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Lucio Anneo Séneca

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Biografía

Seneca, Lucio Anneo. Córdoba, 4 a. C. – Roma (Italia), 65. Filósofo estoico hispano.

Nació en Córdoba en el año 4 a. C. El nombre es, probablemente, celta, lo que indica que era un romano de origen indígena. Era hijo de M. Anneo Séneca (55 a. C.-40) y de Helvia. El padre pertenecía al orden ecuestre. La hermana de su madre lo llevó a Roma, y lo cuidó durante una enfermedad. Esta dama estaba casada con el prefecto de Egipto, Caio Galerio, quien envió al joven Séneca a Egipto, donde entró en contacto con la cultura egipcia.

En Roma estudió gramática y retórica. Frecuentó también las escuelas filosóficas. Recibió el influjo de los Sextios, que eran estoicos y de otras corrientes filosóficas, como del estoico Attalo, del cínico Demetrio y del pitagórico Soción. En filosofía, el joven Séneca se inclinó por el estoicismo. Su padre intentó, en vano, apartarle de la filosofía e inclinarlo a que se dedicara a la retórica, que era más rentable en la sociedad romana del momento. En el año 32, gracias a la dama que le había protegido, alcanzó la cuestura.

Ejerció la abogacía y obtuvo éxitos notables en el foro como abogado. Chocó con el emperador Calígula (37-41), quien estuvo a punto de mandar asesinarle. Séneca era de salud enfermiza, lo que le obligó a abandonar la abogacía. En el año 41, el emperador Claudio (41-54) le desterró a Córcega por instigación de Mesalina, acusado de cometer adulterio con Julia Livila. En el destierro de Córcega permaneció nueve años. Durante su estancia en Córcega escribió varias obras: De constantia, De providentia, Consolatio ad matrem Helviam y Consolatio ad Polybium.

Intentó que se le levantara el destierro, en vano, adulando a un poderoso liberto de Claudio, lo que logró a la muerte de Mesalina, acaecida en el año 49. Séneca volvió a Roma, donde dominaba el ambiente intelectual, el grupo de los Anneos, que controlaba los dos círculos más importantes de la capital del Imperio, el de Séneca y el de L. Anneo Cornuto, oriundo de Leptis Magna, en África, maestro del satírico Persio; el año 55 alcanzó el consulado. Era de tendencia estoica. Escribió en lengua griega sobre las categorías de Aristóteles. Se conservan algunos fragmentos sobre Teología, en los que seguía fuentes estoicas; Centio fue la figura principal de este grupo, donde se discutían temas de ideología. Por estos años, sus ideas políticas evolucionaron y se volvió crítico con las ideas tradicionales. Su actividad política comenzó como preceptor de Nerón. Séneca demostró cierto carácter doble. A la muerte de Claudio, redactó el elogio fúnebre, que leyó Nerón, y al mismo tiempo escribió Apokolokyntosis, contra el difunto emperador, que le había desterrado. Fue el consejero de Nerón en política durante los cinco primeros años de este emperador, en compañía de Afranio Burro. Estos cinco años son los mejores del gobierno de Nerón. Muerto Afranio Burro, la influencia de Séneca decayó. Durante estos años influyó sobre el príncipe. Intentó con sus escritos crear una teoría del principado creado por Augusto como poder absoluto, sólo mitigado por la justicia y la clemencia. Durante estos cinco años toleró los crímenes mayores de Nerón, como los asesinatos de Agripina y de Británico, y se enriqueció continuamente.

En el año 62 se apartó definitivamente del gobierno, para dedicarse al estudio. El carácter de Séneca fue vacilante y contradictorio.

Fue un escritor prolífico. Parte de su obra se ha perdido.

