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Sebastián de Arbizu

Biografía

Arbizu, Sebastián de. Pamplona (Navarra), 1533 – Madrid, c. 1596. Espía.

Hijo del notario pamplonés Miguel de Arbizu, y señor de Lizarraga y Sarriá, de la Torre y solar de Echarri Aranaz. Doctor en Derecho y abogado y consejero de las audiencias reales de Pamplona, fue regidor de esta ciudad y procurador en las Cortes de Navarra por la misma en 1558. Se casó hacia 1577 o 1578 con la guipuzcoana Catalina López Elduayen, aportando al matrimonio dos hijos anteriores, Águeda de Arbizu y Marco Antonio de Arbizu.

Fue arrestado en 1588 acusado de monedero falso y de tener trato con un alquimista mallorquín perseguido por la Inquisición y huido a Francia, y fue encarcelado en la fortaleza vieja de Pamplona durante dos años, tras los cuales fue sentenciado a dos años de destierro y al pago de cuatrocientos ducados. En febrero de 1591 abandonó Navarra junto a sus dos hijos y se refugió en Saint-Palais (Baja Navarra francesa).

La princesa Catalina de Borbón, regente de Bearne, le ordenó entonces que se trasladara a Pau, donde se instaló la familia Arbizu en la primavera de 1591. Allí se le permitió ejercer libremente su religión católica y se le ofreció el cargo de presidente de la Cámara de Cuentas de Nerac, que rechazó.

Durante su estancia en Pau, hasta el verano de 1592, Arbizu mantuvo buenas relaciones con las autoridades bearnesas, en especial con el presidente del Consejo de la princesa Catalina, monsieur de Roubignon.

Su hija, Águeda de Arbizu, entraría a servir como dama de la propia princesa. Sin embargo, ya desde su partida de Navarra se ofreció al virrey de Navarra, Martín de Córdoba y Velasco (1589-1595), y al gobernador militar de Pamplona, Pedro de Navarra y de la Cueva, para servir como espía en la Corte bearnesa a cambio de que se le levantara la pena de destierro.

Las alteraciones provocadas en el vecino reino de Aragón entre el 24 de mayo y el 24 de septiembre de 1591, con la muerte del virrey de Aragón, marqués de Almenara, la liberación de Antonio Pérez, ex secretario real de Felipe II, y la entrada en Aragón de las tropas reales al mando de Alonso de Vargas, provocaron la fuga de Pérez de Zaragoza y su paso a Bearne en la noche del 23 al 24 de noviembre de 1591. Éste se refugió en Pau bajo la protección de Catalina de Borbón desde noviembre de 1591 hasta febrero de 1593, acompañado por varios líderes de la revuelta de Aragón, como Cristóbal Frontín, Martín de Lanuza, Gil de Mesa o el genovés Juan Francisco Mayorín.

La estancia de Antonio Pérez en Pau coincidió con su condena en España como responsable de las alteraciones aragonesas, momento en que se puso precio a su cabeza por una recompensa de treinta mil ducados.

El doctor Arbizu, favorecido por su posición en Pau y por sus contactos previos con la red de inteligencia dependiente del virrey de Navarra, se convirtió entonces en personaje clave de los intentos de capturar o asesinar a Pérez en su exilio bearnés.

Cuando los aragoneses exiliados, en colaboración con las autoridades bearnesas, convencidas por Antonio Pérez de la facilidad con que una entrada de fuerzas militares reavivaría la revuelta de Aragón, intentaron la invasión de ese reino por el valle del Tena en febrero de 1592, Arbizu informó del proyecto a las autoridades virreinales navarras desde el monasterio de Urdax.

Hasta al menos el mes de marzo de 1592 Arbizu estuvo en contacto directo con Pérez y con los demás refugiados aragoneses, haciéndose pasar por amigo e incluso entrevistándose a solas con el ex secretario, a quien intentó convencer de la conveniencia de que abandonara Pau y buscara refugio más seguro en Inglaterra, embarcándose en Bayona, con el fin de prenderlo con más facilidad allí. Procuró también socavar la posición de Pérez en Pau aprovechando la impopularidad que se había ganado en la ciudad por el fracaso de su entrada en Aragón y por el miedo a que España tomara represalias comerciales y aun militares contra Bearne.

Arbizu ideó distintos planes para capturar o asesinar a Antonio Pérez, como el proyecto de asaltar su residencia con veinte arcabuceros o hacerle envenenar por medio del anís, al que era muy aficionado el ex secretario.

