Cuadrado Díaz, Emeterio. Murcia, 9.IX.1907 – Madrid, 12.I.2002. Ingeniero y arqueólogo.
Nacido en una familia oriunda de la localidad murciana de Mula, se educó en su Murcia natal, de donde marchó a Madrid para estudiar la carrera de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, que terminó en 1931. Como ingeniero, alcanzó un alto prestigio desde sus responsabilidades primeras en la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, y su cima en los puestos de organización y dirección desempeñados en el Canal de Isabel II, donde trabajó desde 1951 hasta su jubilación en 1977. Pero fue un ingeniero desdoblado en arqueólogo, una vocación que tuvo ya ocasión de desarrollar con la gran obra de canalización de las aguas del Taibilla, afluente del alto Segura, para conducirlas a Cartagena, con estudios del paisaje, sondeos y remociones, que pronto convirtió en una forma de analizar los yacimientos arqueológicos de la zona. Fue una afortunada confluencia de ocupaciones e intereses, porque, consolidada la vocación de arqueólogo con el devenir de los años, nunca dejó de proyectar sobre su quehacer arqueológico su condición de ingeniero, lo que dio sello propio a su abundante y meritísima producción científica.
Podría haberse esperado que, dada su formación, se interesara por las carreteras, los acueductos o los puentes antiguos, pero Emeterio Cuadrado, atrapado por sus raíces, por el paisaje cultural de su Murcia natal, se entusiasmó por la arqueología prehistórica, por los tiempos de El Argar y, definitivamente, con sus excavaciones en El Cigarralejo (Mula, Murcia), por la cultura ibérica. En 1945 descubrió el santuario ibérico, en un crestón al borde del cauce del río Mula, al norte de la ciudad homónima. Dos años después comenzaron a aparecer, en el curso del laboreo agrícola, las tumbas de la célebre necrópolis ibérica, a la que dedicó gran parte de su vida y su trabajo arqueológico.
Asociado tan tempranamente a este importante filón de la Arqueología ibérica, convertido en referencia imprescindible de la entonces balbuciente “iberología”, Emeterio Cuadrado desarrolló una intensa labor de activación de los estudios arqueológicos en general, especialmente de los relativos al mundo ibérico, desde el foco privilegiado que representaba la región murciana. Coincidía con la presencia en la Universidad de Murcia de Cayetano de Mergelina y Gratiniano Nieto, de Augusto Fernández Avilés en el Museo Arqueológico Provincial, de Antonio Beltrán en Cartagena, donde también desarrollaba su importante mecenazgo el almirante Francisco Bastarreche.
Y sin olvidar la labor en la cercana Alicante del padre Belda y de Francisco Figueras Pacheco, de José María Soler en Villena, de Alejandro Ramos Folqués en Elche, y de tantos otros pioneros de la arqueología de la zona.
En este ambiente de creciente actividad arqueológica, Emeterio Cuadrado fue nombrado, en 1945, comisario local de Excavaciones Arqueológicas en Cartagena, fundó su Junta Municipal de Arqueología y promovió la creación del Museo Municipal de Cartagena y, como miembro fundador de su comité organizativo, los Congresos de Arqueología del Sureste, germen de los Congresos Nacionales de Arqueología.
En 1947 se trasladó al País Vasco como ingeniero jefe de obras de la empresa Aguas y Saltos del Zadorra, para el aprovechamiento de los ríos Zadorra y Santa Engracia. Residió en Villarreal de Álava y fue nombrado comisario local de Excavaciones en Álava y colaboró con la sociedad excursionista Manuel Iradiel de Vitoria, una referencia al excursionismo fundamental en los antiguos pioneros de la Arqueología y en las aficiones y actividades de Cuadrado.
Volvió a Madrid en 1951 como ingeniero jefe de una de las secciones del Canal de Isabel II y, a la vez que intensificaba su directa labor profesional, profundizaba en sus estudios arqueológicos, con eje en la excavación y la valoración de la necrópolis de El Cigarralejo.
Su integración como arqueólogo en los ambientes científicos más prestigiosos de la Arqueología lo corroboran su ingreso como miembro ordinario en el Instituto Arqueológico Alemán, en 1954, y al año siguiente en la Asociación de Arqueólogos Portugueses.
Y se consolidó la proyección de su personalidad y de su obra con la creación en 1968 de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, que presidió desde entonces hasta su muerte. En ella se integraron numerosos aficionados y profesionales de la Arqueología, constituyéndose en un círculo de actividades investigadoras, excursionistas y divulgativas al que Cuadrado imprimió el sello de su afable y desbordante personalidad, con una presencia constante en cuantos congresos y foros nacionales e internacionales trataran de la Arqueología ibérica o hispana.
