Folch de Cardona Erill y Borja, José. Conde de Cardona (I). Madrid, 22.IX.1651 – Viena (Austria), 26.VI.1729. Político y militar al servicio de la Casa de Austria, lugarteniente general de la Orden de Montesa, virrey de Valencia, presidente del Consejo Supremo de Flandes, príncipe de Cardona en el Sacro Imperio.
Fue miembro de la nobilísima familia catalana de los Folch de Cardona, arraigada también en tierras valencianas. Fueron sus padres Alonso de Cardona Borja y Milà d'Aragó, caballero de Calatrava, barón y I marqués de Castellnovo, virrey de Mallorca, gentilhombre de cámara de Felipe IV y mayordomo mayor de Juan José de Austria, y su segunda esposa, Margarita Teresa d'Erill y Mayno, condesa de Erill, perteneciente también a una antigua familia catalana muy vinculada al servicio de la Monarquía. Tras la muerte de su padre en 1659, se mantuvo la estrecha relación familiar con la Casa Real y en 1666 su madre fue nombrada camarera mayor de la emperatriz Margarita de Austria, con quien se trasladó a Viena acompañada de sus hijos.
El viaje a la capital del imperio austríaco abre una etapa decisiva en la vida de este personaje, una larga trayectoria plena de mercedes, honores y privilegios que se prolongó hasta su muerte. En 1667 fue nombrado gentilhombre de cámara del emperador Leopoldo I; en 1669 capitán de caballos coraza; teniente coronel en 1670; coronel el año siguiente y más tarde general de la caballería. Esta fulgurante carrera militar se completó con la concesión, en 1673, del título de conde de Cardona del Sacro Imperio. En 1673, tras la muerte de la Emperatriz, regresó con su madre a Madrid. En la Corte española siguió beneficiándose del favor real, porque en 1675 le fue concedido el hábito de Montesa y dos años después la encomienda de Alcalá de Xivert, pocos meses antes de su matrimonio con Manuela Pardo de la Casta y Rocafull, hija de los marqueses de la Casta. En 1678 volvió a Viena como enviado extraordinario de Carlos II para dar la enhorabuena al emperador Leopoldo por el nacimiento de su heredero. De regreso a Madrid, recibió en 1681 el título de comendador mayor de San Jorge de Alfama y en 1687 el nombramiento de lugarteniente general de la Orden de Montesa, al que se añadió en 1695 el de consejero de Guerra.
Su presencia en la vida política valenciana se dejó notar a partir de los años ochenta y especialmente desde su acceso a la máxima dignidad de Montesa, que le convertía en miembro con voz y voto del estamento eclesiástico. En calidad de tal, formó parte de la importante Junta de Contrafueros, formada por los electos de los tres estamentos para velar por la puntual observancia de los Fueros, Privilegios, Usos y Costumbres y exigir su reparación, caso de ser violados por el Rey o sus ministros. También formó parte de la Junta de Defensa de la Costa.
Tras la muerte de Carlos II y la llegada al trono de la nueva dinastía, desapareció de la escena política para no verse involucrado en el gobierno de Felipe V. Sin embargo, no permaneció inactivo, sino que participó clandestinamente en el desarrollo de los planes estratégicos aliados, manteniéndose en estrecho contacto con el emperador Leopoldo I, con el almirante de Castilla, refugiado en Lisboa, con el príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt, tras la ocupación aliada de Gibraltar, y con el general valenciano Juan Bautista Basset y Ramos, artífice de la sublevación de Denia en agosto de 1705. La entrada de Basset y de las tropas aliadas en la capital del reino y la proclamación del archiduque Carlos como rey de los valencianos, el 16 de diciembre de 1705, abren una nueva y decisiva etapa en la vida del conde de Cardona. En su calidad de plenipotenciario de Carlos III, Basset nombró a Cardona virrey de Valencia y, aunque había otros cualificados aspirantes al cargo, inclinó la balanza a su favor la larga vinculación personal y familiar a la Casa de Austria, su contribución al triunfo de la causa austracista y el respaldo de su hermana Catalina, camarera de la emperatriz Amalia.
Con todo, Cardona no entró en el pleno ejercicio de sus funciones hasta recibir el correspondiente privilegio, fechado en Barcelona el 23 de enero de 1706, y efectuar el preceptivo juramento, que se realizó el 7 de febrero.
