López de Ayala, Pedro. Conde de Fuensalida (I). ?, p. s. xv – Toledo, 22.II.1486 post. Alcalde mayor de Toledo.
Hijo de Pedro López de Ayala el Viejo y de Elvira de Castañeda. En 1453, sucedió a su padre en los oficios de alcalde mayor, asistente y aposentador mayor de Toledo, y también en los dominios territoriales que su progenitor había conseguido por donación real en 1445, y que eran los lugares de Humanes, Cedillo, Guadamur, Huecas y Pero Moro. Hasta entonces, había sido un estrecho colaborador de su padre en la ciudad de Toledo, al menos desde el año 1430, en que pasó a ejercer el oficio de aposentador mayor. Había participado también de manera muy activa en todos los acontecimientos del reino, desde el año 1431 en que marchó a combatir contra el sultanato nazarí de Granada al lado de Álvaro de Luna, al que continuó apoyando en su enfrentamiento con los infantes de Aragón. Cuando sucedió a su padre, había ya acumulado una gran experiencia política que le iba a ser muy útil durante el reinado de Enrique IV.
Pedro había contraído matrimonio hacia 1430 con María de Silva, mujer de una gran personalidad, que se convirtió en una gran colaboradora de su marido, quien siempre depositó en ella una gran confianza y le tuvo un enorme cariño. María pertenecía a un linaje de origen portugués, los Silva, que se habían enraizado en la ciudad de Toledo tras el desastre castellano de Aljubarrota. Y, sin embargo, y a pesar de este matrimonio, esos dos linajes, Silvas y Ayalas, serían siempre enemigos irreconciliables, pues ambos tenían los mismos objetivos, que no eran otros que el control político y militar de Toledo. A lo largo del reinado de Enrique IV, e incluso después, en la época de los Reyes Católicos, los Silva lograron derrotar en varias ocasiones a los Ayala, les arrebataron parcelas de poder e incluso les expulsaron de la ciudad de Toledo. La eterna rivalidad entre estos dos linajes logró rebasar el siglo xv y continuó durante buena parte del xvi.
Cuando en 1465 una gran parte de la nobleza castellana se rebeló contra Enrique IV, el reino se dividió en dos bandos. Un sector muy numeroso de la nobleza y algunas ciudades se decidieron por el hermano del Monarca, el príncipe Alfonso. Otros permanecieron leales al Rey. En este conflicto, Toledo dependía de la actitud que tomasen sus regidores. Por vez primera desde hacía muchos años, el alcalde mayor, Pedro López de Ayala, se vio obligado a tomar una decisión que le comprometería gravemente, pues la ciudad se sublevó a favor del príncipe Alfonso. Ayala fue atraído por el marqués de Villena, Juan Pacheco, al bando rebelde con la promesa de nuevas mercedes. Y en efecto, no se hicieron esperar. El 22 de noviembre de 1465, el príncipe vencía las dudas del alcalde mayor al conceder a su hijo Alfonso la encomienda santiaguista de Yegros. Durante tres años, Toledo continuó fiel a la causa de Alfonso, a pesar de los intentos de Enrique IV por recuperarla. Al final, Ayala, presionado por su esposa, volvió a la obediencia real. Enrique IV pudo así retornar a Toledo en junio de 1468.
La oportuna muerte del príncipe Alfonso en julio de 1468 iba a aclarar la situación en Castilla, aunque fuese sólo por unos meses y no la solucionase del todo. Por de pronto, Enrique IV premió a López de Ayala por su fidelidad con la concesión de un juro de 42.000 maravedís y, sobre todo, con la gobernación, guarda y defensa de Toledo. Le daba plenos poderes en Toledo. Por estos años, la generosidad del Rey con Ayala fue enorme. Nunca hasta entonces ese linaje había sido tan dueño de Toledo como al final de la década de 1460. El Monarca le necesitaba porque controlaba Toledo y esta ciudad era de una importancia excepcional para el partido monárquico.
