Cuevas, Pedro de las. Madrid, c. 1583 – 27.VII.1644. Pintor.
La personalidad de Pedro de las Cuevas, del que apenas se conocen hoy obras, debe más a su significación e importancia como maestro de destacados pintores que como artista propiamente dicho.
Sus biógrafos más antiguos le adjudicaron ya un lugar importante en esa materia, considerando que su escuela “ha sido la mejor que ha tenido España pues della han salido [...] los más insignes artífices que hoy en ella se conocen”. Pintores de la talla de Jusepe Leonardo, Juan Carreño de Miranda, Antonio de Pereda, Francisco Camilo, Antonio Arias Fernández, Juan Montero de Rojas, Francisco de Burgos Mantilla, Simón de León Leal o Juan de Licalde, entre otros, tuvieron sus principios en esta escuela siendo según los casos destacados artistas en su tiempo.
Nacido en Madrid hacia 1583, Pedro de las Cuevas se inició probablemente en la pintura con una familia de artistas. Su biografía es oscura hasta casi los treinta años de edad, cuando contrajo matrimonio, hacia 1612, con Clara Pérez del Río, viuda del florentino Domingo Simón Camilo, al parecer amigo de Cuevas.
La esposa, natural de Villafranca del Bierzo, aportó al matrimonio a un hijo: Francisco Camilo, fruto de su anterior enlace, y una dote de unos 100 ducados que, junto con sus pinturas, constituyeron el capital de Cuevas en sus primeros años.
En 1613 nació su primer hijo, llamado Eugenio, a quien Pedro educó en la pintura junto a su hermanastro Camilo.
Las actividades de Cuevas, enfocadas un tanto a labores sociales, hicieron que pronto se encargase de la enseñanza del dibujo en el madrileño colegio de los Niños Desamparados, donde incluso llegó a establecer su propio domicilio. A esta escuela fueron llegando los aprendices Jusepe Leonardo (1616), Antonio de Pereda (c. 1622), Antonio Arias (c. 1623), Juan Carreño de Miranda (c. 1625) y otros muchos que le dieron tanta fama y renombre que, según Palomino, “su casa era un seminario continuo de discípulos, de suerte que parece, que de primera instancia ninguno intentaba entrar en otra escuela, hasta ver si podría lograr la suya”.
La implicación social de Cuevas en el colegio fue tal que en estos años llegó incluso a financiar de su propio bolsillo la realización de todas las puertas y ventanas y los confesionarios de la iglesia, así como las puertas y ventanas del cuarto nuevo del Hospital. La obra, que nunca llegó a cobrar, se sufragó con la venta de una casa que había heredado de su mujer.
En 1625 vivía Cuevas en el mismo colegio contribuyendo con 50 reales, en un donativo exigido por Felipe IV para la defensa de los reinos. En ese mismo año envió al Rey un memorial en que le exponía el proyecto de creación de unos colegios para huérfanos en ciudades cabeza de partido donde se enseñase “arte u officio a cada uno con la comodidad que combenga a su talento”. Un proyecto que no llegó a cuajar en otros lugares por problemas relacionados, al parecer, con el Ayuntamiento madrileño.
A la par que ejercía sus labores como docente, Cuevas desarrollaba también su carrera pictórica. En 1627 pretendió sin éxito una plaza como pintor del Rey a la muerte de Bartolomé González y, como tantos otros pintores de la época, complementó sus ingresos económicos con la tasación de pinturas (en 1630 tasó los cuadros de Francisco de Contreras, comendador mayor de León) y con tareas pictóricas menores (en 1640 doró y pintó de negro las rejas de la cárcel de la Corte).
Parece evidente que sus labores sociales y pedagógicas le restaron tiempo a su trabajo como pintor. Palomino subraya que “no se sabe de cosa señalada de su mano en público; [aunque] hay mucho en casas particulares”.
No obstante, se ha documentado un trabajo de Cuevas para la cárcel de la Corte con siete pinturas —sin localizar— tasadas en 1642 por Félix Castello y su discípulo Antonio Arias en 10.100 reales.
En los últimos años abandonó la vivienda del colegio para residir en la madrileña Plaza Mayor. Su mujer, Clara Pérez del Río, enfermó gravemente en diciembre de 1642 y testó a favor de sus hijos. El propio Cuevas lo hizo poco después, el 21 de junio de 1644, y mandó que se le enterrase junto a su esposa en la iglesia de San Felipe el Real. Entre sus mandas encargó a sus hijos las diligencias necesarias para cobrar la obra del colegio de los Desamparados, todavía sin abonar. Nombró por testamentarios a sus discípulos Antonio Arias, Francisco Camilo y Francisco Morales y dejó por heredero universal a su hijo Eugenio.
Un mes más tarde, el 27 de julio, Cuevas murió en la Plaza Mayor con la grata satisfacción de haber conseguido de aquellos niños desamparados “buenos maestros, pintores y de otras artes y oficios, que residen en esta Corte y fuera de ella”.
Obras de ~: Siete pinturas para la cárcel de la Corte, Madrid (desapar.).
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Álvaro Piedra Adarves