Blanco Freijeiro, Antonio. Marín (Pontevedra), 6.IX.1923 – Las Rozas (Madrid), 6.I.1991. Catedrático de Arqueología.
Inició los estudios de licenciatura en la Universidad de Santiago, que terminó, para especializarse en Filología Clásica, en la de Madrid en 1945. Inmediatamente dirigió sus pasos en la investigación por los caminos de la Arqueología y, bajo la tutela de Antonio García y Bellido, obtuvo el doctorado en 1947 con un trabajo pionero sobre Minería y metalurgia españolas en la Antigüedad. Completó su formación con largas estancias en el extranjero: como becario de la Fundación Conde de Cartagena, de la Real Academia de la Historia, en la Universidad de Oxford (1947- 1949); de la Fundación Alexander von Humboldt, en las universidades de Heidelberg y Bonn (1954- 1955); pensionado en Roma por la Escuela Española de Arte y Arqueología (1956). La estancia en Roma y el contacto con los profesores ingleses —fundamentalmente J. D. Beazley y P. Jacobsthal— y alemanes —sobre todo R. Herbig y E. Langlotz— dejaron profunda huella en su personalidad, en su investigación y en su estilo personal y universitario, que se sumaba a la impronta dejada por sus principales mentores españoles: Sánchez Cantón, Filgueira Valverde y, sobre todo, el citado profesor García y Bellido, a quien sucedería, en 1973, en su cátedra de Arqueología Clásica en la Universidad de Madrid. Con él, y en la misma sede madrileña en que se formó, comenzó su carrera docente como profesor ayudante (1956-1959), labor que simultaneó con una activa colaboración en las labores investigadoras y organizativas del Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fundado y dirigido por el mismo García y Bellido. Por el mismo tiempo colaboró con la dirección del Museo del Prado ocupándose de su sección de esculturas antiguas, cuya mejor expresión es una de sus primeras obras de envergadura, su Catálogo de la escultura, publicado en 1957, preparado fundamentalmente durante su estancia en Alemania. Esta obra y su Arte griego, con el que se inauguraba en el mismo año de 1957 la Bibliotheca Archaeologica del Instituto Español de Arqueología, señalan ya, en su madura juventud, rasgos determinantes del perfil científico de Blanco Freijeiro, entre ellos su atención a los grandes temas de la arqueología clásica, cultivados con altura internacional, y su preferencia por el arte.
En su biografía personal y científica será determinante su traslado a Sevilla, a la cátedra de Arqueología, Epigrafía y Numismática de la Universidad Hispalense, que obtuvo por oposición en 1959, un hecho igualmente determinante para su nuevo centro, sus universitarios y el ambiente culto sevillano y andaluz. Como profesor en Sevilla, durante casi quince años, se consolidó como referencia intelectual y científica de una comunidad de estudiosos que trascendía el horizonte estrictamente hispalense, como docente y conferenciante de extraordinaria brillantez, como catedrático exigente, como maestro y cabeza, en fin, de una escuela de arqueología bien caracterizada y proyectada al conjunto de la universidad española. Aquí fundó, con Javier de Hoz y otros profesores, la revista Habis, de filología y arqueología Clásicas, y auspició una profunda renovación de los estudios sobre la Antigüedad, siempre con una mirada profunda y exigente, que se proyectó con fuerza sobre el rico paisaje cultural de su entorno inmediato —la ciudad de Itálica, Carmona, la propia Sevilla, Córdoba, Huelva, Mérida, etc.—, que se ofrecía como una espléndida cantera para sus estudios arqueológicos y para la formación de su nutrida nómina de discípulos (José M.ª Luzón Nogué, Pilar León Alonso, Lorenzo Abad Casal, Francisca Chaves Tristán, José M.ª Álvarez Martínez, Manuel Bendala Galán, Alfonso Jiménez Martín y Ramón Corzo Sánchez, entre otros). Entre 1967 y 1969 dirigió la Academia Española de Bellas Artes en Roma.
