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Tomás Pascual de Azpeitia y Orozco

Biografía

Azpeitia y Orozco, Tomás Pascual de. ?, ú. t. s. XVII – 6.IV.1750. Eclesiástico, protonotario, misionero apostólico, teólogo de la Nunciatura, académico de la Real Academia Española.

Como apunta Alonso Zamora Vicente (1999: 63a), su amistad con Juan de Ferreras, siendo él teólogo de la Nunciatura y adscrito a la parroquia de San Andrés de Madrid, fue quizás determinante para ser elegido académico de la Real Academia Española. Fue nombrado como tal el 25 de mayo de 1726, para ocupar la vacante dejada por el primer director, Juan Manuel Fernández Pacheco. Se implicó mucho en la actividad de la Docta Casa; así, entre 1728 y 1734, ejerció en varias ocasiones como secretario accidental. Incluso alguna de las Juntas académicas se celebraron en su casa, como la del 18 de octubre de 1729. Fue uno de los intermediarios entre la Academia y los familiares de Lorenzo Folch de Cardona para que, a la muerte de éste, su biblioteca pasara a la Docta Casa, como se deduce del Acta de la Junta académica correspondiente al 21 de febrero de 1732. Esta compra —junto con la adquisición previa de los fondos de Gonzalo Machado, en 1733, y de Vincencio Squarzafigo, en 1737, así como las donaciones de instituciones y particulares y los libros que el propio Squarzafigo fue adquiriendo en el desempeño de su labor como secretario— constituye el germen de la biblioteca académica. No obstante, fueron frecuentes las ausencias de Tomás P. de Azpeitia y Orozco a las Juntas académicas, por distintos motivos: de salud (21 de octubre y 9 de diciembre de 1732); por sus obligaciones como eclesiástico en las parroquias de San Pedro y San Andrés (21 de febrero de 1733) o por estar presente en las causas de beatificación de Alonso de Orozco y de la venerable madre Mariana de Jesús (3 de agosto de 1731, 4 de diciembre de 1732 y 12 de octubre de 1734); etc.

En cuanto a la contribución de Tomás P. de Azpeitia y Orozco a la obra por la que fue creada, en primera instancia, la Real Academia Española: el Diccionario de autoridades (1726-1739), hay que decir que la suya no fue demasiado importante. Se le encargó la redacción de los artículos de las combinaciones de la letra ‘l’, pero los materiales que entregó no tenían suficientes autoridades (Acta de la Junta académica del 22 de abril de 1732); las de la letra ‘n’ (encargada el 25 de julio de 1726) pasaron a otros académicos, primero a Casimiro Uztáriz (14 de febrero de 1730) y, finalmente, a Carlos de la Reguera (12 de marzo de 1733). También se le encargó la extracción de voces y autoridades de los Fueros de Aragón, tras la renuncia, en un primer momento, de José Siesso de Bolea a seguir aportando aragonesismos para el Diccionario (1726-1739), ante la ausencia de una muestra de reconocimiento de su labor al respecto, por parte de los académicos, en los preliminares de la obra (Acta de la Junta académica del 11 de noviembre de 1726). Por último, también se le encargó la redacción de las voces de carpintería si se hace caso a Alonso Zamora Vicente (1999: 63a), ya que, según Emilio Cotarelo y Mori (1914: 35), éstas fueron encargadas a Antonio Dongo Barnuevo y Mesa. Asimismo, Azpeitia fue quien cedió el original de La Mosquea (1615) de José de Villaviciosa para que fuera utilizada como autoridad en el Diccionario (1726-1739) y para que se editara por parte del librero de la Academia, Juan Pérez, en 1732.

Quizás la causa de esta comentada escasa contribución fue la exención a los revisores de este tipo de tareas, a fin de ocuparse por completo de la revisión de los materiales que iban entregando los académicos (Acta de la Junta académica del 14 de febrero de 1730). Realmente, mayor fue su contribución como revisor de dichos materiales, nombrado como tal el 11 de octubre de 1729, para cubrir la vacante que a tal efecto había dejado Adrián F. J. Connink. Los revisores, Azpeitia y Lorenzo Folch de Cardona, leyeron un Papel de reparos al Diccionario (1726-1739) desde las Juntas del 8 de mayo al 18 de junio de 1731.

