Martínez y Sáez, Nicolás. Jacinto de Peñacerrada. Peñacerrada (Álava), 9.IX.1812 – Roma (Italia), 31.X.1873. Capuchino (OFMCap.), obispo, misionero y senador.
Nació en el seno de una familia humilde. Sus padres eran Víctor Martínez y Manuela Sáez, que engendraron una familia numerosa y sumamente religiosa. Realizó sus primeros estudios en la preceptoría existente en su villa natal, donde mostró ya unas buenas dotes para el estudio. El 15 de agosto de 1825, cuando no contaba todavía trece años, Nicolás ingresó en los capuchinos de Deusto, y recibió el nombre de Jacinto María. Al mismo tiempo ingresaba también su hermano Francisco y, cinco años más tarde, su hermano Mateo. Terminó su año de noviciado, pero tuvo que esperar hasta el 11 de septiembre de 1828, cuando ya había cumplido los dieciséis años, para emitir su profesión religiosa. Lo hizo en el convento de Salamanca, donde se encontraba para realizar los estudios filosóficos.
No se sabe hasta qué punto estos años de su formación intelectual se vieron determinados por los agitados tiempos de la desamortización. Con todo, de Salamanca se trasladó a Toledo para realizar la Teología y, concluida ésta, fue ordenado en Madrid el 19 de marzo de 1836.
La situación política le obligó a trasladarse a Francia, donde aprendió rápidamente el francés y, automáticamente, se dedicó a la predicación y comenzó a escribir alguna de sus obras piadosas. Hacia 1842 salió en una de las expediciones de capuchinos españoles que tomaron rumbo a Venezuela. Llegado a América, al padre Jacinto se le encomendó provisionalmente la parroquia de San Jacinto de Zacatecas, en Caracas, donde compaginó su actividad pastoral con los ministerios de la palabra y de la pluma. En estos mismos años, asistió como secretario en la visita pastoral al arzobispo de Caracas, donde se le abrió la oportunidad de la predicación, que vino determinada por una respuesta férrea hacia el liberalismo.
También le correspondió la defensa de los misioneros capuchinos que habían llegado a aquellas tierras y que eran fuertemente atacados por toda la prensa de la nación.
Ante la situación tan tensa de los misioneros en tierras venezolanas, muchos de ellos se vieron obligados a salir hacia otras provincias. El padre Jacinto lo hizo en dirección a México, donde llegó a primeros de 1844, y allí vivió nuevamente la inseguridad y el ataque a la Iglesia. Fue en la diócesis de Puebla donde se asentó por un período de dos años para realizar diversos ministerios y donde también sobresalió una predicación profética que atacaba abiertamente los errores del liberalismo y a un clero decadente. En 1846 se embarcaba rumbo a La Habana, adonde llegó el 14 de septiembre, con intención de regresar a Europa.
A instancias del obispo de La Habana, se quedó a trabajar en la isla. A finales de 1848 se encontraba dedicado intensamente a la predicación y vivía con otros capuchinos exclaustrados en lo que quedaba del antiguo colegio de misioneros de San Felipe Neri de La Habana.
Su figura se hizo notable en La Habana en 1850, por su participación heroica en la atención a los apestados por el cólera. Ante la nueva situación política, el padre Jacinto se vio obligado a buscar un reconocimiento oficial para sus estudios y optó al grado de bachiller.
A partir de 1853 y por espacio de cinco años, desempeñó su ministerio como párroco de Matanzas donde sobresalió su actitud de total igualdad, sin hacer ningún tipo de distinción entre razas y condición social. El 30 de abril de 1858 el padre Jacinto logró un permiso del obispo para trasladarse a España, y después de diversas escalas llegó a España en el verano de ese mismo año. Ante la espera de poder restaurar la vida regular en el reino, el padre Jacinto se trasladó a Toledo, donde concluyó sus estudios eclesiásticos en el curso académico 1858-1859, y obtuvo los grados de licenciado y doctor sucesivamente. Como la restauración se dilataba demasiado, el padre Peñacerrada decidió trasladarse a Roma y ponerse a disposición del ministro general.