Mezcló la carrera del hombre político con la del pensador. Al primer grupo de escritos, los ya citados redactados durante su destierro de Cerdeña, se pueden añadir: De constantia sapientis; de esta época serían los tratados perdidos De lapidum natura, De forma mundi y De motu terrarum, que indican que el filósofo tenía un interés grande en muchas y variadas cuestiones, muchas de ellas naturales. Durante los años que actuó como político, redactó: De clementia, De brevitate vitae y la Apokolokyntosis. De los últimos años de su vida, dedicado ya a la vida privada, se datan: De vita beata, De otio, De tranquillitate animi, De beneficiis, Naturales quaestiones y Ad Lucilium epistulae morales. Séneca escribió nueve tragedias de tema clásico para ser leídas y no representadas: Hercules furens, Hercules Oetaeus, Thyestes, Troades, Agamemnon, Phaedra, Medea, Phoenissae, y Oedipus. Se ha puesto en duda, sin razones suficientes, la atribución a Séneca de estas tragedias. No es suya, pero sí de círculos próximos a él la Praetexta Octavia. Un tratado dedicado a aspectos religiosos de Egipto, titulado De situ et sacris Aegyptorum, se ha perdido. Las tragedias, aunque no pueden competir en calidad literaria con las tragedias de los grandes trágicos griegos, Esquilo, Sófocles y Eurípides, son importantes por ser las únicas tragedias que se han conservado de toda la literatura latina. Las tragedias no son originales, al estar sacados los argumentos de los trágicos griegos. La estructura de estas tragedias es dramática, pero no deben ser nunca representadas. Tienen escenas escabrosas.

Séneca se vale de sus tragedias para expresar las ideas morales, que expone en los tratados.

Nunca hay que olvidar, al enjuiciar la obra de Séneca, que el cordobés pertenece al estoicismo medio, que es de carácter esencialmente moral. Por esta tendencia, el gran escritor cristiano, Tertuliano, consideraba a Séneca un cristiano, por sus ideas morales perfectamente aceptables para un cristiano, y no por la filosofía que estaba en la base del sistema filosófico estoico, que era en origen panteísta, materialista e inmanentista.

Séneca, en la pintura de los caracteres de los protagonistas de sus tragedias, demuestra una gran penetración psicológica. Ha pintado cuadros realmente dramáticos, a veces aislados y no relacionados con la acción principal. El autor, de los tres grandes clásicos griegos, sigue, generalmente a Eurípides, pero incorpora ideas filosóficas y, principalmente morales. Utiliza el coro para expresar sus ideas. Los personajes de las tragedias son griegos, pero están romanizados, lo que los hace mucho más atrayentes para los lectores.

Describe las torturas y tormentos propios de la etapa en que vivió, lo que da un aire de actualidad a sus tragedias.

La tragedia que lleva por título Agamemnon, se basa en el drama de Esquilo. Hercules furens, Medea, Phaedra y Thyestes, se inspiran en obras de Eurípides.

Algunos temas habían sido tratados ya por los literatos latinos, como Ennio en su Thyestes y Accio en el Atreus. El personaje del Agamenón había sido representado por Livio Andrónico en el Aegisthus, y por Accio en Clitemnestra. El Hercules furens tenía un precedente en la Metamorfosis de Ovidio y en las Epistulae Heroidum de este poeta. Medea en las Heroides de Ovidio y en un drama perdido de Curio Materno y de Lucano.

La filosofía de Séneca es la estoica, pero teñida de un fuerte carácter moralizante. Sigue el pensamiento de los grandes maestros estoicos, Zenón, Cleantes, Crisipo, Panecio y Posidonio, a los que no copia de una manera fiel, sino con gran libertad de interpretación.

La ética ocupa un lugar preeminente en su obra. Su influjo, grande en el cristianismo, se debía a su ética. Esta filosofía es la que otorga al hombre una norma de conducta, y le proporciona fidelidad y seguridad en la vida. Rechaza la importancia que Epicuro concede al placer. Sólo el estoicismo podía dar la felicidad al hombre, por su concepción del Logos en el mundo y en el microcosmos. Séneca trata en sus obras del conocimiento, pero siguiendo la filosofía estoica. El conocimiento arranca del alma, que transforma las sensaciones y los efectos en conocimiento.

