Urrutia y las Casas, José de. Zalla (Vizcaya), 16.XI.1739 – Madrid, 1.III.1803. Capitán general del Ejército.
Era el segundo hijo de Feliciano de Urrutia y Zamitiz y de María Agustina de Las Casas y La Cuadra. Su familia era una de las más ilustres del señorío de Vizcaya; el padre, oficial del Ejército, era X señor del Mayorazgo de Urrutia; la madre, hermana de Manuel Antonio de las Casas y La Cuadra, intendente de Marina, secretario del Consejo de Su Majestad y juez de Arribadas de Indias en las costas de Cantabria, era también sobrina-nieta de Sebastián de La Cuadra, marqués de Villarías y secretario de Estado y del Despacho del rey Felipe V.
Realizó los estudios de Latinidad en Balmaseda (Vizcaya) con mucho aprovechamiento y, con quince años cumplidos, ingresó de cadete (6 de abril de 1755) en el Regimiento de Infantería de Murcia, que estaba de guarnición en Pamplona. Como en aquella época no existía organizado un Cuerpo de Oficiales, Felipe V, por Real Cédula de 8 de noviembre de 1704, había dispuesto que “en cada compañía se reciban diez cadetes, nobles e hidalgos, que se distinguirán de los demás por el servicio y la paga”. De esta manera se creaba el embrión del que llegaría a ser el Cuerpo de Oficiales del Ejército.
Una vez admitidos los cadetes, se designaba un oficial “preceptor” para formarlos, tanto en lo militar como en lo cultural. Durante al menos tres años se seguía, en la “Academia Regimental”, un programa de estudios muy completo: Educación Militar, Formación Moral, Instrucción Militar, Aritmética, Geometría, Fortificación, Artillería, Ortografía y Geografía e Historia de España. Una vez al año el cadete debía superar un examen de los conocimientos adquiridos, para demostrar que podía alcanzar el ascenso al primer grado de oficial (subteniente), con ocasión de alguna “promoción” ordenada por el Monarca.
El cadete Urrutia debió de destacar en los estudios porque tres años después (16 de febrero de 1750) alcanzó el grado de subteniente. Fue destinado al Regimiento de Infantería de Guadalajara, que había sido trasladado a la misma guarnición de la capital navarra. Por su posterior trayectoria es muy probable que en esa unidad ocupase la vacante de subteniente que, por Real Orden de 16 de enero de 1750, se había creado en cada Regimiento de Infantería para los cadetes que destacaban en el estudio de las Matemáticas (“con reflexión a que todos los cuerpos del Ejército tengan oficiales bien instruidos y el de Ingenieros una vasta cantera de que elegir los que en adelante se hubieren de crear, ha resuelto el Rey”). Esta idea tenía por objeto conseguir que aquellos oficiales pudiesen ingresar en el Cuerpo de Ingenieros Militares, tan necesario para la Monarquía. Dicho Cuerpo se había creado en 1711 a propuesta del ingeniero general Jorge Próspero de Verboom y en 1720 se había autorizado la apertura del centro de formación de los miembros de este Cuerpo y del de Artillería: la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona. En esta ciudad existía una gran tradición “académica”. Felipe III, por Reales Órdenes de 5 de abril de 1600 y 21 de enero de 1602, había concedido una ayuda de 6000 ducados a la Escuela de Artillería de la capital catalana y el rey Carlos II, por Real Orden de 22 de enero de 1700, decidió trasladar a dicha ciudad la Academia de Matemáticas de Madrid (“comprendiendo este Principado un gran Cuerpo de tropas, importa establecer en él, Academia de Matemáticas, concurrida, a ser posible, de oficiales de todos los Cuerpos y, tenga el Rey, sin embarazo de su Real Servicio y con cortísimo gasto a todos tiempos un buen pie de soldados y oficiales instruidos y adiestrados”). A partir de 1723 inició su actividad la mencionada Academia y en la Ordenanza del 29 de diciembre de 1751, el rey Fernando VI perfeccionó el Reglamento por el que hasta entonces se había regido (1739). Esta Ordenanza era la que estaba en vigor cuando el subteniente Urrutia ingresó en ese centro para realizar los estudios superiores que se impartían en el mismo.