Una tercera y última etapa de su carrera universitaria se inició con su traslado a la Universidad de Madrid, en 1973, para ocupar la cátedra que dejó vacante con su muerte, en 1972, su maestro García y Bellido. Recuperaba con intensidad el contacto nunca perdido con su universidad y las instituciones madrileñas, al tiempo que mantenía cálida y viva su relación con la ahora añorada Sevilla. Su profunda imbricación con las instituciones de Madrid, además de la universidad misma, se ejemplifican con su nombramiento como inspector técnico de Excavaciones de la Comisaría General del Patrimonio Artístico, dependiente de la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural, del Ministerio de Educación y Ciencia, y, sobre todo, con su entrada como académico de número en la Real Academia de la Historia, distinción para la que fue votado el 6 de febrero de 1976. Hizo su ingreso en la docta institución el 23 de enero de 1977, con un discurso sobre El puente de Alcántara en su contexto histórico, que fue contestado, en nombre de la Academia, por Diego Angulo Íñiguez. Su brillante ejercicio profesional, en una fase de definitiva madurez, del que se beneficiaron nuevos discípulos —María Cruz Fernández Castro, Miguel Ángel Elvira Barba, Francisco Javier Sánchez Palencia, Mónica Ruiz Bremón, Jacobo J. Storch de Gracia y otros—, se truncó con su muerte prematura, antes de su jubilación académica, en enero de 1991.
Antonio Blanco desarrolló una ejemplar labor como arqueólogo y humanista o, mejor, como arqueólogo humanista, en la medida en que imprimió a su trabajo profesional una simpar dimensión intelectual, conceptual y literaria, que singularizan su tarea y su obra, en la línea de sus principales mentores intelectuales y científicos. Impulsó decisivamente varios frentes en la investigación arqueológica e histórica: la minería antigua, con trabajos pioneros, de juventud y de madurez, que no abandonó nunca —en los que se advierten claras relaciones con la práctica y la tradición científica inglesa, que tanto admiró—, de lo que representa el mejor ejemplo su dedicación a la rica minería de Huelva; la cultura orientalizante tartésica, con trabajos, como los artículos sobre “Orientalia” publicados en Archivo Español de Arqueología, que figuran entre los estudios clásicos sobre esta temática; el urbanismo y el arte romanos e hispanorromanos, con multitud de trabajos que siguen siendo de referencia; la orfebrería y el arte castreños, animado en esto por sus raíces personales y familiares; o el arte ibérico, uno de sus asuntos preferidos, al que dedicó páginas bellísimas, como los artículos de plena madurez sobre las esculturas de la antigua Obulco (Porcuna, Jaén), publicados en el Boletín de la Real Academia de la Historia. Dirigió excavaciones arqueológicas en Castellones de Ceal y La Guardia (Jaén), en Ategua y Cabra (Córdoba), en el Cerro Salomón (Riotinto) y Tejada la Vieja (Huelva), y prospecciones mineras en la península del Sinaí (Egipto) y Huelva. En toda su obra se advierte una forma de acercamiento a la cultura material, fuente principal de la Arqueología, con una mirada analítica, exigente y culta, que Blanco afinaba con resultados de particular brillantez, la misma que alumbró su labor docente y divulgadora, depositario como era de un estilo personal inconfundible en las aulas y salas de conferencia, en los que hacía gala, con voz magnífica, de una elegante y embaucadora oratoria. En su quehacer, con una constante atención a las fuentes literarias, se advierte su formación en Filología Clásica y la huella de sus maestros españoles y extranjeros, que lo vinculan a las más clásicas escuelas europeas, especialmente la alemana.
En el poso winckelmanniano de esta última se asienta la preferencia de Blanco por la Historia del Arte.