Su mayor empeño, como se ha dicho, fue la excavación y el estudio del conjunto ibérico de El Cigarralejo, del que había noticias de hallazgos curiosos desde, al menos, el siglo xviii. Adquirió los terrenos de los yacimientos para asegurar la conservación y el trabajo, que se prolongó varios decenios, y todos los materiales obtenidos, muy cuantiosos en la riquísima necrópolis ibérica, fueron donados por Emeterio Cuadrado al Estado y están recogidos en un espléndido museo instalado en el palacio de los marqueses de Menahermosa, en Mula, uno de sus extraordinarios legados arqueológicos (el 21 de abril de 1989 se aceptaba, por Real Orden, la donación, y el 11 de mayo de 1992 era inaugurado el museo, que gestiona la Comunidad Autónoma de Murcia.
Puede verse el número especial dedicado al museo y a la obra de su creador del Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 38 [1998], dirigido por E. Ruano).
El estudio del santuario del Cigarralejo y, sobre todo, de su magnífica colección de exvotos —mayoritariamente esculturillas y relieves de equinos—, abordado en un amplio estudio ya en 1950 (Informes y Memorias, 21, Madrid), dio ocasión de mostrar algunas de las mejores cualidades como arqueólogo de Emeterio Cuadrado, en buena medida alimentadas por su formación técnica. Aparte del significado del depósito votivo y del lugar, lo que quedó firmemente establecido fue el análisis de las piezas: los atalajes, sistemas de brida, tipos de bocado..., perfectamente analizados y descritos. Y la misma capacidad de observación, análisis y ordenación de los datos aplicó a su quehacer principal en la necrópolis. Se tomó tiempo para hacerse con un yacimiento de gran complejidad, que publicó en 1987 en un gran libro de conjunto que representa su más importante monografía arqueológica: el volumen XXIII de la importante serie Biblioteca Prehistórica Hispánica, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Pero desde mucho antes fue entregando, acerca de la necrópolis, un largo rosario de artículos para dar a conocer aspectos parciales de la misma, apoyos principales para una reflexión propia y ajena que resultó fundamental para el iberismo.
Parten sus estudios de un gran rigor metodológico, expresado, entre otras cosas, en la forma de representar la sucesión de las tumbas, y la relación entre ellas, mediante “árboles cronológicos” que se anticipan a las “matrices” del reputado método Harris. Sus aportaciones fueron fundamentales para otorgar cronologías fiables a la cultura material ibérica, uno de los puntos flacos de la iberología. Y lo mismo cabe decir, en cuanto a importancia, del estudio de los materiales que fueron estructurando el armazón de la cultura ibérica: las cerámicas, las fíbulas y otros enseres o elementos, las armas, una cuestión principal para los iberos a la hora de ponderar su nivel tecnológico, las influencias externas, sus concepciones ideológicas y simbólicas. Todo iba contribuyendo a alumbrar el tipo de sociedad propia de los iberos, que Emeterio Cuadrado abordó directamente en trabajos básicos, como el artículo dedicado a las tumbas que calificó de “principescas” (Madrider Mitteilung [MM], 9, 1968).
Acuñaba así una terminología que hizo fortuna después en la caracterización de la sociedad aristocrática ibérica. Siempre asoció el rango de esas tumbas de personajes principales, aparte de la estricta monumentalidad o de su riqueza en ajuares, a una especial ritualidad funeraria: llamó la atención, por ejemplo, sobre el hecho de que en uno de los túmulos parecía constatarse una cremación doble, seguramente hombre y mujer y, acaso, consecuencia de una inmolación.
Sea como fuere, sus estudios contribuyeron poderosamente a subrayar el significado de las necrópolis como ámbito privilegiado de expresión de los roles sociales, del poder, en la sociedad ibérica.
En el quehacer y en la obra de Emeterio Cuadrado se percibe una sencillez, una modestia humana y científica, que resulta inseparable de su memoria en una etapa decisiva de maduración de los estudios arqueológicos en España. Aunque es en el estricto plano científico en el que puede medirse mejor el alcance de su obra, con la que Cuadrado contribuyó decisivamente a ordenar, tipificar y valorar algunos de los materiales más característicos de la cultura ibérica, gracias a lo cual fue adquiriendo perfiles más nítidos, con la percepción de rasgos característicos de su personalidad cultural, de su proceso histórico, de sus relaciones con las otras culturas europeas y mediterráneas o con las celtibéricas de las mismas tierras hispanas.