En el último trimestre de 1759, recién llegado a España su nuevo rey, Carlos III, Urrutia remitió la solicitud de ingreso en la Academia. Un mes antes de iniciarse el primer curso (enero de 1760) se incorporó a la guarnición de Barcelona para realizar los trámites previos a su admisión. Se estudiaban cuatro cursos de nueve meses cada uno, sin solución de continuidad: en el primero se enseñaba Aritmética, Geometría, Cónicas, Trigonometría, Logaritmos, Resolución de Triángulos Rectilíneos, Instrumentos Aplicados a la Longimetría, Sólidos y Modo de Nivelar; los siguientes nueve meses se estudiaba Fortificación Moderna, Ataque y Defensa de Plazas, Artillería, Pólvoras, Modo de Formar un Ejército en la Batalla, Cartas Geográficas y Planos y Colores que Debían Utilizarse; en el tercer curso se impartían enseñanzas de Arquitectura Civil, Mecánica, Hidráulica, Navegabilidad de Ríos y Construcción de Puertos y Muelles; en los últimos nueve meses se practicaba el Dibujo y la Confección de Toda Clase de Planos. Al finalizar los estudios se celebraba un certamen académico donde intervenían los tres alumnos más distinguidos. El subteniente Urrutia fue, en su promoción, uno de ellos. El 23 de abril de 1763 la dirección de aquel centro le entregó el certificado de aprovechamiento que había obtenido al finalizar los estudios.
Durante estos años España participó en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) al firmar el Tercer Pacto de Familia con la Monarquía francesa. Por el Tratado de París (10 de febrero de 1763) Inglaterra obtuvo la hegemonía marítima, y quedaba sola, frente a España, en sus posesiones americanas, después de haber expulsado de esos territorios a Francia. Carlos III decidió enviar a Nueva España una misión militar para crear un Ejército regular, estable, estudiar las defensas existentes y mejorar la presencia militar española en aquel territorio. Se ordenó el traslado de unidades militares, organizadas o de nueva creación. Entre estas últimas se encontraba el Regimiento de Infantería América. El subteniente Urrutia, que al finalizar sus estudios en Barcelona había regresado al Regimiento de Guadalajara, decidió, a sus veinticuatro años, formar parte del nuevo Regimiento. El 8 de agosto de 1764, finalizada la constitución de esta unidad, pasó su primera revista de comisario en la ciudad de Alicante. Desde allí, en sucesivas jornadas de marcha, el Regimiento se trasladó a Cartagena, embarcó en su puerto y fue transportado a Cádiz, para formar parte de la fuerza militar asignada a aquella misión. Al mando del capitán general Juan de Villalba y Angulo la flota española zarpó de esta ciudad el 4 de septiembre de aquel mismo año. Dos meses después desembarcó en el puerto de Veracruz.
El subteniente Urrutia formaba parte del batallón que se trasladó a México. Realizó las actividades propias de su cargo en esta guarnición, pero por sus conocimientos, fue designado para colaborar con el jefe de Artillería en la fundición de unos cañones que más tarde fueron empleados en la campaña de Sonora. Urrutia no había solicitado el ingreso en el Cuerpo de Ingenieros Militares (siempre perteneció a Infantería). A pesar de esto, todos los alumnos que habían finalizado estos estudios superiores en la Academia de Barcelona formaban parte de una relación proporcionada por este centro a los inspectores generales de las armas y al secretario de Guerra. Era el procedimiento habitual para que cualquier virrey o capitán general conociera las capacidades de los oficiales que estaban bajo su mando.
Uno de los generales que habían acompañado a Juan de Villalba, el mariscal de campo Cayetano Pignateli, marqués de Rubí, recibió la orden del Rey (agosto de 1765) de reconocer todos los presidios de la frontera, revistar las compañías de Infantería que las guarnecían y proponer, a la vista de su situación, las medidas más convenientes que mejorasen la defensa de aquél territorio. El virrey, marqués de Croix, que acababa de suceder al marqués de Cruilles, designó al subteniente Urrutia para formar parte de esta comisión, en calidad de “ingeniero delineador”. Por su parte, el Rey había nombrado directamente al capitán ingeniero Nicolás Lafora para acompañar al marqués de Rubí como “ingeniero ordinario”. Se trataba de una expedición que debía recorrer casi tres mil leguas. En la primavera de 1766 salieron de Zacatecas con dirección a Durango, Chihuahua, El Paso, etc. Dos años después finalizaron su recorrido. El informe del marqués de Rubí, muy detallado, ocupó casi noventa páginas y cuando lo entregó en la Corte llevaba incluidas las cuatro hojas del “Mapa que comprende la frontera de los dominios del Rey en América Septentrional” y los planos de veintiún presidios, todos ellos delineados por Urrutia, que ya había sido ascendido al empleo de teniente.
