Albanell y Girón de Rebolledo, Galcerán. Barcelona, c. 1560 – Granada, 12.V.1626. Erudito, preceptor del príncipe Felipe (después, Felipe IV), arzobispo de Granada.
Nació en el seno de una familia perteneciente a la pequeña nobleza catalana. Fueron sus padres Jerónimo de Albanell, caballero del hábito de Calatrava y de Isabel Girón de Rebolledo. En su ciudad natal estudió las primeras letras y Latín, siendo discípulo del humanista Pere-Joan Nunyes. Continuó sus estudios en la Universidad de Salamanca. “Supo muy bien las lenguas latina, griega y hebrea”, según Pedraza, que lo conoció personalmente. Para el historiador Jerónimo Pujades, coetáneo suyo, era “molt bon christiá, gran rethóric i humanista”. Cumplida la etapa de formación, su vida se desarrolló en tres escenarios distintos, ejerciendo en cada uno de ellos oficios diversos: funcionario real en Cataluña, preceptor del príncipe en Madrid y, finalmente, arzobispo en Granada.
Galcerán Albanell, a principios del siglo xvii, sobresalía en la vida política y cultural de Cataluña.
Siguiendo la tradición familiar al servicio de la Monarquía, fue durante décadas baile de Tortosa y alcaide de su castillo (la Zuda), cargo que habían ocupado los Girón de Rebolledo; intervino, además, en la expulsión de los moriscos y en la administración de sus bienes confiscados. Aunque el cargo de baile le obligaba a residir con frecuencia en Tortosa, no se apartó de su Barcelona natal. Era uno de los personajes más sólidos de las letras barcelonesas del momento, como lo demuestra el hecho de que fuera nombrado juez, junto con Joaquín Setantí, de la justa poética que se celebró en la Ciudad Condal, en 1601, con motivo de la canonización de san Raimundo de Peñafort, o que fuera designado por la Generalitat, también con Setantí, para supervisar la edición, que se hizo en Barcelona en 1609, de la Corónica universal del Principal de Catalunya, del historiador Jerónimo Pujades. También colaboró con un poema laudatorio en la publicación, en 1609, de Vida y milagros del divino Olaguer, de Jaime Rebullosa. Era casado y tenía un hijo. Éste, después de haber servido algunos años de paje al Rey, había vuelto a casa enfermo. El padre suplicó, en 1607, se le diese “por adjunto con futura sucesión” el cargo que él tenía en Tortosa. Parece que cuando Albanell se trasladó a Madrid, la bailía pasó a ser regentada por su hijo: Jerónimo Albanell y Lull (1585-1615). Al morir prematuramente, Albanell dirigió sus esfuerzos a promocionar a su sobrino Luis de Montsuar, hijo de su pariente Francisco de Montsuar, quien tras enviudar se había hecho clérigo y había obtenido una canonjía en Tortosa. De hecho, Luis de Montsuar fue baile general de Cataluña (1618-1640).
Galcerán Albanell, que al parecer había entrado en contacto con círculos cortesanos a partir de un viaje a Lerma, donde había conocido al ministro Juan de Idiáquez y al marqués de Velada, fue nombrado en 1612 preceptor del príncipe Felipe. Su nombramiento provocó alguna sorpresa entre los cortesanos.
El cronista Cabrera de Córdoba lo presenta como un “caballero de Barcelona, persona muy docta en letras humanas y de mucha virtud y buenas partes”. Albanell fue abundantemente recompensado por la aceptación del cargo: mil ducados procedentes de los bienes de los moriscos, pensiones sobre las abadías de San Salvador de Breda y San Miguel de Coxa, y una ayuda de costa por el servicio a las Cortes de 1599; aparte, revalidó el privilegio de noble que había obtenido su padre en 1598.
Galcerán Albanell, que entonces ya era viudo, se ordenó de sacerdote y comenzó su carrera eclesiástica.
Dice Pedraza que el Rey, para condecorar su persona, le ofreció la dignidad de Patriarca de las Indias, que él “rehusó con humildad”. Después, “para que tuviese alguna renta eclesiástica”, le hizo merced de la abadía de Alcalá la Real (abadía de Patronato Regio erigida en 1341 con carácter vere nullius sed propiae diocesis).
Aceptó y fue abad de Alcalá durante tres años (1617-1620), aunque continuó en Madrid. Cuando se consideró que el príncipe, con poco más de quince años, debía consumar el matrimonio que había contraído cuatro años antes, se pensó en la salida de la Corte del preceptor. Se le ofreció el arzobispado de Granada, que aceptó. Él escribió al cabildo catedralicio el 18 de septiembre de 1620 dando aviso de su presentación. Fue nombrado el 16 de noviembre y consagrado obispo en la capilla real. Tomó posesión del arzobispado el 8 de febrero de 1621 por medio de su pariente el canónigo de Tortosa Francisco de Montsuar, quien vino también como gobernador de la diócesis. Albanell entró en Granada el 5 de abril; en el camino le llegó la noticia de la muerte del rey Felipe III, acaecida el 31 de marzo.
