Catalina y Rodríguez, Manuel. Budía (Guadalajara), 1820 – Madrid, 26.VII.1886. Autor, actor y empresario teatral.
Hijo de un magistrado y hermano del dramaturgo Juan Catalina y Rodríguez, abandonó su carrera de Derecho para dedicarse al teatro. Debutó como actor en 1844 en la compañía de una gran dama de la escena, luego insigne profesora, Teodora Lamadrid.
La obra de su debut no podía tener un título más adecuado para un actor vocacional como él: Quiero ser cómico.
Un año después, estrenó en el madrileño Teatro de la Cruz una serie de dramas históricos que le proporcionaron dinero y popularidad: Don Alonso de Ercilla, Los amigos y el dote, El bufón del rey y La voluntad del difunto.
En 1846 emprendió una extensa gira por España y luego por Hispanoamérica. A la vuelta, se convirtió en empresario del Teatro del Príncipe, contratando nada menos que a Julián Romea, el primer actor más cotizado del momento. La relación que Manuel Catalina tuvo con Romea fue de admiración y respeto, tratando de que le proporcionara enseñanzas para su faceta de actor, al margen del trato que tuviera con él como su empresario.
Entre las representaciones que se sucedieron entonces, figuran: Los quid-pro-quos (1847) y El licenciado Vidriera (1852), según una refundición muy personal que hizo de la obra de Moreto. Adaptó al castellano la obra francesa Por derecho de conquista, que Manuel Catalina estrenó con una excelente actriz, Matilde Díez (1860). Con ella representó otras obras en los teatros del Circo y Apolo.
Tuvo veleidades literarias y, aparte de sus adaptaciones teatrales, publicó poesías en diarios y revistas.
También estrenó en esa etapa de primer actor y empresario del Teatro Príncipe la obra La venganza catalana.
Manuel Catalina fue considerado en su época como un personaje de elevada cultura y notables ansias de perfeccionismo como actor. De hecho, se codeó con las máximas personalidades de la cultura y la política de la época. De maneras elegantes, aristocráticas, algunos lo tildaron de “señorito del teatro”, aludiendo a su procedencia familiar y a su posición social, pero llevado por su afición constante por el teatro, demostró que no era un simple diletante. Es más, defendió la importancia del teatro y la dignidad de los actores.
En sus discursos en el Ateneo de Madrid, alertó sobre la decadencia del teatro español y reivindicó el derecho de los actores a las subvenciones estatales dignas.
Como actor, tuvo que superar cierta tartamudez que sobrellevaba desde niño, haciendo esfuerzos para que no se le notara. Fue profesor del Conservatorio de Madrid, comendador de número de Isabel la Católica y ordinario de Carlos III; fundador de la Cruz Roja y de Caballeros Hospitalarios y perteneció a la Academia Cervantina de Bellas Artes. Como empresario, siempre estuvo dispuesto a mantener un alto nivel en la selección de las obras que representó; lo fue del antiguo teatro madrileño Moratín —que hizo cambiar de nombre, para denominarlo Apolo—, donde se dejó gran parte de su fortuna.
Obras de ~: El teatro y los actores, Madrid, V. Saiz, 1877.
Bibl.: E. Martínez de Velasco, “Don Manuel Catalina y Rodríguez”, en La Ilustración Española y Americana (Madrid), año XXX, n.º XXX (15 de agosto de 1886), págs. 83 y 85; F. Vega, Quién es quién, Barcelona, C.I.L.E.H., 1991, pág. 225; M. Gómez García, Diccionario del teatro, Madrid, Ediciones Akal, 1997, pág. 169; J. Huerta Calvo, E. Peral Vega y H. Urzáiz Tortajada, Teatro español (de la A a la Z), Madrid, Espasa Calpe, 2005, pág. 149; J. J. Bermejo Millano y A. Herrera Casado, Budía, corazón de La Alcarria, Guadalajara, Editorial AACHE, 2005, pág. 90.
Manuel Román Fernández