Rizi de Guevara, Juan Andrés. Madrid, 1600 – Montecassino (Italia), 29.XI.1681. Monje benedictino (OSB), teólogo, pintor.
Nacido en 1600 y por ello estricto contemporáneo de la generación de grandes maestros españoles del Siglo de Oro, José Ribera (1591-1652), Francisco Zurbarán (1598-1664), Diego Velázquez (1599-1600) y Alonso Cano (1601-1667), fray Juan Rizi —o Ricci, si atendemos al origen italiano de su apellido— es una de las personalidades más interesantes y completas de la pintura barroca española, si bien no alcanza la significación artística de aquéllos. Monje benedictino de elevada altura intelectual, teólogo erudito y pintor viajero, estuvo profesionalmente activo en España y en Italia, y mantuvo, en cierta medida, vínculos cercanos con la nobleza y la monarquía españolas, el papa Alejandro VII y la reina Cristina de Suecia. De su prolífica actividad pictórica tenemos en la actualidad constancia en diferentes monasterios castellanos para los que realizó, principalmente, series benedictinas, así como en Italia en donde dejó buen testimonio de su obra pictórica e intelectual. Su estilo esencialmente tenebrista e imbuido de un profundo realismo, así como su dedicación a la pintura de ciclos monásticos han hecho que la historiografía artística le calificara merecidamente como el Zurbarán castellano.
Hijo del pintor italiano Antonio Rizi (1560-1632), que se había trasladado a España acompañando a Federico Zuccaro (1542-1609) cuando éste recibió el encargo de llevar a cabo las decoraciones pictóricas del Monasterio de El Escorial, Rizi debió de recibir su primera formación artística de su padre, que se había establecido en Madrid. Muy pocas noticias poseemos de su juventud con excepción de que fue hermano del igualmente pintor madrileño Francisco Rizi (1614-1685) y que con tan sólo dieciséis años escribió un tratado sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen. Hombre de profunda inquietud religiosa, ingresó en el monasterio catalán de Montserrat donde profesó como benedictino en 1628. De sus actividades artísticas en el cenobio catalán se tiene constancia documental, pues se sabe que realizó las decoraciones de las capillas de San Bernardo y del Santísimo que fueron destruidas posteriormente, durante la invasión francesa.
No permaneció en Montserrat de manera perpetua, ya que hizo carrera eclesiástica fuera del monasterio, estudiando primero Filosofía en el colegio benedictino de Irache y más tarde Teología en la Universidad de Salamanca tal como apunta su primer biógrafo, Antonio Palomino (1655-1726). Se sabe que hacia 1640 dejó Montserrat y se trasladó a Salamanca y, de allí, por orden de sus superiores a Madrid, con el objeto, como él mismo afirma, de convertirse en el maestro del príncipe Baltasar Carlos; función que parece ser desempeñó por poco tiempo. Entre 1642 y 1662 tenemos abundantes noticias y pruebas de su valor artístico, pues el pintor-monje llevó a cabo diferentes obras y ciclos pictóricos en diferentes monasterios españoles, entre los que cabe destacar: Santo Domingo de Silos (c. 1642), San Juan de Burgos (c. 1645-1646), San Millán de la Cogolla (1649- 1653), San Pedro de Cardeña (c. 1649-1653), San Bartolomé de Medina del Campo (c. 1653), Sopetrán (c. 1659), San Martín de Madrid (1660-1662?), y la Catedral de Burgos (1656-167). Sus actividades no fueron siempre pictóricas, ya que durante este tiempo parece ser que realizó una talla de un Santísimo Cristo para el monasterio de San Juan de Burgos, proyectó una fachada del Monasterio de Medina del Campo, en donde fue abad, y una capilla octogonal para Santo Domingo de Silos.
En su biografía de Rizi, Palomino indica que el pintor estuvo profesionalmente activo antes de pasar a Montserrat y que en Madrid realizó algunas obras para el convento de la Merced. No obstante, no se conoce por el momento ejemplo alguno de sus pinturas de juventud y en la actualidad solamente se ha identificado un grupo de obras fechadas a partir 1642.
