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Bernardo Gil y Aguado

Biografía

Gil y Aguado, Bernardo. San Ildefonso, La Granja (Segovia), 1772 – Madrid, 15.V.1832. Tenor, actor de teatro, autor teatral, compositor.

Conocemos su actividad ligada a los teatros madrileños, en los que desarrolló una carrera importante repartida en dos etapas, más larga la segunda de ellas. Fue un caso que podríamos calificar como excepcional, en la larguísima nómina de tenores históricos españoles, pues fue figura destacada tanto como cantante cuanto como actor teatral. En ocasiones simultaneó ambas actividades; en otras ejerció solamente una de las dos, acostumbrando a ocupar siempre, en las distintas compañías a las que perteneció, el primer lugar entre sus colegas de una u otra especialidad, debido a la alta categoría que alcanzó en ellas. Su ambivalencia le valió el reconocimiento y la admiración de los profesionales del mundo teatral y de los aficionados, situándose en posición muy cercana a la de los mejores de su tiempo, que llevaban los nombres ilustres de Isidoro Máiquez y Manuel García Parra, en el campo teatral, y de Manuel García, en el operístico. Junto a ellos, en el campo femenino, eran los nombres de las hermanas Correa- Lorenza y Petronila- y Nicolasa Palomera, en el campo musical y Rita Luna y Rosario Fernández La Tirana, en el dramático, quienes dominaban la escena española. A esta última, especialmente, un cronista de la época la calificó como “la actriz perfecta”. 

La trayectoria artística de Bernardo Gil va íntimamente ligada con la implantación de la ópera cómica francesa en Madrid. En la vecina Francia, su revolución había conmovido el mundo. Napoleón empezaba a cristalizar sus primeros sueños imperialistas y la cultura francesa imponía sus criterios, gustos y modas en el resto de Europa. Solamente necesitaban atravesar los Pirineos para asentarse en España, donde la ópera cómica francesa encontraría un espacio vacío, sin ningún competidor dispuesto a disputarle el enseñoramiento de la escena musical hispana.

Bernardo Gil, Manuel García y Julián Muñoz, fueron los encargados de llevar las melodías de aquel género hasta los oídos de los aficionados madrileños, y al primero de ellos, por pequeña diferencia cronológica, es a quien hemos de considerar introductor o embajador de la ópera cómica francesa en la capital de España. Estaba excepcionalmente dotado para este género, pues era capaz de competir con el más consumado actor de teatro de su época y, sin duda, cantaba mejor que cualquiera de ellos. Ambas cualidades fueron determinantes para que los directores de las compañías de teatro madrileñas reclamaran su incorporación a ellas, arrebatándoselo a la de Cádiz, a la que él pertenecía. No solamente tenía dotes dramáticas y musicales; era también hombre inteligente y culto que supo advertir los privilegios de que gozaba y en 1803 pidió autorización para trasladarse a Francia para poder beber, en las fuentes originales, los matices y los secretos de aquellas obras que ya interpretaba como nadie, pero en las que aspiraba a alcanzar aún más altos grados de excelencia.

En aquel año de 1788, en esquema, el teatro de los Caños del Peral es la sede de la ópera italiana, y actúa allí, temporalmente, una compañía formada por miembros de esta nacionalidad. En los otros dos teatros madrileños, el de la Cruz y el del Príncipe, se suelen dar funciones integradas por una comedia o un drama, que se complementan con una o dos tonadillas. Constituyen éstas la primera salida natural que encuentran los artistas españoles con inclinaciones líricas y para poder abordarlas con garantías han de disponer de capacidades musicales, pero también histriónicas. De ahí tal vez la frecuencia con que aquellas figuras de la escena española eran auténticos actores-cantantes o actrices-cantantes, capaces de protagonizar tanto una obra musical como una puramente teatral y, muchas veces, también un baile.                                                    

Pero la actividad musical de Bernardo Gil no se limitó solamente al canto, aunque éste constituyera la principal de sus dedicaciones; su esmerada formación le permitió adentrarse también en el terreno de la composición, aunque esto haya sido ignorado por una amplia parte de los interesados en estos temas. 

Ignoramos datos relativos a su familia de origen y a sus años de formación. Recogemos las primeras noticias de las actividades en los teatros de Madrid en 1788, cuando Bernardo cuenta 16 años de edad. No sabemos si procedía de una familia con raigambre teatral, lo que era entonces muy frecuente entre quienes elegían esa dedicación. Cotarelo y Mori afirmó no haber encontrado en él antecedentes de familiares vinculados con esa profesión, tras hacer una exhaustiva búsqueda de todos cuantos la habían ejercido, en los siglos XVII y XVIII. En cualquier caso, al menos su predisposición a formar parte de aquel singular mundo debió haber estado siempre muy arraigada en él.                                                                                           

En 1790 se integró como tercer galán en la compañía formada por Pedro Zárate Vallés para cubrir la temporada de ópera de Aragón y La Rioja. Iba en ella como sexta dama Antonia Zárate, nacida en Barcelona el 26 de abril de 1775, capaz de cubrir cometidos de cantante, actriz y bailarina, quien a sus 15 años ofrecía las primicias de aquella belleza que habría de inmortalizar Francisco de Goya en los dos retratos que le hizo. Pronto habría de convertirla Bernardo Gil en su compañera para toda la vida. Ambos continuaron actuando en la compañía de Zaragoza en los años 1791 y 1792. En 1793 pasaron a formar parte de la Compañía que actuaría en los Reales Sitios, en Madrid.