Los impulsos perjudiciales deben ser evitados y transformados, mediante los criterios del Logos, para alcanzar la seguridad y la tranquilidad del alma. De este modo, el sabio se ve libre de efectos primarios, como los males, las pasiones y los terrores. En la obra de Séneca se encuentran sus concepciones sobre antropología, sobre física, sobre metafísica, sobre lógica, etc. Su interés por el conocimiento es muy amplio. La física, en el pensamiento del cordobés, es importante por apartar al hombre del temor ante los fenómenos de la naturaleza. Las Naturales quaestiones, obra ya de la vejez, proporciona una idea muy clara de su concepción física. Séneca está interesado en muy variados fenómenos naturales, como los terremotos, los rayos, las inundaciones, los cometas, las crecidas del Nilo, los vientos, el agua o los espejos. Sigue, de algún modo, al poeta Lucrecio, la principal fuente para el conocimiento del epicureísmo. Se interesó poco en la metafísica.

Descarta las variantes de la realidad. Distingue dos principios: uno activo y otro pasivo. Se plantea el problema de Dios, como había hecho el estoicismo desde sus orígenes. Acepta que Dios es el creador del universo, el conservador, y que dirige el mundo, pero el hombre no puede conocer a Dios. Admite la existencia de Dios, porque todo ser humano la admite, y porque la creencia en su existencia se encuentra en el corazón del hombre. Dios y la materia son aspectos diferentes de una materia primaria, que es causa de todo lo perecedero e imperfecto. Dios se manifiesta a todos los pueblos, pero de modo diferente. Dios es providente y un pneuma corporal. En la metafísica de Séneca, el tiempo desempeña un papel de primer orden. Séneca, en todos los aspectos se presenta muy estoico. Como seguidor del estoicismo medio, trata con especial detenimiento todo lo referente a la ética.

Es este campo el principal en el pensamiento del filósofo, y por lo que ha influido más en los siglos posteriores.

Se sintió atraído por el tema del matrimonio, y a él dedicó su primera obra de carácter filosófico.

A la muerte de Calígula escribió el De ira, siguiendo las ideas de Soción y de Posidonio, y su Ad Marciam de consolatione, para consolarla de la muerte de su esposo y de sus hijos. Durante el destierro en Córcega, redactó Ad matrem Helviam de consolatione, donde manifiesta un gran cariño por su madre, y sigue las normas de la retórica. En el Ad Polybium, se arrastra desvergonzadamente, adulando al emperador, ante el poderoso liberto Polibio, a fin de obtener el perdón del césar, y para que le levantara el destierro. Había considerado el destierro, no como un mal, que afectara negativamente al sabio. Pensaba ya en la brevedad de la vida humana. A su vuelta a Roma, cree que la vida no debe ser malgastada en vanidades, ni perderla.

El De clementia, lo compuso siendo preceptor de Nerón.

En este tratado explica su idea sobre el príncipe ideal y sobre el Imperio Romano. Presenta al príncipe las grandes ventajas de ser clemente. Para Séneca, el Estado depende de la voluntad del príncipe. Es el pensamiento teórico del autor. Predica un despotismo absoluto. Los súbditos no cuentan nada. En el De vita beata contestó a los duros ataques de que era objeto por su deseo de enriquecerse sin medida, llegando a amasar una fabulosa fortuna. En este tratado se plantea el problema de la riqueza, tema muy importante del momento, cuando había capitales fabulosos, bien descritos en el Satiricón de Petronio. Asienta el criterio de que la felicidad consiste en vivir de acuerdo con la naturaleza, no en disfrutar del placer. No es necesario al sabio rechazar la riqueza, que, como la salud, es una ventaja y sirve para practicar las virtudes, como hacer el bien. Predica no ser esclavo del dinero.

