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Diego López de Stúñiga

Biografía

López de Stúñiga, Diego. ?, c. 1410? – 1481. Conde de Miranda del Castañar (I). Alférez mayor del rey Juan II y de Enrique IV, consejero del rey Alfonso XII de Trastámara.

El hombre que ha pasado a la posteridad por haber derribado a patadas el muñeco que representaba al rey Enrique IV en la llamada Farsa de Ávila, se llamaba Diego López de Stúñiga y era el segundogénito del I conde de Plasencia, Pedro de Stúñiga, y de Isabel Pérez de Guzmán, heredera de los ricos señoríos de Gibraleón, Olvera y Palos. Diego tuvo dos hermanos, Álvaro y Elvira, esta última fue condesa de Mayorga, siendo el primero el II conde de Plasencia y continuador en la línea genealógica representando un papel de primera categoría en el reino durante toda su larga vida, en la que llegó a ostentar tres ducados, si bien sólo Plasencia gozó de forma permanente de la categoría ducal.

Aunque segundón y siempre fiel a los intereses de su linaje representado por su ambicioso hermano, Diego también gozó de cierto predicamento en los tres principales reinados del siglo XV, a saber: el de Juan II, Enrique IV y los Reyes Católicos, si bien se distinguió particularmente en el segundo. Ostentó títulos varios, como el de alguacil, justicia e incluso camarero mayor en algún momento, si bien el título asociado a su nombre fue el de alférez mayor, que poseía desde los tiempos de Juan II. Descrito por los cronistas como un hombre valiente y generoso, no estuvo su vida exenta de violencia y escándalos personales.

Casado en primeras nupcias con Aldonza de Avellaneda —desde 1443, señora de la villa de Miranda del Castañar, si bien algunos autores subrayan que pertenecía a los Stúñiga—, Diego hubo de batallar por mantener la titularidad y los derechos de esa importante localidad. Así, el 6 de julio de 1456, López de Stúñiga sufrió la querella interpuesta por los Barriento que reclamaban para su linaje el portazgo, yantar, martiniega, escribanía y mostrenco de la villa, acusando a Diego de usurpación y despojo. Aunque el Rey mandó a Diego que les restituyera en sus derechos, sólo un año más tarde elevó a la villa a categoría condal, siendo el Stúñiga su primer titulado. No tardaron en surgir más litigios, esta vez con el conde de Alba, por la posesión de la fortaleza de esa villa con su jurisdicción civil y criminal. La querella se zanjó finalmente cuando los Reyes Católicos fallaron en favor de los Miranda —en 1487 ya fallecido Diego—, actuando en el proceso el famoso consejero de los Monarcas, Rodrigo Maldonado de Talavera.

El I conde de Miranda había actuado, a la altura de 1460, como agente de Enrique IV con el reino de Navarra y concretamente con el príncipe de Viana, que fue trabajado durante varios meses, juntamente con Enrique Gómez de Frías y Pedro de Fuensalida. Los tres caballeros segundones que, de alguna manera, escapaban al control de los miembros del Consejo, le servían al Rey para sus fines. La misión era delicada: convencer al príncipe de Viana de la conveniencia para que se matrimoniara con la infanta Isabel, futura Reina Católica. El envenenamiento del heredero de Navarra frustró el intento.

Poco tiempo, sin embargo, iba a durar la buena relación del I conde de Miranda con el rey Enrique. En 1464 estalló la sublevación nobiliaria en Castilla encabezada por el marqués de Villena, Juan Pacheco, y ampliamente apoyada en el reino. La conspiración no podía ser más subversiva: sustituir al débil Enrique IV por su hermano de padre, el príncipe Alfonso, de once años. De entre los principales nobles que sostenían la candidatura del pequeño Alfonso destacaba el conde de Plasencia, hermano de Diego, que brindó Plasencia como Corte alfonsina. Pronto se hicieron realidad los propósitos de los rebeldes. En una explanada fuera de la muralla, en Ávila, un caluroso 5 de junio de 1465, los nobles, encabezados por Juan Pacheco, escenificaron la deposición de Enrique IV. Ante el muñeco que pretendía emular al Rey, se fue leyendo una carta plagada de acusaciones por la que se explicaba la privación del trono. A medida que se le hacía una acusación concreta, el muñeco era despojado de un atributo de realeza. El arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo, le quitó la corona —dignidad real—, el conde de Plasencia el estoque —administración de la justicia—, el conde de Benavente, el bastón —administración del reino— y así sucesivamente. Diego López de Stúñiga, entonces, derribó a patadas al pelele mientras pronunciaba su famosa frase: “...a tierra puto”. Inmediatamente después, subió al escenario el príncipe al que se le revistió de los atributos despojados al muñeco. Así, comenzó a reinar Alfonso XII de Castilla.

