Guzmán, Antonio. Madrid, 1786 – 1857. Actor, profesor.
Se le consideró el actor cómico más célebre del siglo XIX: hacía reír y llorar al público cuando él quería.
Desde el año 1815 trabajó en la compañía de Isidoro Máiquez, de quien él siempre se consideró discípulo.
Se destacó en lo que en el argot teatral se denomina “composición de tipos”. Era un estudioso de todos los libretos que debía aprenderse y luego representar, dedicando largas horas a comprender las características de cada personaje. Se adelantaba de ese modo a cuanto podía sugerirle cada director.
Luis Calvo Revilla, autor de Actores célebres del teatro Príncipe o Español. Siglo XIX, escribía en 1920 que de Antonio Guzmán alababa “la viveza picaresca y atrevida, inspirada en la del maleante andaluz, aplicada tanto a la acción como a la palabra y al gesto”.
Los críticos de su época resaltaban que Antonio Guzmán había rescatado una manera de actuar en los escenarios, que ya estaba olvidaba: la del actor gracioso del anterior siglo XVII. Uno de esos críticos dijo sobre este actor que era “áncora de salvación y embeleso del público”.
No recurría a los efectos fáciles de otros actores para provocar la risa o la atención del espectador, sino que derrochaba mucha imaginación cuando actuaba, producto del concienzudo estudio de sus personajes.
Su primer papel fue el de un gracioso en El mejor alcalde, el rey, que representó en la compañía de Máiquez el 12 de abril de 1815. Logró posteriormente otro éxito con el papel de Mendrugo en Perico el emperador.
Otras obras en la que destacó fueron El héroe por fuerza (1850), La pata de cabra, La pluma y la espada y El amante prestado.
Como era acostumbrado, cuando anunció su retirada se le dedicó una función-homenaje, llamada entonces “de beneficio”, pues lo recaudado en taquilla iba a manos del actor que se despedía. En esa ocasión, él mismo eligió una obra destacada del teatro romántico, El trovador, de Antonio García Gutiérrez, que él mismo dirigió, pero no quiso actuar. Fueron tantos los aplausos que el protagonista de la velada se vio obligado a agradecer al público su gentileza, saliendo al centro del escenario a saludar. Fue el primero en manifestarse de ese modo; algo que después se convirtió en costumbre en casos parecidos.
Sus últimos años los vivió como profesor de Declamación en el Conservatorio de Madrid.
Bibl.: VV. AA., Gran Enciclopedia de Madrid, Castilla-La Mancha, Madrid, Unali, 1982, pág. 1466; M. Gómez García, Diccionario del Teatro, Madrid, Ediciones Akal, 1997, pág. 391; J. Huerta Calvo, E. Peral Vega y H. Urzáiz Tortajada, Teatro Español (De la A a la Z), Madrid, Espasa Calpe, 2005, pág. 348.
Manuel Román Fernández