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Sebastián de la Cuadra y Llarena (o Llerena)

Biografía

Cuadra y Llarena (o Llerena), Sebastián de la. Marqués de Villarías (I). San Julián de Musques (Vizcaya), 19.I.1687 – Madrid, 23.IV.1766. Secretario del Despacho de Estado, secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, consejero del Consejo de Estado.

Nació en la casa solar de “la Quadra”, sita en el lugar de Astillero, en el concejo de San Julián de Musques —hoy Muskiz—. Su familia pertenecía a la elite local y había ocupado a lo largo de varias generaciones empleos de regidores y alcaldes de los Cuatro Concejos del Valle de Somorrostro y de síndicos de las Encartaciones de Vizcaya. Además, varios de sus miembros habían desarrollado carreras al servicio del Rey como capitanes de la Real Armada, lo que les otorgaba un gran prestigio en la comunidad. disponían además de una notable fortuna, acumulada principalmente a través del comercio de la vena de hierro de la zona con diferentes puntos de la Península, del norte de Europa y de las Indias.

El capitán de la Armada Simón de la Cuadra y Medrano y su esposa María de Llarena y Sobrado tuvieron una larga descendencia, en la que Sebastián ocupó el séptimo lugar de un total de diecinueve hermanos.

Los padres se esforzaron para dar carrera a todos sus hijos, manejando una precisa política de colocación, donde de forma sistemática y apoyados en sus relaciones introducidas en las estructuras de la Monarquía, los patrocinaron en diferentes ámbitos y espacios de poder. En este universo de dones y contradones tales estrategias habían de revertir posteriormente en la casa natal a través del patrocinio de los jóvenes parientes y con la llegada a la casa de caudales, así como la construcción del capital simbólico de la familia, a través del acceso a hábitos de órdenes militares o títulos nobiliarios. Entre todos los miembros de la familia La Cuadra, el más destacado fue Sebastián, que no defraudó a las expectativas generadas por su persona.

La carrera del futuro marqués de Villarías se debe inscribir en el contexto del proceso renovador que llevó a cabo Felipe V desde su llegada al trono español en 1700. Además de aplicar su política reformista en el tradicional sistema hacendístico, político y militar de la Monarquía, favoreció el desplazamiento de los cargos de gobierno de buena parte de la alta nobleza castellana, que tradicionalmente había ocupado los diferentes espacios de decisión, en favor del ascenso de hombres nuevos, desprovistos de peso político propio, que produjeron un importante cambio en el mapa del reparto del poder. Entre todos estos colectivos destacó especialmente el de los vascos y navarros que fueron ocupando espacios de decisión y de influencia en las Casas Reales, en las finanzas, en los Consejos de Su Majestad, en las Guardias Reales o en las Secretarías del Despacho y que consiguieron conformarse en un verdadero grupo de poder en la Corte, hasta ser considerados por sus opositores como el “partido vizcaíno”, del que a finales del reinado de Felipe V el marqués de Villarías fue uno de los cabecillas.

En este contexto, en 1700 el joven Sebastián es situado en la Corte como paje de José Grimaldo. Probablemente allí perfeccionó sus maneras y preparación, hasta que en 1703 lo introdujo en la carrera administrativa. Entonces Sebastián contaba sólo dieciséis años. Al abrigo de este personaje, en 1705 fue nombrado oficial de la Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda y fue ascendiendo en el escalafón hasta que el 30 de noviembre de 1714 se le nombró oficial sexto de la misma secretaría. Tres años después, el 1 de mayo de 1717, fue elegido oficial cuarto, el 21 de noviembre de 1719, oficial segundo y en 1723 alcanzó el grado de oficial mayor. Dos años antes, en 1723, se le había nombrado secretario del Rey con ejercicio de decretos.

El 3 de marzo de 1732 alcanzó el grado de secretario de la Secretaría de Aragón de la Cámara de Castilla y obtuvo el título de secretario ad honorem. Posteriormente, el 26 de junio de 1736, se le dio la titularidad de la Secretaría de Gracia y Justicia de Castilla de la Cámara de Castilla, aunque pronto hubo de abandonar esta ocupación porque el 6 de noviembre de ese mismo año fue elegido secretario del Despacho Universal de Estado, empleo que desempeñó hasta poco después de la proclamación de Fernando VI. El 6 de julio de 1738 alcanzó la categoría de consejero del Consejo de Estado.