Prestó gran atención a la divulgación científica, a facilitar el acercamiento de los estudiantes y a los interesados en general, en la mejor tradición científica europea. La más alta expresión de esta preocupación la constituyen, de nuevo en relación con el arte, sus manuales de Arte griego (1957), de Arte antiguo del Asia Anterior (1972) y sobre El Arte Egipcio, I y II (1989). También sus traducciones, fruto de su poliglotía, de libros y artículos que se propuso hacer más asequibles a los lectores españoles: entre ellos, el libro de H. Müller-Karpe, Historia de la Edad de Piedra (1982), por el que recibió el Premio Nacional de Traducción Fray Luis de León, y La revolución romana, de R. Syme (1989). Por otra parte, sus preocupaciones divulgativas tuvieron un cauce privilegiado en su larga colaboración con el gran empeño de divulgación histórica que representó Historia 16, dirigido por J. D. Solar, que ocupó buena parte de sus afanes en la última etapa madrileña de su vida.
El profesor Blanco ocupó muchos cargos de honor y obtuvo altas distinciones que acreditan su ejemplar carrera académica: miembro ordinario del Instituto Arqueológico Alemán, académico de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, académico-bibliotecario de la Real Academia de la Historia, correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia Gallega, de la Real Academia de Córdoba y de la Hispanic Society of America (Nueva York), patrono del Museo del Prado, del Museo Arqueológico Nacional, del Conjunto Monumental de Itálica, de la Fábrica de Cerámicas de Sargadelos, de la Fundación Riotinto y consejero (Adviser) del Institute of Archaeo-Metallurgical Studies (Londres).
Obras de ~: “Un bronce ibérico en el Museo Británico”, en Archivo Español de Arqueología (AESPA), XXII (1949), págs. 282-284; “Mosaicos romanos con escenas de circo y anfiteatro en el Museo Arqueológico Nacional”, en AESPA, XXIV (1951), págs. 127-142; “El fauno del cabrito”, en AESPA, XXIV (1951), págs. 155-159; “Mosaicos antiguos de asunto báquico”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), 81 (1952), págs. 273-316; “El vaso de Valdegamas (Don Benito, Badajoz) y otros vasos de bronce del Mediodía español”, en AESPA, XXVI (1953), págs. 235-244; con J. Filgueira Valverde, “Nuevas joyas prehistóricas gallegas. El tesoro de Bedoya”, en Cuadernos de Estudios Gallegos (CEG), IX (1954), págs. 161-180; “Mármoles antiguos de la Casa Ducal de Alba”, en AESPA, XXVIII (1955), págs. 20-32; “Orientalia. Estudio de objetos fenicios y orientalizantes en la Península”, en AESPA, XXIX (1956), págs. 3-51; “Cabeza de un castro de Narla. Notas sobre el tema de la cabeza humana en el arte céltico”, en CEG, XI (1956), págs. 159-180; “Sobre algunos problemas del retrato romano del siglo iii vistos a través de ejemplares del Museo del Prado”, en VV. AA., Congreso de Estudios Clásicos, vol. II, Madrid, 1956, págs. 551-589; Arte griego, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1957; Museo del Prado. Catálogo de la escultura. I.-Esculturas clásicas. II.