Sobremonte, Rafael de. Marqués de Sobremonte (III). Sevilla, 27.XI.1745 – Cádiz, 14.I.1827. Virrey del Río de la Plata.
Nacido en el seno de una familia nobiliaria, su padre fue Raimundo de Sobremonte, reputado militar, magistrado, oidor de la Audiencia de Sevilla y caballero de la Real Orden de Carlos III. El futuro virrey ingresó, como era norma general, muy joven en el Ejército, el 1 de septiembre de 1759, sirviendo primeramente como cadete de las Reales Guardias Españolas. En 1761 había ya ascendido al grado de teniente pasando de guarnición a América, y siendo trasladado a la importante ciudad de Cartagena de Indias. Allí estuvo sirviendo junto a su tío el brigadier José Antonio Bravo de Sobremonte quien en marzo de 1761 recibió la merced de título de Castilla de marqués de Sobremonte. Al morir éste en 1767, pasó el título a su hermano Raimundo de quien lo heredaría más tarde Rafael.
Estuvo presente en diversas comisiones hasta que fue trasladado a Ceuta en 1764 debido a su delicado estado de salud, donde sirvió como agregado del Regimiento de Victoria. El 4 de abril de 1769 fue ascendido a capitán del mismo regimiento pasando muy poco tiempo después con sus tropas a la isla de Puerto Rico, donde estuvo en diversas funciones militares durante cinco años. La muerte de su padre le llevó a España siendo trasladado en 1776, donde trabajó para la Secretaría de Inspección General de Infantería, cargo que desempeñó por espacio de sólo tres meses.
Un año antes había ascendido a sargento mayor y a finales de 1776 fue ascendido nuevamente a teniente coronel.
Por Real Despacho de 29 de enero de 1779, fue nombrado secretario del Virreinato del Río de la Plata, siendo el virrey Juan José Vértiz. Solicitó del virrey un ascenso a teniente coronel, grado que le fue concedido por despacho de 23 de junio de 1780. Su buena disposición para el trabajo y sus innegables dotes como administrador le granjearon la amistad del virrey, quien llegó a proponerle en enero de 1781 para la futura intendencia de Salta. El 4 de noviembre de 1783 fue ascendido a coronel al tiempo que se le otorgó el mandato político y militar de la provincia e intendencia de Córdoba, donde dio nuevamente pruebas de sus buenas cualidades como gestor y administrador. El 7 de noviembre de 1784, después de un largo viaje a la capital de su intendencia, ocupó oficialmente el cargo.
Realizó, como por otra parte era preceptivo según las Ordenanzas de Intendencia de 1782, un viaje de exploración y visita que le llevó la práctica totalidad de 1785.
Fruto de esta primera visita fue un elaborado informe que elevó al virrey Loreto en la que hace un estudio muy detallado del territorio bajo su mando, e indica algunas mejoras que irá introduciendo poco a poco.
Prestó especial atención a la defensa exterior frente a los ataques indios, proponiendo reestructurar algunos presidios al tiempo que proponía también la mejora de la recaudación de algunas rentas para destinarlas a fines militares. Las milicias de Córdoba se componían en esa época de setenta y siete compañías englobadas en cinco regimientos con un total de 5770 hombres.
La frontera de la ciudad y su jurisdicción estaba guarnecida por los fuertes de Tunas, Saladillo, Sauce, Santa Catalina, Concepción del Río Cuarto y el fortín de San Bernardo. En el norte había bastantes problemas defensivos ya que allí el fuerte de San Carlos sólo tenía veinticinco hombres cuando lo visitó por primera vez, debiéndoseles además la paga de casi dos años.
