Van de Pere Izquierdo, Antonio. Madrid, c. 1618 – c. 1688. Pintor.
Antonio van de Pere es hijo del pintor Pedro van de Pere, oriundo de Amberes, y de su mujer María Izquierdo, natural de Valladolid.
Su infancia y adolescencia permanecen aún oscuras, si bien Antonio es probable que iniciase su aprendizaje como pintor en el taller de su padre establecido en la Corte al menos desde 1595.
La primera noticia fechada que se conoce de la vida de Antonio data de 1642 y le muestra ya como un joven prometedor pintor. Procede de una declaración testamentaria que realizaron sus padres en la que le legaban una casa en la calle Barquillo, indicando que su hermana María van de Pere, casada con el pintor Cristóbal de Heras y heredera a su vez de otra casa en la misma calle, no le exija a su hermano, una vez fallecidos éstos, el valor adquirido de esa vivienda si le ha aumentado con su trabajo como pintor.
Tres años más tarde, el 17 de agosto de 1645, Antonio sigue conviviendo al parecer en el domicilio familiar y sin grandes recursos económicos, pues figura junto a su madre, ya viuda, en la obligación de un préstamo en el que se hipotecan las dos casas mencionadas actuando como principal fiadora y pagadora su hermana María, también recientemente enviudada.
Entre tanto, la actividad artística de Antonio van de Pere se abría paso en la Corte: una Santa María de la Cabeza (perdida) para el Portal de los Joyeros de la madrileña Plaza Mayor fue examinada por Palomino (con quien al parecer Antonio mantuvo enemistades hasta el punto de que el biógrafo cordobés no quiso incluirle en las vidas de su Parnaso Español) como de su primera producción hacia 1644.
Las siguientes obras que se conocen corresponden ya a fechas más tardías y le muestran como decorador mural y pintor de caballete. Hay constancia ininterrumpida de su actividad pictórica desde 1658 (pintura mural del transparente de la capilla de San Diego —destruida— para los franciscanos de Alcalá de Henares) hasta 1684 (Conversión de San Pablo, iglesia parroquial de Soto del Real, Madrid). Asimismo consta su participación en la mayoría de los eventos artísticos más importantes del momento que hacen de él una figura especialmente significativa en el panorama pictórico de su tiempo: en 1663 ejecuta diversas Pinturas para el conjunto decorativo de la Cartuja del Paular; años más tarde en 1673 interviene en las Decoraciones para las exequias de la emperatriz Margarita de Austria celebradas en la Capilla del Palacio Real y en 1680 participa en los adornos callejeros celebrados en la Corte con motivo de la entrada real de la reina María Luisa de Orleans.
Como pintor insiste en un tono grato y decorativo, muy vanguardista a la sazón, con un especial encanto en las figuras y pormenores de naturaleza muerta donde se advierte sin dificultad su dependencia compositiva de estampas flamencas e italianas y su debilidad en el dibujo hábilmente enmascarado a través de un rico colorido veneciano al nuevo estilo imperante de Rizi o Camilo. Esta pronta adscripción a las modas del pleno barroco cortesano se advierte bien en los grandes lienzos de su obra más representativa: la serie —hoy dispersa— de Santos Carmelitas para el Convento madrileño del Carmen Calzado (Santa María Magdalena de Pazzis, 1659, Bowes Museum, Barnard Castle; Elías recibido por Enoch en el Paraíso, depósito del Museo del Prado en el Museo de Cádiz, etc.), o en su labor como decorador mural asumiendo tempranamente en 1660 (pintura al temple de las bóvedas de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Valdemoro, Madrid) las novedosas pautas decorativas de cartelas, tarjas o cuadraturas que sólo dos años antes (1658) habían introducido en la Corte los boloñeses Mitelli y Colonna.
Es singular también su maestría en cuadros pequeños de devoción donde consigue quizá sus mejores aciertos a través de una pincelada suelta, a lo “borrón”, y audaces efectos de luz y color (Anunciación a María, 1667, Museo Cerralbo, Madrid; Apoteosis de San Nicolás, 1670, colección particular, Madrid).