El filósofo adaptó sus ideas éticas a la situación en la que vivía en Roma. Después aceptó, en su tratado De tranquillitate animi, que la riqueza puede ser fuente de preocupación, pero estas ideas son ya de la época en que había perdido el favor de Nerón y oteaba en el horizonte algún peligro mortal para su persona. Defendió que la actividad política era una obligación de todo ciudadano, pero se vio obligado a retirarse a la vida privada.

En esta última etapa de su vida, en el tratado De otio, defiende ideas estoicas. El ocio era provechoso a la humanidad. Revisa los conceptos de ocio de los estoicos y de los epicúreos. Durante los años del retiro de la actividad política, la labor intelectual de Séneca es asombrosa. Continuó interesándose por la ética, pero también por la naturaleza, tema este último siempre querido por el filósofo. En el tratado De beneficiis, se plantea el problema del buen obrar.

Es una de las obras más importantes y significativas de este autor, no sólo desde el aspecto de la ética, sino como documento histórico. La tarea más noble y humana es ayudar al necesitado. En este tratado expresa la idea de que la verdadera patria del hombre es el mundo entero. Se siente ciudadano del mundo. Es cosmopolita. El árbitro de la conducta humana es la conciencia. Esta importancia de la conciencia arranca de ideas expuestas por Epicuro, por Panecio y por Filón de Alejandría. Alcanzaría después gran importancia en el cristianismo. Séneca relaciona la moral con la autoformación del hombre y con la educación de la voluntad. Las Epistulae morales están dirigidas a su amigo Lucilio, que deseaba instruirse. Los temas tratados en las Cartas, estaban ya abordados en los tratados.

El estilo es sencillo y epistolar. Séneca se planteó el problema de la muerte y de la supervivencia ultraterrena, y de la desaparición. El tema de la muerte está frecuentemente tratado en las Cartas a Lucilio. A veces, parece dudar de una pervivencia después de la muerte. Con este problema va unido el derecho del hombre a quitarse la vida, tema importante para el romano. Admite el suicidio en caso de que la vida no sea útil para el prójimo o que la vida sea insoportable.

Los últimos años de su vida, del 62 ó 63 al 65, Séneca los pasó apartado de la vida pública, dedicado a redactar su obra y a la meditación. Estos años dictó a su secretario las Cartas a Lucilio, de las que dio a conocer los primeros volúmenes. Debió de llevar una intensa vida interior. Se encerró en la soledad de su casa, dedicado a la lectura y a pensar. Se consagró a difundir la sabiduría y su pensamiento a través de las Cartas que escribe a su amigo. Las cartas serían la obra de su vida. Séneca, de anticesariano, pasó a antineroniano.

En estos últimos años no podrá ser otra cosa que un filósofo, al apartarse de la vida política. Ni siquiera asistió al foro, ni recibió clientes. Escribió que abandonó el foro y el senado para dedicarse a una empresa de mayor envergadura. En la Carta 14 se pregunta si el sabio debe mezclarse en los asuntos públicos.

Los estoicos, entre los que Séneca se colocaba, se excluyeron de toda actividad política. Cultivaron su vida privada, y estuvieron ciegos para ser los legisladores de la condición humana, evitando el provocar al que sea más poderoso que ellos. Esta conducta en su tratado De tranquillitate animi, la atribuyó Séneca a Sócrates, cuando todo el mundo temblaba ante los treinta tiranos, y sólo Sócrates era un hombre libre.

