Camprobín Passano, Pedro. Almagro (Ciudad Real), 1605 – Sevilla, 1674. Pintor.
Hijo de madre de origen genovés (Giovanna Passano) y de padre platero, antepasados suyos fueron los pintores italianos Juan Bautista y Esteban Peroli, instalados en la comarca de Ciudad Real, concretamente en el Viso del Marqués, donde trabajaron en la decoración mural del palacio del marqués de Santa Cruz.
Su formación debió de comenzar con el ingreso, a los catorce años de edad, en el taller toledano de Luis Tristán, discípulo de El Greco. Alfonso E. Pérez Sánchez piensa que completó su formación en la Corte en el taller de Juan van der Hamen, por las características de su obra, de una gran sutileza y “más próxima desde luego al bodegonista madrileño que a su rudo maestro toledano”. Además de Tristán y de Van der Hamen, Alejandro de Loarte fue otro referente en su pintura.
En 1630, Pedro de Camprobín se examinó para entrar a formar parte del gremio de pintores en Sevilla, actuando el granadino Alonso Cano como fiador. A partir de este momento, Camprobín permaneció localizado en la capital andaluza hasta su muerte.
Entre 1632 y 1634 firmó la Magdalena arrepentida de la iglesia del Divino Salvador de Sevilla, única obra de género religioso que de él se conoce, con claras influencias de Zurbarán y una sensibilidad de bodegonista que se puede apreciar en la representación de joyas y otros objetos preciosos esparcidos por el suelo, así como en el tratamiento de otros objetos singulares, al modo de una vanitas, distribuidos encima de la mesa.
Además de esta obra religiosa, se conservan numerosas pinturas de bodegones, siendo, junto a Pedro de Medina, unos de los máximos representantes de este género en Sevilla. De Camprobín se conocen algunas naturalezas muertas como el Bodegón con aves muertas (Dallas, The Meadows Museum), firmado en 1653, con una composición escalonada semejante a las empleadas por el que supuestamente fue su maestro, Juan van der Hamen, o el Cesto con melocotones y ciruelas, que hoy forma parte de la colección del Museo del Prado.
Su verdadera especialidad, sin embargo, fue la pintura de flores, temática de la que fue pionero en Sevilla y donde Camprobín mostró siempre una marcada sensibilidad cromática unida a una gran perfección en el dibujo. Junto a los jarrones metálicos y decorados, que le sirven de base a sus composiciones, solía incluir algún pequeño recipiente en vidrio o cerámica rebosante de agua, disposición que le permitió atestiguar su gran capacidad en la representación de texturas y reflejos. Colocaba algunas flores y o pétalos sueltos caídos sobre la mesa, lo que le hacía dotar a la composición de un aspecto más casual. A veces incluía mariposas revoloteando entre las flores evocando el triunfo del arte sobre la naturaleza, según el tópico de Zeuxis. En estas pinturas de flores algunos especialistas encuentran analogías con el pintor flamenco Blathaar van der Velours. En sus últimos años, las composiciones incluirán forzadas perspectivas arquitectónicas, con escenográficos cortinajes de modo semejante a las que se pueden encontrar en obras italianas coetáneas.
Se le ha atribuido también el óleo de La muerte y el caballero procedente del Hospital de la Caridad de Sevilla, cercano a la pintura de vanitas, en el que un apuesto y juvenil caballero saluda cortésmente a una dama cubierta envuelta en un velo que lo que oculta es la representación misma de la muerte. En primer término, y sobre una mesa, se representa un bodegón realizado a partir de objetos cotidianos —libros, una pistola y una espada, un laúd y naipes— que simbolizan diversos aspectos de la vida mundana.
En 1660 tomó parte en la fundación de la Academia de Dibujo y Pintura de Sevilla, uno de los centros de enseñanza de arte más prestigiosos de su época —en el que colaboró hasta su muerte—, y en cuya dirección se sucedieron artistas de la importancia de Murillo, Llanos Valdés y Valdés Leal.
Camprobín fue, pues, pintor, principalmente, de flores y bodegones, apreciándose en sus obras el estilo flamenco en este género, la influencia de Caravaggio y de Zurbarán, mezclado todo ello con el espíritu contrarreformista del siglo xvii. A su variedad y riqueza cromática hay que añadir la utilización, en muchas ocasiones, de una iluminación tenebrista y teatral; un modelo elegante y estático de representación de la naturaleza. Con esta técnica, perfeccionada y mejorada a lo largo de su producción, Camprobín supo dotar a sus obras de una intensa sensación de recogimiento y espiritualidad, con composiciones serenas, silenciosas y en calma.
Falleció en Sevilla en 1674 a los sesenta y nueve años de edad.
Hasta el ingreso de cuatro pinturas suyas, en 2006, procedentes de la colección Naseiro, el Museo del Prado no conservaba ninguna obra de este pintor.
Obras de ~: Magdalena, 1632-1634; Bodegón con aves muertas, 1653; Cesto con melocotones y ciruelas, 1654; Florero y recipiente de cristal, 1663; Florero y cuenco de cerámica, 1663; Jarrón de bronce con rosas.
Bibl.: A. E. Pérez Sánchez, Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya, catálogo de exposición, Madrid, Ministerio de Cultura, 1983; La nature morte espagnole du xviième siècle à Goya, Fribourg, Office du Livre, 1987, págs. 100-106; E. Valdivieso, “Nuevos datos y obras de Pedro de Camprobín”, en Revista de Arte Sevillano, n.º 3 (1988), págs. 72-74; A. E. Pérez Sánchez, Pintura barroca en España 1600-1750, Madrid, Ediciones Cátedra, 1992; B. Navarrete Prieto, La pintura andaluza del s. xvii y sus fuentes grabadas, tesis doctoral, Madrid, Fundación de apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 1998; E. Valdivieso, Pintura barroca sevillana. Pedro Camprobín, Sevilla, Guadalquivir Ediciones, 2003; J. Portus (dir. y coord.), Lo fingido verdadero. Bodegones españoles de la colección Naseiro adquiridos para el Prado, catálogo de exposición, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006.
Diccionario Biográfico Español