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Jaime Ferrus

Biografía

Ferrús, Jaime. Valencia, 1517 – 20.XII.1594 post. Teólogo, conciliarista, catedrático, hebraísta.

Estudió Filosofía y Teología en la Universidad de la Sorbona de París y se especializó en las lenguas hebrea, griega y latina. Obtuvo el doctorado en Teología.

En 1534, explicaba Artes en París.

Al regresar a Valencia, el 18 de agosto de 1541, fue nombrado catedrático de Súmulas en la Universidad, en 1547 pasó a la cátedra de Hebreo y seis años después, a la de Antiguo Testamento. Más tarde regentó asimismo en Valencia una cátedra de Teología. Desde su docencia emprendió con gran esfuerzo la renovación de la enseñanza de los estudios universitarios valencianos, consiguiendo un plantel de profesores que elevaron el nivel intelectual de la Universidad valentina, parangonándola a las de mayor prestigio de España.

El papa Pablo III convocó el Concilio de Trento con la bula Laetare Jerusalem el 19 de noviembre de 1544 y el 13 de diciembre del año siguiente se inauguraba.

Respondía al anhelo general de la cristiandad deseosa de que se celebrase un concilio para resolver los problemas que le afectaban. Pero en 1547 se suspendió el concilio.

A la muerte del papa Pablo III, su sucesor, Julio III, decidió reanudar el Concilio de Trento. Éste se convocaba de nuevo en 1551, cuando el Papa publicó, el 14 de abril de dicho año, la bula Cum tollenda, en que mandaba que se reanudasen las sesiones conciliares.

Esta segunda etapa del Concilio de Trento, conforme a lo acordado, se inauguró el 1 de mayo de 1551.

Gaspar Jofré de Borja, obispo de Segorbe, llegó a Trento el 23 de mayo de 1551, unos días después de comenzada la nueva etapa conciliar. Llevaba consigo, como teólogo personal, a Jaime Ferrús.

Los padres conciliares celebraban con vísperas y pontificales las fiestas que tenían lugar durante las sesiones del concilio. En la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora a los cielos, el 15 de agosto de 1551, celebró la santa misa Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, y pronunció una brillante homilía Jaime Ferrús, cuyo texto ha llegado a la actualidad gracias a las actas conciliares. El sermón muestra una gran solidez teológica, con altos conceptos, que son de provecho para los que lo escuchan. La elocuencia es arrebatadora, hermanada con la verdad, lo que en su caso le da una incomparable sublimidad de estilo y lenguaje.

Tras glosar el Evangelio de la fiesta de la Asunción, que entonces era el texto de san Lucas, 10, 38-42, en que narra la acogida de Jesús en Betania por las hermanas María y Marta y las interesantes aplicaciones, con que concluye, pasa seguidamente a hacer una invitación a los padres conciliares para que se preocupen por la reforma de la Iglesia y pongan los remedios que estén a su alcance para hacerla realidad.

Recuerda que los tiempos que se atraviesan son difíciles, que las sacudidas que producen los acontecimientos que están ocurriendo apenas conceden la paz y el descanso necesarios. Muchos son los que se han apartado del camino del Evangelio, pero no por ello hay que dejar de confiar en el Señor que continúa protegiendo a su Iglesia. A pesar de los males que le afectan, el Señor vela y está presente en su Iglesia.

Invita a todos a ponerse en camino para solucionar estos males. Apela a los santos, luz de la religión para que velen por la Iglesia y consigan el bien espiritual para ella.

Dirigiéndose de modo expreso a los padres conciliares les invita a que invoquen al Espíritu Santo para que ilumine las deliberaciones. Les recuerda la responsabilidad que tienen, que deben ir delante de todos como caudillos y jefes, para erradicar la tempestad, y ante mayores dificultades, debe haber una mayor diligencia y estudio, para que en todo momento busquen el bien de la Iglesia y su esplendor. Anima a que se revistan de fortaleza, que sean laboriosos, que no se aparten del camino de su deber.

Confía en las deliberaciones del concilio. La cristiandad y la sociedad en general esperan mucho de él.

