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Bartolomé Pérez de la Dehesa

Biografía

Pérez de la Dehesa, Bartolomé. ¿Madrid?, ¿1634? – Madrid, 26.I.1698. Pintor.

Las flores fueron el tema que protagonizó la pintura de naturaleza muerta en Madrid durante la segunda mitad del siglo xvii. Ese auge, que respondía a razones de gusto, tuvo como principal responsable a Juan de Arellano, el primer artista activo en la Corte que se especializó en el género. Su ejemplo, su técnica y sus recursos compositivos fueron pronto seguidos e imitados por varios pintores más; entre los cuales el que alcanzó unos niveles más altos de calidad fue Bartolomé Pérez, que también se dedicó a la pintura de figuras. Como fue frecuente entre los artistas españoles del siglo xvii, su relación con Arellano no se estableció exclusivamente en el campo profesional, pues afectó también al ámbito personal cuando, en marzo de 1662, se casó con Juana Arellano, su hija. Todo ello habla de un contexto profesional todavía apegado a los usos del gremio, que propician la interacción entre las relaciones económicas y los vínculos familiares.

La pintura de flores servía fundamentalmente los intereses de una clientela particular, compuesta por las capas medias y altas de la sociedad urbana, que demandaban obras de pequeño formato en las que los valores decorativos predominaran frente a los narrativos.

Consecuentemente, las transacciones entre los artistas y sus clientes se mantenían por lo general en un terreno exclusivamente privado, y apenas tenía un reflejo en forma de documentación pública. Eso hace que las noticias conocidas sobre éste y otros pintores que se dedicaban a la naturaleza muerta sean por lo general escasas. A esto se une el hecho de que la naturaleza muerta y todos sus derivados era un género poco apreciado desde un punto de vista teórico, lo que hizo que en los primeros repertorios biográficos de los artistas españoles la información que se ofrece sobre Bartolomé Pérez sea escasa en comparación con la que se dedica a sus colegas que cultivaban otros géneros.

De la vida de Pérez conocemos algunos pocos datos personales, las fechas en las que realizó algunos de sus cuadros y su dedicación a tareas colaterales a la práctica pictórica. También se sabe, gracias a algunos tratadistas, que alcanzó prestigio dentro de su especialidad.

Probablemente nació en Madrid hacia 1634, pero las primeras noticias seguras que quedan datan de 1659, cuando actuó como testigo en el testamento del pintor Mateo González de Vega. A partir de entonces hay algunos datos sobre su vida familiar, como su boda en diciembre de 1663 con Juana de Arellano, o el nacimiento dos años después de su hijo José, quien, al igual que su padre y su abuelo, se dedicaría también a la pintura de flores. Por entonces vivían en la calle de la Paz, aunque desde 1670 se alojaron en la calle de Fuencarral. La siguiente noticia importante de carácter personal data del 26 de enero, el mismo día en que hizo testamento y murió en Madrid, a consecuencia de las heridas que le produjo la caída desde un andamio mientras trabajaba. El círculo familiar del pintor se componía, ya se ha visto, de artistas, artesanos cualificados y servidores palaciegos. Así, su hermano Mateo fue mayordomo de la Reina, y en 1680 un tal Francisco Pérez de la Dehesa, de treinta años de edad (probablemente otro hermano) se examinó satisfactoriamente como maestro violero.

Entre las noticias de carácter profesional que han llegado destaca su trabajo en el coliseo del Buen Retiro, para el que pintó algunas cortinas escenográficas, según las fuentes contemporáneas. Probablemente ese tipo de funciones, así como la presencia de su hermano entre los servidores de Palacio, favorecerían su nombramiento como pintor del Rey, que tuvo lugar, a título honorario, en 1689. Ese mismo año empezó uno de sus encargos de mayor envergadura, tanto por el número de obras implicadas en él como por la personalidad de su comitente o el lugar tan especial al que iban destinadas: se trata de la elaboración (con la ayuda de colaboradores) de cincuenta y cinco floreros con fondos dorados, realizados sobre tablas, para decorar el llamado “camón” del Rey, una estructura monumental que albergaba la cama de Carlos II. Han pervivido, al menos, tres piezas del conjunto (dos de ellas en el Museo del Prado), que permiten formar una ligera idea de la suntuosidad que debió alcanzar esa estructura.

