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Alonso de Vargas

Biografía

Vargas, Alonso de. Jerez de los Caballeros (Badajoz), p. m. s. XVI – ?, 1595. Militar.

Caballero extremeño, Alonso de Vargas se inició en el arte de la guerra desde los puestos más humildes hasta convertirse en uno de los soldados más reputados del ejército de Flandes. Su carrera militar fue meteórica. Su comienzo en el oficio de las armas es la típica de un personaje de la baja nobleza en el siglo XVI: como “particular” en los Ejércitos reales. Se sabe que fue apadrinado por el III duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, con quien mantendrá ya para siempre una relación de lealtad, reconociéndose asimismo como su deudo.

No se sabe el momento justo en el que Alonso de Vargas entró a formar parte de la milicia, pero se puede conjeturar que fue a principios de los años cincuenta, cuando el emperador Carlos V realizaba sus últimas campañas. Ya con Felipe II, participó en la campaña de los Gelves, siendo alférez en una galera capitaneada por su hermano Juan. Cayó prisionero y fue hecho esclavo por los turcos, pero escapó poco después hacia tierras venecianas. Se volvió a incorporar al servicio del Rey y en 1564 aparece luchando en la jornada del Peñón de Vélez de la Gomera. Al año siguiente se encuentra, ya como capitán, en el socorro de la isla de Malta, asediada por los turcos. Como buena parte de los soldados que habían participado en las campañas del norte de África, Alonso de Vargas se incorpora en 1567 a las filas del ejército de Flandes comandado por el duque de Alba. Una vez en los Países Bajos, Vargas participará activamente en la guerra, sobre todo en su primera fase, es decir, en la campaña capitaneada por el duque contra Guillermo de Orange y su hermano Luis de Nassau en la región de Frisia, en 1568. En Groninga y en la batalla de Jemmingen, el capitán Alonso de Vargas dio muestra de un inusitado valor y arrojo contra los enemigos.

Después de las aplastantes victorias militares de Alba en Flandes se apacigua bastante la situación durante un breve espacio de tiempo, en el que no se ven perspectivas de nuevas campañas militares. Por este motivo, Vargas decide volver a España a finales de 1569 o principios de 1570. Pero muy lejos de solucionarse el conflicto, hacia 1572 estalla con renovado vigor una nueva y definitiva rebelión.

Vargas ambicionaba un cargo de prestigio. Fue propuesto en dos ocasiones para el de veedor general de los ejércitos de Flandes, pero las dos veces lo rechazó.

Partió nuevamente para los Países Bajos a mediados de abril de 1574 y llegó a Amberes justo cuando el nuevo gobernador, Luis de Requesens, trataba de apaciguar a las tropas amotinadas tras la batalla de Moock. Acto seguido, volvió a sus quehaceres militares, tanto en campaña, como formando parte del Consejo de Guerra. Finalmente, Vargas consiguió su primer puesto de importancia, como gobernador de la caballería ligera.

Tras la toma de Zierikzee, las tropas se vuelven a amotinar por falta de pagas y toman por la fuerza la ciudad de Aalst, haciéndose fuertes en ella. Mientras tanto, Requesens fallece repentinamente y el gobierno de los Países Bajos pasa de forma interina al Consejo de Estado, mientras el Rey decide quién va a ser el nuevo gobernador general. La incapacidad de los mandos para contener a las tropas españolas amotinadas hizo que los Estados generales declararan a los españoles fuera de la ley y por tanto susceptibles de ser perseguidos. En Amberes, donde se formó un comité de crisis, se decidió reunir a todas las fuerzas españolas para defenderse contra las tropas levantadas por los Estados contra los españoles. A Vargas se le encargó la misión de convencer a los soldados españoles amotinados para que volvieran a la obediencia. Cuando iba al encuentro de esta misión fue interceptado por las tropas de los Estados, a quienes venció en combate en Tienen, cerca de Lovaina. Mientras, los flamencos empezaron a reunir tropas para tomar la ciudad de Amberes.