A Séneca no le quedó otra posibilidad que la protesta silenciosa. La política sólo era el privilegio de la clase dirigente. La Carta 73 es una carta abierta dirigida a Nerón. Comienza con una frase escandalosa, que Nerón ha hecho reinar la paz y la libertad, y que los filósofos son los más mimados de los ciudadanos. Séneca estima que los que se dedican a la filosofía no pueden ser rebeldes ni despreciar a los magistrados, ni a las autoridades legítimas, todo lo contrario, nadie debía ser más reverente a las autoridades. Se declara leal hacia un soberano anónimo defensor de la patria. La sola ambición de los filósofos es, gracias a la paz, consagrarse al ocio epistolar. Los filósofos son más agradecidos que el resto de los ciudadanos, porque su ocupación es más preciosa que la de los otros hombres, al consagrarse al estudio de la filosofía, que es el mayor de los bienes posibles. Esto va dirigido a Nerón, enemigo de la filosofía. Séneca afirma que los filósofos, cuando se consagran a su vida interior, se dedican a los asuntos de todo el género humano y no se encierran en su torre de marfil. La Carta 73 intenta desarmar la hostilidad de Nerón para que Séneca pueda propagar la simiente de la verdad, a pesar del despotismo ideológico. No hay que provocar al tirano, pero no hay que poner la verdad debajo del celemín. P. Veyne, que ha profundizado como ningún otro investigador en el pensamiento de Séneca, señala que las Cartas a Lucilio son un texto de oposición.

Las Cartas están muy apartadas de los sucesos del momento. No se lee en ellas ni una palabra sobre el incendio de Roma.

Séneca condenó “el celo inútil de los cínicos”. Uno de ellos, Isidoros, apostrofa a Nerón en público. Existen otros procedimientos de despertar las conciencias.

Es lógico no provocar la cólera de los poderosos.

Existen métodos preferibles, y uno de ellos es que la vida es preferible a la muerte. La virtud consiste en cumplir sus funciones y ayudar a los hombres a que se ayuden a sí mismos. La verdadera prudencia es lo contrario de la cobardía. La prudencia virtuosa no provoca nunca al tirano, pero no cede ante él. Alaba el ejemplo de Teodoro de Cirene, teórico del placer, que desafió las amenazas del dictador y de sus verdugos.

La virtud está al servicio del prójimo, pero se puede servir al prójimo de muchas maneras. Toda acción virtuosa sirve al prójimo. Es un pensamiento estoico. Séneca sigue al estoicismo antiguo. El sabio participará en los asuntos públicos, según que pueda actuar virtuosamente o no. Si pierde el tiempo dedicándose a la política, se encerrará en el ocio y se dedicará a progresar en la sabiduría. Servirá a sus semejantes por el ejemplo que dará su conducta. Séneca trabajó para el bien de la comunidad. No desconocía que se hacía sospechoso a Nerón, y más aún por ser estoico. Él conocía que con la Carta 70 se programaba su futuro suicidio. Para sufrir menos, los senadores condenados a muerte o simplemente acusados, preferían prevenir el suplicio. La ejecución de la condena estaba confiada a los lictores, que los decapitaban enseguida. Otras veces, se encargaba de la ejecución un oficial con la espada. En el año 64, el senador Silano, fue el primero en abrirse las venas.

Por este tiempo, Séneca se planteó en la Carta 70, si es ceder al miedo, anticiparse al suplicio en lugar de esperarlo tranquilamente, y si es condenable hacer el trabajo del verdugo. Cree que es una cuestión personal y que la opinión pública no tiene por qué mezclarse en este asunto. En las Cartas a Lucilio está presente la idea de una muerte probable. Este asunto es muy importante para Séneca. Está muy preocupado por el eco que su suicidio tendría en la opinión pública. No faltarán los críticos, cualquiera que sea el procedimiento seguido, el hierro o el veneno, el suplicio o el suicidio. Supone que los críticos le reprocharán su debilidad. Uno dirá que le ha faltado coraje, otro que ha obrado precipitadamente, y un tercero, que se habría podido seguir un procedimiento más viril.