Su actividad como tasador de pinturas en la Corte es también importante llegando incluso a ser requerido puntualmente como experto en un inventario del Palacio del Buen Retiro realizado en 1674.
Además es un reputado maestro en la Corte, que recibió frecuentemente a jóvenes aprendices, en 1662 admitió a un Alonso de Olías y a un Lucas del Cerro por cuatro y siete años respectivamente.
A parte de su labor profesional como pintor Antonio van de Pere también ejerció otra como arquero de la Guardia de Corps al menos desde 1660, que explica desde luego sus contactos artísticos con Palacio, así como su profundo conocimiento técnico de la pintura flamenco veneciana a través de la colección real.
Sobre su vida personal se sabe que en 1658 vivía en la madrileña calle de Hortaleza, en casas de un tal Francisco Banela, y que casó dos veces: la primera con Jusepa Martínez, viuda de un Pedro Carasa, y madre de un hijo menor: Gaspar Carasa, a quien van de Pere custodió llegando incluso a asignarle su apellido para que pudiese continuar el oficio de arquero en la Casa Real; su segundo matrimonio, sin hijos, fue con Lucía Muñoz. En 1679 enfermó gravemente obligándole a hacer testamento. Mandó se le enterrase en una sepultura familiar que tenía en San Felipe y se le dijeran misas en el Convento del Carmen con el que mantenía todavía estrechos lazos afectivos. Nombró por testamentarios a Diego van de Pere (un hermano que no consta en el testamento de sus padres), a Julián Paredes, impresor de libros, y a su mujer Lucía, finalmente heredera universal tras algunas dispensas a su hijastro Gaspar y sobrina nieta María de Heras.
Antonio van de Pere falleció en la Corte hacia 1688 y, a pesar de la animadversión que le dispensó Palomino, tuvo numerosos amigos artistas, entre ellos José García Hidalgo —omitido también por el biógrafo cordobés—, el arquitecto Sebastián de Benavente, y otros estrechamente ligados a su vida familiar como el platero Eugenio Ruiz y los pintores Pedro de Solís y Juan Fernández de Laredo.
Obras de ~: Serie de Santos Carmelitas (Muerte de San Simón Stock y Tránsito de Santa Eugenia), depósitos de Museo del Prado en la Parroquial de Calera, Toledo; Comunión de Santa Magdalena de Pazzis, Bowes Museum, Barnard Castle, Inglaterra, 1659; Elías recibido por Enoch en el Paraíso, depósito del Museo del Prado en el Museo de Bellas Artes de Cádiz; Pintura mural, Parroquial de Valdemoro (Madrid), 1660; Bautismo de Cristo, Parroquial, Valdemoro (Madrid), 1661; Aparición de la Virgen a San Félix de Cantalicio, Museo del Prado y Comercio, 1665; Salvador Niño, Iglesia de Santiago, Alcalá de Henares (Madrid), 1669; Visión mística de Santa María Magdalena de Pazzis, Convento Carmelitas, Medina del Campo (Valladolid), 1670; Anunciación a María, Museo Cerralbo, Madrid, Sanatorio del Rosario, Madrid y col. particular, Madrid, 1673; Transverberación de Santa Teresa, colección particular, Madrid, 1676; Adoración de los Reyes, Iglesia de San Justo y Pastor, Toledo, 1677; Desposorios de la Virgen, colección particular, Madrid, 1678; Adoración de los pastores, depósito del Museo del Prado en el Museo de Bellas Artes de Zamora, 1678; Apoteosis de San Nicolás, colección particular, Madrid, 1679; Inmaculada Concepción, Feriarte 2005, 1680; Santiago Matamoros, Iglesia de San Juan. Ávila, 1680; San José con el Niño, conde de Doña Marina, Madrid; Conversión de San Pablo, Parroquial de Soto del Real, Madrid, 1684.
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Álvaro Piedra Adarves