Jerónimo de Roda escribió a Alonso de Vargas para que acudiera inmediatamente con sus hombres para impedir la intentona de los Estados. A la llamada respondieron también los amotinados de Aalst, quienes al ver en tal peligro a sus compañeros, decidieron levantar el motín y dirigirse a Amberes. Entraron en la ciudad por la fuerza y protagonizaron el triste suceso que se conoce como el “saco de Amberes”, el 4 de noviembre de 1576. Vargas fue testigo de las atrocidades cometidas por la soldadesca durante tres días, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Mientras tanto, el nuevo gobernador general de los Países Bajos, Juan de Austria, llegaba a Flandes. El 12 de febrero de 1577 firma con los Estados el Edicto Perpetuo, por el que se comprometía a desalojar de los territorios flamencos a todo el ejército por exigencias del acuerdo alcanzado en la Pacificación de Gante. Alonso de Vargas volverá a su casa en Jerez, donde recibirá del Rey el hábito de Santiago y la encomienda de Socobos.

En 1579, cuando Felipe II se aprestaba a enviar un ejército a Portugal para tomar posesión del trono, Vargas presta sus servicios recabando información concerniente a la zona limítrofe entre ambos reinos.

En 1580, cuando el ejército reunido en Extremadura se disponía a entrar en Portugal, ante la decepción de Vargas que aspiraba a un cargo importante dentro del ejército, el Rey le dio sólo el mando de una milicia levantada en Jerez y su zona circundante. Herido en su orgullo, Vargas no quiso tomar parte en la campaña de Portugal, y permaneció durante cinco años retirado en su casa sin el menor contacto con la Corte.

Felipe II volverá a solicitar a mediados de los ochenta los servicios de su viejo colaborador militar con ocasión de los preparativos de la “Empresa de Inglaterra”.

Fue convocado para el Consejo de Guerra de la Monarquía como especialista en campañas terrestres.

En 1591, Alonso de Vargas será nombrado capitán general del ejército que se formó en la raya de Aragón para ir a controlar los recientes disturbios originados en ese reino y ocasionados por la huida de Antonio Pérez. Vargas se vio impelido a actuar contra su voluntad contra “cristianos y vasallos de Su Majestad”.

La política de rigor diseñada por el máximo responsable en temas aragoneses en la Corte, el conde de Chinchón, y avalada por el Rey, indispuso a Vargas con éste y con aquél al considerar la represión innecesaria y contraproducente. No obstante, a Alonso no le quedaba otra alternativa que cumplir con las órdenes que venían del gobierno central, por lo que su misión en Aragón se convirtió en una penosa tarea ya al final de su vida. La amargura de Vargas se tradujo en una serie de explosivos memoriales dirigidos al Rey en los que criticaba sin ambages muchas de las decisiones que se tomaban, así como a algunos de sus compañeros del ejército. El resultado fue que Felipe II acabó por tener una opinión muy desfavorable de su capitán general, a quien destituyó de su cargo, por lo que tuvo que volver a la Corte caído en desgracia. Vargas no volvió a participar en reuniones del Consejo de Guerra, por lo que se supone que se retiró a su casa de Jerez. A mediados de 1595 parece que se intentó una rehabilitación de su persona, ofreciéndole el Rey el virreinato de Navarra, cargo del que no pudo disfrutar por sorprenderle la muerte.

Alonso de Vargas se casó con Inés de Vargas, fruto de cuyo matrimonio nació Pedro de Vargas, también comendador de Socobos como su padre.

 

Bibl.: VV. AA., Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, vols. XII y XXXIV; Madrid, 1842-1895, F. de Gurrea y Aragón, conde de Luna, Comentarios de los sucesos de Aragón en los años 1591 y 1592, Madrid, A. Pérez Dubrull, 1888; L. Salazar y Castro, Los Comendadores de la Orden de Santiago, vol. I, Madrid, Patronato de la Biblioteca Nacional, 1949, págs. 303-304; M. Gracia Rivas, La “invasión” de Aragón en 1591. Una solución militar a las alteraciones del reino, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1992; “Problemas disciplinarios en el ejército de Aragón de 1591”, en La organización militar en los siglos XV y XVI. Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla, Cátedra General Castaños, Capitanía General de la Región Militar Sur, 1993, págs. 191-195; S. Fernández Conti, “La profesionalización del gobierno de la guerra: Don Alonso de Vargas”, en J. Martínez Millán (dir.), La corte de Felipe II, Madrid, Alianza, 1994, págs. 417-450; L. Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II, Rey de España, ed. de J. Martínez Millán y C. J. de Carlos, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la monarquía hispánica, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998, pág. 495.

 

José Miguel Cabañas Agrela

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