Probablemente, cuando Séneca escribió esta carta, había elegido ya una muerte dulce, y anticiparse al verdugo. Tenía preparada la cicuta. La Carta 70 está dedicada a la apología del suicidio: la cicuta proporciona una muerte menos dolorosa que el verdugo. La Carta 77 describe un suicidio lento. Nerón, durante mucho tiempo no asesinó a los filósofos estoicos, a los que despreciaba. Los asesinados eran más bien hasta el año 65, por razones fiscales, para apoderarse de sus bienes. La conjura de Nerón era otra cosa. Los asesinatos fueron numerosos. La única alternativa era el regicidio. En el año 65, los conjurados querían asesinar a Nerón y poner en el trono a un hombre, Pisón, amigo de las artes. Séneca no estaba entre los conjurados, que eran, la mayoría, senadores, nobles, miembros de la guardia imperial y un comandante en jefe. Se planeó apuñalar a Nerón en el circo, durante las carreras de carros. La conjuración fracasó.

Nerón dirigió la represión, apoyado en los guardias que le eran fieles. Los conjurados habían planeado entrar en contacto con Séneca. Su nombre circuló entre los conjurados. Algunos habían planeado asesinar a Pisón, y llevar al trono imperial a Séneca. Se desconocen los motivos por los que ni Séneca, ni el antiguo preceptor Thraseas, participaron en la conjura.

Séneca había participado en el regicidio, cuando el soberano no respetaba el contrato social. Los deberes de la comunidad, escribió, están por encima de los del individuo. El déspota no se corrige. La muerte debía se considerada como un remedio, pues este hombre nunca llegará a la salud mental, escribió Séneca en el De beneficiis, VII. 20.

En los escritos, Séneca alude de pasada a sucesos de Hispania, como la derrota de los cimbrios por los celtíberos (De ira, I); a la circunvalación por P. Cornelio Escipión Emiliano de Numancia (Dial., III. 11.7); a una carta de Cicerón (De brevitate vitae, X. 5. 2); el parentesco entre los cántabros y los corsos (Dial., XII. 7. 9); a la concesión de la inmunidad por Claudio a los hispanos (De beneficiis, VI. 19. 2); a la guerra entre Sertorio y Pompeyo (Ad Lucilium Ep., 94. 64), y algunas otras de menor importancia.

Séneca alcanzó en sus tratados un lenguaje filosófico.

En este aspecto continuó la obra comenzada por Cicerón. Utilizó muchos términos griegos y tomados de la vida corriente, a los que dio nuevos significados.

Séneca no fue favorable a los judíos. No se conoce su actitud ante los cristianos. La correspondencia entre Pablo y Séneca es una burda falsificación del siglo V.

Se conocen bien los últimos momentos de la vida de Séneca, gracias al historiador Tácito (Ann., XV. 61- 64). El gran historiador de Roma, escribió que la muerte de Anneo Séneca fue especialmente grata a Nerón, no porque le creyera implicado en la conjura de Pisón, pues sólo uno le nombró entre los conjurados.

Séneca se encontraba enfermo. Le ordenó al tribuno de una cohorte pretoria que fuera a visitarle a Campania, donde se encontraba en una casa de campo.

El tribuno le visitó al caer la tarde, rodeó la casa con los soldados y le comunicó el mandato del emperador de que se suicidara. Séneca se encontraba sentado a la mesa, en compañía de su esposa Pompeia Paulina y de dos amigos. El tribuno no percibió ningún signo de temor ni de tristeza en su rostro. Se le ordenó suicidarse. Séneca pidió las tablillas de su testamento, lo que le negó el tribuno. A sus amigos les comunicó que, ya que se les prohibía agradecerles el afecto que le habían demostrado, les regalara lo más hermoso que poseía: la imagen de su vida. Si se acuerdan de ella, obtendrían la reputación de hombres virtuosos, como premio de la amistad. Les preguntó tranquilamente dónde se encontraban los preceptos de la filosofía, dónde los razonamientos tantas veces meditados ente el destino. Acusó a Nerón de asesinar a su madre y a su hermano. A continuación, abrazó a su esposa y le rogó que modelase su dolor, y que en la contemplación de una vida transcurrida en la virtud, se acomodase a soportar la añoranza del marido. Ella le respondió que estaba determinada a morir y reclamó al ejecutor de la muerte. Séneca, dirigiéndose a su esposa, le dijo que él le había enseñado los aspectos agradables de la vida, pero que ella prefería el honor de la muerte. Después se abrieron las venas. A Séneca, debilitado por la vejez y la poca comida, la sangre fluyó lentamente. Se abrió las venas de los muslos. Intentó persuadir a su esposa, que se retirara a otra habitación, para no quebrantar su ánimo con su dolor. Antes de morir, llamó a los secretarios y les dictó unas líneas. Nerón, que no guardaba odio particular a la esposa, ordenó que se le impidiera suicidarse. Por sugerencia de los soldados, los libertos y los esclavos ligaron las venas de los brazos cortando la hemorragia. Pompeia Paulina vivió unos años más (Tácito, Annales 15, 64, 2), recordando a su esposo.

