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Juan García del Castillo González

Biografía

García del Castillo González, Juan. Padre Juan de Jesús María, Padre Castilla. Cerezo de Arriba (Segovia), 1585 – Roma (Italia), 16.II.1659. Escolapio (SChP), colaborador de san José de Calasanz y segundo general de la Orden.

Apenas cumplidos los quince años de edad, en 1599 dejó su tierra, donde había cursado sólo estudios elementales, y se trasladó a Roma, parece que en calidad de paje del embajador de España. Pasados de esta forma tres años en la Ciudad Eterna, en 1603 empezó a estudiar en las Escuelas Pías recién fundadas.

Tuvo como profesor, entre otros, al conocido latinista romano padre Gaspar Dragonetti. Al acabar sus estudios y permaneciendo en su antiguo puesto, trabó estrecha amistad con Francisco Méndez, iluminado sacerdote portugués, que se decía discípulo de Juan de Ávila, y que con algunos otros clérigos y seglares se dedicaba a ayudar material y espiritualmente a las mujeres alegres de la ciudad. Allí conoció al joven abad Glicerio Landriani, que mantenía contactos cada vez más profundos con las Escuelas Pías. Se animaron mutuamente y ambos se asociaron al padre José de Calasanz para ayudarle en sus escuelas. Juan lo hizo en 1611, Glicerio en 1612. Desempeñó sobre todo los cargos de ecónomo, prefecto de las Escuelas y catequista, en cuya tarea colaboró con Glicerio, hasta que éste murió diez años más tarde, a los treinta años de edad, dejando una impronta imborrable en su buen colaborador y amigo, y un gran dolor en Calasanz, que en Landriani tenía puestas grandes esperanzas para el futuro de la Orden.

Se desconocen los motivos que le retrajeron a recibir la sotana calasancia, ni siquiera cuando lo hizo su querido abad Landriani. Se sospecha que lo iba retrasando por tener que atender económicamente a hermanos o sobrinos, para lo que pretendía algún beneficio eclesiástico en Roma, y por su carácter, a menudo indeciso y vacilante, que le impidió más tarde tomar resoluciones importantes e inmediatas. Animado por el santo fundador a recibir el orden del presbiterado, después de demorar aún la decisión, se ordenó finalmente sacerdote en 1623. Calasanz, que lo apreciaba tanto, le nombró rector de Frascati, la primera casa escolapia fundada fuera de Roma en 1616. El mismo padre José asumió sus tareas romanas, tanto en las escuelas como en la iglesia. Durante cinco años (1626-1631) padeció en Frascati no pocos trabajos, buscando edificio y lugar más idóneo para el colegio y la iglesia, llevando la dirección de las escuelas y el cuidado de la iglesia. Tantos trabajos perjudicaron su salud, y le hicieron dudar de su vocación en las Escuelas Pías, hasta que Calasanz consiguió convencerle de que su verdadero camino estaba en el trabajo que en ellas realizaba. Vuelto a Roma, enseguida fue enviado como comisario a una nueva fundación en Nápoles, para que investigase, examinase y resolviese el delicado asunto de un religioso de aquella comunidad.

Solucionado allí el problema para el que le había enviado el fundador, volvió a Roma, y sin haber recibido aún el hábito escolapio, el padre García fue nombrado asistente general, bajo la autoridad de Urbano III, junto con los padres Pedro Casani, Francisco Castelli y Santiago Graziani.

Como asistente general, y siempre bajo la dirección de Calasanz, desempeñó de nuevo el cargo de director de las escuelas, cuidando también de la catequesis y de la oración continua, iniciada por el padre Landriani y conservada como tradición constante en las Escuelas Pías. En ausencia de Calasanz, ocupó varias veces su puesto, encargándose también de los asuntos más importantes de la Orden. Comoquiera que algunos religiosos llevaban a mal que el padre García desempeñara el cargo de asistente general sin haber pronunciado todavía los votos, el padre José lo animó y, por fin, el 18 de abril de 1634, en presencia de toda la comunidad, hizo la profesión solemne en el oratorio de la casa.

De esta forma, su situación jurídica quedó definitivamente arreglada. Luego, su vida transcurrió en Roma, como rector de San Pantaleón, casa madre de la Orden.

En el más completo silencio, ayudaba en las clases y en la iglesia, más que ejerciendo como asistente general. Al lado de Calasanz, a quien había prestado su colaboración desde 1611, el 16 de marzo de 1646 soportó con paciencia el golpe gravísimo que suponía la reducción de la Orden a congregación sin votos y sujeta a los ordinarios, promulgada por Inocencio X. Por el breve de esa fecha, el padre José quedaba destituido como superior general, así como los demás superiores.