Por el buen trabajo realizado, Urrutia no regresó a España con su regimiento. El virrey le retuvo durante un año para que continuara con sus labores cartográficas. En este tiempo Urrutia confeccionó planos de diversos puntos de la costa occidental y del interior del territorio. En la primavera de 1769 se autorizó su regreso a España. Llegó a la Coruña en agosto y se trasladó a la Corte donde entregó correspondencia del virrey. Como consecuencia de un informe de dicha autoridad sobre el trabajo realizado por Urrutia, el secretario de Indias le encargó la confección de más copias de los planos realizados. En julio de 1770, por sus méritos, fue ascendido a capitán “graduado”.
Tras incorporarse a su Regimiento —de guarnición en Cádiz— y trasladado a Canarias, donde permaneció con su unidad algo menos de un año, Urrutia regresó a Madrid para finalizar sus trabajos cartográficos. Durante su segunda estancia en la Corte (de septiembre de 1771 a diciembre de 1772) el capitán Urrutia solicitó tres vacantes de su empleo en Nueva España, que no le concedieron. Poco después, regresó a su unidad (Cádiz). En diciembre de 1773 el Regimiento América emprendió la marcha a su nueva guarnición (Madrid), donde permaneció ininterrumpidamente hasta julio de 1777.
En aquellos años, el rey Carlos III había decidido mejorar la formación de los oficiales que no formaban parte de los Cuerpos Técnicos (Artillería e Ingenieros). Tanto el secretario de Guerra, conde de Ricla, como el inspector de Infantería, conde O‘Reilly, propusieron al Monarca sus respectivos planes de creación de una Academia Militar para oficiales. El rey aprobó el de O‘Reilly. Por Real Orden de 21 de enero de 1774 fue creada la Academia Militar de Ávila (“El Rey ha resuelto establecer en Ávila de los Caballeros una Escuela militar para instrucción de Oficiales de sobresaliente capacidad, buena conducta y genial disposición para el arte de la guerra, por la constante atención que le merece el deseo de fomentar el talento de los individuos del ejército, y para este fin ha confiado la dirección de ella al inspector general de Infantería, conde O‘Reilly”). El plan de estudios, dedicado a Infantería y Caballería, consistía en adquirir una formación sobre: Matemáticas, Ordenanzas Militares de Varios Países, Táctica Prusiana de Infantería, Fortificación, Artillería, Maniobras de Grandes Unidades y Conducción de Operaciones de Guerra.
El capitán Urrutia, de guarnición en Madrid, fue nombrado ayudante mayor del Regimiento a mediados de 1775. Las misiones de este cargo habían sido reguladas en las “Reales Ordenanzas de S. M. para la organización y régimen de los Ejércitos” (1768). Entre sus reponsabilidades estaban las de “cuidar, bajo su dirección, del aseo, detall, disciplina, instrucción de la Tropa, régimen económico y policía del Cuartel”. Era un subalterno del “sargento mayor”, teniente coronel, 3.er jefe del Regimiento y auténtica “alma” de la unidad en todo lo relativo a la administración y régimen interior. El destino requería gran dedicación. Un año después, ascendió a capitán efectivo y fue destinado a la Academia de Ávila como profesor de Matemáticas.
Durante el período de 1774-1779, Urrutia —en Madrid y Ávila— fue testigo de los acontecimientos políticos que se sucedieron: declaración de independencia de las colonias británicas de América; su guerra contra Inglaterra; el sitio de Melilla por Marruecos y el fracaso de la expedición militar contra Argel, que supuso la caída de Grimaldi como secretario de Estado (sustituido por Floridablanca) y la del conde O’Reilly (jefe de la fuerza de desembarco). En 1779, Carlos III renovó el Pacto de Familia con Francia, y España se unió a esta nación en su guerra contra Inglaterra. En este conflicto bélico España intentaba recuperar Gibraltar —inglés desde 1713— y Menorca —ocupada por Inglaterra en 1708—. Esta situación provocó el cierre de la Academia de Ávila. Todos los alumnos y profesores se incorporaron a sus unidades y se prepararon para la guerra. Al inicio del verano de aquel año (1779) se bloqueó, por tierra y mar, la plaza de Gibraltar. El teniente general Martín Álvarez de Sotomayor, conde de Colomera, fue designado comandante jefe de las fuerzas del Ejército que ocupaban el Campo de San Roque. El jefe de escuadra, Antonio Barceló, dirigió el bloqueo naval.