Por todo, además de distinciones académicas añadidas a las indicadas —como ser miembro del italiano Instituto de Estudios Ligures, o del Patronato del Museo Arqueológico Nacional (Madrid)— y de la recepción por su labor profesional de otras como la encomienda con placa de la Orden de Alfonso X el Sabio, su biografía se vio halagada por el homenaje sincero y cariñoso de cuantos lo conocieron y trataron, con una de sus expresiones más significativas para él en la recepción como doctor honoris causa en el claustro de la Universidad de Murcia el 9 de mayo de 1985, en solemne acto en que actuó de madrina Ana María Muñoz Amilibia, catedrática de Prehistoria.
Obras de ~: con A. Beltrán, “Museo Arqueológico Municipal de Cartagena (Murcia)”, en Memoria de los Museos Arqueológicos Provinciales (MMAP) (1943), págs. 212-217; “El Poblado Argárico de Cañaverosa (Aportaciones a la Prehistoria del S. E. Peninsular)”, colección aneja a Saitabi, I, 5, Valencia, 1943; “Poblado Ibérico de El Macalón”, en Las Ciencias, X, 3 (1945), págs. 551-565; “Los descubrimientos argáricos en La Almoloya de Mola, Pliego (Murcia)”, en Anales de la Universidad de Murcia, 3 (1945), págs. 355-382; “Un nuevo yacimiento argárico: La Almoloya (Murcia)”, en Boletín Arqueológico del Sudeste Español (BASE), I (1945), págs. 89-90; “Introducción al estudio arqueológico del Estrecho de la Encarnación”, en BASE, 2 (1945), págs. 124-134; “La Cueva del Gato”, II Congreso Arqueológico del Sudeste Español (CASE), Albacete, 1946, págs. 115-124; “El relieve bifacial hispánico del Cigarralejo”, en Homenaje a J. Martínez Santa-Olalla, I, Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (AMSEAEP) (Madrid), XXI, cuad. 1-4 (1946), págs. 186-195; “La expansión de la Cultura de El Argar a través de Murcia”, en III CASE, Murcia, 1947, págs. 66- 72; “Excavaciones en el Santuario Ibérico de El Cigarralejo (Mula, Murcia)”, en Cuadernos de Historia Primitiva (CHP) (Madrid), II, 2 (1947), págs. 95-109; “Arreos de montar ibéricos de los exvotos del Santuario del Cigarralejo”, en IV CASE, Cartagena, 1949, págs. 267-287; “Útiles y armas de El Argar, ensayo de tipología”, V CASE y I Congreso Nacional de Arqueología (CNA) (Almería, 1949), Cartagena, 1950, págs. 103-125; “Excavaciones en el Santuario Ibérico de El Cigarralejo (Mula, Murcia)”, en Informes y Memorias, 21 (1950); “El plomo con inscripción ibérica del Cigarralejo (Mula, Murcia)”, en CHP, V, 1 (1950), págs. 5-42; “Las primeras aportaciones de El Cigarralejo al problema de la cronología ibérica”, en VI CASE (Alcoy, 1950), Cartagena, 1951, págs. 159-171; “Las tumbas ibéricas de empedrado tumular y la celtización del Suroeste” y “La cerámica ibérica tosca de collar con impresiones y su origen céltico”, en II CNA (Madrid, 1951), Cartagena, 1952, págs. 247-267 y 269-281, respect.; “El más reciente hallazgo de epigrafía ibérica” y “Exvotos equinos del Santuario Ibérico del Cigarralejo, Mula (Murcia)”, I Congresso Internazionale di Preistoria y Protostoria Mediterranea (Roma, 1950), Firenze, 1952, págs. 179-184 y 454-460, respect.; “La cerámica ibérica de Isquia”, en Zephyrus, III (1952), págs. 197-212; “Una interesante tumba ibérica de la necrópolis del Cigarralejo”, en Archivo de Prehistoria Levantina (APL) (Valencia), III (1952), págs. 117-133; “Cartagena”, en Noticiario Arqueológico Hispánico (NAH) (Madrid), I, cuad. 1-3 (1952), págs. 134-156; “Materiales ibéricos: cerámica roja de procedencia incierta”, en Monografías del Seminario de Arqueología, Universidad de Salamanca, 1953 (Homenaje a César Morán Bardón), págs. 265- 310; “Poblado romano de Escombreras”, en NAH, I (1-3) (1952), Madrid, 1953, págs. 