Vargas Pizarro, Juan de. Higuera de Vargas (Badajoz), 1487 – Huarina (Bolivia) 20.X.1547. Conquistador.
De la aventurera vida de este español, se encuentra, en principio, solamente lo que dice el biógrafo N. Díaz Pérez, en 1884, que, en lo fundamental, es lo siguiente: “Nacido en la Higuera de Vargas, en 1487.
Su carácter impetuoso le había obligado a estar en comunicación frecuente con los tribunales en su pueblo, y cuando más lo buscaban los corchetes huyó a las guerras de Italia y de Francia, de donde regresó para irse a la América en la primera expedición que hicieron los Alvarado de Badajoz. En 1528 apareció en el Perú entre las huestes de Pizarro y su influencia se dejó sentir bien pronto, porque su nombre jugaba en todos los motines y su espada se desenvainaba a la primera ocasión y no siempre con oportunidad. Pizarro le tuvo preso varias veces, pero como le servía pasó por alto sus defectos y lo ponía en libertad cada vez que le creía útil”.
Por medio de la vida de su hermano, Sebastián Garcilaso de la Vega (que marchó con Juan a América, vivió en el Perú y de su relación con una princesa india coya tuvo el hijo llamado Garcilaso de la Vega, El Inca, que fue un gran escritor) se sabe que ambos fueron hijos de un segundón de una hidalga familia.
De hecho, al pueblo natal pacense, Higuera, se le añadió el apelativo “de Vargas”, por causa de esta familia. El padre fue Alonso de Hinestrosa de Vargas, señor de Valdesevilla, y su madre Blanca de Sotomayor y Figueroa, emparentada con los duques de Feria, también señores de Zafra. Hubo un hermano mayor, Gómez Suárez de Figueroa y Vargas, de quien dice Verter (1986) que fue el único que no tuvo una ambición de tipo militar, y cinco hermanas, tres de ellas entraron en el mismo convento de Zafra (Badajoz) y las otras dos se casaron; una, Beatriz de Figueroa, con el capitán Alonso Rodríguez de Sanabria; la otra, Isabel de Vargas, con Alonso Rodríguez de Sanabria, un caballero de noble linaje.
Además, en el artículo biográfico del extremeño Diego García de Paredes y Torres (1470-1530), el citado biógrafo Díaz Pérez trae un manuscrito que llegó a sus manos titulado Sumario de las cosas que acontecieron a Diego García de Paredes, y de lo que hizo, escrito por él mismo cuando estaba enfermo del mal que murió. En este documento se cita en un par de ocasiones a Juan de Vargas Pizarro: “En el año de mil é quinientos é siete [...] llegué a Roma [...] acordamos de asentar con el Papa [Nota: era el español Alejandro VI. FRT.] por alabarderos de su guardia, queriendo más poner los cuerpos á la servidumbre, que darnos a conocer al Cardenal de Santa Cruz D. Bernardino de Carvajal, cuyos primos éramos [...] Pasados algunos meses en esta vida con otros españoles amigos, cuyos nombres son: Juan de Urbina, Juan de Vargas Pizarro [...] En el mes de março se vieron mis compañeros y yo más necesitados que nunca [...] determiné darme a conocer al Cardenal, y ansí lo hice, que fue provecho de todos [...] Fue mi alférez Juan de Urbina, Pizarro... [y otros], cabos de escuadra [...] De allí fuimos al campo de Próspero Colona y el Gran Capitán me recibió muy bien... Volvimos luego a Navarra... De ahí fuimos a Fuenterrabía y rindiese [...] Fuimos luego a Hungría, retiróse el turco [...] tornamos a Italia” (N. Díaz Pérez, vol. I, págs. 325-327).
En ese plural en que habla integra a ese grupo de amigos que menciona, entre los que se encuentra Juan de Vargas Pizarro, del que se puede decir, pues, que en 1507, con veinte años, llegó a Roma, donde se hizo alabardero del papa Alejandro VI con la categoría de cabo de escuadra. Y que después estuvo en los tercios del Gran Capitán. Y que prosiguió su vida aventurera y militar en la guerra de Navarra, con la rendición de Fuenterrabía. Después fue ese grupo de amigos aventureros a Hungría, a luchar contra el turco, y volvieron de nuevo a Italia. Finalmente, regresaron a España.