La llegada de Cardona al virreinato fue muy bien acogida por las instituciones y por los sectores más moderados del austracismo, deseosos de acabar con el período de provisionalidad y populismo radical que había caracterizado el gobierno de Basset. En esta línea, la actuación del virrey tuvo como primer objetivo el reforzamiento de las instituciones, muy resentidas por el cambio de obediencia, así como la recuperación de la normalidad de la vida cotidiana con el fin de aumentar el nivel de confianza en el nuevo gobierno y reconducir el austracismo valenciano hacia posiciones más conservadoras. Tras poner de nuevo en pie la Real Audiencia se propuso devolver a la administración de justicia la credibilidad perdida tras el paso de Basset, para lo que creó las Juntas de Secuestro e inició la apertura de procesos a los disidentes. Pero la verdadera prueba de fuego de su virreinato fue la de neutralizar el descontento popular producido por la detención y encarcelamiento de Basset, así como la ratificación por parte de la Real Audiencia del derecho de la nobleza y de la Iglesia a percibir los derechos señoriales y el diezmo, cuya supresión reivindicaban las clases populares.
La presencia de Carlos III en tierras valencianas, a finales de septiembre de 1706, privó al conde de Cardona de su protagonismo político, si bien sus ambiciones no se vieron menoscabadas, pues pasó a formar parte del Consejo Político y del Consejo de Guerra, los órganos más importantes del gobierno de la Monarquía carolina. En marzo de 1707 acompañó al archiduque en su viaje a Barcelona, gozando también allí de la confianza real con el nombramiento, en septiembre de 1707, de mayordomo mayor de la archiduquesa, Isabel de Brunswick. En cumplimiento de estas funciones acudió a Génova a recoger a la Reina y regresó con ella a Cataluña en julio de 1708. Esta estrecha colaboración con Carlos III fue aprovechada por Cardona para mejorar su estatus social y su situación económica. En este sentido, la primera de sus actuaciones le llevó a litigar por los marquesados de Guadalest (llegó a intitularse Sancho Ruiz de Liori) y Castellnovo y a solicitar la dignidad de almirante de Aragón en 1706, dignidad que le fue concedida y a la que el archiduque añadió la Grandeza de España en 1709. En 1711 litigó igualmente por el ducado de Cardona. Mientras tanto, había sido condenado por la justicia borbónica a la pérdida del hábito, honores y encomiendas militares, confiscación de bienes y pena de muerte.
Cuando en 1711 el archiduque abandonó Cataluña para asumir la Corona imperial, Cardona quedó en Barcelona formando parte de la Junta de Gabinete hasta la marcha de la Emperatriz en marzo de 1713.
Su exilio en Viena da cima a sus ambiciones políticas y a su encumbramiento social, con el nombramiento en 1717 de presidente del Consejo Supremo de Flandes y con la obtención, ese mismo año, de la más alta dignidad del imperio, la de príncipe de Cardona, que seguía a la obtención de la nacionalidad húngara y a la donación de la ciudad de Virovitiza y otros lugares en Eslavonia. En 1722 obtuvo la Grandeza de 1.ª clase.
Viudo de su primera esposa en 1717, contrajo segundas nupcias con Antigua de Silva y Alagón, hija del conde de Montesanto, también exiliado. A falta de descendencia, nombró heredero a su sobrino Francisco de Silva Folch de Cardona, hijo de su hermana Isabel, marquesa de Montemayor. Murió el príncipe en Viena y allí recibió sepultura, en el convento de los trinitarios descalzos, el 26 de julio de 1729.
Bibl.: C. Pérez Aparicio, De l’alçament maulet al triomf botifler, Valencia, Tres i Quatre, 1981; J. A. Chiquillo Pérez, “La nobleza austracista en la Guerra de Sucesión. Algunas hipótesis sobre su participación”, en Estudis, Revista de Historia Moderna (ERHM), 17 (1991), págs. 116-147; C. Pérez Aparicio, “La Guerra de Sucesión”, en J. M.ª Jover (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXVIII, Madrid, Espasa Calpe, 1993; C. Pérez Aparicio y A. Felipo Orts, “Un drama personal i col·lectiu. L’exili austriacista valencià”, en Pedralbes, Revista d’Història Moderna, 18 (1998), págs. 329-343; C. Pérez Aparicio, “Una vida al servicio de la Casa de Austria. Don José Folc de Cardona y Erill, príncipe de Cardona (1651-1729)”, en ERHM, 28 (2002), págs. 421-448.
Carmen Pérez Aparicio