145-156; “Excavaciones en El Cigarralejo, Mula (Murcia). Campañas 1948-1950”, en NAH, II (1-3) (1953), Madrid, 1955, págs. 80-101; “El problema ibérico en la cerámica exótica de barniz rojo”, en I Congreso Arqueológico del Marruecos Español (CAME) (Tetuán, 1953), 1955, págs. 235-251; “El carro ibérico”, en III CNA (Galicia, 1953), Zaragoza, 1955, págs. 123-141; “Dos piezas halladas en el Santuario del Cigarralejo (Murcia)”, en Homenaje al Conde de la Vega del Sella, Oviedo, 1956, págs. 279-283; “La diosa ibérica de los caballos”, en IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (CICPP) (Madrid, 1954), Zaragoza, 1956, págs. 797-810; “Los recipientes rituales metálicos llamados braserillos púnicos”, en Archivo Español de Arqueología (AEA), 29 (1956), págs. 52-84; “Braserillos metálicos del mundo ibérico”, en IV CNA (Burgos, 1955), Zaragoza, 1957, págs. 149-169; “La fíbula anular hispánica y sus problemas”, en Zephyrus, 8 (1957), págs. 1-76; “Cerámica griega de figuras rojas en la necrópolis del Cigarralejo”, en AEA, 31 (1958), págs. 104-125; “Otra crátera ática del pintor del tirso negro”, I Congreso Español de Estudios Clásicos (CEEC) (Madrid, 1956), Madrid, 1958, págs. 312-316; “Fíbulas anulares hispánicas de la Colección Vives”, en V CNA (Zaragoza, 1957), Zaragoza, 1959, págs. 169-179; “Problemas de la cronología y de las influencias culturales externas. El Mundo Ibérico”, I Symposium de Prehistoria de la Península Ibérica (1959), Universidad de Barcelona, Diputación Foral de Navarra, Pamplona, 1960, págs. 221-256; “Un nuevo y original relieve ibérico”, en Zephyrus, 11 (1960), págs. 229-231; “Fíbulas anulares típicas del Norte de la Meseta Castellana”, en AEA, 33 (1960), págs. 64-97; “Más sobre el origen de la fíbula anular” y “El momento actual de la cerámica de barniz rojo”, en VI CNA (Oviedo, 1959), Zaragoza, 1961, págs. 167-169 y 177-198, respect.; “Broches de cinturón de placa romboidal en la Edad del Hierro Peninsular”, en Zephyrus, XII (1961), págs. 208- 220; “Die iberische Siedlung von El Cigarralejo bei Murcia”, en Jahrbuch des Romisch-Germanischen Zentral Museums, Mainz, 1961, págs. 26-37; “Cerámica astitana de barniz rojo”, en VII CNA (Barcelona, 1961), Zaragoza, 1962, págs. 385- 408; “Nuevas formas occidentales de cerámica precampaña”, en Homenaje al Prof. Cayetano de Mergelina, Murcia, 1961- 1962, págs. 257-269; “Fíbulas anulares de tope osculador” y “Tres esculturas identificadas del Cerro de los Santos”, Publicaciones del Seminario de Historia y Arqueología de Albacete, 1962, págs. 51-61 y 75-89, respect.; “Precedentes y prototipos de la fíbula anular hispánica”, en Trabajos de Prehistoria (TP) (Madrid), 8 (1963), págs. 7-61; “Puñales de antenas en territorio ibérico”, en Zephyrus, 14 (1963), págs. 17-27; “Cerámica ática de barniz negro de la necrópolis del Cigarralejo”, en APL, 10 (1963), págs. 97-165; “Sobre ponderales ibéricos”, en VIII CNA (Sevilla, 1963), Zaragoza, 1964, págs. 339-352; “A note on the glass medallions of tomb 204 at Cigarralejo”, en Journal of Glass Studies (New York), VI (1964), págs. 11-12; “La cantera de los esqueletos (Tortuero, Guadalajara)”, en Excavaciones Arqueológicas en España (EAE) (Madrid), 38 (1964); “Repertorio de los recipientes rituales metálicos con asas de manos de la Península Ibérica”, en TP, 21 (1966); “La cerámica occidental de barniz rojo y su ámbito geográfico”, en VI CICPP (Roma, 1962), Roma, 1966, págs. 36-46; “Tumbas principescas de El Cigarralejo”, en Madrider Mitteilungen (MM), 9 (1968), págs. 148-186; “Excavaciones en la necrópolis celtibérica de Riba de Saelices. Guadalajara”, en EAE (Madrid), 60 (1968); “Un pueblo prehistórico