-Esculturas, copias e imitaciones de las antiguas (siglos xvi-xviii), Madrid, 1957; “Orígenes y relaciones de la orfebrería castreña”, en CEG, XII (1957), págs. 5-28, 137-157 y 267-301; “Joyas antiguas de la colección Calzadilla”, en AESPA, XXX (1957), págs. 193-204; con J. Filgueira Valverde, “Camafeos y entalles del tesoro compostelano”, en CEG, XIII (1958), págs. 137- 145; “Punta da Muller Mariña”, en VV. AA., Homaxe a Otero Pedrayo, Vigo, Galaxia, 1958, págs. 301-312; “En torno a las joyas de Lebuçao”, en Guimarães, LXVIII (1958), págs. 155- 196; “Las esculturas de Gabii”, en Cuadernos de trabajo de la Escuela de Historia y Arqueología de Roma, X (1958), págs. 59- 82; “El ‘laberinto’ de Mogor”, en AESPA, XXXI (1958), págs. 168-175; con E. Kukhan, “El tesoro de El Carambolo”, en AESPA, XXXII (1959), págs. 38-49; “Cerámica griega de los Castellanes de Ceal”, en AESPA, XXXII (1959), págs. 106-112; “La cultura castreña”, en VV. AA., Simposio de Prehistoria Peninsular, vol. I, 1959, Pamplona, 1960, págs. 179-194; “Excavaciones arqueológicas en la provincia de Jaén”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (BIEG), XXII (1960); “Orientalia II”, en AESPA, XXXIII (1960), págs. 3-43; “Die klassichen Würzeln der iberischen Kunst”, Madrider Mitteilungen (MM), 1 (1960), págs. 100-120; “El problema de Tartessos”, VV. AA., Congreso de Estudios Clásicos, vol. III, Madrid, 1961; con M. Fusté Ara y A. García Alén, “La necrópolis galáico-romana de La Lanzada (Noalla, Pontevedra)”, en CEG, IL (1961), págs. 141-158, y CEG, XXII (1967), págs. 5-23 y 129-155; “El toro ibérico”, en VV. AA., Homenaje al Profesor C. de Mergelina, Murcia, Universidad, 1961-1962, págs. 163-195; “Die ältesten plastischen Menschendarstellungen der Iberischen Halbinsel, en MM, 3 (1963), págs. 11-20; “El ajuar de una tumba de Cástulo”, en AESPA, XXVI (1964), págs. 40-69 (y Oretania, 19, 1965, págs. 7-60); “Retratos de príncipes julio-claudios en la Bética”, en BRAH, CLVI, I (1965), págs. 89-100; “Séneca y la Córdoba de su tiempo”, en VV. AA., Actas del Congreso Internacional de Filosofía, Córdoba, 1966, págs. 17-38; “Apuntes de la vida romana en la obra de Séneca”, en Cuadernos de la Fundación Pastor, 14 (1966), págs. 9-72; con J. M. Luzón, “Mineros antiguos españoles”, en AESPA, XXXIX (1966), págs. 73-89; “Documentos metróacos de Hispania”, en AESPA, XLI (1968), págs. 91-100; con J. M. Luzón, “Pre-Roman Silver Miners at Riotinto”, en Antiquity, 43 (1969), págs. 124-131; con J. M. Luzón y D. Ruíz Mata, “Panorama tartésico de Andalucía Occidental”, en VV. AA., Tartessos y sus problemas, V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular (Jerez, 1968), Barcelona, 1969, págs. 119-162; “Vestigios de Córdoba romana”, en Habis, 1 (1970), págs. 109-123; “Monumentos romanos de la conquista de Galicia”, en Habis, 2 (1971), págs. 223-232; “El Nilo de Igabrum”, en Habis, 2 (1971), págs. 251-256; “El mosaico de Mérida con la alegoría del Saeculum Aureum”, en VV. AA., Estudios sobre el mundo helenístico, Sevilla, Universidad, 1971, págs. 153-178; con J. García y M. Bendala, “Excavaciones en Cabra (Córdoba). La casa del Mitra, 1.