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Julián Romero

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Biografía

Romero, Julián. El de las Hazañas. Torrejoncillo del Rey (antes, Torrejoncillo de Huete) (Cuenca), 1518 – Solero (Italia), 13.X.1577. Militar.

Se trata de uno de los más míticos y carismáticos soldados de Flandes de todo el siglo xvi. Su trayectoria militar es la de un soldado que ha conquistado todos los escalones de la fama a fuerza de valor y destreza en los campos de batalla de Europa y que ha conseguido la nobleza por el mérito de las armas más que por el de la sangre.

Julián Romero fue considerado un verdadero héroe en vida; los compañeros ven en él a un modelo a seguir en el campo de las armas, los oficiales le consideran el orgullo de su corporación y los capitanes generales de Flandes le aprecian y le respetan.

Aunque de ascendencia vizcaína, Julián Romero nació en un pueblo de la provincia de Cuenca. Hijo de una modesta familia de campesinos pero hidalgos, tuvo algunos problemas para conseguir el hábito de caballero de Santiago, que, sin embargo, al final le fue concedido.

A los dieciséis años, se alistó en el Ejército como mozo de atambor. Fue en ese momento cuando comenzó una carrera imparable de fama y gloria dentro de la milicia. De sus primeros años en el Ejército se sabe poco. Empezó siendo bisoño en Italia. De mozo de atambor pasó a soldado. Sirvió en Nápoles, en las armas del virrey. Es muy probable que participara en la toma de Túnez por el Emperador en 1535, a las órdenes de Felipe de Cervellón o de Alonso de Grado, en las galeras de Nápoles. Ya en esta campaña, Julián se dio a conocer por su valor y arrojo. Quedó algún tiempo en Italia, para pasar a Flandes poco después. Más tarde, Julián entró al servicio de Enrique VIII de Inglaterra como mercenario, participando, en batallas en Escocia y en la toma de Boulogne a los franceses. Durante su estancia inglesa, Julián fue armado caballero. Pero, pese a los honores y mercedes que recibió, dio por terminada su aventura inglesa, al decir que no quería seguir sirviendo a herejes, y volvió al servicio de su señor natural, el Emperador, en 1551. Al año siguiente fue nombrado capitán. Durante estos años centrales de la década de 1550, Julián, al mando de una compañía, combatió contra los franceses en territorio flamenco.

En el cerco de Dinant fue hecho prisionero.

En 1557, ya bajo el reinado de Felipe II, Julián participó en la batalla de San Quintín, donde fue herido en una pierna, de la que quedó cojo de por vida. Su valeroso comportamiento en la batalla fue recompensado por el Monarca, quien le nombró maestre de campo. Después de combatir en Gravelinas, Julián Romero fue hecho castellano de Damvilliers primero (1559) y de Douay después (1561).

Siguió en Flandes, y el 22 de junio de 1559 se le concedió la Tenencia de Jerez de los Caballeros en Badajoz, aun cuando no tenía el hábito, lo que prueba la aceptación tácita de las pruebas. Esto lo refleja Lope en su obra al poner en boca de su héroe estas palabras: “No puede hacerme el Rey bueno —si no lo fuera ya”. No obstante pasó el tiempo antes de que se aceptaran las pruebas, después de hecha la información.

Esta dilación obedecía a que algunos testigos dijeron que Julián, si bien era limpio y cristiano viejo por los cuatro costados, era nieto de pecheros, porque los Romero de Cuenca eran labradores. Al final, el papa Pío IV tuvo que expedir un Breve de dispensa para que Julián tomara el hábito. La concesión de merced de hábito de Santiago a Julián Romero está firmada por Felipe II, en Bruselas, a 10 de julio de 1558.

Después de la Paz de Cateau-Cambrésis con Francia, las tropas españolas no eran tan necesarias en los Países Bajos, y sus habitantes le pidieron a Felipe II que las retirase, con lo que en 1561 estaban de vuelta en España. Julián no volvió a la patria hasta el año 1563. Se casó en Madrid con María Gaytán el 30 de julio de 1564. Poco después, y hasta 1566 fue gobernador de la isla de Ibiza. Fue comendador de Mures y Benazuza desde 1565 hasta 1571.

