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Martín de Padilla y Manrique de Lara

Biografía

Padilla y Manrique de Lara, Martín de. Conde de Buendía (VIII), conde de Santa Gadea (I). Calatañazor (Soria), p. t. s. XVI – El Puerto de Santa María (Cádiz), 20.V.1602. Militar.

Segundogénito de Antonio Manrique de Lara y Laso, señor de Valdezcaray, Santurde, Zurroquín y Valgañón y almirante mayor del Reino de Castilla, y de Luisa de Padilla y Enríquez, señora de las Casas de Padilla, Santa Gadea, Sotopalacios, Coruña, Calatañazor y su tierra, “descubrió desde la infancia aquel espíritu marcial, y belicoso, que tanto acreditó en el curso de su vida”. A los pocos años de su nacimiento, Carlos V le otorgó el hábito de caballero de Calatrava, mirando sus padres a que, ayudado de las rentas de la Orden, “pudiese con más decencia subsistir en el servicio de su soberano”.

Casó con Luisa de Padilla y Manrique, su sobrina. Al entrar en religión Juan y Catalina, hermanos de Luisa, temiendo que la casasen para que no se extinguiera la casa, hizo voto de perpetua castidad y de religión. “Dióse prisa a realizar éste último, pero las diligencias de su madre —su padre había muerto ya— consiguieron relajarle el voto de religión y así se impidió su ingreso”. Aunque ella se resistió cuanto le fue posible, ante la consulta a los más célebres teólogos de Salamanca, Alcalá y Valladolid, hubo de rendirse a las imposiciones de la familia. La condición que puso para el proyectado matrimonio fue que Martín dotase dos doncellas pobres para monjas y diese, al menos, 1500 ducados anuales para limosna. Viendo en su marido tan buena disposición, le procuró apartar de muchos divertimentos que, como mozo y soldado, había tenido. Y de tal suerte lo consiguió que, después de haber satisfecho no pocas obligaciones, “fue admiración de cuantos le conocieron. Por traerle de ordinario ocupado el Rey en puestos de general y negocios grandes de su servicio, ya por tierra, ya por mar, le eran inevitables muchas jornadas, sin que en ellas le dejase D.ª Luisa; porque, como era ángel, fuese también su custodio. Acompañábale a todas para cuidar de su regalo, gobernarle la casa y descuidarle de todo lo que podía divertir su atención, porque la emplease toda en servicio de ambas Majestades”.

Fruto de este noble matrimonio nacieron: Juan, segundo conde de Santa Gadea y Buendía, esposo de Ana de Silva, condesa de Cifuentes; Marco Antonio, que murió joven sin tomar estado; Martín que, imitando a sus tíos Antonio y Pedro, ingresó en la Compañía de Jesús. En 1606, cuando aún no era profeso de los cuatro votos ni había sido ordenado de presbítero le correspondió suceder a su hermano mayor, pero “despreciando las pompas y vanidades humanas, renunció a la cuantiosa herencia y siguió su vocación”; Eugenio, III conde de Santa Gadea, al que se concedió la Grandeza de España, y conde de Buendía. Casó con Luisa de Aragón y Moncada, hija de los condes de Bibona y duques de Montalto, más tarde carmelita descalza en Palencia; Mariana que, por su matrimonio con Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, heredero de la Casa de Lerma, fue I duquesa de Uceda y marquesa de Cea; Ana María, casada con Francisco Fernández de la Cueva, VII duque de Alburquerque, conde de Huelma y de Ledesma y marqués de Cuéllar; Luisa, unida en matrimonio con Antonio Jiménez de Urrea, V conde de Aranda, que fue la más noble prosista femenina del siglo XVII y autora de obras como Elogios de la verdad e invectiva contra la mentira, Excelencias de la Castidad, Nobleza virtuosa, etc.