Fue desde su nombramiento como secretario del Despacho de Estado cuando Sebastián de la Cuadra se situó en la cúspide del poder, encabezando, junto con el guipuzcoano Carlos de Areizaga, el “partido vizcaíno”. Uno de los baluartes principales de esta facción fue la reina Isabel de Farnesio, a la que sirvieron con fidelidad, sobre todo cuando el Rey caía en estado de postración y depresión, ya que en esos momentos ella asumía el gobierno de la Monarquía.

Su brillante carrera en la Administración real vino acompañada de la consecución de títulos, honores y mercedes otorgadas por Felipe V. Por Real Cédula de 1730 datada en Cazalla (Sevilla), el Rey le concedió merced de hábito de la Orden de Santiago. En la ceremonia para armarle caballero, que fue celebrada en la iglesia del convento de los Clérigos Reglares de San Cayetano, los caballeros de la Orden que actuaron en su iniciación resultaron ser buenos amigos de Sebastián. Actuó como padrino José Grimaldo, marqués de Grimaldo, y le colocaron las espuelas Diego de Morales y José Antonio de Isasi, antiguos compañeros en la covachuela. El 24 de febrero de 1739 Carlos VII, rey de las Dos Sicilias y futuro Carlos III de España, le sirvió, como muestra de gratitud, incorporarle a la Ilustre Orden de San Genaro. En su testamento, Sebastián de la Cuadra ordenó que tras su fallecimiento el collar de esta Orden fuera devuelto al rey Carlos III. El 8 de enero de 1738, el rey Felipe V a través de un Real Decreto hizo merced de título de Castilla a Sebastián de la Cuadra, su secretario de Estado y del Despacho de dicho Negociado, para sí y para sus sucesores en consideración de sus dilatados y especiales buenos servicios. Eligió el marquesado de Villarías, pero fue nombrado anteriormente vizconde de Nela, para no contravenir las leyes de Castilla. El nombramiento se produjo el 22 de marzo de 1739.

Otra de las dignidades que se le otorgaron fue su condecoración como caballero del Toisón de Oro, el 24 de mayo de 1742.

Entre sus detractores se situaron hombres que configuraron la trama de poder dirigida por el duque de Huéscar, José de Carvajal, y el marqués de Ensenada, que lucharon por su derrocamiento y que tuvieron el importante apoyo de Bárbara de Braganza. Este grupo abogó especialmente por un cambio de política exterior de la Monarquía, desaprobando los intereses particulares de Isabel de Farnesio y luchando por el favor del futuro Fernando VI. En las cartas que intercambiaron Huéscar y Carvajal entre 1746 y 1749 citaban a Villarías con los seudónimos de “Bastián”, “el vascuence” o “Vélez”. De hecho, unos años antes había sufrido las sátiras de El Duende Crítico de Madrid, un periódico clandestino publicado en 1735 y dedicado a desprestigiar al equipo de gobierno y que se redactaba bajo los auspicios de la princesa de Asturias y su padre, el rey de Portugal.

Como secretario de Estado y del Despacho Universal, Cuadra y Llarena hubo de trabajar por el restablecimiento de las relaciones con la vecina Portugal, resolver el Concordato con la Santa Sede, definitivamente ratificado por el Rey el 18 de octubre de 1737, lidiar con la complicada diplomacia de Inglaterra y, también por estar muy ligado a la figura de Isabel de Farnesio, cumplir las aspiraciones de la Reina de situar a sus hijos en los reinos de Italia, especialmente a su hijo Felipe, pretensiones abortadas por las negociaciones de paz entre Francia y el Imperio, que desembocaron en los Artículos Preliminares de 30 de octubre de 1736.

Finalmente, con el fallecimiento de Felipe V, la facción de los vizcaínos perdió fuerza frente a sus opositores, a la vez que Isabel de Farnesio era desplazada del panorama cortesano al Real Sitio de la Granja.

