, Marqués de Mulhacén, Almirantes y hombres de mar, Cádiz, Imprenta Perón, 1942; J. Cervera Pery, El Almirante Cervera; Vida y aventura de un marino español, Madrid, Prensa Española, 1972.
José Cervera Pery