Diego López de Stúñiga fue un apasionado defensor del nuevo Rey, incluso más que su hermano que, un par de años más tarde del acto de Ávila, ya buscaba la reconciliación con Enrique IV. Alfonso le concedió algunas mercedes discretas —juro de heredad en la renta de la alcabala de pescado fresco de la ciudad de Burgos con efectos retroactivos— o la concesión para que pudiera nombrar el recaudador mayor de Jerez de la Frontera a partir del 1 de enero de 1466. Pero Diego protagonizaría uno de los momentos más importantes en la vida del joven Monarca. El I conde de Miranda tomó parte en la única batalla —Olmedo, 1467— que se produjo en aquellos tres años de guerra civil contra los enriqueños. En ella, debutó el joven Monarca, próximo a cumplir catorce años, “revestido de resplandeciente armadura, cabalgando en brioso corcel”, a decir del cronista Palencia. Le correspondió a Diego la difícil tarea de defender al Rey niño que, para mejor protección, ocupaba una posición en la batalla que dejara a salvo su integridad, y, así, el conde de Miranda estaba acompañado —además de por el obispo de Coria— por algunos caballeros de la Corte menos aptos para pelear. A pesar de esa circunstancia, el conde de Miranda —al que Palencia cita como “el nieto de Diego López de Stúñiga”, por el que llevaba su nombre— se cubrió de gloria.

Poco después del choque de Olmedo se produjo un episodio, también relatado por las crónicas, que forma parte de la biografía de Diego: su apasionada relación con la cincuentona viuda del conde de Nájera, María Sandoval. Esto puede explicar el trasvase a las filas enriqueñas del hijo de aquélla, Pedro Manrique, en 1467, a pesar de que el linaje Manrique era incondicional de la causa alfonsina y el propio conde de Treviño había recibido mercedes del rey Alfonso. El hecho de que su madre fuera la amante de Diego irritó de tal forma al violento Manrique que, de camino a Segovia, al pasar por la fortaleza de Íscar, pidió permiso a Enrique IV para asaltarla violentamente. Palencia justifica el proceder de Pedro Manrique “[...] no pudiendo sufrir que aquella dama, sobre otras muchas maldades cometidas contra una persona de su valia tuviese a sus años la desvergüenza de ser la concubina del conde de Miranda y de emplear sus perversas artes para separar al licencioso magnate del lado de su mujer, joven y dotada con todas las ventajas del nacimiento, de la virtud y de la hermosura”. Poco importó que, más adelante, los amantes contrajeran matrimonio. Pedro no dudó en despojarla de todo lo que pudo, como se demuestra en el interminable pleito que finalmente hubo de perder, aunque consiguió recluirla durante un tiempo en un convento. La pasión del I conde de Miranda por su esposa no tuvo dobleces: de 1470 se conserva el testamento de Diego entregándole bienes y, unos años después, compensándole de los daños que el hijo de él podía haberle causado. Curiosamente también de ese año se conserva el pleito homenaje que el conde de Miranda le hizo al hijo de su ya esposa para que recobrara el castillo de Davadillo, que tenía en fianza Sancho de Velasco.

Otro Pedro, aparte del hijo de su mujer, se cruzaría violentamente en la vida del I conde de Miranda. Su propio hijo y heredero le procuró disgustos sin fin que hasta le obligó a interponerle una reclamación de los bienes donados como su mayorazgo. Movido, a decir de las fuentes de la época, por el diablo, Pedro llegó a encarcelar a su padre y a su madrastra, María de Sandoval, entre otras muchas tropelías.