García de Toledo nombró a Julián Romero al frente de una compañía, marchando hacia Sicilia para incorporarse a las fuerzas que estaba preparando García en el socorro de Malta. Después de vencido el turco, Julián pasó a ser maestre de campo del Tercio de Sicilia, creado con las compañías que había dispersas en Mesina y en Malta. Felipe II, amenazado por el turco, decidió que fueran a La Goleta cinco mil veteranos españoles, alemanes e italianos: un total de doce mil hombres, a las órdenes de Hernando de Toledo. Con esas fuerzas, fue Julián Romero en el año 1566.

En abril de 1567, el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, al mando de diez mil hombres, partió rumbo a los Países Bajos con la misión de sofocar la rebelión político-religiosa que se había iniciado el año anterior. Uno de aquellos veteranos soldados de Flandes fue sin duda Julián Romero, quien desempeñó aquí los hitos más importantes de su carrera militar.

Al mando del tercio de Sicilia, Julián participó en las victoriosas campañas del duque de Alba en Frisia contra Luis de Nassau y en Brabante contra Guillermo de Orange de 1568.

Después de estas campañas, y hasta 1572, una vez pacificados, aunque de forma superficial, los Países Bajos, se abrió un período de tensa calma, en el que Julián Romero estuvo de guarnición en Malinas, al mando de cinco compañías. En 1569, aprovechando la relativa paz que reinaba en Flandes, pidió permiso para ir a España para atender a algunos asuntos particulares de su casa. Felipe II le dio una nueva encomienda de Santiago, la de Peñausende, el 21 de abril de 1571, la cual habría de gozar hasta su muerte.

En mayo de 1571 Julián tuvo una niña que nació en Madrid, llamada Francisca, única descendencia de su mujer. Aprovechando la partida del duque de Medinaceli, quien iba a tomar posesión en Flandes en sustitución de Alba, Julián volvió a embarcarse rumbo al escenario militar por excelencia del momento.

Ya no volvió a ver nunca más ni a su mujer ni a su hija. Julián fue recibido por Felipe II, antes de embarcar, nombrándole consejero en Flandes. Su nombramiento debió de ser inmediato: apenas llegado a los Países Bajos entró a formar parte del Consejo de Guerra allí establecido.

El 1 de abril de 1572 se produjo la toma del puerto zeelandés de Brill por los “mendigos del mar”. A raíz de este hecho, muchas otras ciudades de la costa holandesa y zeelandesa se levantaron en armas. Casi al mismo tiempo, en el extremo meridional de los Países Bajos, un combinado de fuerzas franco-flamencas comandadas por Luis de Nassau, tomaba la ciudad de Mons. Alba decidió concentrar todas sus fuerzas en la recuperación de esta última ciudad y, una vez tomada, volcar todas sus energías en reconquistar las ciudades del norte. El asedio de Mons duró todo el verano de 1572. El duque de Alba envió enseguida a la flor y nata de su ejército al mando de su hijo Fadrique, recién llegado de España para ayudar a su padre en la ardua tarea de pacificar los Países Bajos. Con él iba Julián Romero, quien se distinguió en muchas de las batallas que se produjeron durante esos meses en las inmediaciones de la capital del Henault, como la que se libró contra el señor de Genlis en las inmediaciones de Quiévrain, o la famosa encamisada dirigida por el mismo Romero en el campamento de Guillermo de Orange en la noche del 11 de septiembre de 1572. Al final, el 19 de septiembre, fue rendida la ciudad de Mons, y sus ocupantes sorprendentemente perdonados, entre ellos, el mismo Luis de Nassau.

Una vez recuperada Mons, Alba envió a su hijo Fadrique al mando de todo el ejército a asediar las ciudades reveladas del norte: Malinas, Zutphen y Naarden, fueron tomadas y arrasadas por el Ejército español, llenando de pánico al resto de ciudades, que abrían sus puertas al paso del Ejército español para no sufrir la misma suerte que sus vecinas. Sólo una se resistió: Haarlem, cuyo asedio fue el principio del final de una serie de fáciles victorias españolas. En todos estos hechos estuvo presente el maestre de campo Julián Romero, quien, aun cojo y manco por las heridas de guerra pasadas, se distinguió por su valor y experiencia militar infundiendo ánimos a sus hombres con su ejemplo. A los diez días de comenzar el asedio de Haarlem, Julián fue herido en su ojo derecho por un arcabuzazo, con lo que a su colección de heridas ocasionadas por la guerra habría que añadir ahora la de la falta de un ojo.

