Sáez Sánchez,
Nacido en el seno de una familia de clase media, fueron sus padres Emilio Sáez López, procurador de los Tribunales, y Encarnación Sánchez Caparrós. Cursó estudios de Bachillerato en el Colegio “Cervantes” de su ciudad natal, matriculándose en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad igualmente murciana en 1933.
Movilizado para el Ejército republicano durante la Guerra Civil, pudo reintegrarse prontamente desde Francia a su tierra y hogar familiar apenas concluida la contienda.
Inexistente en la Facultad de su región la Sección de Historia, se matriculó y coronó sus estudios de Licenciatura en la Universidad de Madrid en 1940. Coincidió en ella con el joven catedrático Santiago Montero Díaz, que le distinguiera en la primera de dichas sedes y que, trasladado a su vez a Madrid, continuó guiando con su ejemplo y sus consejos los primeros pasos de licenciatura y ejercicio profesional de su discípulo. Incorporado éste como ayudante de clases prácticas (gratuito) al corpus universitario, obtuvo una modestísima beca del entonces recientemente creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (acaso la primera adjudicada por este nuevo organismo, sucesor de la antigua Junta para Ampliación de Estudios) que le permitió completar los tampoco cuantiosos recursos que brindaba en la capital la práctica de la enseñanza secundaria privada.
Una primera etapa de producción científica se centró profundamente en el estudio paleográfico e interpretativo de la más antigua (y ardua) documentación alto-medieval de nuestra historia, lo que le permitió publicar, bajo el modesto título de “Los ascendientes de San Rosendo” (1948) todo un modelo y un campo de trabajo —por trabajar— sobre los incipientes reinos cristianos peninsulares. Dentro de este campo de la diplomática altomedieval hispana, destaca la tesis doctoral constituida por Colección Diplomática del monasterio de Celanova (Orense) que, bajo la dirección del profesor Antonio de la Torre y del Cerro, obtendría el Premio Extraordinario de la Universidad de Madrid en 1948, y que, aunque inédita en su integridad durante muchos años, no dejó de brindar enorme cantidad de datos, noticias, precisiones y rectificaciones al mundo del altomedievalismo español gracias a la generosidad de su autor, quien nunca negó respuesta a cada consulta de cualquier maestro o colega en la materia. Hasta el punto de facilitar algunas piezas íntegras solicitadas por Claudio Sánchez-Albornoz desde su retirado departamento de la Universidad de Buenos Aires.
Numerosas transcripciones de enrevesados o diáfanos textos jurídico-económico-sociales fueron incrementando numéricamente las publicaciones del joven autor, recogidas fundamentalmente en revistas eruditas, tales como Anuario de Historia del Derecho Español, Revista de Trabajo, Revista Portuguesa de Historia, y otras de ámbito regional y extranjeras.
Tal experiencia le valió con el tiempo el reconocimiento (por cierto, no expreso) de la autoría en colaboración con otros especialistas nacionales, de las Normas de transcripción y edición de textos y documentos, máxima autoridad académica respaldada por su edición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1944) y la vicepresidencia del Bureau de la Commision Internationale de Diplomatique (1970).
En cuanto al contenido de esta prolijidad, basta pasar la vista sobre la lista de los títulos de cada una de las producciones para apreciar el valor individual y colectivo de las plurales y trascendentes aportaciones a no pocos campos del mundo de las instituciones. Privilegios reales, cartas de población, ordenamientos y ordenanzas locales y gremiales, cronologías, personajes (regios, señoriales, eclesiásticos —sobre todo—, monacales)... Temática que llega a adensarse en algunos puntos convirtiéndose en verdaderos tratados sobre la correspondiente materia. Así, la familiaridad con los fueros locales: los de San Julián y Villamuriel (Palencia) (1944), Puebla de Alcocer y Yébenes (Toledo) (1947), Coria (1949); pero, sobre todo, Sepúlveda (1953), cuya edición crítica, Apéndice Documental y posterior Colección Diplomática (1956) llena todo un capítulo tanto de trascendencia histórica como heurística.
Y más aún, el tratamiento de figura, tiempo y obra de personajes tales como la del cardenal español don Gil de Albornoz, objetivo que sobrevivió, finalmente, a su promotor (secundado por cierto en este caso, por uno de sus más fieles discípulos y colaboradores, el malogrado profesor José Trenchs Odena), dejando abierta la coronación de la tarea al equipo expresamente constituido para ultimar la empresa. Primeros pilares de ésta son: Diplomatario del Cardenal Gil de Albornoz. I. Chancillería pontificia (1351-1353) (1976); “La etapa española de D. Gil de Albornoz (1302-1336)” (1979); y Diplomatario del Cardenal Gil de Albornoz. II Chancillería Pontificia (1354-1356), (1981).
Un sólido baluarte de medievalismo quedó constituido en Barcelona, gracias al profesor Sáez y a la síntesis de la Escuela de Estudios Medievales (luego Instituto Milá i Fontanals) por parte del CSIC y el Departamento de Historia Medieval de la Facultad barcelonesa; fuentes una y otra de copiosa producción de catedráticos, profesores e investigadores especializados, a cuyo servicio surgió toda una biblioteca que podría denominarse monográfica. Además del que fue y es órgano, la revista Anuario de Estudios Medievales, nacido en 1964, y es portador, no sólo de la producción de los miembros de la mencionada síntesis, sino también sirve de cauce a toda clase de colaboradores dignos de ella —nacionales e internacionales— así como de objeto de intercambio con semejantes producciones de toda procedencia.
