Austria, Maximiliano de. Jaén, 25.VII.1555 – Santiago de Compostela (La Coruña), 1.VII.1614. Obispo de Cádiz y Segovia, arzobispo de Santiago y mecenas.
Verdadero príncipe del Renacimiento por sus cualidades y su familia, ya que era primo hermano, aunque por línea ilegítima, del emperador Carlos V, fue ante todo eclesiástico ejemplar y gran mecenas que dejó abundantes huellas, algunas aún presentes, en las iglesias que gobernó: Real Abadía vere nullius de Alcalá la Real (Jaén) de 1583 a 1597, obispado de Cádiz de 1597 a 1601, obispado de Segovia de 1601 a 1603 y arzobispado de Santiago de Compostela de 1603 a 1614.
La filiación de Maximiliano de Austria aparece de manera implícita en el testamento del obispo de Córdoba Leopoldo de Austria, hijo natural del emperador Maximiliano I, fechado el 27 de septiembre de 1557.
Pero dos años antes, el 25 de julio de 1555, había sido bautizado en la parroquia de San Lorenzo de Jaén “el niño Maximiliano, hijo de padres no conocidos”.
El obispo, que se titula en su testamento primer señor Fuenteovejuna, deja esta villa “a Maximiliano niño de edad de dos años poco más o menos”, para él y sus herederos por vía de mayorazgo y ordena que la cuarta parte de los bienes que produzca anualmente la villa se le entreguen a la madre del niño, la dama catalana Catalina Axpert de Ponce.
En previsión de que no pueda cumplirse así el testamento nombra otro heredero y, en último termino, “a quien de derecho la dicha nuestra herencia pertenece o puede pertenecer”. O sea, S. M. el Rey.
Efectivamente apenas ha pasado un mes cuando el 31 de octubre de ese año, en carta desde Yuste al secretario Vázquez de Molina, comunica el Emperador, entre otros asuntos, que el testamento del obispo de Córdoba ha sido invalidado y que el Rey puede tomar lo que dejó; pero advierte: “Bien será que se tenga quenta con el niño, hasta que el Rey avise de lo que piensa hacer con él, como lo escribo a la princesa.” Cuando Felipe II vuelve a España dos años después, a fines de 1559, ya la princesa gobernadora Juana de Austria tendría bajo su custodia al niño Maximiliano, teniendo en cuenta lo encargado por su padre. Como también había acogido por el mismo motivo al hijo de éste, el bastardo Juan de Austria, diez años mayor que Maximiliano.
Felipe II les pone casa, a cada uno de ellos en Alcalá de Henares como a su propio hijo y a los archiduques sus sobrinos, con ayos y maestros.
Maximiliano de Austria tendrá de ayo a Juan de la Serna y de maestro de leyes y costumbres al doctor Palacios. Y en compensación de Fuenteovejuna se le señala una renta de 2.000 ducados sobre las Mitras de Córdoba y Jaén.
Encaminado al principio a la carrera de las armas, el joven Maximiliano mostró tal arrojo y valentía que el Rey —según nos cuenta Jerónimo del Hoyo, familiar y biógrafo de Maximiliano de Austria— “como era tan prudente mudó de intento y dio orden de que ahí adelante siguiese las letras y el camino de la Iglesia”.
Cambio tan drástico fue aceptado de buen grado por el joven, según cantan los acontecimientos posteriores.
Sus estudios de Letras culminaron con el doctorado y los eclesiásticos le llevaron a ocupar importantes cargos de gobierno en iglesias que han conservado con respeto su memoria.
En la de Santiago, la magnífica lámina de bronce que cubría su sepultura lo testimonia en letras de realce. Ahí aparece también su lema, indicativo de su actitud ante la gloria del mundo: “mors sceptra ligonibus aequat”, o sea, la muerte iguala los cetros con los azadones.
Bibl.: A. López Ferreiro, Historia de la Santa A.M. Iglesia de Santiago de Compostela, Santiago, Imprenta y Encuadernación del Seminario Conciliar Central, 1898-1911; G. Delhoyo, Memorias del Arzobispo de Santiago. Manuscrito 1611, Santiago de Compostela, Valera Jácome y Rodríguez González, 1973; M. Fernández Álvarez, Corpus Documental de Carlos V, Salamanca, Crítica, 1979; C. Juan Lovera, Aproximación a la vida de don Maximiliano de Austria, Jaén, Diputación Provincial, Instituto de Estudios Giennenses, 1997.
Carmen Juan Lobera