En aquel momento, la Orden tenía cuatrocientos noventa religiosos distribuidos en treinta y ocho casas. El padre García pudiera haber intercedido ante el Papa, pues era confesor de su sobrina, Olimpia Maidalchini, pero quizá por eso mismo no se atrevió a interponer sus buenos oficios para que ella interviniera ante su tío a favor de las Escuelas Pías.

En 1648, y estando así de complicada la situación, aparecieron los primeros destellos de la futura resurrección y los últimos de la peregrinación terrena del santo fundador. Tras dolorosa enfermedad, el padre García le escuchó en su última confesión y recibió de él los últimos consejos sobre el porvenir esperanzador del futuro instituto. A él, como superior de la casa, correspondió el piadoso deber de celebrar los funerales del fundador, y de dar a conocer cómo moría en opinión de santidad. No es, pues, de extrañar que en marzo de 1656 fuera designado como general de la Orden el que había sido el más antiguo colaborador e íntimo amigo de Calasanz, al que veneraban ahora en la persona del padre García. A pesar de su innata aversión a los cargos, se vio en la necesidad de dirigir la frágil navecilla hasta su primera reintegración, e iniciar el proceso de beatificación y canonización de José de Calasanz.

En ese proceso no quiso ser testigo, a pesar de conocerle mejor que nadie, seguramente por delicadeza de conciencia, pues había sido su confesor. Y por lo que se refiere a la reintegración después de la hecatombe, el día 8 de noviembre de 1655 el papa Alejandro VII aprobó y mandó expedir el breve Dudum felicis recordationis Paulus Papa V a favor de las Escuelas Pías. No era la reintegración al primitivo estado, sino, podría decirse, el primer paso para lograrla más tarde. La obtención de este decreto se debe atribuir en gran parte a los desvelos del padre García ante las autoridades eclesiásticas, los amigos suyos y de la causa de las Escuelas Pías. El día 12 de marzo de 1656, estando él presente, se leyó el breve en el oratorio ante toda la comunidad.

Elevaba el instituto a congregación de votos simples, nombraba general por tres años al padre Juan y confirmaba a sus cuatro asistentes. Hubo entre los presentes alegría y decepción al mismo tiempo. Pero a partir de entonces la expansión de la Orden floreció de nuevo, después de haber disminuido considerablemente a causa del furor de la peste y de la reducción de Inocencio X. En vida del padre Juan García se abrieron las casas de Horn y Viena, en Austria, Schlan y Praga en Bohemia. Cuando el trienio de su generalato tocaba a su fin, centró todo su esfuerzo en la preparación y convocatoria del próximo Capítulo General para el mes de mayo, pero el padre Juan de Jesús María, el padre Garzia, o padre Castilla, como le llamaban los romanos, cayó repentinamente enfermo, viéndose obligado a guardar cama, y pocos días después murió, el 16 de febrero de 1659, a los setenta y cinco años de edad.

Así terminó su vida larga y laboriosa el más antiguo y querido compañero fiel de san José de Calasanz, su primer sucesor y segundo general de la Orden de las Escuelas Pías. El padre Juan García fue un hijo auténtico de Calasanz, fiel, piadoso y agradecido alumno de las primeras Escuelas Pías de Roma.

 

Obras de ~: “Cartas”, en G. Sántha, Epistolae ad S. Iosephum Calasanctium ex Hispania et Italia. 1616-1648, Roma, Editiones Calasanctianae, 1972, 2 vols., y G. Sántha y C. Vilá Palá, Epistolarium coaetaneorum Sancti Josephi Calasanctii 1600-1648, Roma, Editiones Calasanctianae, 1977- 1978, 6 vols.

 

Bibl.: J. Jericó, Varones insignes en la santidad de vida del Instituto y Religión de clérigos regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Valencia, Agustín Lanorde, 1751, págs. 278-294; E. Llanas, Escolapios Insignes por su piedad religiosa desde el origen de las Escuelas Pías, vol. III, Madrid, San Francisco de Sales, 1899, págs. 472-480; Ephemerides Calasanctianae 1939, 2-4 (1961), págs. 92 y 93; C. Vilá, “García del Castillo González, Juan”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 972; G. Sántha, La fidelidad a Calasanz, P. Juan García del Castillo, segundo General de las Escuelas Pías, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1982; C. Vilá y L. M.ª Andrés Rey (dirs. y coords.), Diccionario Enciclopédico Escolapio, vol. II, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1983, págs. 249 y 250.

 

Valeriano Rodríguez Sáiz, SChP

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