Con el cambio de gobernador en Flandes, Julián siguió ejerciendo un papel protagonista y de prestigio tanto en el ejército como en asuntos que atañían a la política. El recién llegado Luis de Requesens se apoyó tanto en él como en otros altos mandos del ejército para diseñar su política de pacificación y sus planes de guerra.

El período de Requesens se inauguró con un sonado fracaso al intentar la toma de la ciudad de Middelburg en la isla de Walcheren, en la costa zeelandesa.

Romero tuvo un papel protagonista al ser elegido por el comendador para dirigir una escuadra. Pero los holandeses, mucho más preparados en las lides marítimas que los españoles, derrotaron a estos últimos.

Julián tuvo que lanzarse al mar y ganar la costa a nado después de que los enemigos echaran a pique su barco. No sería justo imputarle este fracaso, ya que, como él mismo reconoció ante el comendador tras su derrota, era un experimentado soldado de batallas en tierra y no en la mar.

Después de la victoria española en Moock, a orillas del Mosa (abril de 1574), las tropas amotinadas se dirigieron hacia Amberes, en donde dieron asalto a la casa de un burgomaestre en la cual moraba Julián, que a punto estuvo de ser asesinado por la turba.

En Leyden, asediada por los españoles desde hacía meses, Julián llegó con cinco mil españoles en auxilio de Valdés, pero ya era demasiado tarde y hubo de levantar el sitio.

En las conversaciones de Breda con Guillermo de Orange en 1575, se nombraron como comisionados por la parte española en calidad de rehenes a Cristóbal de Mondragón y a Julián Romero. Pero no se llegó a ningún acuerdo, con lo que Julián volvió a los campos de batalla. Participó en la heroica campaña para liberar la isla zeelandesa de Zierickzee.

Muerto el comendador mayor (5 de marzo de 1577), los mandos vinieron a Julián, inevitablemente.

El país había quedado bajo el gobierno del Consejo de Estado, en tanto no se nombrase quien sustituyera a Requesens. Pero en rigor, quien asumió el poder fue Jerónimo de Roda. Estaba apoyado por el conde de Berlaymont; pero los flamencos aprovecharon la coyuntura para iniciar ciertas divergencias: así, el duque de Aerschot y el conde de Mansfelt, pese a su lealtad, estaban lejos de contribuir a la armonía que era necesaria para la autoridad y la eficacia del gobierno de los Estados, en tan crítica situación. Tomada Zierickzee, sin pagas ni saqueo, se reprodujeron los motines de los soldados y el Consejo decidió que fuera Julián quien marchase contra ellos. Entonces, el Consejo de Estado declaró rebeldes a los amotinados. Se hicieron fuertes los amotinados en una iglesia, de donde los desalojó Julián, y entonces se sublevaron en Bruselas.

Julián fue acometido en las calles y hubo de buscar refugio en el palacio, así como otros jefes. Allí permaneció a modo de prisionero aquel verano. Después de conseguir escapar Julián y Vargas, fueron a Amberes, donde formaron un gobierno militar, presidido por Roda. Julián se haría fuerte en Liera.

El 25 de julio los amotinados marcharon contra la ciudad de Aalst. Al conocer el peligro en que se hallaba la plaza de Amberes, los amotinados de Aalst, con su electo arrepentido a la cabeza, decidieron acudir para salvarla. Cuando se dirigían a Amberes se les juntó, en el camino, Alonso de Vargas con la caballería.

Y mientras pasaban el río Escalda, les alcanzó Julián Romero, que venía con sus hombres desde Liera.

Eran las ocho de la mañana del día 4 de noviembre.

El saco de Amberes por las tropas españolas acababa de comenzar.