Martín de Padilla, notable marino que ocupó en la Marina española los cargos más elevados, prestó señalados servicios a Felipe II como capitán general de las galeras de España y armadas reales. Inició su carrera en la milicia en el Ejército de Flandes y se distinguió en la guerra contra Francia en 1558. En 1567 fue nombrado cuatralvo de las galeras de Sicilia y, al año siguiente, tomó parte en la guerra de los moriscos granadinos al frente de ochocientos marinos. El 7 de octubre de 1571, “en la mayor ocasión que vieron los siglos”, se halló en la memorable batalla de Lepanto, en el escuadrón cuarto, que constaba de treinta galeras, de Venecia, España, el Papado y Nápoles, dirigido por el marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán y Guzmán. Peleó con tal arrojo y fortuna, que hundió cuatro navíos enemigos, mereciendo de don Juan de Austria, generalísimo de la Santa Liga, el señalado honor de ver incluido su nombre en la lista que elevó al Rey de los que más se habían distinguido en el combate. Por Decreto de 17 de marzo del mismo año se le otorgó la encomienda de Fuentemoral y Casas de Ciudad Real, en la Orden de Calatrava y, al fallecer Gómez Manrique de Lara y Padilla, su hermano, y quedar vaca la encomienda de Calatrava de Lopera, se le dio por decreto de 10 de octubre.

El año 1580 —primera fecha en que se le titula adelantado mayor— se hallaba al frente de una compañía de las guardas de Castilla, cuando Felipe II determinó que su ejército, al mando del gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, entrase a tomar posesión de la Corona de Portugal. Dos años después se le concedió, por muerte de Gómez Manrique de Mendoza, hijo de los condes de Castro, la encomienda del Corral de Caracuel, en la Orden de Calatrava. Al siguiente, el 3 de febrero, se le proveyó de la de Mayorga, en la Orden de Alcántara, que era de mayor renta “y con este motivo mudó el Abito”. En 1585 fue nombrado capitán general de las galeras de España. Junto con Juan Andrea Doria condujo a Niza al duque Carlos de Saboya y a la infanta Catalina Micaela. Vuelto a España recibió, el 5 de octubre de 1586, el título de conde de Santa Gadea. Intervino con nueve galeras, en 1589, en la defensa de Lisboa contra el ataque inglés y, a pesar de la escasez de sus fuerzas, hundió cuatro navíos del corsario Francis Drake. El 17 de marzo se le mejoró con la encomienda de Zalamea, una de las mejores de la Orden de Alcántara, vacante por ser promovido a la mayor de la Orden Cristóbal de Moura, conde de Castel Rodrigo.

Se distinguió notablemente en la guerra marítima contra Isabel de Inglaterra y en la represión del comercio anglo-holandés en el Mediterráneo. Así, en 1591, apresó tres navíos ingleses y veinte holandeses en aguas de Almería. En 1592 entró en la posesión del condado de Buendía, título que había sido otorgado por los Reyes Católicos, en 1475, a Pedro de Acuña, miembro de una familia de origen portugués que se asentó en Castilla durante el reinado de Enrique III. No demasiado afortunados en su salud, varios de los Acuña murieron jóvenes por lo que el condado recayó, tras algunos pleitos, en Martín de Padilla al fallecer sin sucesión legítima el sexto conde de Buendía, Juan de Acuña Padilla, integrándose, luego, en los ducados de Lerma y Medinaceli. El año 1594 fue propuesto, junto con Pedro Enríquez de Acevedo, conde de Fuentes, y Alonso de Vargas, para mandar el ejército que había de operar en Francia, desde Flandes, a fin de establecer la posición del Tercio de Juan de Águila en Bretaña, para sostener los derechos de la hija de Felipe II al ducado de esa zona. En 1596 se le elevó al cargo de primer general de la Armada del Océano y se le puso al frente de 130 naves para socorrer a los nobles irlandeses, sublevados contra la reina de Inglaterra. Pero la Armada, que salió de Lisboa, fue desbaratada por una recia tempestad, el 28 de octubre, entre Corcubión y Finisterre, perdiéndose treinta naves y dos mil hombres, salvándose el resto en Ferrol. Un nuevo intento se hizo, el año siguiente, partiendo de La Coruña el 17 de octubre, mas una gran tormenta dispersó la expedición, pudiendo refugiarse sus componentes en las costas españolas. Acompañó con sus galeras, en 1599, a la comitiva que trajo a España la nueva reina, Margarita de Austria.

Felipe III, que nombró al almirante de sus Consejos de Estado, organizó otra expedición para hostigar a los enemigos por haber asaltado y saqueado Cádiz. Para ello se equipó una nueva escuadra, en 1601, compuesta de cincuenta unidades, dirigida por Martín de Padilla, que debía atacar las costas de Inglaterra y llevar socorro a los católicos holandeses. En enero de 1602 luchó, con seis galeras, contra nueve navíos de corsarios escoceses, franceses y holandeses, que acometían las naves que venían de Italia, de los cuales echó dos a fondo y apresó los demás. Como estaba emparentado con el duque de Lerma, aspiró a suceder a Juan Andrea Doria en el puesto de general de la mar, lo que le impidió su muerte.