De hecho, los grandes personajes pertenecientes a este partido fueron sustituidos por otros relacionados con los nuevos tiempos. Aunque el 3 de enero de 1747 Sebastián de la Cuadra fue nombrado secretario del Despacho de Gracia y Justicia, pronto le presentaron su destitución disfrazada en forma de jubilación. A partir de entonces se mantuvo en la Corte intrigando desde la sombra, pero sin disfrutar del poder discrecional de los años anteriores. Sin embargo, con el fallecimiento en 1759 de Fernando VI y la coronación de Carlos III como rey de España, y después de más de diez años, Villarías apareció de nuevo en el primer plano de la escena política al ser nombrado vocal de la Junta de la Única Contribución, encargada de dirigir los trabajos de establecimiento del catastro de la Ensenada y la instalación de la Única Contribución.

Fue un hombre culto como lo demuestra el inventario de los libros hecho a la hora de su testamento, su conocimiento de idiomas como el francés y el italiano y la labor de mecenazgo de las artes y las letras a lo largo de su vida. De hecho, ayudó a su hechura Agustín de Montiano y Luyando para la consecución en 1738 de la protección real para la fundación de la Real Academia de la Historia e inició los trámites para la fundación de la Real Academia de las Bellas Artes. Villarías retomó personalmente una primitiva idea de 1726 de la constitución de una Academia, tomando como mejor colaborador al escultor Juan Domingo Olivieri.

Este genovés fue llamado por este encartado en 1739 para convertirlo en el primer escultor de la Corte. Su éxito personal, así como su integración en el ambiente cortesano le hizo establecer en 1741 una academia de escultura en su casa —en el primer piso del palacio—, consagrada en una reunión pública presidida por su protector De la Cuadra, celebrada en la casa de la princesa de Robec. De estas asambleas surgió en 1744 la redacción por parte de Olivieri y Villarías de un proyecto para la fundación de la Real Academia de Bellas Artes titulado “Reglas que se proponen al Excmo. Sr. Marqués de Villarías para que después de dos años de práctica que parecen convenientes por ahora, puedan contribuir a la formación de leyes para la Academia de Escultura, Pintura y Arquitectura que se intenta fundar en Madrid debajo de la protección del Rey”.

Posteriormente, y tras diferentes diligencias, fue aprobada en 1744 por el mismo marqués, primero el 20 de mayo y, definitivamente, por el Rey el 13 de julio con la fundación de dicha Real Academia. Fue entonces cuando se conformó la “Junta Preparatoria”, en la que Villarías se erigió como protector principal de la empresa. De este modo, recayeron en él, y en el resto de los miembros de la junta, todas las responsabilidades hasta la definitiva creación institucional de la Academia de Bellas Artes por Fernando VI en 1751. El reconocimiento de su protección queda perfectamente reflejado en la obra La Alegoría de las Bellas Artes, pintada por Antonio González Ruiz, que es un reflejo evidente del reconocimiento de su gestión, ya que el autor quiso inmortalizar su retrato en el ángulo inferior derecho.

También patrocinó a diferentes escritores y obras.

Entre otras cuestiones, favoreció una recopilación de los tratados y convenios firmados por la nación de España, nombrando como director de la obra a José Abreu y Bertodano, que en este tiempo pudo imprimir entre los años 1744 y 1751 doce tomos y en 1755 dos tomos más, tomando como punto de partida el reinado de Felipe III. Con otra intención benefició la publicación en 1740 de Discursos históricos a favor de las siempre muy nobles y no menos leales Encartaciones del infanzonazgo del siempre muy noble y muy leal Señorío de Vizcaya, repartidos en dos tomos y fueron escritos por el encartado Lorenzo Roberto de la Linde. En esta obra se elogiaban las calidades y virtudes de los encartados, y especialmente los de la casa y familia de la Cuadra, lo que significó un aumento considerable de su ascendiente en su comunidad de origen.

Aunque Sebastián de la Cuadra había partido de niño a la Corte, guardó una fuerte vinculación con su tierra natal. Su acción mediadora en diferentes cuestiones y conflictos del señorío y de las Encartaciones ante el propio Rey hizo que, junto con su acción a favor de su casa, se convirtiera en patrón de aquellos territorios, lo que le llevó a influir directamente en su política. Además, su ascendiente en la Corte y su cercanía al Rey le colocaron en posición de patrocinar, acción que ejerció sobre jóvenes parientes y allegados venidos de las tierras del norte, tanto en la Corte como en otros ámbitos de la Monarquía.

Así, por ejemplo, en la Secretaría de Estado y del Despacho que el dirigía llegó a colocar a seis de sus sobrinos y pudo influir para el nombramiento de varios de sus parientes como dignidades de diversas catedrales.

