González Besada y Mein, Augusto. Tuy (Pontevedra), 24.VI.1865 – Madrid, 4.VI.1919. Ministro de Hacienda y de Fomento, presidente del Congreso de los Diputados, y dirigente del Partido Conservador, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Augusto González Besada fue uno de los políticos gallegos que participaron de forma activa y destacada en la política española de la Restauración, siempre en las filas del Partido Conservador. Abogado de profesión, perteneció a una familia de clase media acomodada integrante de la elite política provincial de Pontevedra, que compartimentó su vida entre Tuy y la capital de la provincia. Augusto realizó sus estudios de bachillerato en Pontevedra y los finalizó en 1880 con la “nota suprema”. A continuación, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Santiago, que acabó en 1885 con sobresaliente en todas las asignaturas y premio en los dos grupos de Derecho romano y en la Disciplina eclesiástica. Su padre, Basilio González Besada (1820-1877), había sido también abogado. Su hermano Moisés, nacido en 1867, ejerció la abogacía en Pontevedra; jurista afamado, ocupó la Secretaría de la Diputación desde 1895 hasta su muerte prematura a los treinta y ocho años de edad.
Igualmente abogado era Sabino González Besada, tío de Augusto y personaje decisivo en su biografía. Sabino sustituyó en muchos aspectos al padre que Augusto había perdido con apenas doce años. Gobernador civil en 1884-1885 y en 1890-1892, así como presidente de la Diputación en 1896-1898, Sabino González tenía una larga trayectoria en la vida política provincial, que arrancaba de 1860, cuando obtuvo el acta de diputado por el partido de Tuy. Era un hombre de José Elduayen, al que la familia Besada estaba vinculada política y profesionalmente; el padre de Augusto había sido consultor de la Sociedad de Crédito y Fomento de Vigo y de la Compañía constructora del ferrocarril Vigo-Orense, promovida por aquél. Augusto empezó a trabajar en el despacho de su tío al acabar sus estudios. De su mano entró en la política y en 1890 fue diputado provincial por el distrito de Caldas-Cambados y en 1894 por el de Ponteareas-La Cañiza; de 1895 a 1897 desempeñó el cargo de gobernador civil de Pontevedra. En 1898, murieron el jefe político, José Elduayen, y Sabino González Besada; con la muerte de éste, los Besada desaparecían de la dirección de la política provincial. En lo político, Augusto González parecía quedar huérfano. Pero en este momento ya podía —y quería— volar alto. En abril de 1899, inició su andadura en la política nacional como diputado por Cambados, apoyado por Raimundo Fernández Villaverde, quien ocupaba en la provincia el puesto dejado por Elduayen. Un mes antes se había negado a aceptar el cargo de gobernador civil de Valladolid.
En la política madrileña, su ascenso fue fulgurante. En 1899, Fernández Villaverde le incorporó al equipo que redactó, y defendió en las Cortes, el plan de saneamiento y reforma tributaria; en 1902, le hizo subsecretario del Ministerio de Hacienda; en 1903, le nombró ministro de Hacienda y, en 1905, le llevó a la cartera de Gobernación, que —con Hacienda— era la más importante de los gobiernos de la época. González Besada llegó a ser el responsable de Hacienda más joven de la Restauración; en este período sólo José Canalejas (ministro de Fomento con treinta y cuatro años) había accedido a una cartera ministerial de contenido económico a una edad más temprana que la del ministro gallego. A Hacienda volvió en dos ocasiones más (1908- 1909 y 1918), ambas con Antonio Maura, quien ya le había nombrado titular de Fomento en 1907. Fue, por tanto, un hombre relevante en la política económica desarrollada por el Gobierno largo del político mallorquín. Esto ha hecho que su perfil se haya identificado como el de un ministro de asuntos económicos.
Ahora bien, la dimensión política de González Besada no se limitó a esa especialización. Besada unió a la aludida rapidez de su carrera pública el prestigio político. Desde 1903 a 1919 fue uno de los líderes del Partido Conservador; como tal, siempre participó en las discusiones internas decisivas para la dirección del mismo. Prueba de ese liderazgo es que en 1914-1915, con Dato en la jefatura del Gobierno, ocupó la presidencia del Congreso de los Diputados, un cargo que, en el cursus honorum de los políticos de la Restauración, era una antesala para optar, llegado el caso, a la presidencia del Gobierno. Sus contemporáneos hablaron, desde 1914, de Besada como presidenciable. La historiografía, no obstante, no le ha hecho justicia. Quizá haya influido en ello su muerte temprana, en 1919, a los cincuenta y cuatro años de edad. Otro factor posible es su estrecha ligazón a tres figuras del partido de tanta talla como Fernández Villaverde, Antonio Maura y Eduardo Dato.