A pesar de estas donaciones y de los poderes extraordinarios concedidos sobre Toledo, la situación de Pedro López de Ayala en esa ciudad iba a dar un brusco cambio dos años más tarde. Tras la muerte del príncipe Alfonso, Enrique IV, empujado por el marqués de Villena, se vio obligado a pactar con su hermana Isabel, a quien reconoció como heredera del reino de Castilla. En el acuerdo firmado en Guisando, Isabel se comprometió a no contraer matrimonio sin el consentimiento de su hermano. Un año más tarde, sin embargo, se casaba con Fernando de Aragón. El marqués de Villena convenció entonces al Monarca de que, al casarse sin licencia del Rey, Isabel había perdido sus derechos al trono. En consecuencia, Enrique IV desautorizó el matrimonio y declaró heredera a su presunta hija Juana. De nuevo, el reino entraba en una situación de conflicto. Castilla se dividía en dos bandos; aquellos que apoyaban a Isabel y Fernando y los que permanecían fieles a Enrique IV. Ayala se encontraba entre estos últimos. Había recibido del Monarca numerosas pruebas de confianza y demasiadas prebendas para pensar en la deserción. El control sobre Toledo convertía a este personaje en una pieza valiosa con la que había que pactar a toda costa. Juan Pacheco logró en 1470 mantener a los Ayala en la obediencia al Monarca. A cambio, Pedro recibió de Enrique IV nuevas donaciones y además le promocionó a la alta nobleza del reino con la concesión del título de conde de Fuensalida, villa que Ayala había comprado unos años antes y, sin embargo, el nuevo conde cayó en desgracia poco después, víctima de la traición de Pacheco, la persona con la que había pactado, que esta vez decidió aliarse con los enemigos de los Ayala para hacerse con el control total de Toledo. Pedro se vio obligado a dejar la ciudad, apesadumbrado por la pérdida de todos sus oficios. Volvió de nuevo a Toledo en 1473 a través de un nuevo pacto firmado con el Rey y Juan Pacheco que le ataba de pies y manos al favorito del Monarca. No podía emprender acción alguna por su cuenta ni tener libertad de movimientos sin consentimiento de Pacheco. A partir de entonces, los vecinos de Toledo consideraron a los Ayala como unos monigotes manejados por la astucia y el ingenio del favorito del Monarca. La revuelta que estalló poco después obligó al conde de Fuensalida y a sus partidarios a huir apresuradamente de la ciudad. De poco sirvieron las órdenes y mandatos apremiantes de Enrique IV a los habitantes de Toledo. El Monarca no era ya más que un desdichado títere de su privado. Nadie le obedecía.
El conflicto entre los Ayala y Toledo continuó hasta el año 1475 en que pactaron su regreso a la ciudad con su enemigo principal, el conde de Cifuentes. A su hijo primogénito, Pedro, se le permitió ocupar el oficio de aposentador mayor. Poco después, el conde volvía a recuperar la Alcaldía Mayor de la ciudad por concesión expresa de los Reyes Católicos. Murió años después, a mediados de 1486. De su matrimonio con María de Silva, le nacieron cinco hijos; Pedro, que le sucedió en sus señoríos, Alfonso, Leonor de Ayala, Elvira de Castañeda y Guiomar de Meneses.
Con Pedro López de Ayala desapareció toda una generación que había sido protagonista principal de un largo siglo de turbulencias políticas a lo largo de los reinados de Juan II y Enrique IV. Sus sucesores apenas tuvieron tal oportunidad tras el restablecimiento del orden y la imposición de una paz general por los Reyes Católicos después de la Guerra de Sucesión.
Bibl.: E. Benito Ruano, Toledo en el siglo xv, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, 1961; A. Franco Silva, El condado de Fuensalida en la Baja Edad Media, Cádiz, Universidad, 1994.
Alfonso Franco Silva