A pesar de encontrarse en Madrid obtuvo diferentes empleos en su comunidad de origen, que debió cumplimentar a través de algún pariente. De este modo, fue requerido para ocupar cargos del señorío (regidor en 1730 y diputado general en 1740) y gozó desde 1722 de los prebostazgos de las villas de Ondárroa, Guernica y Bermeo, que fueron administrados por su hermano mayor Agustín. También en 1722 se le concedieron los patronatos de las iglesias vizcaínas de San Andrés de Gámiz y San Andrés de Pedernales, lo que extendió aún más su poder y su significación social en dichos territorios.

Por otra parte, realizó una labor de mecenazgo en su patria chica desviando un gran flujo de capitales para colaborar en las necesidades económicas y para realizar diferentes donaciones en la comunidad. En este último aspecto cabe destacar su participación, junto a varios miembros de su familia, en la construcción desde 1742, casi en su totalidad, de la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Somorrostro. Aprovechando la nueva planta pudo levantar una capilla junto al evangelio dedicada a san Clemente, donde lucen su escudo de armas, así como el busto en mármol de Carrara de su figura.

Ya enfermo y sin haber contraído matrimonio, el marqués de Villarías hizo testamento el 9 de marzo de 1766, nombrando por universal y único heredero a su hermano Agustín, y en caso de muerte de éste a su sobrino Simón de la Cuadra. A través de dicho testamento fundó vínculo y mayorazgo, que se agregó al que había constituido su padre, integrando el título de Castilla de marqués de Villarías, su jurisdicción y su Señorío y Vasallaje. También se unieron todas las casas, tierras y otras posesiones que en dicha localidad de Villarías y Merindad de Castilla la Vieja, hubiese comprado su hermano Agustín a consecuencia de las órdenes que para ello le había dado. Por último se añadieron las porciones de tierra que había comprado en la dehesa de Villanueva de la Serena (Badajoz), compuestas por 5.133 cabezas y media de ganado lanar, que se remataron en nombre de su sobrino el marqués de los Llanos.

Falleció en Madrid el 23 de abril de 1766, a los setenta y nueve años, y fue enterrado al día siguiente en la iglesia del convento de los Padres Clérigos Reglares Ministros Enfermos Agonizantes, de la calle Fuencarral de la Villa y Corte.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Diputación de Vizcaya, Fondo Villarías, libs. 12, 97, 100, 107, 131; Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 2239, año 1730.

J. A. Pinto Ferreira, Correspondência de D. Joao V e D. Bárbara de Bragança, Rainha de Espanha (1746-1747), Coimbra, Livraria Gonçalves, 1945, págs. 381-382 y 395; J. de Ybarra y Bergé, Escudos de Vizcaya, Las Encartaciones, t. V, vol. 3, Bilbao, Gran Enciclopedia Vasca, 1957, págs. 28-47; T. Egido, Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759), Universidad de Valladolid, 1971, págs. 296- 301; D. Ozanam, La diplomacia de Fernando VI. Correspondencia reservada entre D. José de Carvajal y el duque de Huéscar, 1746-1749, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Escuela de Historia Moderna, 1975, págs. 11 y ss.; J. A. Escudero, Los orígenes del Consejo de Ministros en España, t. I, Madrid, Editora Nacional, 1979, págs. 99-129 y 179-185; M. Martínez Robles, Los oficiales de las Secretarías de la Corte bajo los Austrias y los Borbones 1517-1812, Madrid, Instituto Nacional de Administración Pública, 1987, págs. 200-201; R. Gómez Rivero, Los orígenes del Ministerio de Justicia (1714-1812), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1988, págs. 89-90; F. Martínez Rueda, Los poderes locales en Vizcaya. Del Antiguo Régimen a la Revolución Liberal (1700-1853), Bilbao, Universidad del País Vasco, 1994, págs. 208-234; A. Zuloaga Citores, Sebastián de la Quadra. Primer Marqués de Villarías, Secretario de Estado en el reinado de Felipe V (1687-1766), Santander, Tantín, 1999; B. badorrey martín, Los orígenes del Ministerio de Asuntos Exteriores (1714-1808), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1999, pág. 463; C. González Caizán, La red política del Marqués de la Ensenada, Madrid, Distribuidora Don Jorge, 2004, págs. 41-52.

 

Rafael Guerrero Elecalde

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