Tan completa estructura fue susceptible de subsistir dúplice de facto tras el traslado del profesor Sáez a la Universidad Complutense de Madrid y aún después de su jubilación por razón de edad.
“Responsable” ha sido el profesor
A su capacidad organizadora corresponde la cifra de hasta dieciséis Congresos por él promovidos e intensamente estructurados y coronados en todos sus aspectos desde los científicos (temáticos, selectivos, editoriales de sus actas) hasta los burocráticos y hasta financieros. Hay que destacar con carácter meramente ejemplar los conmemorativos de La fundación de la Orden de Santiago (1971), itinerante por las ciudades de Madrid, Uclés, Valladolid, Salamanca, Tomar y Lisboa; y el memorable del VII Centenario de la muerte de Alfonso X el Sabio (1984), conductor de sus participantes por Madrid, Toledo, Ciudad Real, Murcia, Granada, Sevilla, Puerto de Santa María y Córdoba. Su presencia y participación en la mayor parte de congresos nacionales e internacionales de materia medieval celebrados durante la época de su profesión activa, puede decirse que le mantuvieron por huésped. De su relación personal con la mayoría de los profesores universitarios de las principales Universidades de Europa y América (especialmente las portuguesas, italianas, norteamericanas, etc.), incluidas las ubicadas en ciudades de las entonces denominadas “de tras el telón de acero”, derivaron interesantes intercambios, tanto de publicaciones como de personas. No pocos colegas docentes y estudiantes españoles disfrutaron de la capacidad de conocer y beneficiarse de trabajos en Archivos y cursos extranjeros beneficiosos para sus respectivos trabajos.
Una de las principales iniciativas bien favorables para la dispersa colectividad medievalista de España fue la esforzada creación de la Sociedad Española de Estudios Medievales, culminada con su reconocimiento legal en 1983, y que acogió desde su fundación más de quinientos socios (catedráticos, profesores, archiveros, escritores, estudiosos y estudiantes, etc,) a los que desde su agrupación hasta su muerte presidió por permanente elección general su fundador. Un boletín anual, Medievalismo, mantiene desde 1991 la intercomunicación de sus afiliados, ratificada y experimentada además por las anuales asambleas, celebradas siempre en distinta localidad de sucesivos distritos universitarios.
Un último e inconcluso esfuerzo consagró el catedrático e historiador Emilio Sáez Sánchez en pro del actual medievalismo español, valga la expresión aplicada al conocimiento de la publicística sobre la materia aparecida en torno a los años que pudieran denominarse “contemporáneos” o coetáneos de la convivencia y producción de unas tres generaciones. Se trata del Repertorio de Medievalismo Hispánico que entre los años de 1976 a 1985 vieron la luz editorial conteniendo la catalogación de los libros, artículos o discursos etc. que se publicaron no sólo en España sino sobre la historia medieval del medievo español. Al frente de su fiel y eficaz equipo de colaboradores, 33.607 entradas de otros tantos testimonios bibliográficos colmaron las 2492 páginas componentes de los cuatro volúmenes aparecidos. El autor —director— preparaba un quinto volumen que pusiese al día los datos complementarios que hasta la fecha de la propia edición siguiente permitiese. No hubo tal fecha. El 25 de abril de 1988 Emilio Sáez regresaba a Madrid luego de haber pronunciado una conferencia en Santiago de Compostela. Un accidente automovilístico le afectó pasiva, pero contundentemente, ocasionándole la muerte días después (7 de mayo). Bien puede decirse que la circunstancia de su fallecimiento poseyó las dos causas que más intensamente caracterizaron su vida: el trabajo y el viaje.
Obras de ~: “Fueros de San Julián y Villamuriel (Palencia)”, en Anuario de Historia del Derecho Español (AHDE), XV (1944), págs. 557-563; “Fueros de Puebla de Alcocer y Yébenes”, en AHDE, XVIII (1947), págs. 432-441; “Los ascendientes de San Rosendo. Notas para el estudio de la monarquía astur-leonesa durante los siglos IX-X”, en Hispania, VIII (1948), págs. 3-76 y 179-233; El Fuero de Coria. Trascripción y fijación del texto, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1949; Los Fueros de Sepúlveda. Edición crítica y apéndice documental, Segovia-Pamplona, Excma. Diputación Provincial de Segovia, 1953; Colección Diplomática de Sepúlveda, I (706-1454), Segovia-Pamplona, Excma. Diputación Provincial de Segovia, 1956; “Elementos constitutivos del español. Fuentes Históricas”, en Enciclopedia Lingüística Hispánica, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1966, págs. 393-446; et al., Diplomatario del Cardenal Gil de Albornoz. I. Chancillería Pontificia (1351-1353), Barcelona, CSIC, 1976; con J. Trenchs y C. Bañares, “La etapa española de don Gil de Albornoz, I (1302-1336)”, en E. Verdera y Tuells (ed. y pról.), El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, Real Colegio de España, 1979, págs. 7-35; et al., Diplomatario del Cardenal Gil de Albornoz II. Chancillería Pontificia (1354-1356), Barcelona, CSIC, 1981; Advocaciones religiosas en la Barcelona altomedieval (siglos IX-XII), Barcelona, CSIC, 1976; con M. Rosell y M.ª L. Jimeno, Repertorio de Medievalismo Hispánico, Barcelona, El Albir, 1976-1985, 4 vols.; Colección Documental del Archivo de la Catedral de León (775-1230). I (775-952), León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro” - Caja de Ahorros y Monte de Piedad - Archivo Histórico Diocesano, 1987.
Bibl.: E. Benito Ruano, “Profesor Doctor Don
Eloy Benito Ruano