Almeyda Motta, Juan Pedro. Lisboa, 24.VI.1744 – Madrid, c. XII.1817. Maestro de capilla, compositor y teórico.
Su formación musical la recibió en su ciudad natal si bien no se conocen los detalles. Por lo que se refiere a sus primeras actividades profesionales, fue cantor de la Capilla Real de José I y posteriormente fue contratado como músico de cámara de Gaspar de Bragança, arzobispo de Braga (1758-1789), quien, en su intento de crear una corte en dicha ciudad, incorporó la creación de una capilla de música así como la renovación de la liturgia, aspecto este último que dio lugar a tensiones con el clero. No se han conservado las obras compuestas durante la época que estuvo al servicio de Gaspar de Bragança.
Almeida abandonó Braga en agosto de 1771, año en que ingresó en la catedral de Santiago de Compostela en calidad de tenor, aunque no permaneció mucho tiempo, ya que en septiembre del año siguiente asumió la misma responsabilidad en la catedral de Mondoñedo, donde compuso al menos doce obras litúrgicas en latín y se promovió la representación de su ópera II matrimonio per concorso; en la citada catedral coincidió con el compositor Pedro Furió, que por entonces actuaba como violinista, y con Bernardo San Millán como maestro de capilla.
El 20 de julio de 1775 obtuvo la plaza de maestro sustituto de la catedral de Lugo, en la que procuró renovar el repertorio con el fin de evitar que cante “música antiquísima, que por tal ya incomoda y puede perturbar la devoción”. A finales de 1779 falleció el maestro, Manuel López del Río, pero fue nombrado para el puesto como nuevo Francisco Náger, maestro de la catedral de Orense, por lo que Almeida se sintió agraviado y presentó una reclamación y un recurso ante el Consejo de Castilla: pese a que éste le dio la razón, el cabildo de Lugo mantuvo a Náger y a él le restituyeron el puesto de maestro sustituto. Cuando Pedro Furió, maestro de la catedral de Oviedo, falleció el 6 de mayo de1780, Almeida concursó al puesto vacante y se dirigió al cabildo ovetense ofreciendo sus servicios para el puesto de maestro de capilla. Pese a su interés, sin embargo, no concurrió a las oposiciones, que acabó ganando Joaquín Lázaro. Algo parecido sucedió en Plasencia por lo que permaneció durante todo este tiempo en Lugo en su puesto de maestro sustituto en un ambiente negativo hacia su persona.
Por fin pudo abandonar Lugo cuando se alzó con la plaza de maestro de la catedral de Astorga (19 de marzo de 1783), donde llevó a cabo una muy activa labor creativa durante una década.
A partir del 28 de abril de 1793 comenzó a trabajar para el Real Colegio de Niños Cantorcicos, presidido por Antonio Ugena, que al mismo tiempo desempeñaba el magisterio de la Real Capilla, y con el que no mantuvo buenas relaciones. Sí las mantuvo, sin embargo, con Boccherini, quien en 1797 envió al editor Pleyel música de Almeida para su publicación.
X. M. Carreira alude al “creciente reconocimiento” que Almeida disfrutó en Madrid, de lo cual “da fe el aumento salarial de 400 ducados con obligación de componer música para la Real Capilla que se le concedió (16 de abril de 1798), origen del juego de Lamentaciones para la Semana Santa de 1799 y quizá de los Cuartetos de cuerda que se conservan en el archivo del Palacio Real”. Durante su etapa en Madrid se dieron a conocer anuncios de la publicación de sus composiciones para guitarra, componiendo asimismo los Dodici divertimenti para voz y pianoforte.
A finales de 1799 le concedieron permiso para visitar Portugal, donde estuvo hasta los primeros meses de 1800. Una nueva ausencia de Madrid se produjo cuando, con motivo del fallecimiento de su sucesor en la catedral de Astorga, fue requerido para intervenir como juez de la oposición, por lo que solicitó permiso (1 de octubre de 1803), al que se opuso Ugena alegando que si bien “todos tenemos derecho al crédito y veracidad de nuestras palabras, hace novedad que un cabildo elija o dé comisión alguna a un sujeto que ha tenido con él pleitos dilatados y ruidosos”.