En 1796 actúa en la compañía de Cádiz, en la que coincide con el gran Manuel García y en el mismo año nace en El Escorial su hijo Antonio Gil y Zárate. En 1797 regresa a Madrid ocupando el puesto de quinto galán, de canto y de verso, en la compañía que hará las temporadas de los teatros del Príncipe y de la Cruz, en la que Manuel García cubrirá la plaza de octavo galán. Maestro compositor de la compañía era Blas de Laserna. El 27 de abril realizó su debut Bernardo Gil cantando una tonadilla nueva. Ocho días antes había realizado el suyo Antonia Zárate, en otra tonadilla. Bernardo Gil comparte laureles a menudo con Lorenza Correa, máxima figura femenina española de la lírica en aquellos años. Junto a ella, el día 25 de agosto, estrena en el teatro de La Cruz La Fingida enferma por amor, de Luciano Comella.

En 1797 ya ha ascendido al segundo puesto de galán, pero primero de cantante, en la misma compañía. Desde entonces actúa ininterrumpidamente, año tras año, en los teatros madrileños, cantando oratorios sacros durante la Cuaresma, y tonadillas en el resto del año. Entre los primeros destacó su interpretación de Joyada, gran protagonista de Atalia o Joás restituido al trono de David. El éxito alcanzado en 1800, compartido con Lorenza Correa en su papel de Sebia, le llevaría a repetirlo en años sucesivos. En aquel 1800, con 28 años de edad, ascendió al primer puesto en el escalafón de actores del teatro del Príncipe, categoría que mantendría durante el resto de su vida profesional. Durante este año actúa indistintamente en obras musicales y en otras puramente teatrales. Es ahora cuando con la pequeña ópera Le prisonnier ou le resemblance, de Domenico della María, inicia su contacto con la ópera cómica francesa. Había sido estrenada en París, dos años antes, por el gran tenor Jean Elleviou, con quien Bernardo Gil, como intérprete lírico, mantuvo una marcada semejanza.

No olvida los oratorios sacros. En 1801 renueva sus éxitos en ellos encarnando a Abraham en La Fe de Abraham y el sacrificio de Isaac. Así mismo los reverdece en el campo de la ópera cómica con sus interpretaciones de El califa de Bagdad, de Boïldieu, Adolfo y Clara o los dos presos, de Dalayrac y La Casa en Venta, del mismo compositor. Todas estas obras llevaban arreglos musicales, del propio Bernardo Gil, para adaptar las partituras al texto en castellano. Es así como el tenor emprende su nueva faceta de compositor, que culmina poniendo música a Marcelino, obra con texto traducido del francés por Eugenio de Tapia. En el último mes del año llega el máximo éxito del mismo: el estreno de El delirio o las consecuencias de un vicio, con música de Henri Montan Berton, con arreglos de Bernardo Gil para adaptarla al texto en castellano. El personaje protagonista, Eugenio, supone una verdadera prueba para su intérprete, que debe estar dotado de aptitudes dramáticas capaces de emocionar y conmover, pero también de la idoneidad vocal para afrontar una partitura vigorosa que da relieve al patetismo de las situaciones. Cuando en 1832 se repone la obra en el teatro de la Cruz, quedan aún reminiscencias de la genial creación de Bernardo Gil en su estreno, treinta y un años antes. 

En 1803 marcha a París dispuesto a beber la autenticidad de la ópera cómica en su fuente de origen. Los célebres tenores Jean Elleviou y Jean Baptiste Gavaudan son sus grandes modelos y tras un año de perfeccionamiento decide comprobar en Madrid los resultados de sus esfuerzos. La reaparición tiene lugar el 14 de abril de 1804, con buena cobertura mediática. En programa doble protagoniza una obra teatral, El delincuente honrado y otra musical, La treinta y una, en la que le acompaña, como segundo tenor, Manuel García. Todas sus actuaciones son éxitos declarados pero cuarenta días después debe abandonar la escena ante la aparición de una enfermedad que se ha manifestado con expulsión de sangre por la boca. Desaparece de Madrid por espacio de diez años, durante los que debió estar en París y en Italia.  En 1811 fallece su esposa, Antonia Zárate, víctima de la enfermedad del siglo, la tuberculosis.

Bernardo Gil cuenta ya treinta y nueve años de edad y dos años después contrae segundas nupcias con Antera Baus, actriz y cantante de dieciséis años de edad, la misma que tenía Antonia Zárate cuando la encontró Bernardo Gil por primera vez. El matrimonio parece tan desproporcionado que algunos creen que el novio es su hijo Antonio, unos meses mayor que Antera. Sin embargo, el transcurso de los hechos hace ver lo acertado de la decisión. Antera compartirá en escena con su marido los triunfos que aún aguardan a éste y en 1814 el matrimonio tendrá su fruto con el nacimiento de Isidoro Gil y Baus quien acompañará a su hermano Antonio en sus éxitos literarios.