Curiosamente, la mayor parte de las noticias de carácter profesional que afectan a Bartolomé Pérez que han sobrevivido hasta hoy no se relacionan con la ejecución de pinturas, sino con una actividad frecuente entre los artistas de la época y a la que este pintor se dedicó con bastante frecuencia. Se trata de la tasación de pinturas ajenas, generalmente en relación con inventarios post mortem, cartas de dote, etc. Hay documentos fechados en 1668, 1670, 1673, 1678, 1679, 1680, 1683, 1696 o 1697. En algunos de esos años intervino en varias ocasiones. Esas fechas prueban hasta qué punto fue una tarea habitual, que sin duda le restó tiempo para dedicarse a la pintura, pero que le resultaría provechosa desde un punto de vista contable.

Aun así, el número de floreros que han sido identificados como suyos es bastante elevado y se reparten equilibradamente en el tiempo. Hay varios firmados, lo que permite seguir la evolución de su estilo. Éste deriva del de su yerno, que fue la gran figura de la pintura de flores de Madrid. De él procede su gusto por extremar la vistosidad y la naturalidad del aspecto de las flores, que con frecuencia dispone en cestos o en recipientes de vidrio o metal sobre superficies de carácter mineral. Se diferencia de Arellano, sin embargo, en que no busca tanto la monumentalidad compositiva y prefiere unas texturas más trabajadas y delicadas. Además, también buscó innovaciones de carácter compositivo, y para ello se ayudó de su habilidad para la descripción de personajes. Así, en ocasiones introduce putti sosteniendo las guirnaldas (colección particular), lo que hace que, gracias al vuelo de los niños, la composición sea más dinámica; y cultivó con bastante éxito la fórmula de las guirnaldas que enmarcan escenas de carácter figurativo. Es el caso de la Guirnalda con la muerte de san Francisco (colección particular), o numerosa serie de guirnaldas del Museo del Prado con san Antonio, san Francisco Javier, san Felipe Neri o santa Teresa. Esta habilidad llamó la atención de los biógrafos tempranos, como Palomino, quien asegura que colaboraba con Juan de Arellano pintando las figuras en sus guirnaldas.

 

Obras de ~: Guirnalda con la muerte de san Francisco; Guirnalda con san Antonio; Guirnalda con san Francisco Javier; Guirnalda con san Felipe Neri; Guirnalda con santa Teresa.

 

Bibl.: A. Palomino, Museo pictórico y escala óptica, Madrid, Sucesores de Antonio de Bedmar, 1715-1724; J. Cavestany (comisario), Floreros y bodegones en la pintura española, catálogo de exposición, Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, 1936-1940; A. E. Pérez Sánchez (comisario), Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya, catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1983-1984; La nature morte espagnole du xvii siècle à Goya, Friburgo, Office du Livre, 1987; W. B. Jordan y P. Cherry (comisarios), Spanish Still Life from Velázquez to Goya, catálogo de exposición, London, National Gallery, 1995; P. Cherry, “New Documents on Bartolomé Pérez”, en Apollo, CXLI (1995), págs. 138-144; Arte y naturaleza. El bodegón español en el Siglo de Oro, Madrid, Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 1999; F. Scheffler, Das spanische Stilleben des 17. Jahrhunderts, Frankfurt, Vervuert, 2000; A. Aterido, El bodegón en la España del Siglo de Oro, Madrid, Edilupa, 2002; VV. AA., Flores españolas del Siglo de Oro, catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 2002-2003; M. Agulló, Documentos para la historia de la pintura española III, Madrid, Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico, 2006.

 

Javier Portús Pérez

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