La intendencia de Córdoba era rica produciendo maíz y fruta en abundancia, además de vinos y aguardientes, siendo su ganado no muy abundante pero sí bastante bueno. Esto posibilitó que Sobremonte pudiera introducir algunas reformas administrativas sin demasiadas dificultades económicas. Construyó un acueducto que hizo llevar el agua a Córdoba con regularidad, siendo sin duda una de las obras públicas benéficas más aplaudidas por sus conciudadanos. Esta actividad le valió el respeto y aprecio de los lugareños que fueron los primeros en proponerle para que renovase el cargo de gobernador por otros cinco años. Fue reelegido para el mismo cargo sin problemas continuando una ingente labor administrativa. Construyó el primer paseo público de la capital, cuyas obras comenzaron en 1786, e influyó decisivamente para mejorar la universidad, siendo uno de los inspiradores de la enseñanza oficial del Derecho civil en la Universidad de Córdoba, así como de la extensión de la cultura por entre los criollos. Una vez transcurrieron cinco años, siendo finalmente ascendido, y tras un largo proceso, al rango de brigadier de Infantería por Real Orden de 12 de abril de 1794. Realizó enormes mejoras en la frontera norte a partir de 1795, construyendo nuevos fuertes y mejorando los existentes.
Durante su estancia en la gobernación de Córdoba residió en el bello palacio que había sido propiedad de Laura Ladrón de Guevara, construido en el primer tercio del siglo XVIII.
A comienzos de marzo de 1797, y ante las noticias de una nueva guerra contra los ingleses, fue designado subinspector general de las fuerzas del virreinato y cabo subalterno del virrey. Realizó una campaña que le llevó por Buenos Aires y Montevideo inspeccionando las tropas y disponiéndolas de la mejor forma posible para la eventualidad de un ataque. Recorrió la frontera norte por donde la penetración portuguesa, aliada de Inglaterra, era más posible. En el desempeño de este cargo, envió a España un proyecto para un nuevo reglamento de las milicias locales que mereció la aprobación de sus superiores. Dentro de este plan se incluía un aumento del entrenamiento militar de todas las tropas disponibles, para lo cual llegó a realizar un importante simulacro de desembarco enemigo en las cercanías de Montevideo.
Al producirse el 11 de abril de 1804 la muerte del virrey Joaquín del Pino, se abrió en la Audiencia de Buenos Aires el pliego de mortaja en el que aparecía su nombre como sustituto del fallecido. Aunque el marqués de Abascal acababa de ser nombrado para el cargo de virrey del Río de la Plata, Carlos IV accedió a las peticiones de que se respetara la voluntad del difunto virrey, de manera que por Real Decreto de 6 de octubre de 1804 Sobremonte fue nombrado oficialmente nuevo virrey, siendo Abascal trasladado al virreinato peruano.
Su actividad como virrey tuvo excelentes resultados en el apartado administrativo aunque en el militar no anduvo al mismo nivel. Cuando en los primeros meses de 1805 tuvo noticias de la nueva guerra con los ingleses, sospechó que su virreinato sería objeto de un ataque directo por lo que, adelantándose a los acontecimientos, escribió a España anunciando que los medios milicianos de que disponía podrían no ser suficientes para frenar el ataque. Por este motivo, celebró una Junta de Guerra el 2 de abril de 1805 en la que estaban presentes los mandos militares más importantes.
En esta reunión se decidió aumentar las fuerzas militares todo lo que fuera posible, a la vez que se decidía la expulsión de todos los extranjeros avecindados en Buenos Aires, especialmente ingleses y angloamericanos. Se dictaminó también fortalecer Montevideo, Buenos Aires y la frontera portuguesa con Uruguay. En noviembre de 1805 tuvo noticias de la presencia de una escuadra inglesa cerca de las costas de Brasil por lo que se trasladó en diciembre a Montevideo como posible objetivo elegido por los ingleses.
Al mismo tiempo, se verificó que para la defensa de la capital se contaba con una fuerza no superior a los dos mil ochocientos hombres, siendo el número de veteranos muy corto, por lo que la defensa estaba básicamente encomendada a las milicias.
Durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807 no ofreció seria resistencia, sino que optó por huir con los caudales del virreinato en dirección a Córdoba. El acercamiento de los ingleses al Río de la Plata le cogió por sorpresa y sin una adecuada preparación. Ordenó una movilización general de las milicias del partido bonaerense a finales de junio de 1806, al tiempo que partió inmediatamente a la capital para hacerse cargo directamente del mando de la defensa pero, al observar que los ingleses podían tomar inevitablemente la ciudad, huyó de la misma. Aunque la población y las milicias, lo mismo que la mayoría del resto de responsables militares, querían defender la ciudad, el virrey precipitó su huida dejando en poder de los ingleses gran material bélico y una gran cantidad de abastecimientos.