La Escuadra, situada en Cádiz, era mandada por el almirante Luis de Gándara, con misión de impedir la llegada de navíos británicos en socorro de su guarnición. El Regimiento América formaba parte de las fuerzas terrestres. Se construyeron baterías de artillería y se abrieron “paralelas” (trincheras), al estilo de la táctica militar de aquella época. La batería más próxima a la plaza era denominada “San Carlos”. El capitán Urrutia fue uno de los comandantes de los trabajos de esa batería de morteros. También se le encomendaron otras misiones: sondear la laguna de la Puerta de Tierra —creada por los ingleses como obstáculo próximo a la entrada a Gibraltar—; reconocer los escarpados y localizar grietas en la montaña que facilitaran la construcción de “minas”. Resultó herido al cumplir sus cometidos. No hubo éxito en este bloqueo. Navíos ingleses consiguieron socorrer aquella plaza y el tiempo fue pasando sin resultados favorables. Urrutia fue ascendido a teniente coronel graduado por los méritos contraídos (octubre de 1779).
En 1781, el Rey decidió atacar Menorca. Se mantenía el bloqueo de Gibraltar hasta que se presentase una ocasión más favorable. Con mucho secreto se preparó la fuerza que iba a desembarcar en aquella isla. Para mandar esta operación se designó al teniente general (francés) François Berton des Balbs, duque de Crillón. La fuerza naval, de protección y transporte de tropas fue mandada por el almirante Buenaventura Moreno. El Regimiento América formó parte de aquella fuerza. En agosto se consiguió desembarcar en la isla. Los ingleses se replegaron al castillo de San Felipe y se dispusieron a aguantar el asedio español. El teniente coronel Urrutia fue con la columna de trescientos hombres (al mando de su coronel, Pedro Téllez Girón, marqués de Peñafiel y luego IX duque de Osuna) que ocupó el castillo de Fornells. Allí permaneció durante el desembarco del material de artillería, víveres y bagajes. Cuando se formalizó el sitio y los trabajos de asedio estaban próximos a concluir, Urrutia fue designado jefe de las Compañías de Granaderos (soldados de elite) que, en calidad de retenes, guarnecían cada noche las trincheras y baterías de artillería. El 6 de enero de 1782 se inició el bombardeo del castillo. Un mes después, capituló. En la noche de ese mismo día (4 de febrero), el teniente coronel Urrutia, con dos Compañías de Granaderos, ocupó el fuerte de Marlborough. Al día siguiente, después de setenta y cuatro años, Menorca volvía a ser española. De resultas de esta campaña, José de Urrutia ascendió al empleo de coronel graduado.
Mientras sucedía esto, el sitio de Gibraltar (decimocuarto desde su fortificación inicial) no había progresado. Una noche (noviembre de 1781) los ingleses hicieron una salida y destruyeron la batería de San Carlos y las obras de asedio próximas.
A lo largo de 1782 Francia deseaba firmar la paz con Inglaterra y presionaba sobre España para conseguirlo. Carlos III deseaba recuperar Gibraltar. Se designó al duque de Crillón nuevo jefe de las Operaciones Terrestres, quien se incorporó al “Campo de San Roque” en el mes de junio. El Rey había aprobado un plan de ataque desde el mar. El ingeniero francés Jean le Machaud D’Arçon había proyectado unas baterías “flotantes”. El fuego de sus cañones destruirían las defensas marítimas de la plaza.
El coronel Urrutia, cuya actuación en Menorca había sido muy apreciada por Crillón, fue nombrado segundo comandante de Trincheras Avanzadas y Columna de Granaderos, que mandaba el brigadier Pablo Sangro. Tuvo que hacer nuevos reconocimientos de las obras de defensa enemigas y de los escarpados de la Roca.