A partir de la década de 1470, se van espaciando las noticias del conde de Miranda. Ocupado de sus asuntos patrimoniales, como lo prueba la documentación sobre compras y ventas, fue discreto protagonista en algunos momentos del reinado de los Reyes Católicos. Así, se sabe que, aunque apoyó a Juana en la guerra civil como todos los miembros de su linaje, finalmente se reconcilió con Isabel y Fernando y el último acto de su vida fue el juramento prestado al príncipe Juan en 1480. Un año después fallecía.

Le sucedió su desobediente hijo Pedro de Stúñiga y Avellaneda, II conde de Miranda desde 1481. Casado con Catalina de Velasco, hija del conde de Haro, tuvo en su hijo Juan de Stúñiga y Velasco un extraordinario sucesor desde 1492. Fue camarlengo del príncipe Carlos quien, siendo ya rey, le nombró comendador de la Orden de Santiago y también regidor perpetuo de Valladolid. Hombre destacado en la política intervino activamente en la vigilancia de los comuneros refugiados en Portugal, siendo también jefe de los alabarderos de la escolta del Emperador, al que acompañaría en sus viajes por Europa regresando de Hungría en 1533. Casado con Estefanía de Requesens, el nieto del bravío Diego López de Stúñiga se acabó estableciendo en Madrid como preceptor del príncipe Felipe, futuro Felipe II.

 

Bibl.: Real Academia de la Historia, Memorias de Enrique IV de Castilla, vol. II, Madrid, Tipografía de Fortanet, 1913; D. de Valera, Memorial de Diversas hazañas. Crónica de Enrique IV, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1941; D. E nríquez del Castillo, Crónica del rey Don Enrique, cuarto de este nombre por su capellán y cronista, Madrid, Atlas, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles); A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (Biblioteca de Autores Españoles); M. L. Villalobos, Los Stúñiga. El paso a Castilla de un linaje de la nobleza nueva y su elevación con los Trastámara, Madrid, Universidad Complutense, 1985 (microficha); G. Lora Serrano, “La participación de la Casa de Estúñiga en la guerra civil castellana”, en VV. AA., I Congreso de Historia de la Ciudad de Plasencia, Plasencia, 1986; D. C. Morales Muñiz, “La política de mercedes del rey Alfonso de Castilla: el sostenimiento de su causa, 1465-1468”, en Homenaje al Prof. Torres Fontes, vol. II, Murcia, Universidad, 1987, págs. 225-239; Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Fundación Gran Duque de Alba, 1988; “Las confederaciones nobiliarias de Castilla durante la guerra civil de 1465”, en Anuario de Estudios Medievales, 18 (1988), págs. 455-467; M. C. Gerbert, La nobleza en la Corona de Castilla. Sus estructuras sociales en Extremadura (1454-1516), Cáceres, El Brocense, 1989; J. Álvarez Villar, La villa condal de Miranda del Castañar, Salamanca, Patronato José María Cuadrado, Centro de Estudios Salmantinos, 1995; G. Lora Serrano, “La Casa de Stúñiga durante el reinado de Enrique IV”, en M. González Jiménez (ed.), La Península Ibérica en la Era de los Descubrimientos (1391-1492) (actas de las Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia Medieva, Sevilla, 25- 30 de noviembre de 1991), vol. II, Sevilla, Universidad, 1997, págs. 1191-1238; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; Isabel I, reina, Barcelona, Ariel, 2002; VV. AA., “El reinado de Isabel la Católica”, en Medievalismo (n.º monográfico del Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, dedicado al V Centenario de la muerte de Isabel La Católica), año 14, n.os 3-14 (2004), págs. 127-142; C. Quintanilla Raso (coord.), Títulos, grandes del reino y grandeza en la sociedad política: sus fundamentos en la Castilla medieval, Madrid, Sílex, 2006; C. Quintanilla Raso y M. J. García Vera, “Señores de título en la Castilla del siglo XV: su creación en el reinado de Enrique IV”, en Homenaje al profesor Eloy Benito Ruano, vol. 2, Murcia, Editum, 2010, págs. 653-670; F. de Cañas Gálvez, Burocracia y cancillería en la corte de Juan II de Castilla (1406-1454). Estudio institucional y prosopográfico, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2012.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz

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