En las filas conservadoras, Besada se caracterizó por ser el principal heredero del legado ideológico de Fernández Villaverde. El villaverdismo en materia económica y fiscal fue su signo distintivo. A la muerte de aquél, en 1905, se constituyó el Círculo Villaverdista, una facción del Partido Conservador presidida por el político gallego, que disputó el liderazgo a Maura, sin éxito. En mayo de 1906, se reintegró plenamente a la disciplina del partido, manteniendo una personalidad definida. En enero de 1907, Maura le nombró ministro de Fomento. Como tal, realizó una política de intervencionismo económico deliberado, orientada por el nacionalismo económico (Ley de Protección a la Industria Nacional, 1907; Ley de Protección a las Industrias y Comunicaciones Marítimas, 1909; Ley de Ferrocarriles Secundarios y Estratégicos, 1908), la institucionalización del corporativismo (Consejo Superior de la Producción Nacional, 1907) y la reforma de estructuras (Ley de Colonización y Repoblación interior, 1907; Ley de Repoblación Forestal, 1908). En 1908, Maura le designó ministro de Hacienda, tras reconocer en San Sebastián, el 14 de septiembre, que Besada aceptó aquella cartera “recabando la facultad de seguir la política hacendística de Villaverde”. Su plan se concretó en “consolidar las rentas de la deuda flotante, arreglar el problema monetario, sanear la cartera del Banco [de España] y dotar la obra pública necesaria sin daño de los excedentes” fiscales: equilibrio presupuestario, pues, para financiar las políticas de fomento, y saneamiento monetario para la estabilidad de precios y el ingreso de la peseta en el patrón oro. La Guerra de Marruecos impidió, no obstante, el equilibrio financiero desde 1909, y para garantizarlo propuso una reforma tributaria, que no fue aprobada.
Esa afirmación de las ideas propias en materia económica traducía su significación política en el Partido Conservador. Ese relieve volvería a manifestarse cuando Antonio Maura se negara a turnar con el Partido Liberal y criticara abiertamente a Alfonso XIII. A mediados de 1913, Besada fue uno de los líderes conservadores molestos con la actitud personalista de Maura. Como tal, se sumó a la mayoría del partido, dirigida por Dato; era uno de los “conservadores idóneos”, dispuestos a relevar a los liberales en el poder. “Terquedad o capricho, rebeldía para salir del error o pertinacia para mantenerlo, son rasgos característicos de gobernantes apasionados y presuntuosos”, según Besada. Esto lo afirmó el 8 de junio en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que versó sobre los Deberes de ciudadanía olvidados o mal cumplidos por las generaciones actuales. Era una referencia indisimulada a Maura. En esos primeros meses de 1913 declaró que no aceptaba dirigir el partido. A su juicio, Eduardo Dato era “insustituible” para ello. Besada le ofreció su apoyo, aunque no entrará en su Gobierno de 1913. Mantuvo la palabra dada a Maura, en enero, de que no formaría parte de ningún Gabinete conservador. En abril de 1914, fue elegido presidente del Congreso de los Diputados; contó con doscientos ochenta votos de los cuatrocientos nueve posibles, apoyo sólo inferior al que Moret había logrado en 1912. En 1915, al caer Dato, el Rey le propuso presidir el Gobierno. Que fuera una jefatura provisional y sin autorización para disolver las Cortes y convocar elecciones le llevó a declinar la invitación. Adujo, no obstante, que “aunque creo no tener enemigos, bueno es que me hayan perdonado llegar hasta la presidencia de la Cámara [...] pero si me vieran presidir un Gobierno, no sería lo mismo. La política desgraciadamente no es una cosa sentimental; carece de entrañas”.
La figura de Besada se acrecentó tras pasar por la presidencia del Congreso. Estar bien visto en Palacio también le sumó apoyos. A su alrededor se aglutinó un nutrido grupo de fieles, los besadistas, que anhelaban su llegada a la presidencia del Gobierno.
Así sucedió en julio de 1917; ante las dificultades de Dato, aquéllos confiaban en que, obligado por las circunstancias, Besada presidiría pronto un “gabinete de concentración nacional”. En esas mismas fechas, Dato y su Gobierno daban a González Besada el trato de ilustre político, visible en las despedidas multitudinarias en la estación Norte de Madrid, cuando viajaba a Galicia, a las que acudía una representación gubernamental. Dato tuvo en él a un estrecho asesor en la grave crisis institucional de 1917. En ese período de quiebra del sistema político, a cada crisis, a cada cambio de gabinete que soplase en dirección a los conservadores, el nombre de González Besada aparecía como un fijo en la quiniela de candidatos. Entre 1917 y 1919, el político gallego pasó por la mayor parte de las consultas regias para formar Gobierno. Así aconteció en marzo de 1918, a la hora de constituirse el Ejecutivo de concentración que acabó dirigiendo Maura, y en noviembre de 1918, cuando cayó ese mismo Gobierno.
Besada disfrutaba de una extraordinaria reputación y de un gran reconocimiento público, que le hizo acreedor de varias distinciones; entre ellas, su nombramiento como presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (1918-1919).