Dice Díaz Pérez que Vargas Pizarro fue a América en la primera expedición de los Alvarado de Badajoz.
Los hermanos Alvarado eran cinco, pero el principal fue Pedro de Alvarado (1486-1541), quien en 1510 ya estaba en la isla de Santo Domingo, después en Cuba, luego con Hernán Cortés en la conquista de México. Regresó a España en 1527. Es imposible que marchara Juan de Vargas “en la primera expedición a América de los Alvarado”. Como Pedro de Alvarado retornó en mayo de 1528 a América, es en ese año donde se debe situar que fue acompañado por Juan de Vargas y por su hermano Sebastián Garcilaso de la Vega. Primero estuvieron en México; después pasaron a Guatemala. En las crónicas sobre Guatemala no se ha encontrado el nombre de Juan de Vargas. Se sabe que Pedro de Alvarado organizaba en 1534 una expedición marítima a las islas de las Especies (las Molucas) cuando se enteró del proyecto de la conquista del Perú por Francisco Pizarro. Reunió Alvarado naves y hombres y su rápida expedición al Perú fracasó, hasta el extremo de que vendió sus naves por cien mil pesos a Pizarro y a Almagro. Entonces es lógico suponer que tanto Juan de Vargas como su hermano Garcilaso entraron al servicio de Francisco Pizarro. Pero al intentar encontrarlo en las numerosas crónicas sobre la conquista del Perú y las guerras civiles que poco después ensombrecieron esta parte importante de la conquista de América, aparecen, muy circunstancialmente, al menos cuatro “Juan de Vargas” distintos.
Aparte de un fraile Juan de Vargas, aparece un encomendero de Tiaguanaco, que el cronista Pedro Cieza de León llama “Juan de Varagas” y que en los índices onomásticos aparece y se dice: “Véase Vargas, Juan de”; éste no es, por supuesto, Juan de Vargas Pizarro.
Como tampoco lo es el paje principal “Juan de Vargas, hijo de Gómez de Tordoya”, que junto a otro paje, Alonso Escandón, buenos espadachines, defendieron hasta la muerte el brutal ataque que sufrió Francisco Pizarro en su palacio, cuando fue muerto, el 26 de junio de 1541, por una docena de conjurados.
Murieron valientemente peleando a espada el propio Pizarro, su hermano Martín de Alcántara, y sus dos pajes principales: Juan de Vargas y Alonso Escandón.
Pues este leal Juan de Vargas tampoco es Vargas Pizarro.
De esta forma, excluidos los anteriores, se identifica plenamente a Juan de Vargas Pizarro en las numerosas crónicas sobre las guerras civiles del Perú, una vez muerto Pizarro, el conquistador. Impuesto Gonzalo Pizarro como mariscal del Perú en franca rebeldía ante las Leyes Nuevas y el Presidente La Gasca, surge un bando llamado “realista” que se enfrenta a los gonzalopizarristas.
El dinamizador de esta oposición armada fue el capitán Diego Centeno (1505-1549), quien con unas decenas de soldados y en un audaz golpe de mano nocturno se apoderó del Cuzco, auxiliado por unos indios que lanzaron por las calles unos caballos desbocados que llevaban teas encendidas. El Cuzco era una fortaleza de Gonzalo Pizarro defendida por más de trescientos hombres al mando de Antonio Robles. Esta primera conquista hizo que se organizase en torno a Diego Centeno una pequeña fuerza, nombrándose, en principio, dos capitanes de Infantería: Pedro de los Ríos (luego fue de caballería) y Juan de Vargas, “el hermano de Garcilaso de la Vega”, como dicen casi siempre distintas crónicas. El propio Garcilaso escribe: “a los seis días vine a la ciudad [del Cuzco, recién ocupada] con mi tío Juan de Vargas, el capitán Rodrigo de Pantoja y otros nueve españoles que estaban en un repartimiento de indios...
a servir a Su Majestad; mi madre y yo y los demás fuimos en pos de ellos” (ed. Madrid, 1960, vol. III, pág. 333). Salió Centeno del Cuzco con dirección al Alto Perú, donde gobernaba en Charcas Alonso Mendoza, quien, amistándose con Centeno, proclamó en Charcas al Rey, y reunió una tropa de unos mil españoles para luchar contra Gonzalo Pizarro.