En Roma fue destinado como lector al colegio de misioneros San Fidel de Sigmaringa, donde se encargó de enseñar apologética. Sus buenas dotes llevaron a que Pío IX lo nombrara secretario de monseñor Salvador Sabá en su delegación pontificia al Extremo Oriente. Partieron de Roma en noviembre de 1862 y, cuando se encontraban en la India, el 28 de mayo de 1863 murió el obispo, por lo que el padre Peñacerrada regresó a Roma, para dar cuenta de su misión. A estas alturas era ya un personaje público y conocido en los ámbitos romanos, y en los ámbitos cortesanos de Madrid, donde se encontraba Antonio María Claret. Se conoce una cédula de la reina Isabel II, del 3 de diciembre de 1864, en la cual presentaba como candidato para la sede de La Habana, al padre Jacinto, “teniendo en consideración su celo religioso, virtud, ciencia y servicios”. Por otra parte, el candidato había mostrado ya suficientes motivos para ocupar un puesto de tanta responsabilidad, en su actitud apologética ante los liberales y detractores de la Iglesia.
No cabe duda de que el nombramiento le causó cierta extrañeza, aunque lo aceptó inmediatamente, asumiendo que tenía que abandonar nuevamente la vida claustral. La situación con todo debía de estar bastante agitada, ya que la Reina con cédula del 3 de febrero de 1865, dirigida al presidente y Cabildo de La Habana instaba a que se le dejara ejercer el gobierno en esa diócesis. Con todo, la llegada y ordenación del nuevo prelado se retrasó, debido a una grave enfermedad. Por fin, el 11 de junio era consagrado en Madrid, en la Capilla Real y, a los pocos días, envió un poder legalizado por medio del cual, el 15 de septiembre, tomó posesión de la diócesis Bonifacio Quintín Villaescusa, arcediano de la catedral en nombre de monseñor Jacinto Martínez, puesto que desde el momento de su elección este personaje había vuelto a usar sus apellidos paternos, conjuntamente con su nombre de religioso.
Llegó a La Habana el 27 de octubre y al día siguiente se hizo la entrada solemne y, un mes más tarde, comenzaban ya algunos cambios en los puestos de la curia. Su actitud en defensa de la fe católica fue inmediata desde su llegada a la isla y se hizo presente en todos sus escritos. Inevitablemente la situación era ya muy delicada, puesto que estaba muy presente el movimiento independentista. La actitud restauradora del prelado se dejó ver también por su actividad constructora de templos. En los dos años siguientes de su gobierno realizó diversas visitas pastorales y fue en este tiempo cuando el seminario de La Habana fue reducido a un centro de enseñanza media.
El 30 de marzo de 1868 el prelado fue llamado a Madrid y allí permaneció retenido todo el resto de ese año, por lo que se aquietaron algo los conflictos.
Era una oportunidad abierta para sus detractores en la isla, que cada vez eran más. El 4 de enero llegó a la isla, que se encontraba ya en una cruenta guerra, pero esta vez no paró mucho tiempo en la misma, pues la situación política, así como la obligada asistencia al Concilio Ecuménico Vaticano I hicieron que abandonase la isla el 15 de octubre. En el Concilio sobresalió por su doctrina y facilidad de palabra. Regresó del mismo el 12 de abril de 1871, pero las autoridades civiles no le permitieron desembarcar en La Habana, por lo que se vio obligado a regresar a España. Desde la Península escribió con frecuencia a su vicario y feligreses, ya que tenía conciencia de ser aún el pastor de aquella iglesia.
A su llegada a España se encontró con la sorpresa de haber sido elegido senador por Álava e intervino en las sesiones del 12 y 13 de junio de 1871. Su nueva estancia en España le permitió organizar algunos escritos para darlos a la imprenta y se retiró progresivamente de la escena pública. Fue en este tiempo, el año 1873, cuando publicó su obra más significativa, La Edad Media comparada con los tiempos modernos, en la que atacaba el liberalismo. En septiembre de ese año se puso en camino a Roma; el motivo parece encontrarse en su interés porque el Papa definiese dogmáticamente la Asunción de María. Llegó a Roma enfermo el 24 de octubre y el 31 de ese mes falleció. La noticia llegaría más tarde a La Habana.