Séneca, conociendo que la llegada de la muerte se alargaba, se dirigió a su amigo y médico de absoluta confianza, Estacio Anneo, para que le proporcionase un veneno que tenía preparado, la cicuta, con la que murió Sócrates, veneno que no surtió efecto. Se introdujo en un baño de agua caliente, y ofreció a Júpiter Liberador una libación. Los vapores del agua caliente asfixiaron a Séneca. Su cuerpo fue incinerado, sin celebrarse el funeral. La muerte de Séneca se ajustó a lo que había defendido en vida.

El impacto del pensamiento de Séneca fue grande en los escritores cristianos de los primeros siglos. Su influjo está patente en la primera Apología cristiana redactada en latín, la del abogado Minucio Félix, que vivió en la segunda mitad del siglo II; en el teólogo romano Novaciano, en su tratado Sobre los alimentos de los judíos, escrito, quizás, hacia el año 253. Tertuliano, en su tratado sobre El testimonio del alma, deduce el conocimiento de Dios, del macrocosmos y del microcosmos, siguiendo a Séneca, y a otros como Crisipo, Posidonio y Filón. Tertuliano, en su tratado Sobre el alma, redactado entre los años 210-213, admite el influjo de los filósofos, principalmente de Séneca. El tratado Sobre la muerte de Cipriano, obispo de Cartago, escrito con ocasión de la peste que asoló el norte de África el año 252, contiene muchos elementos sacados de la filosofía estoica, principalmente de Séneca.

Séneca fue muy leído en el Renacimiento español.

Alonso de Cartagena tradujo Cinco libros de Séneca, 1491, 1510 y 1530. Pero Díaz de Toledo tradujo las Epístolas de Lucilio y los Proverbios, de cuya traducción se hicieron muchas ediciones en los siglos XV y XVI. Se considera la filosofía de Séneca una preparación para la imitación de Cristo. El gran humanista Vives, recomendaba a sus discípulos leer a Séneca. El Scholastico de Villalón acusa el influjo del filósofo cordobés. En el siglo XVII, el pensamiento de Séneca influyó fuertemente en el de Quevedo. P. Fernández Navarrete tradujo varios tratados. El influjo senequista se rastrea en Saavedra Fajardo. Séneca era igualmente leído en la América española, México, como lo prueba que en una lista de libros de 1533, figuran los Proverbios y las Epístolas. Baltasar Jorge Valdés, muerto en 1545, entre los libros que llevaba consigo, se encontraban las Epístolas de Séneca.

En la segunda mitad del siglo XX, el pensamiento de Séneca continúa siendo objeto de estudio. Baste recordar los trabajos de A. Blanco, P. Veyne, P. Grimal, E. R. Chaumartin, J. Fillion-Lahille, B. Mortureux, J. M. André, G. Mazzoli, I. Dionigi, M. Lausberg y J. M. Rist, etc.