A partir de este momento, las diversas crónicas son bastante coincidentes en el desarrollo de los hechos.
Considerando la más completa la escrita por Garcilaso de la Vega, el Inca, sobrino de Juan de Vargas.
El autor era un niño de siete años cuando se desarrollaron los hechos cruciales que vienen a continuación.
Da una mejor información porque va copiando y matizando a diversos cronistas. En su Historia General del Perú (Segunda Parte de los Comentarios Reales...) vienen los siguientes importantes capítulos: “XVIII. Determino Piçarro dar batalla, embio a Juan de Acosta a dar una arma de noche, Diego Centeno arma su escuadron, y Piçarro haze lo mismo. XIX. La batalla de Huarina y el ardid de guerra del maese de campo Carvajal y los sucessos particulares de Gonzalo Piçarro y de otros famosos cavalleros. XX. Prosigue la cruel batalla de Huarina.
Hechos particulares que se sucedieron en ella y la victoria por Gonçalo Piçarro. XXI. Los muertos y los heridos que de ambas parte hubo [...] Y de la masa general de información tomamos las siguientes concretas frases: “Ivan por capitanes de infantería Juan de Vargas, hermano de Garcilasso, mi señor [padre] y Francisco de Retamoso y el capitan Negral y el capitan Pantoja y Diego Lopez de Çuñiga. Estos cinco capitanes y sus Alferezes a sus lados siniestros, ivan a la primera fila, delante del escuadron mas de veinte passos” (pág. 199, vol. II ed. Buenos Aires, 1940, y pág. 348 del vol. III, ed. Madrid, 1960). A pesar de la superioridad numérica de las fuerzas de Centeno y que a mitad de la sangrienta batalla pareció que iban a vencer, el resultado fue adverso para los realistas.
“De parte de Diego Centeno murieron en la batalla mas de trezientos cincuenta, y entre ellos el mariscal de campo y todos los capitanes de infantería y los alferezes” (pág. 208, ed. Buenos Aires).
Otros cronistas dan nombres de todos los capitanes muertos, por ejemplo, López de Gómara: “Murieron cuatrocientos de Centeno con los capitanes Luis de Ribera [éste era Maestre de Campo, siguen los de Infantería.
FRT.], Joan de Silvera, Pedro de los Ríos, Diego Lopez de Zúñiga, Juan de Vargas y Francisco Negral” (pág. 315, ed. 1982; alguno no coincide con Garcilaso: es porque éste lo da como capitán de Caballería).
La batalla aconteció en “el día de la Once Mil Vírgenes del año 1547” (López de Gómara). Este día corresponde al 20 de octubre de 1547. A pesar de ser poco conocida en las Historias del Perú y de sus guerras civiles, “puede decirse haber sido la batalla de Guarina, la más reñida y sangrienta de cuantas en aquellos tiempos acontecieron en el Perú”, dice el General Mendiburu (1932, IV, pág. 122).
A continuación da Garcilaso de la Vega noticia (lo que no hace ningún otro cronista) de lo que se hizo con los muertos (Cap. XXIII. Gonzalo Piçarro manda enterrar los muertos...): “Los muertos mandó enterrar en aquel llano, de diez o doze hoyos que hicieron en el campo [...] A los capitanes y hombres nobles que de la una parte y de la otra enterraron en el pueblo llamado Huarina, que estaba cerca de ella, por quien a esta batalla dixeron la de Huarina. Alli los enterraron en una iglesia que los indios tenían hecha [...] Cuatro años después, estando ya aquel imperio en paz y habiendose fundado el pueblo de españoles que llaman la Ciudad de la Paz, los llevaron a ella y los enterraron en la Iglesia Mayor, con mucha solemnidad [...], a cuyos gastos acudieron todos los cavalleros del Perú, porque a todos les tocava los difuntos, o por parenteso o por amistad” (pág. 211, ed. Buenos Aires, y pág. 357, ed. Madrid).