hispano, los íberos”, en J. M. Gómez-Tabanera (ed.), Los pueblos antiguos de la península Ibérica, Madrid, Instituto Español de Antropología Aplicada, 1968 (Las Raíces de España), págs. 143-165; “Corrientes comerciales de los pueblos ibéricos”, en Estudios de Economía Antigua de la Península Ibérica, Barcelona, 1968, págs. 117- 142; “Origen y desarrollo de la cerámica de barniz rojo en el mundo tartésico”, V SIPP, Tartesos y sus problemas (Jerez de la Frontera, 1968), Barcelona, 1969, págs. 257-290; con M. A. de Ascençao e Brito, “Broches tartésicos de cinturón de doble gancho”, en XI CNA (Mérida, 1969), Zaragoza, 1970, págs. 494-514; “Tipología de la Cerámica ibérica fina de El Cigarralejo (Mula, Murcia)”, TP, 29 (1972), págs. 125- 187; “Composición pictórica de un kalathos ibérico de Menoría”, en Omaggio a F. 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Una mirada retrospectiva”, en Homenaje a Luis Siret (1934-1984) (Cuevas de Almanzora, 1984), Sevilla, 1987, págs. 317-323; La necrópolis ibérica de “El Cigarralejo” (Mula, Murcia), en BPH, XXIII, Madrid (1987); con F. Quesada Sanz, “La cerámica ibérica fina de El Cigarralejo (Murcia). Estudio de cronología”, en Verdolay (Murcia), 1 (1989), págs. 49-115; “Cubiletes romanos de paredes finas de El Cigarralejo”, en Empuries, 48-50 (1986-1989), págs. 264-269; “La cerámica gris lustrosa de El Cigarralejo”, en XIX CNA (Castellón, 1987), Zaragoza, 1989, págs. 517-526; La panoplia ibérica de El Cigarralejo (Mula, Murcia), Murcia, 1989; con E. Ruano, “Esculturas de équidos procedentes de la colección de Alhonoz (Puente Genil, Córdoba)”, en TP, 46 (1989), págs. 203-230; “La cerámica ibérica del Sureste ” y “Las necrópolis ibéricas del Sureste”, en Historia de Cartagena, III, Murcia, 1990, págs. 353-367 y 491-510, respect.; “Excavaciones arqueológicas de El Cigarralejo. Campaña de 1985” y “Campaña de 1986”, en Excavaciones y Prospecciones Arqueológicas en la Región de Murcia (Murcia Arqueológica, 2), Murcia (1991), págs. 191-197 y 199-202, respect.; “El Castro de la Dehesa de La Oliva”, en Arqueología, Paleontología y Etnografía, 2, Madrid, Comunidad de Madrid, 1991; “La cerámica ibero-céltica de barniz rojo”, en TP, 48 (1991), págs. 349-356; con R. Castelo y J. J. Blánquez, “Ibérico I. Organización territorial y urbana: I. Poblados; II. Necrópolis”, en BAEAA, 30-31 (1991), págs. 135-165; “La cueva de Peñamala”, en VV. AA., Homenatge a Miquel Tarradell, Estudis Universitaris Catalans, Barcelona, 1993, págs. 239-247; “Las Necrópolis ibéricas”, en VV. AA., Homenaje a Alejandro Ramos Folqués (Elche, 1985), Elche, 1993, págs. 17-30; “Excavaciones arqueológicas en El Cigarralejo (Mula, Murcia). Campaña de 1987”, en Excavaciones y prospecciones Arqueológicas en la Región de Murcia (Murcia Arqueológica, 3), Murcia (1995), págs. 109-112; “La dama sedente de El Cigarralejo (Mula, Murcia)”, en XXII CNA, Vigo (1995), págs. 247-250; con C. Blasco, J. Baena y F. Quesada, “SIG y análisis mesoespacial: un planteamiento sobre la Necrópolis de El Cigarralejo”, en Los SIG en Arqueología, Madrid, 1997, págs. 227-253, “Hotel Necropol. Andanzas y anecdotario de las excavaciones en la Necrópolis Ibérica de El Cigarralejo”, en J. Blánquez y L. Roldán (eds.), La cultura ibérica a través de la fotografía de principios de siglo, un homenaje a la memoria, Madrid, Asistencia Técnica de Patrimonio, 1999, págs. 53- 56.
Bibl.: VV. AA., “Museo de El Cigarralejo”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSEAA) (Murcia), 38 (1998); J. M. García Cano, P. A. Lillo Carpio y V. Page del Pozo (eds.), Emeterio Cuadrado. Obra Dispersa, Murcia, Tabularium, 2002.
Manuel Bendala Galán