Obras de ~: Carta pastoral que con motivo de su próxima partida para su diócesis, dirige al clero secular y regular, y demás fieles de la misma, Valladolid, Imprenta de Lucas Garrido, 1856; El paraíso hallado en las delicias de la eucaristía o sea piadosas meditaciones para prepararse a recibir la santa comunión y dar gracias después de ella [...], Habana, 1866; Tesoros del amor virginal encerrados en el corazón de la Madre de Dios o sea Consideraciones sobre las virtudes, excelencias y prerrogativas del Corazón de María Santísima [...], Habana, Manuel Soler, 1866 (Madrid, Imprenta Aguado, 1871); La escuela del amor abierta a todos los hombres en el Sagrado Corazón de Jesús [...], Habana, Imprenta La Intrépida, 1867; La Virgen María en sus relaciones con Dios, con los ángeles y los hombres, su vida y sus obras, Madrid, Viuda de Aguado e hijo, 1868; El Concilio Ecuménico y la Europa oficial, Habana, Imprenta militar de la viuda e hijos de Soler, 1869; El paraíso hallado en las delicias de la eucaristía: o sea piadosas meditaciones para prepararse a recibir la santa comunión y dar gracias después de ella, Madrid, Imprenta de la viuda de Aguado e hijo, 1871; Los voluntarios de Cuba y el Obispo de La Habana o Historia de ciertos sucesos que deben referirse ahora y no después y los refiere, Madrid, Imprenta A. Pérez Dubrull, 1871; Pío IX y la Italia de un día, Vitoria, Mateo Sanz y Gómez, 1871; Sermón que con motivo de la solemnidad celebrada el 27 de agosto en la Santa Iglesia Catedral de Lugo por [...] el obispo diocesano [...] para dar gracias á Dios por haber superado N. S. P. Papa Pío IX los días de San Pedro en su pontificado, Lugo, 1871; Sermón predicado por el Obispo de La Habana en la gran solemnidad de acción de gracias al Todopoderoso por haber entrado en el vigésimo sexto año de su Pontificado Nuestro Santísimo Padre Papa Pío IX, celebrada por el pueblo de Madrid el día 18 de junio de 1871 en la Iglesia de San Isidro el Real, Madrid, Imprenta A. Pérez Dubrull, 1871; Sermón que en la gran solemnidad religiosa dedicada a la Santísima Virgen del Pilar de Zaragoza, con el plausible motivo de haber sido concluidas las principales obras de su templo y sido consagrado este, Zaragoza, 1872; Veladas católicas de Madrid tenidas en estos tiempos de persecución contra la Santa Iglesia de Jesucristo, Madrid, 1873; Oración fúnebre que por ruego y encargo de la Academia Española y en las honras solemnes de Miguel de Cervantes y demás ingenios españoles pronunció [...] el día 23 de abril del año 1873, Madrid, Madrid, Imprenta de M. Rivadeneyra, 1873; La Edad Media comparada con los tiempos modernos en orden a la ilustración y política, Madrid, A. Gómez Fuentenebro, 1873, 2 vols.; Sermones inéditos, morales, dogmáticos y panegíricos, Madrid, 1880-1881, 3 vols.
Bibl.: Vizconde de la Esperanza, La bandera carlista en 1871: historia del desarrollo y organización del Partido Carlista [...] y biografías y retratos de los senadores y diputados carlistas [...], ed. de P. Labajos y Arenas, Madrid, Imprenta de El Pensamiento Español, 1871; M. Hernández Guillén, Oración fúnebre por el eterno descanso de Mons. Jacinto M.ª Martínez en la iglesia catedral de la Habana, 20 de diciembre de 1873, Habana, Viuda de Soler y Cía., 1874; D. Rosain, Necrópolis de la Habana: historia de los cementerios de esta ciudad, con multitud de noticias interesantes, Habana, Imprenta El Trabajo, 1875; J. Martín Leiseca, Apuntes para la historia de la Iglesia en Cuba, Habana, Talleres Tipográficos de Carasa y Cía., 1938; “Martínez Sáez, Hyacintus M.”, en Lexicon Capuccinum. Promptuarium Historico-Bibliographicum OFMCap (1525-1950), Romae, Biblioteca Collegii Internationalis S. Laurentii Brundusini, 1951, págs. 1062-1063; I. Testé, Historia eclesiástica de Cuba, vol. II, Burgos, Imprenta de El Monte Carmelo, 1969-1973; L. de Aspurz, “Martínez Sáez, Jacinto”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 1436 y 1437; S. Larrúa Guedes, Grandes figuras y sucesos de la iglesia cubana, Santo Domingo, Centro de Estudios Sociales P. Juan Montalvo, 1996.
Miguel Anxo Pena González, OFMCap.