Bernardo Gil vive su segunda juventud en su vida personal y profesional. El 21 de octubre de 1813 reaparece en el teatro del Príncipe interpretando dos óperas cómicas en programa doble: El preso y Adolfo y Clara o los dos presos. Después reeditará su gran éxito de El Delirio, acompañado ahora por Antera Baus. En 1814 llega un nuevo triunfo con El Marinero, de Ferdinando Paër. Sin embargo, su prestigio creciente no basta para evitar que ese año, en compañía de Isidoro Máiquez, ingrese en prisión, a donde son enviados ambos a enfriar sus ardores liberales. Tras cumplir condena, el 30 de noviembre reaparece en el teatro de la Cruz con la que acaso es la obra cumbre de la ópera cómica, Ricardo Corazón de León, de André Modeste Grétry, de cuyo personaje Blondel hace otro de sus papeles emblemáticos.       

Su vida es ya una sucesión de éxitos: La Cenicienta, de Isouard, El hijo pródigo, de Gaveaux, Los dos biombos, de Boïldieu, El licenciado Farfulla y El tío y la tía, ambas de Antonio Rosales, Gianni di Parigi, de Boïldieu, El caballero Giocondo, de Isouard, El fanático por la Música, de Mayr, El barbero de Sevilla, de Paisiello, El nuevo señor del lugar, de Boïldieu y El príncipe de Catania, de Isouard, son algunos de los nuevos títulos que añade a su repertorio y jalonan de triunfos, compartidos muchos de ellos con Antera Baus, el resto de su carrera.                                                                                                                   

Finalmente, en 1818, tras el descanso cuaresmal, decide dar por terminada su época de tenor, pero continúa ocupando el primer lugar entre los actores de la compañía del coliseo de la Cruz, ahora con misiones puramente teatrales. Tiene cuarenta y seis años y durante tres temporadas protagonizará numerosas obras en prosa y en verso. En abril de 1820 su nombre desaparece de la lista de actores, para ocupar ya exclusivamente el cargo de autor. Como tal traduce obras francesas y en el mismo año escribe su comedia en prosa La vieja y los calaveras, pero también utiliza su cargo para defender la dignidad de la profesión y las condiciones laborales de cuantos se dedican a ella, enfrentándose abiertamente con el Ayuntamiento de Madrid, que incumple sistemáticamente el Reglamento de Teatros aprobado por la Regencia de Cádiz, en 1812. Utilizó sus naturales dotes musicales y teatrales, su larga experiencia de tenor y actor, reforzada con sus estancias en Francia e Italia, y su ideología liberal para, en 1821, formular un muy razonado Proyecto de Reforma de las actividades teatrales, cuyo análisis permite conocer la elevada categoría intelectual y moral de su autor. Entre sus distintos objetivos adquieren especial relieve unos encaminados a mejorar las condiciones económicas de los profesionales, disminuyendo los cuantiosos alquileres que se debían pagar a los consistorios y las prebendas de que gozaban los representantes municipales, y otros orientados a mejorar la formación de actores y actrices mediante la creación de escuelas de música y de danza, complementos que considera indispensables en la actividad teatral. No consiguió ver realizadas unas pretensiones que chocaban con prácticas arraigadas desde muchos años atrás, pero acaso fueron el punto de partida para que en 1831 se inaugurase el Conservatorio de Música María Cristina.

Un año después, el 16 de mayo de 1832, murió Bernardo Gil a consecuencia de una enfermedad crónica -según periódicos de la época- y después de haber desempeñado funciones de autor teatral hasta 1830. Sus hijos, Antonio Gil y Zárate e Isidoro Gil y Baus, formaron parte de una familia de literatos cuyo máximo representante, probablemente, fue Manuel Tamayo y Baus, hijo de Joaquina Baus, hermana de Antera.

 

Obras de ~: Literarias: La Vieja y los Calaveras, comedia en prosa.

Musicales: Marcelino, adaptaciones de la música para el texto en castellano de El delirio, de Henri Montan Berton; Adolfo y Clara o los dos presos, de Dalayrac,  La casa en venta, de Dalayrac, El califa de Bagdad, de Boïldieu.

 

Bibl.: H. Thurner, Les transformations de L´opéra-comique, Paris, Librairie Castel, 1865; B. Saldoni, Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles, Madrid, Antonio Pérez Dubrull, 1868-1881; J. Radomski, Manuel García, maestro del bel canto y compositor, Madrid, ICCMU, 2002; A. M.ª Freire López, El teatro español entre la Ilustración y el Romanticismo. Madrid durante la guerra de la Independencia, Madrid, Iberoamericana, 2009; R. Fernández Cabezón, ”Crisis teatral en Madrid durante el Trienio Liberal”, en Revista de Literatura, n.º 149 (enero-junio de 2013), págs. 105-120; V. García de la Puerta López, Tenores Históricos Españoles, Tomo I, Pioneros, Madrid, Visión, 2020.

 

Vicente García de la Puerta López