Esta circunstancia nos impide entender cuál fue la evolución estilística del maestro desde sus años juveniles hasta su primera madurez. Rizi, pintor nacido con el siglo, se debió de formar dentro de la corriente del naturalismo tenebrista, ya que sus obras muestran una representación realista de sus modelos, a menudo monumentales, que vienen iluminados por una luz dirigida y contrastada. Este estilo, evidente en toda su obra conocida que se fecha entre 1642 y 1666, se mantiene de forma invariable con independencia de las nuevas corrientes estéticas que cristalizaban en Madrid o en Roma como, por ejemplo, la del denominado Neo-venecianismo. A este respecto es interesante observar que Rizi hacia 1650, un momento en que la mayoría de los maestros habían abandonado el tenebrismo y buscaban una pintura llena de colorido e iluminación chispeante, pintó La Cena de San Benito (Museo del Prado), en el que las monumentales figuras ubicadas en un ámbito oscuro están alumbradas por la luz de una vela, un recurso artístico que se venía utilizando desde finales del siglo XVI y que en esta época se podía considerar anticuado.
En líneas generales, Rizi concibe sus pinturas con una clara monumentalidad que el maestro potencia eliminando todo aquello que es accesorio en la composición de sus obras. Sus modelos son igualmente monumentales y sus rostros están captados con fuerte realismo. Su técnica es suelta, enérgica, desabrida, tal vez nerviosa. Parece como si utilizara poca materia pictórica en sus pinceladas que conceden a sus obras una sensación de inacabado, como si estuvieran realizadas con la técnica del fresco. Las imágenes creadas por el maestro presentan una tonalidad oscura debido a su decidido tenebrismo y a los hábitos oscuros de los benedictinos que representa, así como una gama cromática apagada o sorda.
Rizi, pintor viajero que se trasladaba de monasterio en monasterio para servir a su orden con el arte de sus pinceles, dejó su conjunto pictórico más hermoso y singular en San Millán de la Cogolla. Para el altar mayor de la iglesia y encajadas en un robusto retablo realizó dos majestuosas piezas, San Millán en la Batalla de las Hacinas y la Asunción de la Virgen.
En la primera, San Millán, situado a la sombra de un corpulento árbol, cabalga airosamente sobre un rocín blanco y blande su poderosa espada ondulada sobre la morisma. Este lienzo es uno de los mejores cuadros de batalla pintados en España en la primera mitad del siglo XVII. En la parte superior del retablo, la Asunción de la Virgen es una imagen de composición compleja y de gran efecto en el que los apóstoles, cubiertos por sus pesados ropajes, están representados de manera individualizada y expresiva.
Otros obras en este monasterio incluyen representaciones de apóstoles, temas marianos, y de santos benedictinos, entre los que destaca, por su intensidad expresiva y belleza compositiva, San Benito abrazando a San Mauro y San Plácido. Igualmente en San Millán dejó una serie de retratos de reyes de Castilla y Navarra que, siendo imágenes inventadas, presentan, sin embargo, unos rostros vigorosamente realistas. Es en el género del retrato en donde Rizi alcanza una altura artística casi comparable a la de los mejores maestros españoles del Siglo de Oro. Su retrato de Fray Alonso de San Vítores (Museo de Burgos) es de una presencia y belleza singulares. Fray Alonso aparece sentado en un momento de reflexión, sujeta con su mano derecha el libro de rezos, y mira al espectador con severa intensidad. Su figura, envuelta en una pesada indumentaria de gran efecto visual, se sitúa en un ámbito en el que se abre una gran ventana que deja ver en su horizonte el castillo de Burgos. En esta imagen Rizi sabe proyectar acertadamente el prestigio que este intelectual, hombre de armas y más tarde benedictino tuvo en la orden. Es un retrato de gran valor artístico que sugiere cierto recuerdo velazqueño.