Sin embargo, nunca recibió instrucciones concretas de los cabezas de la red de inteligencia en Navarra ni, sobre todo, dinero para comprar las voluntades necesarias para ejecutar ninguno de estos planes.

En el verano de 1592, Antonio Pérez conocía ya las intenciones y la condición de espía del doctor Arbizu, por lo que le puso como agente provocador a uno de sus compañeros de exilio, el genovés Juan Francisco Mayorín, quien se ofreció falsamente al navarro para acabar con la vida del ex secretario real. El 13 de julio de 1592, Mayorín, Cristóbal Frontín y Martín de Lanuza provocaron un incidente en el cuerpo de guardia de Pau e intentaron asesinar a Arbizu, quien salvó la vida gracias a la intervención del bearnés capitán Saletas.

En un posterior careo al que se sometió al doctor y a Mayorín, salieron a relucir las sospechas acerca de la condición de espía de Sebastián de Arbizu y fue entonces cuando la princesa Catalina de Borbón le acusó de lo mismo ante su hija Águeda de Arbizu, expulsando de Pau al doctor el 21 de julio de 1592.

Sin embargo, desde el señorío de Garro, Urdax y Elizondo, Arbizu continuó, junto al señor de Garro, otro agente de la red del virrey de Navarra, ocupándose de la inteligencia para lograr la entrega de la ciudad de Bayona por medio de la señora de Gramont, del alcalde del castillo nuevo de la plaza, capitán Sarralde, y del propio gobernador de la ciudad, La Hillière, así como urdiendo nuevos planes para capturar a Pérez, junto al espía flamenco Jean Ronieulx.

Tras la marcha de Pérez de Pau, en febrero de 1593, y entorpecidas las negociaciones para la entrega de Bayona, las actividades como agente del doctor Arbizu languidecen.

A comienzos de 1594 se presenta sin autorización en Pamplona para interponer una demanda de adulterio contra su esposa, lo que motiva que el corregidor de la ciudad intente arrestarle. La intervención del virrey de Navarra le salva de la cárcel y en la primavera de ese año el doctor se traslada a Madrid, donde redacta un informe para la toma de la ciudad de Bayona en un golpe de mano militar que debía contar en una segunda etapa con un desembarco de fuerzas procedentes de España. Si bien dicho plan no llegará a ejecutarse, en junio de 1595 son arrestados y ajusticiados en Bayona los espías Pierre d’Or (alias Chateo Martin), Jean Ronieulx y Trie, acusados de pretender apoderarse de la ciudad con la confusión de varios incendios provocados y un posterior desembarco de tropas españolas enviadas por el capitán general de Guipúzcoa, Juan Velásquez de Velasco, intento conocido como la Conspiración de Chateo Martin.

Las últimas noticias acerca de Sebastián de Arbizu le sitúan todavía en Madrid en 1596, solicitando una recompensa por sus servicios como agente secreto.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Consejo de Estado, leg. 169; leg. 171; leg. 362, fols. 5, 99, 131 y 220; leg. 363, fols. 10, 26, 33, 42, 48, 49, 55, 57, 59, 76, 92, 94, 108-111, 113, 117, 120, 125, 135, 153, 158, 159, 202, 214, 219, 220, 225-239 y 268-269; leg. 364, fols. 4, 12, 14, 15, 36 y 77; leg. 365, fol. 34; Cámara de Castilla, Personas, 2-470; Archivo General de Navarra, serie 2.ª, procesos n.os 1728, 1896, 9579, 10831 y 15322.

C. J. Carnicer García y J. Marcos Rivas, Sebastián de Arbizu, espía de Felipe II. La diplomacia secreta española en la intervención en Francia, Madrid, Nerea, 1998; F. Idoate, Esfuerzo bélico de Navarra en el siglo xvi, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1981, págs. 207-209; A. Alvar Ezquerra, “Introducción”, en A. Pérez, Relaciones y cartas, vol. I, Madrid, Turner, 1986, págs. 50, 51, 53, 54 y 74; G. Marañón, Antonio Pérez, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 325, 339, 340, 523, 614, 682, 686-692, 695, 696, 748-750, 752-754, 784 y 883-896; C. J. Carnicer García y J. Marcos Rivas, Espías de Felipe II. Los servicios secretos del Imperio español, Madrid, La Esfera de los Libros, 2005, págs. 236, 257, 259-260, 288, 294, 306, 308, 344, 359 y 373.

 

Carlos J. Carnicer García y Javier Marcos Rivas