Montes y Corral, Tomás Ponciano de. Medina de Rioseco (Valladolid), 3.XII.1678 – Casavieja (Ávila), 6.VIII.1744. Sacerdote, teólogo, académico de la Real Academia Española, lexicógrafo.
Hijo de Pedro de Montes Santoyo y de Francisca de Corral, Tomás Montes fue bautizado en la parroquia de Santa María de Medina de Rioseco, por entonces vinculada a la diócesis de Palencia. Residió en Ávila a partir de 1699. Allí se doctoró en Teología, en su Universidad de Santo Tomás el Real, en 1706; y allí estuvo como párroco, a partir de 1713, concretamente en el curato de La Adrada.
De él se conserva en la Biblioteca Nacional una carta impresa, firmada en La Adrada en octubre de 1718, donde se comenta un decreto de ese mismo año del obispo de Ávila, fray Julián Cano de Tevar, acerca de los sacerdotes que podían celebrar matrimonios.
Eduardo Tejero comenta de dicha carta su erudición, “pero nada farragosa, bien fundamentada teológicamente [...] y hasta salpicada con toques de humor” (1989: 73). Quizás por su erudición, y por mantener contactos con la familia de los Villena —pues éstos tenían casa en Cadalso de los Vidrios, pueblo cercano al curato de La Adrada—, Tomás de Montes pudo entrar en contacto con la Real Academia Española y ser elegido miembro de ella. De hecho, existe constancia documental de la estimación que los marqueses de Villena —tanto el fundador de la Academia, Juan Manuel Fernández Pacheco, como Mercurio Antonio López Pacheco y su hijo Andrés Luis, los tres primeros directores de la Academia— sentían por Tomás de Montes. Y así, el 7 enero de 1724 fue nombrado supernumerario, por la ausencia de Vicente Bacallar y Senna, que estaba al servicio de la Corona en Génova. Ocupó la vacante de número dejada por Luis Curiel el 30 de noviembre de ese mismo año. Fueron frecuentes sus ausencias a las sesiones académicas, desde el año mismo de su elección, debido a las obediencias propias de su ministerio sacerdotal. Por ejemplo, en el acta de la sesión académica de 4 de octubre de 1731, se dice que “tuvo que irse a la villa de La Adrada, a la residencia de su curato”. Su ausencia fue cubierta por distintos académicos: en primer lugar, por Casimiro Ustáriz, a partir de 1728; a continuación por José Torrero y Marzo, a partir de 1732; y, finalmente, por Pedro González, elegido por tal motivo como supernumerario a partir de abril de 1734, y con quien Montes tenía una gran amistad. Aun así, en la elaboración del Diccionario de autoridades (1726-1739), se encargó de la redacción de la combinación de las letras alc (sesión de la Academia del 4 de mayo de 1724), ce (25 de enero de 1724) y ch; pero su trabajo en las dos últimas combinaciones no fueron del agrado de la Academia (24 de octubre de 1726), por lo que tuvieron que ser reelaboradas por otros académicos, en concreto por Lorenzo Folch de Cardona, para la ce, y por José Casani y Fernando de Bustillo, para la ch. Montes, además, aportó un testimonio precioso de la forma de trabajar de los primeros académicos: en la sesión de 7 de diciembre de 1724 se leyó una carta enviada por él donde se quejaba de la imposibilidad de encontrar autoridades para la ch por la falta de libros, a lo que contestó la Academia que ella se encargaría de la búsqueda. Asimismo, sucedió a Luis Curiel en el vaciado de textos de Las Siete Partidas (1256-1265) de Alfonso X el Sabio para autorizar las voces definidas.
La partida de defunción, firmada en La Adrada por el sacerdote Juan González y reproducida por Eduardo Tejero (1983: 79-81), es un documento estremecedor: su muerte, tras una lenta y dolorosa agonía, fue causada por la mordedura de un perro infectado de rabia. Su cuerpo descansa en la capilla mayor de la parroquia a la que estuvo tanto tiempo vinculado.
Le cabe a Montes el orgullo de ser uno de los pocos académicos que pudo ver completos los seis tomos del Diccionario de autoridades (1726-1739). Manuel de Villegas Piñateli informó a la Academia de su muerte en la sesión del 13 de agosto de 1744. Ocupó su vacante Felipe Tiburcio Aguirre Salcedo, que se encargó a su vez de leer el correspondiente Elogio del académico fallecido.
Obras de ~: Respuesta que dió el Doctor Don ~, en que defiende la jurisdicción ordinaria de los párrocos, s. f.
Bibl.: E. Cotarelo y Mori, “La fundación de la Academia Española y su primer Director, don Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena”, en Boletín de la Real Academia Española, I (1914), págs. 4-38 y 89-127; F. Lázaro Carreter, Crónica del “Diccionario de autoridades” (1713-1740): discurso leído el día 11 de junio de 1972, en el acto de su recepción, por el Excmo. Sr. Don Fernando Lázaro Carreter y contestación del Excmo. Sr. Don Rafael Lapesa Melgar, Madrid, Real Academia Española, 1972; E. Tejero Robledo, “El doctor D. Tomás de Montes y Corral (1678-1744), párroco de La Adrada, académico y redactor del Diccionario de autoridades (1726-1739)”, en Cuadernos Abulenses, 11 (enero-junio de 1989), págs. 69- 82; A. Zamora Vicente, “Letras mayúsculas. Siglo XVIII”, en Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa, 1999, págs. 63-107 (espec., pág. 89); E. Bomant García, El origen de la Real Academia Española. Génesis, redacción y difusión del Diccionario de autoridades, Madrid, Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma, 2000; M. Freixas Alás, Las autoridades en el primer Diccionario de la Real Academia Española, tesis doctoral, Barcelona, Universitat Autònoma, Facultat de Filosofia i Lletres, Departament de Filologia Espanyola, 2003, 2 vols.
Francisco M. Carriscondo Esquivel