Huarinas se localiza en la ribera oriental del lago Titicaca, por lo tanto, en la actual Bolivia. Así terminó su vida, combatiendo por el Rey, el 20 de octubre de 1547, a los sesenta años, el capitán Juan Vargas Pizarro.
La difusión de sus aventuras otorgó a este personaje un carácter casi mítico, del que se aprovechó a mediados del siglo xix el viajero y publicista francés Henry Ternaux-Compans, para, bajo seudónimo (Charles Navarin), publicar Les aventures de Don Juan de Vargas, racontées par lui-même... bajo la ficción típica en el romanticismo de ser traducción de un manuscrito español inédito. La primera parte contiene en plan novelesco, sus aventuras en Italia y en el Perú, más o menos próximas a la realidad, pero sigue con una segunda y otra tercera parte con más “aventuras” en Asia (China, Tartaria, India) y en África, hasta que viejo, agotado, enfermo y pobre, sin ninguna pensión, solamente le queda el consuelo de contar con su pluma todo el mundo que pisó y las fabulosas aventuras en que tomó parte (no sólo ocurridas en Europa y América, como en la realidad, sino en los cuatro continentes, en la ficción del novelista francés).
Bibl.: Ch. Navarin [seud. de H. Ternaux-Compans], Les aventures de Don Juan de Vargas, racontées par lui-même, traduit de l’espagnol sur le manuscrite inédit par ---, Paris, P. Jannet, 1853 (Bibliothèque Elzevirienne), n.º 6 (ed. facs. : Milwood, N. Y ., Kraus reprint, 1982); N. Díaz Pérez, Diccionario Histórico, Biográfico, Crítico y Bibliográfico de Autores, Artistas y Extremeños Ilustres, vol. II, Madrid, Pérez y Boix, Editores, 1884, pág. 446; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana..., vol. LXXVII, Madrid, Espasa-Calpe, 1929, pág. 14; M. de Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico del Perú, vol. IV, Lima. Imp. “Enrique Palacios”, 1932 (2.ª ed.), págs.111-125; vol. XI, Lima, Librería e Imp. Gil, 1934, págs. 234-235; Crónicas de la conquista del Perú. Textos originales de Francisco de Jerez, Pedro Cieza de León y Agustín de Zárate, revisados y adoptados por el Dr. J. Le Riverend, México, Editorial Nueva España, 1940; Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú (Segunda Parte de los Comentarios Reales...). Edición al cuidado de Á. Rosenblat... con un glosario, Buenos Aires, Emecé, 1944; Crónicas del Perú, Madrid, Editorial Atlas, 1963-1965, vols. 164-168; C. Calvete de Estrella, Rebelión de Pizarro en el Perú y vida de don Pedro Gasca, vol. 168, págs. 387, 400, 403; Relación de las Cosas del Perú desde 1543 hasta la muerte de Gonzalo Pizarro, pág. 329; J. G. Varner, El Inca. The Life and Times of Garcilaso de la Vega, Austin, University of Texas Press, 1968 (The Texas Pan American Series), págs. 28-29, 74, 80, 159; F. López de Gómara, Historia General de las Indias, notas prologales de E. M . A guileras, transcripción moderna por P. G uibelalde, y reproducción facs. de la ed. de Çaragoça, 1554, s. l., Amigos del Círculo del Bibliófilo, 1982, págs. 314-317; A. de Herrera y Tordesillas, Historia General de los Hechos de las Castellanos en las Islas y Tierrafirme del mar océano o “décadas”, ed. y est. de M. Cuesta Domingo, vol. IV, Madrid, Universidad Complutense, 1991, págs. 441-443; M. J. Garrancho González, “El señorío de Higuera de Vargas”, en http://higueradevargas.lespane,es/senorio.htm.
Fernando Rodríguez de la Torre