Llegó finalmente a Córdoba a principios de julio, declarando el día 14 a dicha ciudad como capital del virreinato con carácter transitorio. Pero su actitud no gustó al enardecido pueblo que acababa de presenciar la caída de Buenos Aries y a quien llegaban noticias de la actitud poco beligerante del virrey. Esto acabó por provocar que el mismo pueblo apoyado por la oligarquía local y buena parte de los militares se depusiera del cargo, nombrando en su lugar al general Santiago Liniers. Este general, junto con potentes fuerzas reclutas y bien organizadas, consiguieron en 1807 liberar Buenos Aires después de infligir a los ingleses una contundente derrota. Después de un fracasado intento de recuperar el poder, fue detenido por los diputados del Cabildo de Buenos Aires en las inmediaciones de Montevideo, siendo posteriormente embarcado hacia la capital donde quedó detenido y encerrado en el convento de los padres Betlemitas. De hecho, el mando militar fue transferido oficialmente a Liniers después de que éste quedara detenido, pues resultaba muy peligroso el vacío de poder. Sobremonte se mantuvo en Buenos Aires hasta 1809 cuando fue reclamado de la Península para que diera explicaciones acerca de su conducta militar ya que las noticias y las cartas que tanto él como otros militares habían remitido a la Península no podían aclarar con nitidez la secuencia de la retirada del virrey, ni si éste había actuado con cobardía frente al enemigo. Una vez llegado allí, en 1810, se inició un largo proceso militar en Cádiz contra sus actuaciones militares en el virreinato.
El proceso fue presidido por el capitán general de la provincia Cayetano Valdés. Fueron muchas las voces incriminatorias contra Sobremonte desde Buenos Aires. El 15 de marzo de 1810, José Fernández de Castro, teniente coronel que había actuado en la expulsión de los ingleses, elevó un escrito a la Regencia del Reino, en calidad de diputado del Consulado y Comercio de Buenos Aires, en el que acusaba al ex-virrey de haber realizado argucias para ponerse a salvo al margen de sus obligaciones. Se intentó reunir en un solo proceso a varios individuos, pero debido a la trascendencia de las acusaciones contra él, y su carácter nobiliario, finalmente se optó el 30 de noviembre de 1810 por separar las causas contra Sobremonte de las de Santiago Liniers y los ministros de la audiencia virreinal.
El escrito del fiscal fue oído por el Consejo de Generales que le juzgaba el 8 de noviembre de 1813, mientras que sus alegaciones, la mayoría hechas personalmente por él, tuvieron lugar entre ese día y el 12 del mismo mes. El veredicto de absolución fue unánime.
Esta exoneración le permitió recuperar la carrera militar, hasta alcanzar en junio de 1814 el grado de mariscal de Campo.
El 30 de agosto de 1814 alcanzó su responsabilidad política más importante al ser designado por el rey Fernando VII ministro del Consejo Supremo de Indias, donde se mantuvo hasta que fue cesado el 31 de diciembre de 1815. Vivió un tiempo en el Puerto de Santa María y luego en Cádiz. En los años anteriores a su muerte fue condecorado con la Gran Cruz de San Hermenegildo y se llegó a casar en segundas nupcias.
Casó en primeras nupcias el 25 de abril de 1782 con la criolla Juana María de Larrazábal muy bien entroncada con la élite local, con quien tuvo doce hijos.
Casó por segunda vez en 1820 con María Teresa Millán y Merlos, viuda de un sobrino del que fuera virrey de Buenos Aires, Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Buenos Aires, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 110, 137, 144, 146, 150, 183, 252, 257, 270, 283, 292, 307, 311, 312, 316, 317, 323, 324, 365, 483, 503, 504, 505, 520, 521, 522, 589, 608, 726.
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José Manuel Serrano Álvarez