ª Campaña (1972)”, en Habis, 3 (1972), págs. 297-319; con J. M. Luzón y D. Ruiz Mata, Excavaciones en el Cerro Salomón (Riotinto, Huelva), Sevilla, Universidad, 1972; Arte antiguo del Asia Anterior, Sevilla, Universidad, 1972; con J. M. Luzón, El mosaico de Neptuno en Itálica, Sevilla, Patronato de Itálica, 1974; “A. García y Bellido, fundador del Instituto Español de Arqueología”, en Cuadernos de la Fundación Pastor, 20 (1975), págs. 23-32; “El mosaico romano en Mérida”, en Augusta Emerita. Actas del Bimilenario de Mérida (Mérida, 1975), Madrid, 1976, págs. 183-197; con R. Corzo, “El urbanismo romano de la Bética”, en VV. AA., Symposium de ciudades augusteas, Zaragoza, 1976, págs. 137-152; “El Carnero de Ribadeo”, en Bellas Artes, 5 (1976), págs. 3-7; “El panteón romano de Lucus Augusti”, en VV. AA., Actas del Coloquio Internacional sobre el Bimilenario de Lugo, Lugo, 1977, págs. 107-122; “Epigrafía en torno al acueducto de Segovia”, en VV. AA., Actas del Symposium de Historia y Arqueología romana. Bimilenario del Acueducto, Barcelona, 1977, págs. 131-146; El puente de Alcántara en su contexto histórico, Madrid, Real Academia de la Historia, 1977; Mosaicos romanos de Mérida, fasc. 1 del Corpus de Mosaicos Romanos de España, Madrid, CSIC, 1978; Mosaicos romanos de Itálica (I), fasc. 2 del Corpus de Mosaicos Romanos de España, Madrid, CSIC, 1978; con B. Rothenberg, Exploración arqueometalúrgica de Huelva, Barcelona, Labor, 1981 (ed. ingl. Ancient Minning and Metallurgy in South-West Spain, Londres, 1981); Historia del Arte Hispánico, I. La Antigüedad-2, Madrid, Alhambra, 1981; con R. Corzo, “Die neue antropoide Sarkophag von Cádiz”, en MM, 22 (1981), págs. 236- 243; “Cancho Roano, un monumento protohistórico en los confines de la antigua Lusitania”, en BRAH, CLXXVIII (1981), págs. 225-242; “Miscelánea arqueológica emeritense”, en VV. AA., Homenaje a Sáenz de Buruaga, Institución Pedro de Valencia, Badajoz, 1982, págs. 23-32; “La Itálica de Trajano y Adriano”, en Itálica (Santiponce, Sevilla), Madrid, Ministerio de Cultura, 1982, págs. 291-298; “La villa romana en Gallaecia y su posible relación con la vita communis del priscilianismo”, en Prisciliano y el priscilianismo, Monografía de los Cuadernos del Norte, Oviedo, 1982, págs. 57-70; “Ategua”, en Noticiario Arqueológico Hispánico, 15 (1983), págs. 95-135; “Nuevas inscripciones latinas de Itálica”, en BRAH, CLXXX, I (1983), págs. 1-20; “Nuevas inscripciones latinas de Mérida”, en BRAH, CLXXX, I (1983), págs. 235-243; “Un jinete ibérico de Cástulo”, en Lucentum, II (1983), págs. 199-202; Historia de Sevilla. La ciudad antigua (De la Prehistoria a los visigodos), Sevilla, Universidad, 1984. “Museo de los verracos celtibéricos”, en BRAH, CLXXXI (1984), págs. 1-60; “Mitología de las procesiones. Antecedentes paganos de las procesiones cristianas”, en BRAH, CLXXXII, I (1985), págs. 3-53; “Los nuevos bronces de Sancti Petri”, en BRAH, CLXXXII, II (1985), págs. 207- 216; “De osos y jabalíes”, en El Museo de Pontevedra, XXXVII, In memoriam Alfredo García Alén, Pontevedra, 1986, págs. 265- 277; “Destrucciones antiguas en el mundo ibérico y mediterráneo occidental”, en Homenaje a Gratiniano Nieto, II, en Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (CUPAUAM), 13-14 (1986-1987), págs. 3-8; “Las esculturas de Porcuna, I. Estatuas de guerreros”, en BRAH, CLXXXIV, III (1987), págs. 405-445; “Las esculturas de Porcuna, II. Hierofantes y cazadores”, en BRAH, CLXXXV, I (1988), págs. 1-27; “Las esculturas de Porcuna, III. Animalia”, en BRAH, CLXXXV, II (1988), págs. 205-234.
Bibl.: J. M. Blázquez, P. Serrano y J. Storch (eds.), Homenaje al Profesor Antonio Blanco Freijeiro, Madrid, Universidad Complutense, 1989; J. M. Luzón y P. León (eds.), Antonio Blanco Freijeiro. Opera Minora Selecta, Sevilla, Universidad, 1996.
Manuel Bendala Galán