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Ignacio Arámburu Cendoya

Biografía

Arámburu Cendoya, Ignacio. Bilbao (Vizcaya), 30.VII.1905 – Madrid, 6.V.1968. Vicario general de la Orden de San Agustín (OSA) e historiador.

Fueron sus padres José y María, guipuzcoanos de Villafranca y Tolosa, afincados en Bilbao, donde vio la luz su hijo Ignacio el 30 de julio de 1905. Aunque parroquianos de San Francisco, aquel niño formal y despejado comenzó a ejercer de acólito en la iglesia que los agustinos regentaban en el centro bilbaíno, de ahí su ingreso en la Orden agustiniana, que tuvo lugar el 22 de agosto de 1920 con la toma de hábito en el Real Colegio Seminario de Valladolid. Ya profeso de votos temporales, prosiguió los estudios eclesiásticos en Valladolid y en La Vid. De aquí pasó al Colegio Internacional de Santa Mónica en Roma, donde se ordenó el 29 de julio de 1928.

Concluida la carrera eclesiástica en 1929, ese mismo año inauguró la Scuola di Paleografia e Diplomatica del Vaticano y obtuvo en 1931 el diploma de archivero, y en 1958 fue uno de los fundadores de la Asociación de Archiveros Eclesiásticos en Roma. Desde 1931 hasta 1934 frecuentó las aulas de la Universidad de Würzburg (Alemania), donde amplió su formación.

Los superiores españoles habían pensado en él para el cargo de bibliotecario de Valladolid; sin embargo, Ignacio tuvo que acudir a Roma, solicitado por el general de la Orden, que pronto le nombró subsecretario (25 de diciembre de 1936) y archivero general de la Orden (1937). Durante esta época ayudó en la edición de la revista Analecta Augustiniana y se licenció en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana (1937). Fueron años fecundos, además, en la catalogación de los registros de generales y la confección de ficheros en el archivo de la curia generalicia. A mediados de 1943 regresó a España como secretario del asistente general padre Mariano Rodríguez, y las circunstancias bélicas mundiales demoraron su regreso a la urbe. Mientras tanto se empleó en ordenar y catalogar la biblioteca de Valladolid. Finalmente, con un visado alemán, regresó a Roma nuevamente requerido por la obediencia. Por segunda vez se frustraba su nombramiento como librero. Entonces, Valladolid perdió un bibliotecario, pero ganó un proveedor, pues fueron muchos los volúmenes que envió a España fruto de sus asiduas visitas a las librerías y los mercados de viejo, principalmente de la Piazza Navona.

En el Capítulo General de 1947 fue elegido secretario general y en el de 1953 nombrado procurador general de la Orden. En octubre de 1958 falleció el superior general de la Orden agustiniana y fue nombrado vicario general. Fueron tiempos difíciles para quien “no conocía la duplicidad ni el equívoco, tenía un noble sentido de la justicia y de la claridad”.

Tiempos en que se fue “cargando de merecimientos y de sufrimientos”. Como vicario general convocó el Capítulo de la Orden en 1959. “Ajeno por lealtad a estrategias electorales, desdeñó hacer política y aprovecharse de su posición en propio favor. Dado que consideraba el gobierno no como meta de ambición, sino como responsabilidad de servicio, llamó siempre al pan, pan y al vino, vino. Y a quien le hizo observar que tal sistema podía comprometer su casi cierta elección a general, un día, en presencia mía —testimoniaba el padre Angelini— respondió tranquilo: ‘Quid a me? Mi conciencia no me impone llegar a general, sino ser limpio’. Y no fue General.” Tras treinta años alejado de sus estudios, en 1959 se vio libre de cargos, que no de honores, pudiendo retomar entonces sus investigaciones históricas. Volvió a ser peregrino por archivos y bibliotecas y a publicar sus trabajos principalmente en la revista Archivo Agustiniano, de la que fue director (1962-1965), pero también rubricó entradas en el Dictionnaire de Spiritualité, en la Gran Enciclopedia Rialp y en el Diccionario de Historia Eclesiástica de España. Uno de sus mejores trabajos versó sobre la biografía del agustino fray Diego de Zúñiga, “reduciendo a polvo los castillos levantados por el padre Conrado Muiños y otros, al querer desdoblar la persona de fray Diego de Zúñiga, introduciendo un fray Diego Rodríguez, alias Zúñiga, con el fin de librar del papel odioso de acusador de su hermano en religión, fray Luis, en el proceso de la Inquisición”.

Incansable en su trabajo y actividad, le sorprendió la muerte en Madrid el 6 de mayo de 1968. Sus restos descansan en el cementerio de la Almudena.

 

Obras de ~: Las primitivas Constituciones de los Agustinos, Valladolid, Archivo Agustiniano, 1966, págs. 192 y ss.

 

Bibl.: I. Rodríguez, Historia de la Provincia Agustiniana del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas, vol. I, Manila, 1965, pág. 35; A. Trapè, “Revmum. padre Ignatium Aramburu Cendoya”, en Acta Ordinis, 13 (1968), págs. 149-150; Casiciaco, 239 (1968), págs. 216-234; I. Rodríguez y J. Álvarez, Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1996, pág. 301.

 

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA

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