No tenía experiencia pastoral alguna y desconocía totalmente la diócesis de Granada. Mantuvo, durante un tiempo, la junta que Montsuar había constituido para gobernar la diócesis mientras llegaba el prelado, con el propósito de que, “deseando acertar en todo y cumplir con sus obligaciones”, le asesorasen. Por otra parte, su provisor y vicario general, Bernardo Alderete, mandó hacer una memoria de las parroquias y clero de la diócesis, que con los informes de los vicarios territoriales fue redactando el secretario particular del arzobispo, Lope de Huarte. Esta memoria la utilizó Albanell, haciendo advertencias y observaciones, algunas de carácter muy personal, en los márgenes y entre líneas.
Junto al quehacer estrictamente pastoral, llevado con meticulosidad y rigor (el primer decreto que firmó fue prohibir pagar a los beneficiados hasta no comprobar que servían personalmente sus beneficios), se ocupó de las instituciones académicas granadinas. Comenzó, como escribiría más tarde, por dar asiento a la universidad, que tenía muy grande necesidad de remedio y que sin salarios y rentas nunca lo tendría. “Lo cual me obligó”, seguía diciendo, “aunque vine con tan gran empeño, como era notorio, y las necesidades de este arzobispado tan urgentes, a repartir mil ducados de ayuda de costa en cada un año entre los catedráticos, fundando algunas cátedras de nuevo para remedio de la Universidad que estaba muy descaecida”. Después de cuatro años sosteniendo la universidad, al verse arruinado, hasta el punto de tener que pedir prestado para mantener su casa, suspendió las pagas. También se ocupó de los colegios; concretamente se conserva una carta dirigida a los colegiales del Mayor de Santa Catalina.
Tras un pontificado de poco más de cinco años, falleció el 10 de mayo de 1626. Durante los tres últimos estuvo aquejado de “dolor de una pierna, tan vehemente a veces que se quedaba amortecido”. Fue sepultado en la capilla de Santa Ana de la catedral. En Granada dejó fama de modesto, penitente y caritativo.
Otros, sin embargo, han destacado como notas de su personalidad la cultura, la religiosidad y la dureza de carácter, puesta de manifiesto tanto en su vida personal como en su actuación política y eclesiástica.
El jesuita Alonso Medrano compró la biblioteca del difunto Albanell para el colegio de San Pablo, de Granada: “libros exquisitos y curiosamente encuadernados de todas la facultades, y especialmente de humanidad [...]. Y aunque costó sólo cuatrocientos ducados, muchos más valía”.
Se dice que dejó escrito un compendio de Historia de España, en dos tomos, y un Panegiricum in Phelipi IV Hispaniarum Principis et Serenissimae Isabelae Borboniae nuptiis. Además se conservan en distintas bibliotecas cartas e instrucciones, algunas de las cuales fueron publicadas a finales del siglo xviii en el Semanario Erudito de Valladares de Sotomayor, con el nombre de Galcerán Álvarez (Al vañel).
Obras de ~: Panegiricum in Phelipi IV Hispaniarum Principis et Serenissimae Isabelae Borboniae nuptiis, s. l., s. f.; [“cartas”], en A. Valladares de Sotomayor, Semanario erudito de obras críticas, morales, instructivas, políticas, Madrid, 1787-1791.
Bibl.: F. Bermúdez de Pedraza, Historia eclesiástica. Principios y progresos de la ciudad y religión católica de Granada [...], Granada, 1638 (ed. facs., Granada, Universidad de Granada, servicio de publicaciones “Don Quijote”, 1989); L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 hasta 1614, Madrid, Martín Alegría, 1857 (prefacio de R. García Cárcel, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, 1997); A. Elías de Molins, “Galcerán Albanell, arzobispo de Granada y maestro de Felipe IV”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1902), págs. 21-25; F. Torres Amat, Memorias para ayudar a formar un diccionario crítico de los escritores catalanes [...], Barcelona, 1836 (ed. facs., Barcelona, Curial, 1973); Biografía eclesiástica completa, t. I, Madrid y Barcelona, 1848, págs. 300-301; M. A. López, “El arzobispo Galcerán Albanell y la Universidad de Granada”, en Chronica Nova, 15 (1986-1987), págs. 185-225; Los arzobispos de Granada. Retratos y semblanzas, Granada, Arzobispado, 1993; P. Molas i Ribalta, Catalunya i la Casa d’Áustria, Barcelona, Curial, 1996.
Miguel Ángel López Rodríguez