En el Gabinete Maura de 1918, Augusto González Besada detentó por última vez la cartera de Hacienda. Impulsado por el crecido déficit, promovió dos reformas fiscales: la de la Hacienda central y la de la municipal. La primera no se aprobó; la segunda sí, parcialmente, por Real Decreto de 11 de septiembre. Una de sus novedades fue convertir el “repartimiento general”, que venía de 1870, en un impuesto personal sobre la renta, considerado el primer impuesto moderno de esta naturaleza en la Hacienda española. El Estatuto municipal de 1924 incorporó esa reforma tributaria de González Besada, que dejó una vez más su impronta de reformador, una impronta también visible en su nuevo intento de integrar la peseta en el patrón oro. Ahora bien, durante aquellos meses había dado muestras reiteradas de su fatiga y enfermedad. A Maura le había confesado en “repetidas veces que se sentía tan enfermo que salía de su casa con incertidumbre de regresar a ella”. Morirá la noche del 4 de junio de 1919, de forma inesperada, pues unas horas antes había celebrado la tertulia habitual en su domicilio madrileño.
En el texto necrológico escrito por Maura, éste habló de la “amistad que las peripecias políticas jamás turbaron”. Las críticas, y el enfriamiento de las relaciones desde 1913, no habían significado, en efecto, una ruptura total entre ellos. En 1915, Antonio Maura, presidente de la Real Academia Española, le propuso para académico de la Lengua. En 1916, leyó el discurso, que versó sobre la biografía y la obra de Rosalía de Castro. Este discurso fue su última contribución a una faceta de su vida que cabe calificar como literario- regionalista. En ésta, se aprecian dos fases. Una, la del regionalismo cultural y político, compatibilizados hasta 1892. Se inició en sus años de estudiante en Santiago, en el entorno tradicionalista de Alfredo Brañas, y continuó con su participación en la creación de la Asociación Regionalista Gallega en 1890, y en la movilización regionalista de 1890-1892. Besada se reveló en esos años como primer historiador de la literatura gallega y defensor del gallego como idioma. Ese regionalismo no fue incompatible con su ligazón al partido conservador. La doble lealtad se mantuvo en Besada y en otros regionalistas de la época hasta la irrupción, en 1893, del movimiento reivindicativo de la Junta de Defensa de Galicia, que fue duramente combatido por los partidos de turno. En ese escenario, Besada se inclinó por la política desde el sistema. Su regionalismo devino ahora en esencialmente cultural, desligado de cualquier objetivo político de signo galleguista. Sólo adquirió tintes políticos (la defensa expresa de Galicia, de carácter instrumental), cuando el nacionalismo organizado concurrió, en la década de 1910, a las elecciones, caracterizando a la “vieja política” (que decía Bugallal) como factor de atraso del país gallego.
Desde la política nacional, Besada ejerció como “gallego ilustre”; en cuanto tal, quiso estar presente en todas aquellas manifestaciones sociales que proyectaban adhesión bien con los gallegos triunfadores en Madrid (parte de la elite española), bien con la defensa de los valores culturales y lingüísticos de Galicia. Ejerció, asimismo, como benefactor político de personas, de pueblos, de ciudades e incluso de Galicia entendida como realidad regional. Lo hizo, en parte, administrando clientelarmente los recursos públicos que le permitía el poder político, sustentado en su prestigio y en su red local de influencias. Besada, diputado en Cortes por Cambados hasta 1907, volvió a la representación gallega en 1914, en que salió diputado por Lugo, distrito que representó hasta 1919, tras haber sido diputado cunero por Algeciras, Almería y Alcoy. En los sutiles equilibrios de la geografía de la influencia, González Besada y Bugallal disponían entonces, desde las filas del Partido Conservador, de un control de cierta entidad en los distritos electorales gallegos, especialmente en Orense, Pontevedra y Lugo. Como la competencia política aumentó durante esos años, y con ella las prácticas electorales fraudulentas, algunos de los contemporáneos empezaron a hablar del cacicato de Besada en Galicia. Lo hizo el nacionalista Lois Peña Novo en A Nosa Terra, el 20 de marzo de 1918, y Francisco Cambó también en 1918: “En Galicia goberna, n-a Cruña García Prieto e Gasset, en Pontevedra o Marqués de Riestra, en Ourense Bugallal e en Lugo e n-o resto de Galicia enteira o Sr. González Besada”. Los opositores, como Peña Novo, parecían jerarquizar el poder en Galicia en función de la relevancia que los notables citados tenían en la política española —por más que García Prieto hubiese alcanzado ya la presidencia del Gobierno— y, probablemente, guiados por la imagen de un Besada que pretendía encarnar —y quizás encarnase— más que ninguno de los políticos dinásticos gallegos, una identificación con la defensa de los intereses regionales.
Falleció, sin embargo, al año siguiente, el 4 de junio de 1919. El rey Alfonso XIII reconoció sus méritos en la persona de su mujer, Carolina Giráldez y Fagúndez, a quien concedió el 26 de julio de 1921 la merced de marqués de González de Besada; título nobiliario que sucedió su hijo Carlos González-Besada y Giráldez.
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Rafael Vallejo Pousada