El 17 de febrero de 1577 el nuevo gobernador de los Países Bajos, Juan de Austria firmó con los Estados el Edicto Perpetuo, y los tercios, reunidos en Maastricht, salieron de la plaza. Desde ahí, se fue tanto la caballería como la infantería camino de Italia mandados por el conde de Mansfelt. Julián no salió de Flandes hasta fines de mayo de 1577, y a primeros de julio ya estaba en Italia.

Los Estados incumplieron sus compromisos, y así don Juan quedó desligado del suyo. La política de apaciguamiento fracasó y los tercios debían volver a Flandes. Julián Romero fue designado maestre de campo general para conducir a todo el ejército español desde Italia hasta Flandes. Pero Julián no llegó a su destino. Murió fulminado —parece que de un ataque de apoplegía— sobre su caballo cuando se dirigía con todos sus hombres a los Países Bajos desde Italia.

No había muerto aún Julián Romero, y ya se estaban componiendo romances en su honor. El mismo Lope de Vega le dedicó una de sus obras de teatro: Julián Romero. Recogió los elogios no sólo de los historiadores militares de su tiempo —Antonio Osorio, Dávila Sanvítores, Bentivoglio—, sino de todos los capitanes generales que pasaron por Flandes: Alba, Requesens, Juan de Austria.

El Greco lo incluyó en uno de sus cuadros, Un santiaguista y San Luis, Rey de Francia, en donde lo representó como un símbolo de toda una generación de caballeros españoles. Su fama y su prestigio trascendió más allá de las fronteras: Brantôme le admira, y sin duda alguna, le inspira en sus Rodomontadas buena parte del concepto que formó el señor de Bourdeille del soldado español, de su jactancia y su valor, que reconoce y proclama por encima de todos.

Marichalar le atribuye la inspiración de la Crónica del Rey Enrique VIII de Inglaterra.

 

Bibl.: B. de Mendoza, Comentarios de Don ~, de lo sucedido en las Guerras de los Payses Baxos, desde el año de 1567 hasta el de 1577, Madrid, Pedro Madrigal, 1592; F. Estrada, Primera década de las guerras de Flandes hasta el principio del gobierno de Alejandro Farnesio, Colonia, 1682; G. Bentivoglio, Las guerras de Flandes: desde la muerte del emperador Carlos V hasta la conclusión de la tregua de los doze años, Amberes, 1687; M. Fernández Navarrete, M. Salvá y P. Sainz de Baranda (dirs.), Colección de documentos inéditos para la Historia de España, vols. XXXVII, XXXVIII y LXXV, Madrid, Viuda de Calero, 1842-1895; C. Rosell (dir. e il.), Historiadores de sucesos particulares, vol. II, Madrid, M. Rivadeneyra, 1853 (Biblioteca de Autores Españoles, n.º 28), págs. 389- 560; F. Barado, “Dominación y guerras de España en los Países Bajos”, en Revista Técnica de Infantería y Caballería, 2.ª época, año II (enero de 1902); M. S. Hume, Españoles e ingleses en el siglo XVI: estudios históricos, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1903 (Biblioteca de derecho y de ciencias sociales, vol. XVI), págs. 1-81; J. Almirante, Bosquejo de la Historia Militar de España, vol. II, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1923; A. Marichalar, Julián Romero, Madrid, Espasa Calpe, 1952; C. Martínez de Campos y Serrano, duque de la Torre, España bélica: el siglo XVI, 2.ª parte, Madrid, Aguilar, 1966; R. Quatrefages, Los Tercios españoles (1567-77), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979; R. Puddu, El soldado Gentilhombre, Barcelona, Arcos Vergara, 1984, págs. 156-158 y passim; A. Más Chao, “El soldado español de los tercios. Dos tipos determinantes: el profesional y el aventurero. Las vidas contrapuestas de Julián Romero y Alfonso de Contreras”, en VV. AA., El ejército y la armada de Felipe II, ante el IV centenario de su muerte (IV Jornadas de Historia Militar), Madrid, Ministerio de Defensa, 1997, págs. 37-56; J. Albi de la Cuesta, De Pavía a Rocroi. Los Tercios de Infnatería española en los siglos XVI y XVII, Madrid, Balkan Editores, 1999; J. Giménez Martín, Tercios de Flandes, Madrid, Ediciones Falcata Ibérica, 1999.

 

José Miguel Cabañas Agrela

 

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