En las obras realizadas para el trascoro de la Catedral de Burgos, Rizi acude a representaciones de tema religioso fuera de la orden benedictina. Se trata, en algunos casos, de imágenes de devoción general como san Antonio y san Francisco y, en otros, de santos cuyas reliquias se conservaban en el templo. Encontramos en estas piezas escenas de martirio y trances místicos de gran intensidad en los que el pintor emplea su efectista claroscuro.
Tal vez su obra más ambiciosa sea la Última misa de San Benito, que procede del monasterio madrileño de San Martín y que se conserva en la actualidad en la Academia de San Fernando. Lienzo de composición meditada y silenciosa expresividad, tiene un carácter profundamente religioso. Rizi hace gala de su recia técnica pictórica aplicando pinceladas valientes y desabridas que provocan bellos efectos en los blancos y ciertas angulosidades en las vestimentas de los personajes.
La poderosa factura con la que Rizi construye el espacio y modela las figuras otorga a la imagen gran plasticidad y una vibración especial que mantiene la acción en palpitante tensión.
En 1662, Rizi viaja a Italia y llega a Roma, como él mismo afirma, el 1 de noviembre de aquel año. Su viaje estaba motivado esencialmente por razones de tipo religioso pues, por un lado, el monje, como él mismo afirma, quería ayudar a la definición del misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen y, por otro, viajaba con la esperanza de que se le concediera, con el apoyo de los duques de Béjar, un obispado. Aunque no parece ser que se le otorgara tal dignidad, Alejandro VII le nombró sin embargo Predicador General de los Benedictinos Españoles. Su estancia en Roma y las actividades que allí realizó aparecen documentadas en cierta medida en los manuscritos que el monje dejó en la abadía de Montecassino, donde se trasladaría después de su estancia romana. Rizi presentó al Pontífice, además de un apostolado de su mano, según testimonio de Palomino, un proyecto de remodelación del baldaquino de San Pedro, obra de Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), y para el cual el pintor-monje empleó el Orden Salomónico Entero o Completo, una de sus creaciones más originales que recibe especial atención en su obra teórica. Asimismo, preparó otro proyecto de reestructuración de la plaza de la Rotonda o del Panteón en cuyo centro situaba una gran fuente con diferentes decoraciones dedicadas al Papa y una gran columna helicoidal en cuya cima se disponía la Inmaculada.
Ninguno de los dos proyectos se llegó a realizar, si bien Rizi afirma que la nivelación y pavimentación de la plaza del Panteón, para la cual se eliminaron las gradas que conectaban el vetusto edificio romano con la plaza, fue obra suya y quedó hecha con hermosura.
No sabemos la fecha precisa en la que Rizi dejó Roma para trasladarse a Montecassino, si bien ya se encontraba en la abadía en 1666. No debió, sin embargo, de establecerse perennemente en este lugar, pues existe evidencia de los viajes del pintor por Italia. En 1668-1669 visitó El Águila (L’Aquila) en donde firma algunos de sus dibujos como, por ejemplo, Jeroglífico en el cumpleaños de Carlos II. Anteriormente, en 1666, se había trasladado a la pequeña localidad de Trevi nel Lazio en donde decoró la capilla de San Cosme y San Damián de la colegiata de Santa María Asunta. Se desconocen las razones por las que Rizi decidió llevar adelante este encargo que incluía ocho lienzos que muestran asuntos tratados con singular iconografía como la Alegoría de la Santísima Trinidad y Cristo y Nuestra Señora sujetado el Cáliz con la Hostia y la Paloma del Espíritu Santo, además de seis representaciones de santos.