 

Obras de~: Diálogos (Sobre la ira [c. 37-41. De ira], Consolación a Marcia [c. 37-41. Consolatio ad Marciam], Consolación a Polibio [c. 41-49. Consolatio ad Polybium], Consolación a Helvia [c. 41-49. Consolatio ad Helviam matrem], Sobre la firmeza del sabio [c. 49-59. De constantia sapientis], Sobre la felicidad [c. 49-59. De vita beata], Sobre el ocio [c. 49-59. De otio], Sobre la serenidad [c. 49-59. De tranquillutate animi], Sobre la brevedad de la vida [c. 49-59. De brevitate vitae], Sobre la providencia [c. 37-65. De providentia]; ed. de C. Codoñer, Madrid, Tecnos, 2006).

Tragedias: Hércules loco [Hercules furens], Hércules en el Etna [Hercules Oetaeus], Tiestes [Thyestes], Las Troyanas [Troades], Agamenón [Agamemno], Fedra [Phaedra], Medea, Octavia, Las fenicias [Phoenissae], Edipo [Oedipus] ed. de C. Codoñer, Madrid, Gredos, 1997-1999, vol. I-II).

Tratados: Sobre la clemencia [c. 49-59. De clementia], Sobre los beneficios [c. 49-59. De beneficiis] Otras obras: Apocoloquintosis o Ludus de morte Claudii (c. 54; ed. J. Mariné, Madrid, Gredos, 1996); Cuestiones naturales (c. 59-65. Naturales quaestiones); Epístolas morales a Lucilio (c. 59-65; Ad Lucilium epistulae morales; ed. de I. Roca, Madrid, Gredos, vol. 1-II, 1986 y 1989).

Textos perdidos y fragmentarios: Sobre la vida de mi padre [De vita patris], Sobre los empleos [De officiis], Sobre la superstición [De superstitione], Sobre el matrimonio [De matrimonio], Sobre la naturaleza de las piedras [De lapidum natura], Sobre la naturaleza de los peces [De piscium natura], Sobre la forma del mundo [De forma mundi], Sobre los terremotos [De motu terrarum], De remediis fortuitorum, Sobre el Nilo [De Nilo], Sobre el lugar de la India [De situ Indiae], Sobre el lugar y la religión de los egipcios [De situ et sacris Aegyptiorum].

 

Bibl.: A. Stein, Prosopographia Imperii Romani saec. I, II, III. Editio altera (PIR²), Pars I, Berlin - Leipzig, Walter de Gruyter, 1933, n.º A 617; R. Grosse, Las fuentes desde César hasta el siglo v de J.C., Barcelona, Universidad, 1959; W. Trillitzsch, Seneca im literarischen Urteil der Antike. Darstellung und Sammlung der Zeugnisse, Amsterdam, A. M. Hakkert, 1971; M. T. Griffin, Seneca. A Philosopher in politics, Oxford, Clarendon Press, 1976; C. Codoñer, “Los escritores paganos” en Historia de España. II.2. España Romana, Madrid, Espasa Calpe, 1982, págs. 490-500, 520-521; Chaumartin, “Quarante ans de recherche sur les oeuvres philosophiques de Sénèque (Bibliographie 1945-1985)”, en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt II.36.3, Berlin, Walter de Gruyter, 1992, págs. 1545-1605; K. Wachtel, Prosopographia Imperii Romani saec. I, II, III. Editio altera (PIR²), Pars VI, Berlin, Walter de Gruyter, 1998, pág. 299, n.º P 678 (Pompeia Paulina); B. Inwood, “God and Human Knowledge in Seneca’s Natural Questions”, en Proceedings of the Boston Area Colloquium in Ancient Philosophy 14, 1998, págs. 23-43; Id., “The Will in Seneca the Younger”, en Classical Philology, 95.1 (2000), págs. 44-60; J. Mangas, Séneca o el poder de la cultura, Madrid, Debate, 2001; P. Fedeli, Sciencia y cultura morale in Seneca, Bari, Edipuglia, 2001; P. Veyne, Seneca: The life of a stoic, Londres-New York, Routledge, 2003.

 

José María Blázquez

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