Los primeros condes de Santa Gadea —Martín y Luisa— trasladaron, en 1589, el Monasterio de San Luis a la ciudad de Burgos, siendo abadesa Casilda Manrique de Padilla, hermana de Luisa. Además añadieron 500 ducados de renta a los que ya tenía el Monasterio de religiosas franciscanas concepcionistas.

El adelantado mayor de Castilla escribió una carta a su primogénito, Juan Padilla Manrique y Acuña, poniéndole de manifiesto las obligaciones anejas a la profesión militar, que había elegido, y que comienza: “Agradecido estoy de que hayas sabido escoger estado tan honroso, del cual te puede redundar tanta grandeza, si bien te gobernares; porque, de no hacerlo así, no se va á ganar mucho; se aventura a perder mucho”. El texto lo firmó, en Madrid, el 1 de mayo de 1596. Juan Padilla fue nombrado en 1599, por el adelantado, su lugarteniente, el Rey le señaló 200 ducados de salario al mes y se le mandó a la costa de África para la saca de gente de Orán y los demás presidios.

Luis Cabrera de Córdoba se hace eco del deceso del conde de Santa Gadea, en 1602, tras más de veinte años al servicio de la Monarquía, al asegurar: “El Adelantado de Castilla ha muerto en el Puerto de Santa María, al cual sobrevino un desmayo sin proceder otra indisposición; mandáronle sangrar los médicos y con la sangría se quedo muerto”. La condesa, en esos momentos difíciles, se condujo como podía esperarse de su mucha cristiandad y refieren que afirmó: “Vuestro era, Señor; no tengo de que quejarme”.

Muerto el conde de un ataque de hemiplejia, renació en su viuda la vocación religiosa. Habló con el general de los carmelitas descalzos, fray Francisco de la Madre de Dios, y le expuso su deseo de ingresar en el Convento de Talavera de la Reina. Previa dispensa de edad, pues pasaba de cuarenta años de edad, “sin haber dado parte de ello a nadie, sino en los billetes que dejó escritos a la partida, a las personas que tenía obligación”, marchó hacia el convento a comienzo de la Cuaresma del año 1606, con sólo una camarera y dos criadas de su plena confianza. Recibió el hábito y pasó a llamarse Luisa de la Cruz. Era prelada de las descalzas de Talavera la madre María Ana de los Ángeles, su antigua amiga de la Corte. Llevó en dote y alimentos 7800 ducados y ricos ajuares para la iglesia. Profesó el 23 de febrero de 1697. Un año después, cuando Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, trató de fundar en su villa llevó allí a la condesa viuda que, en 1612, fue elegida priora y falleció el 9 de enero de 1614. Como su cuerpo se hallaba bastante bien conservado en la segunda mitad del siglo XIX, el arzobispo de Burgos, Anastasio Rodrigo Yusto, mandó colocarlo en lugar adecuado en el coro alto del Convento de Lerma.

Dejó obra escrita, entre ella la correspondencia que sostuvo con Juan de Silva, conde de Portalegre, que se conserva en la Biblioteca Nacional de España. También se guarda en dicha biblioteca un manuscrito titulado Instrucción á la gente de mar y tierra, que el catálogo de la misma atribuye a un Martín de Padilla, que acaso sea obra del biografiado.

 

Obras de ~: A mi hijo don Juan de Padilla Manrique y Acuña, conde de Santa Gadea, etc., representándole las obligaciones de la profesión militar, que había elegido, Madrid, 1 de mayo de 1596 (ed. en E. de Ochoa, Epistolario español, vol. LXII, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1965, págs. 40-43).

 

Bibl.: L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 hasta 1614, Madrid, Martín Alegría, 1857; S. de Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, vol. VIII, Burgos, Monte Carmelo, 1937, págs. 675-684; A. García Carraffa et al., Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, vol. 46, Madrid, Nueva Imprenta Radio, 1953, págs. 226-227; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. XL, Madrid, Espasa Calpe, 1958, págs. 1412-1413; J. L. Cano Sinovas, “Padilla, Martín de”, en VV. AA., Diccionario de Historia de España, vol. VIII, Madrid, Revista de Occidente, 1969, págs. 149-150; L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, vol. III, Acedo, Wilsen Editorial, 1988, págs. 484-488.

 

José Vicente de Frías Balsa

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