La temática de las dos primeras obras se relaciona directamente con algunos de sus dibujos, que se conservan en Montecassino. Rizi demuestra en este conjunto pictórico su habitual estilo de riguroso naturalismo tenebrista ejecutado con su igualmente habitual técnica de pinceladas sueltas y abreviadas que ya se comentó en relación con la obra realizada en España. En este sentido, algunos de los modelos de santos tienen un claro eco en los que había realizado en San Millán de la Cogolla y la Catedral de Burgos como por ejemplo, San Francisco, San Pablo y San Antonio.
Rizi, asimismo, realizó decoraciones pictóricas para el cenobio de Montecassino, en concreto para la Capilla del Sagrario, que desafortunadamente han desaparecido en fecha imprecisa. En la biblioteca de este monasterio se conserva la gran mayoría de los dibujos realizados por el benedictino que ilustran su obra escrita.
La variada y compleja temática de estos diseños, así como su bella factura sitúan a Rizi en un lugar singular dentro de la historia del dibujo español del siglo XVII. Estas obras tienen la peculiaridad de estar realizadas, en algunos casos, por doble partida, es decir en anverso y reverso de cada folio, pues parece ser que el benedictino tuvo la intención de grabarlos. De entre todas estas obras destaca El Paso del Mar Rojo, ilustración que Rizi hace al Éxodo. Es una escena inquietante y estremecedora en la que como si en una visión onírica se tratara, Rizi representa caballos encabritados, serpientes voladoras rodeadas de seres fantasmagóricos.
Las figuras, en algunos casos, se construyen unas por extensión de otras, giran, se alargan, se retuercen y bucean en lo que parece el paso del Mar Rojo. Todos estos dibujos están realizados con gran meditación y representan, en algunos casos, retratos.
A este último respecto, vale la pena destacar el de Cristina de Suecia, con quien Rizi probablemente mantuvo cierta relación amistosa, y que el artista incluyó en un Jeroglífico dedicado a la soberana que entonces residía en Roma.
La obra escrita de Fray Juan es abundante y llena de erudición. Su texto de mayor fama por sus implicaciones artísticas es La Pintura Sabia, obra dedicada a Teresa Sarmiento de la Cerda, duquesa de Béjar, con la que el benedictino mantuvo una relación de patronazgo artístico.
Este manuscrito que se conserva en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid es obra fundamental de la historiografía artística española. En la biblioteca de El Escorial se custodia otro manuscrito del pintor, Imagen o Espejo de las Obras de Dios, rico en conocimientos sobre astrología, literatura bíblica y antigua. No obstante, el conjunto más importante de textos redactados por Rizi se encuentra en Italia, en la biblioteca de la abadía de Montecassino. Los benedictinos casineses recogieron los escritos de Rizi en ocho volúmenes que vienen catalogados como comentarios a la Sagrada Escritura, tratados de teología, obra filosófica, comentarios al Génesis y finalmente Epítome de Arquitectura. Su riquísimo y erudito contenido, escrito en latín, castellano y otras lenguas, no ha sido nunca estudiado en profundidad e incluye también tratados de retórica, dialéctica, de moral —dedicado a la duquesa de Béjar—, un Epítome de Fortificación, entre otros textos. Es asombroso el abanico de inquietudes intelectuales que el pintormonje demuestra en sus escritos que abarcan, además, la astrología, las matemáticas, la geometría, la medicina, la arquitectura, la pintura, la escultura, el grabado, la anatomía, entre otras disciplinas.
La obra de Fray Juan, tanto pictórica como escrita, tiene un profundo componente religioso. La pintura es para el maestro instrumento adecuado para la transmisión de los contenidos de la religión católica con especial énfasis en la figura de la Virgen, así como vehículo de conocimiento de los misterios de la divinidad. Durante los últimos años de su vida en Montecassino, lugar en el que falleció, el benedictino ya era reconocido entre sus cofrades como hombre de sabiduría universal, dechado de dedicación a la regla de su orden, en la que fue célebre por su vida austera, así como por su entrega a la oración y al trabajo. Pintor recio y culto, la figura de Rizi presenta, en términos generales, el sentir artístico, intelectual y religioso de la España del Siglo de Oro.