Las diferencias que en ocasiones se producen entre la grafía de las formas que propone la Academia, según lo dispuesto en el “Discurso proemial de la ortografía” (1726), al frente del Diccionario (1726-1739), y las que aparecen en los textos que sirven de autoridades originaron una agria discusión entre Vincencio Squarzafigo y los revisores, pues mientras éstos eran partidarios de mantener las formas tal como aparecen en las autoridades, aquél pensaba que era mejor ajustarse a los planteamientos ortográficos recién establecidos por la Academia. Estas discusiones no fueron óbice para que, por ejemplo, de Azpeitia partiera la iniciativa de ayudar, en ocasión de las Pascuas, a los amanuenses de Vincencio Squarzafigo, Pedro Noriega y Jacinto García, por el tomo IV del Diccionario (1734). El primero, a juicio de Azpeitia, había recogido autoridades “con dispendio de su salud”, por lo que consideró que la recompensa debería ser mayor. Y así se decidió: cincuenta pesos ducados de plata para él, veinte para Jacinto García (Acta de la Junta académica del 17 de diciembre de 1733). Más adelante, el mismo Azpeitia contó cómo vio a Noriega, “criado del Secretario de la Academia”, muy enfermo; necesitaba los aires de su patria, pero no tenía dinero, y por “no podérselos dar de su amo”, pidió que la piedad de la Academia le socorriese, “acordándose de que en servicio de ella había perdido la salud”. Se acordó dar sesenta pesos para ayuda de viaje o curación (Acta de la Junta académica de 31 de agosto de 1734).

Fuera ya de toda polémica, Tomás Pascual de Azpeitia y Orozco formó parte de la comisión académica que llevó a Felipe V y el resto de la Familia Real los ejemplares del primer tomo del Diccionario de autoridades (1726), en su residencia del palacio del Buen Retiro, el 30 de abril de 1726. Gracias a él y a Lorenzo Folch de Cardona se revisaron los gajes que recibían los académicos, y para “una mayor estabilidad y aumento de la Academia, brevedad y aumento del Diccionario” (Acta de la Junta académica del 11 de julio de 1728), el director estableció los nuevos gajes, de acuerdo con la antigüedad y el cargo que ocupaban los académicos. Dentro de la Academia desarrolló también una intensa labor como autor de determinada literatura efímera, no conservada, como son los elogios fúnebres a varios académicos fallecidos, según la costumbre académica: Pedro Scotti de Agóiz (1728), Fernando de Bustillo (1730) y Lorenzo Folch de Cardona (1731). Escribió también los parabienes de la Docta Casa a la reina, Isabel de Farnesio, ante el inminente nacimiento de su hija, la infanta María Teresa Rafaela de España (Acta de la Junta académica del 25 de junio de 1726); así como por el feliz alumbramiento de ésta (15 de julio de 1726). Tras la muerte de Tomás P. de Azpeitia y Orozco, el 6 de abril de 1750, ocupó su vacante José Abreu Bertodano.

 

Bibl.: Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana [...] [Diccionario de autoridades], Madrid, Francisco del Hierro, 1726-1739; J. de Villaviciosa, La moschea: poetica inventiva en octava rima / compuesto por Joseph de Villaviciosa [...] nuevamente dado a luz por Juan Perez, Madrid, Viuda de Francisco del Hierro, 1732 (ed., introd. y notas de A. L. Luján Atienza, Cuenca, Diputación de Cuenca, 2002); E. Cotarelo y Mori, “La fundación de la Academia Española y su primer Director, don Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena”, en Boletín de la Real Academia Española, I (1914), págs. 4-38 y 89-127; F. Lázaro Carreter, Crónica del Diccionario de autoridades (1713-1740): discurso leído el día 11 de junio de 1972, en el acto de su recepción, por el Excmo. Sr. Don Fernando Lázaro Carreter y contestación del Excmo. Sr. Don Rafael Lapesa Melgar, Madrid, [s. n.], 1972; A. Zamora Vicente, “Letras mayúsculas. Siglo XVIII”, en Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa, 1999, págs. 63-107; E. Bomant García, El origen de la Real Academia Española Génesis, redacción y difusión del Diccionario de autoridades, Madrid, Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma de Madrid, 2000; F. M. Carriscondo Esquivel, El Papel de Reparos al Diccionario de la Academia (inéd.).

 

Francisco M. Carriscondo Esquivel

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