Pese a las palabras de Ugena, no se tiene constancia documental de querellas con el cabildo de Astorga, el cual por el contrario tenía en muy alta estima al maestro portugués, como lo demuestra el hecho de haberle invitado en calidad de juez de oposición.
El 14 de febrero de 1805 solicitó al rey la dedicatoria de una Colección de solfeos en dos partes para uso del colegio y en septiembre de aquel mismo año reclamó el abono de los salarios de los copistas de los “dos misereres y seis lamentaciones que se cantaron en la capilla de Aranjuez, y una colección de solfeos”.
Cuando en 1808 se clausuró la Real Capilla, su situación económica se vio comprometida. Con la restitución de Fernando VII como rey de España en 1814 recuperó puesto en el colegio, donde permaneció hasta su fallecimiento, acaecido en diciembre de 1817.
En cuanto a su producción musical, el musicólogo X. M. Carreira, quien ha estudiado su obra, afirma que “la obra de Almeida posee un refinado buen gusto y un equilibrio que permiten un soporte estructural a una música de poderoso dramatismo. Fiel al ideal iluminista en que fue formado, la intención didáctica es evidente. De ahí que, conocedor de la voz en todos sus recursos, el tratamiento vocal esté siempre vinculado a las necesidades retóricas del texto, reservando los efectos emotivos al acompañamiento instrumental, a menudo sorprendente”.
Reviste un gran interés la opinión de Almeida sobre los tratados teóricos y el estado de la enseñanza de la música, reflejada en su prólogo al tratado de Solano: “Son varias las obras que se han escrito y publicado sobre las reglas de la música en la mayor parte de las naciones; pero de muy poca o ninguna utilidad, bien sea por la diversidad de idiomas, o porque hablando de este noble arte con tanta variedad y confusión, lejos de enseñar confunden a los mismos facultativos, sin atinar con la verdadera doctrina de los primitivos y privativos preceptos músicos. La prueba de esta verdad se evidencia viendo tantos profesores que ignoran las reglas del arte que ejercen. ¿Cuántos compositores y maestros hay que ni dan razón de lo mismo que escriben y enseñan, ni saben en qué consiste la verdadera filosofía de la música? ¿Y por qué? Por falta de buenos libros de teoría y práctica. Nada puede hacer con pureza el compositor, si ignora la propiedad de la armonía y el porqué de la música. Hoy día se contentan únicamente los jóvenes con la voz del maestro; pero ésta nunca hará por sí sola buenos discípulos sin el auxilio de unas reglas ciertas”.
Como prueba del prestigio alcanzado por el compositor portugués, se trae a colación la recomendación que Boccherini dirigió al editor Pleyel, recomendando la publicación de diez cuartetos y cuatro tríos de Almeida: tales obras contienen “algunas excelentes cosas, un estilo moderno y una buena distribución de partes”.
Con motivo del estreno de los Cuartetos op. 5 de Almeida en Lisboa en 1984, escribió João de Freitas Branco lo siguiente: “En el conjunto, prepondera una galantería límpida, de modo mayor tanto en las tonalidades base como en las de tránsito modulatorio, sin pecado de preciosismo, de un buen gusto impecable.
Como se esperaba, las formas son clásicas, centroeuropeas (sonata, canción, minué, rondó). Tendencia hacia la brevedad de las reexposiciones, evitando elegantemente la redundancia (por ejemplo, los primeros movimientos de los n.º 1 y n.º 3). Trazo también conciso, nada exhibicionista, de los desarrollos, modulación con naturalidad y justa medida dentro de una estilística antibeethoveniana”.
Obras de ~: Dodici divertimenti; Il matrimonio per concorso, 1744.
El catálogo completo de las obras de Almeida actualmente conservadas fue publicado por X. M. Carreira en el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. I, págs. 305- 306.
Ediciones: Aria Mi sento il cor, edición de Margarita Soto- Viso, La Coruña, Viso Ediciones, 1997.
Escritos: traducción al castellano del tratado portugués Examen instructivo sobre la música multiforme, métrica y rítmica, de Francisco Ignácio Solano.
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Paulino Capdepón Verdú