Obras de ~: Serie de asuntos benedictinos, Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos); Ciclo, Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja): San Benito, Museo, Pontevedra; San Benito Bendiciendo el Pan, Museo del Prado, Madrid; Serie de Santos, Catedral, Burgos; San Benito y Galla, Monasterio de San Martín, Madrid; San Benito y el Milagro de la Hoz, Monasterio de San Martín; Aparición de Santo Domingo a la Beata Aza, Monasterio de San Martín, Madrid; San Benito bendice a los Niños Mauro y Plácido, Museo del Prado, Madrid; Última Misa de San Benito, Academia de San Fernando, Madrid; Cena de San Benito, Museo del Prado, Madrid; San Benito y los Ídolos, Museo del Prado, Madrid; Fray Alonso de San Vítores, Museo, Burgos; Don Tiburcio Redín, Museo del Prado, Madrid; Serie de Santos, Colegiata de Santa Maria Asunta, Trevi nel Lazio (Italia); Alegoría de la Santísima Trinidad, Colegiata de Santa Maria Asunta, Trevi nel Lazio (Italia); Cristo y Nuestra Señora sujetando el Cáliz con la Hostia y la Paloma del Espíritu Santo.
Escritos: La Pintura Sabia, 1659 (ed. de F. Marías y F. Pereda, Toledo, Antonio Pareja, 2002); La Pintura Sabia, c. 1659 (ms. Museo Lázaro Galdiano); Imagen o Espejo de las Obras de Dios (ms. Monasterio de El Escorial, Biblioteca); Manuscritos de la Biblioteca de Montecassino, 8 vols.
Bibl.: A. Palomino, Museo Pictórico y Escala Óptica, Madrid, Lucas Antonio de Bedmar, 1715-1724, 3 ts. (Madrid, Aguilar, 1947, págs. 979-981); M. Armellini, Bibliotheca Benedictino- Cassinensis, Asís, 1732, pág. 18; E. Gattula, Historia Abbatiae Casinensis per saeculorum seriem distributa, Venecia, Coleti, 1733, págs. 760 y 775; E. Tormo, “Fray Juan Ricci, escritor de arte y pintor de la Escuela de Madrid”, en Actes du Congres d’Histoire de l’Art, Paris, 1921; E. Tormo, C. Gusi y E. Lafuente, La vida y obra de Fray Juan Ricci, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública, 1930, 2 vols.; D. Angulo y A. Pérez Sánchez, Pintura madrileña del segundo tercio del siglo XVII, Madrid, Instituto Diego Velázquez, 1983, págs. 268-312; J. A. Ramírez, “Guarino Guarini, Fray Juan Ricci y el Órden Salomónico Entero”, en Goya, 160 (1980), págs. 202-211; S. Salort Pons, “Fray Juan Rizi en Italia, en Archivo Español de Arte, 285 (1999), págs. 1-24; D. García López, “Pintura y teoría de las artes en el siglo XVII español. El cuarto centenario del nacimiento de fray Juan Ricci, rememoración y nuevas aportaciones”, en Anales de Historia del Arte (2000), págs. 101- 147; D. García López, “La Pintura Sabia y los manuscritos italianos de Fray Juan Ricci. A vueltas con lo salomónico”, en Goya, 286 (2002), págs. 27-38; VV. AA., “El pintor Fray Juan Andrés Rizi (1600-1681). Las órdenes religiosas y el arte en La Rioja”, en I. Gil Díez Usandinzaga (coord.), VII Jornadas de Arte y Patrimonio Regional, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2002; J. Berchez y F. Marías, “Fra Juan Andrés Ricci de Guevara e la sua architettura teologica”, en Annali di Architettura, 14 (2002), págs. 251- 279; R. Valenti, “Juan Andrea Ricci e il disegno dell’ordine salominico intero fra pintura ed architettura”, en Ikhnos (2003), págs. 11-34.
Salvador Salort Pons