Exhorta al papa Julio III y al mismo emperador Carlos V a que hagan todo lo posible para que el concilio pueda llevar a cabo felizmente sus cometidos.

Fruto de ésta y otras intervenciones, el 25 de noviembre, en la sesión XIV, se publicó el decreto de reforma.

En esta segunda etapa del Concilio de Trento, los padres conciliares continuaron con el programa de trabajo de la etapa anterior. Prosiguieron, pues, las discusiones sobre los sacramentos. Jaime Ferrús tuvo dos intervenciones sobre la eucaristía. La primera, el 10 de septiembre de 1551, en la congregación de teólogos, para tratar sobre el decreto de eucaristía; y la segunda, el viernes, 18 de diciembre inmediato, para exponer su doctrina sobre el sacrificio de la misa y el sacramento del orden sacerdotal. El 27 de octubre intervino en el tema de la penitencia.

A comienzos de 1552, el obispo de Segorbe, Gaspar Jofré de Borja, acompañado de su teólogo, regresó a España. Jaime Ferrús se reincorporó a sus tareas docentes y pastorales en la Universidad de Valencia.

El arzobispo de Valencia, Francisco de Navarra (1556-1563), que conocía a Jaime Ferrús por sus intervenciones en Trento, lo nombró canónigo de la catedral de Valencia. Y aunque Ferrús tomó posesión de dicha prebenda el 23 de octubre de 1558, al año siguiente renunció a ella, para que el papa Julio III se la concediese al obispo auxiliar Juan Segriá.

El arzobispo Martín Pérez de Ayala (1564-1566), como muestra del aprecio que le profesaba, quiso que redactase las actas del concilio provincial celebrado de 7 de octubre de 1565 a 24 de febrero de 1566.

En el púlpito de la catedral de Valencia, igualmente, publicó las actas de los sínodos que celebró el arzobispo Juan de Ribera, futuro santo, en 1578 y 1584.

El mismo arzobispo lo nombró pavorde de la catedral y le concedió una cátedra de Teología. Repetidas veces lo nombró y confirmó como examinador sinodal y en 1594 le hizo vicecanciller de la Universidad. Ferrús falleció poco después, el 20 de diciembre de dicho año.

Jaime Ferrús, con sus intervenciones en la segunda etapa del Concilio de Trento, permite adentrarse en el nervio de aquel trascendente período de la Iglesia y brilla junto con la constelación de pastores y teólogos que hicieron posible la realización de dicho concilio.

 

Obras de ~: Acta Concilii Valentini celebrati ab Illustrisimo Domino Archiepiscopo Valentino D. Martino de Ayala, año 1565, Valencia, por Juan Mey, 1566; Himnos de los Santos Vicentes Mártir y Ferrer, de la Sangre de Cristo y Ángel Custodio, Valencia, por Juan Alberto, 1589; Oratio habita a R. D. Jacobo Ferrusio Hispano, sacrae theologiae doctori, in festo Assumptionis B. M. Virginis ad patres concilii Tridentini, VII, 1, Concilium Tridentinun, Goerresiana, Friburgo de Brisgovia, 1901, págs. 48-81.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la catedral de Valencia, 635: 28.

V. Ximeno, Escritores del reino de Valencia, vol. I, Valencia, en la oficina de Joseph Estevan Dolz, 1747, pág. 196; J. Pahoner, Recopilación de especies perdidas pertenecientes a esta Santa Iglesia Catedral y sus dependencias, donde se hallan anotadas o continuadas Constituciones, Ordinarios, Deliberaciones, Privilegios, Bulas, Providencias, Estatutos y demás Dependencias y diferentes ejemplares del caso, III, 97-E, 1768 (ms.); C. Gutiérrez, Españoles en el concilio de Trento, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, págs. 246-249; A. Llin Cháfer, “Santo Tomás de Villanueva y su aportación al concilio de Trento”, en La Ciudad de Dios, 198 (1985), págs. 881- 903; “Jaime Ferrús, un teólogo valenciano en el concilio de Trento”, en Anales Valentinos, 30 (2004), págs. 355-367.

 

Arturo Llin Cháfer

 

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