El 13 de septiembre se produjo el ataque naval. Fue un completo fracaso. Además, una flota inglesa logró reavituallar Gibraltar en octubre. El duque de Crillón recibió orden de continuar el asedio por tierra (sin ninguna efectividad). En enero de 1783 se firmaron los preliminares de paz con Inglaterra y en septiembre de ese mismo año se firmó el Tratado de Versalles, por el que se alcanzaba una paz definitiva. Por la segunda campaña de Gibraltar, Urrutia fue ascendido al empleo de brigadier y nombrado comandante de armas del cantón de Algeciras y costas de su jurisdicción. Hasta 1784, Urrutia no había disfrutado de ninguna licencia oficial. Pero cuestiones familiares, que requerían su presencia en la casa paterna de Balmaseda, le obligaron a solicitarla. La situación de paz; el hecho de ser brigadier sin destino efectivo y en situación administrativa de “agregado” al Regimiento América (cuyo coronel había alcanzado ese mismo empleo) le facilitaron la aprobación real. Durante aquel año y el siguiente (1785) disfrutó de aquella licencia que fue prorrogada sucesivamente hasta que, en mayo de 1786, el Rey le nombró inspector de las tropas destinadas a las obras del Canal de Castilla. Esta obra pública era un viejo proyecto para comunicar la meseta con el exterior, a través de una vía de navegación interior, a lo largo y ancho de la meseta castellana, para dar salida, principalmente, a los excedentes de grano. En la primavera de 1786, fueron destinados a esos trabajos los Regimientos de Infantería América y León. Durante un año, Urrutia cumplió su cometido.
En mayo de 1787, el ministro de la Guerra remitió al brigadier José de Urrutia una instrucción. De orden del Rey debía dirigir una comisión de oficiales para recorrer varios países de Europa (Francia, Italia, Rusia, Prusia, Suecia, Países Bajos, Holanda e Inglaterra). Debían enterarse de cuanto se relacionaba con sus ejércitos (táctica, disciplina, etc.), y también, adquirir noticias de las plazas fortificadas más importantes. Durante su estancia en Rusia, algunos de ellos, con autorización del rey Carlos IV, aceptaron la invitación del príncipe Potemkin y formaron parte de su ejército, en las operaciones militares que se desarrollaron en Crimea, frente a Turquía. Urrutia fue uno de ellos. Asistió a los ataques a varias plazas fortificadas y en el sitio de Oczakov (la más importante de las fortificaciones de Crimea) se distinguió por su valor, al mandar una columna de asalto. La emperatriz Catalina II le condecoró con la Cruz de San Jorge. Por su parte, el príncipe Potemkin le entregó una espada dedicada “al valor” (La Espada de Mérito).
Al regresar a España (agosto de 1791), el brigadier Urrutia, que durante esta comisión había ascendido al empleo de coronel, fue destinado a la plaza de Ceuta, donde formó parte de las fuerzas que la defendían del asedio de Marruecos. Finalizado el sitio, fue ascendido a mariscal de campo y nombrado comandante general de dicha ciudad (enero de 1792). Permaneció poco tiempo en su destino, aunque lo aprovechó para hacer algunas obras de reparación de los daños ocasionados por la guerra.
En enero de 1793 la Convención francesa condenó a muerte a Luis XVI. Este hecho conmocionó a toda Europa. Muy pronto, Francia se vio atacada por una coalición de las primeras potencias europeas. España formó tres ejércitos; el de los Pirineos Orientales, al mando del teniente general Antonio Ricardos, con la misión de invadir el Rosellón; el Central, al mando del príncipe de Castelfranco, debía defender la frontera pirenaica-aragonesa, y el de los Pirineos Occidentales, al mando del teniente general Ventura Caro, con misión de hacer operaciones de contención de las fuerzas enemigas. El 18 de abril comenzó el avance del ejército del general Ricardos. José de Urrutia, que había firmado la última Acta de la Junta de la ciudad (Ceuta) en mayo de ese año, fue destinado al ejército de Ricardos, bajo las inmediatas órdenes del duque de Osuna, su siempre querido superior. Pero en el mes de agosto, por necesidades militares, ambos jefes fueron trasladados a los Pirineos Occidentales, zona de Navarra.
En esta campaña de 1793, Urrutia ascendió al empleo de teniente general (octubre). El año siguiente (1794) fue desgraciado para las armas españolas: el ejército francés invadió Navarra y País Vasco por el oeste; el Ampurdán, por el este. En este último territorio se produjo un hecho desmoralizador: la rendición del castillo de Figueras sin oponer defensa alguna (noviembre). El 23 de diciembre de este año José de Urrutia fue nombrado gobernador, capitán general del Principado de Cataluña y presidente de la Real Audiencia. En esta difícil situación, Urrutia fue capaz de demostrar una gran habilidad y pericia militar en el desempeño de su misión. Poco a poco, logró recuperar la iniciativa. En el primer semestre del siguiente año (1795), consiguió dos victorias militares que le valieron un altísimo prestigio nacional: las batallas de Pontós y la Cerdaña. Antes de firmarse la Paz de Basilea, el territorio catalán se había recuperado. Por sus méritos militares, Urrutia fue ascendido en septiembre, al más alto empleo militar: capitán general. Firmada aquella paz, continuó en su cargo hasta que fue sustituido, en 1796, por el conde de Revillagigedo.
Sin ningún destino, José de Urrutia trasladó su residencia a Madrid, capital de la Corte. En mayo de 1797 fue nombrado capitán general de Extremadura y jefe del Ejército acantonado en Badajoz. Desde su incorporación, se dedicó intensamente a aumentar el grado de instrucción, tanto de los oficiales, como de la tropa. Realizó maniobras de unidades y ensayos de ataques a un frente fortificado. En diciembre, por fallecimiento de Francisco Sabatini, fue nombrado ingeniero general de los Ejércitos, plazas y fronteras. También se le designó consejero nato en el Supremo de la Guerra.
En 1799 (28 de octubre), por fallecimiento del titular, Urrutia fue nombrado comandante general interino del Real Cuerpo de Artillería. De su gestión al frente de los Cuerpos Técnicos —Ingenieros y Artillería— se debe su nueva reorganización, publicada en 1803, después de su óbito. En 1801, el Rey le ofreció el mando del ejército que iba a hacer la guerra contra Portugal (Guerra de las Naranjas). Al declinar la invitación real, fue expulsado de la Corte y enviado a Sevilla. Por el éxito de esa campaña, el Rey le perdonó y le volvió a admitir en Madrid. El 1 de marzo de 1803, a las tres y cuarto de la tarde, con sesenta y tres años de edad, falleció. Al día siguiente, a las cuatro y media de la tarde, fue enterrado en la iglesia parroquial de Santa María la Real de la Almudena. Por expreso deseo del finado, el cortejo fúnebre fue acompañado por cincuenta soldados granaderos.
Urrutia permaneció soltero durante toda su vida. A su muerte, legó cuanto poseía a su sobrina María de Uría y Alcedo, quien le cuidó hasta su final. Entre 1800 y 1802 fue distinguido con las siguientes recompensas: caballero de la Orden de Calatrava; comendador de la Orden de Calatrava y del Campo de Almodóvar y caballero Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
Por su sobrino, José de Uría y Alcedo, hermano de María, se conoce el inventario de los manuscritos que componían el archivo particular del general. Casi todos eran de carácter militar. Ninguno de ellos se recuperó. Por el prestigio alcanzado en la guerra contra la República Francesa, su valedor, el IX duque de Osuna, encargó su retrato a Francisco de Goya. Este cuadro, adquirido por el Estado en 1898 (Museo del Prado), ha conservado la imagen de este capitán general que, a pesar de no poseer ningún título de nobleza, alcanzó la cima de su profesión.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Expediente de D. José de Urrutia; Archivo General de Indias, México, leg. 2459, exp. de D. José de Urrutia.
S. Hernández Marejón, Elogio del Excmo. Sr. D. José de Urrutia, Palencia, 1803; L. Villaodriz, Oración fúnebre a la buena memoria y feliz descanso del alma del Excmo. Sr. D. José de Urrutia, Valladolid, 1803; “[Necrológica]”, en Gaceta de Madrid, n.º 29, 12 de abril de 1803, pág. 311; J. San Pelayo y Ladrón de Guevara, El General Urrutia y la guerra contra la República Francesa, Sevilla, 1898; L. Bermúdez de Castro, “El Capitán General D. José de Urrutia, preclaro infante, ingeniero ilustre y gran polígrafo militar”, en Ejército (septiembre de 1944), págs. 45-50; Servicio Histórico Militar, Historia de las Campañas de Marruecos, t. I, cap. VII, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1947; Campañas en los Pirineos a finales del siglo xviii, t. II. Campaña del Rosellón, cap. VIII, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1951; Campañas en los Pirineos a finales del siglo xviii, t. III. Campaña de Cataluña, vol. II, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1954; Campañas en los Pirineos a finales del siglo xviii, t. IV, La guerra en los Pirineos Occidentales y Centrales, cap. IV-XV, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1959; I. Escagües de Javierre, “A los Capitanes Generales inmerecidamente olvidados”, en Hidalguía, n.º 26 (1958), págs. 113-116; E. Beerman, “¿Quién era el General Urrutia que Goya retrató?”, en Revista Complutense de Historia de América, n.º 19 (1993), págs. 195-207; Bicentenario del General Urrutia quien Goya pintó, Madrid, Fundación Jorge Juan, 2003.
Jesús Maldonado de Arjona